miércoles, 26 de febrero de 2014

Suttree, de Cormac McCarthy

Una vida anónima ligada a un río y sus despojos...


Muchos son los problemas que en mi vida personal me han impedido terminar de leer el libro de McCarthy antes. Libro que como señale en una impresión anterior poco se asemeja a sus últimas obras. Suttree es un libro en el que su personaje homónimo es su indiscutido protagonista. Un héroe anónimo. Solitario. De edad indeterminada -o más bien indeterminable. Que tras abandonar a su familia por algún motivo inescrutable y tras pasar una estancia en el correccional se muda a Knoxville, un pueblo de Tennesse, región entre el Sur y el Medio Oeste estadounidense, en 1950 y se vuelve pescador, aprovechando el río que fluye próximo a la ciudad. Suttree se convierte en el retrato de la vida cotidiana de un cualquiera, alguien en el que no encontraremos nada especial a lo largo de la historia, pero que permite a McCarthy hacer descripciones muy minuciosas de todo el mundo que le rodea, tanto del paisaje físico que envuelve al personaje (la barcaza donde duerme, la taberna donde bebe, la discoteca en la que baila y pelea, la cabaña donde viven sus ancianos tíos, la chabola donde conversa con el trapero acerca de la vida y la muerte, los campos, los prados, las ciénagas y las bosques, las marismas y el mismo río), así como reproduce con gran brío, mediante acciones y diálogos, los matices psicológicos de los personajes con los que Suttree bebe, roba, pesca o traba amistad. En estas descripciones McCarthy despliega una riqueza léxica apabullante que contrasta enormemente con lo minimalista (teniendo siempre en cuenta lo real) de los fragmentos dialogados.

En sí mismo Suttree es la perfecta encarnación del hombre sin propósitos en la vida que se cuestiona constantemente cuál es su identidad. Qué es realmente. Qué sentido puede tener su vida. Es un personaje sensato que sufre continuas crisis: se emborracha y se despierta en lugares desconocidos, entra en continuas peleas, viaja en tren sin  tener dinero para regresar, sin tener a nadie a quien llamar, se aisla en los bosques durante semanas hasta perder la cordura, reniega del cristianismo y se entrega desconfiadamente a ritos indios y a la brujería. Como contrapunto a sus momentos de normalidad, en el que se dedica apaciblemente a la pesca, el narrador acierta en colocarnos a un personaje como el de Harrogate. Suttree y él se conocerán en el correccional, en el que Harrogate ingresa por sandiofilia (o como se llame eso de hacer el amor a una sandía). Sus puntos cómicos y sus continuos intentos de enriquecerse mediante un ingenio agudizado por el hambre consigue que la novela no se desarticule en sus momentos, a priori, menos interesantes. La falta de decisión de Suttree lo lleva a rodearse con lo que de forma metafórica la novela llama "perros": ladrones, prostitutas, vagos, jugadores, alcohólicos,  prófugos, parias y otros delincuentes. Estos personajes se aprovecharán del don de la generosidad de Suttree. De forma menos general, se tocan temas como la muerte, la pobreza, la homosexualidad, la prostitución y la discriminación entre blancos y negros a mediados de siglo XX en Norteamérica.

Mi valoración final es que en definitiva se trata de una novela larga, interesante, aburrida a ratos, incluso en ocasiones soporífera, que, sin embargo, merece la pena ser leída. No se trata de una gran obra narrativa, sino de una gran obra descriptiva y hay que verlo de esa forma para poder apreciarla. Evitar esperar una historia potente y dinámica. Suttree no es mucho más que la exhibición de las cualidades como escritor que posee McCarthy. Que, no obstante, no son pocas, sino múltiples y diversas.