jueves, 28 de septiembre de 2017

La llave, de Junichirô Tanizaki





La llave narra una historia de secretos y mentiras dentro de un matrimonio japonés de los 1950s. En la novela la información de los hechos nos viene de la alternancia entre las entradas de los diarios de Ikuko y su marido, quienes tras más de treinta años casados pretenden expresar en algún lugar todo lo que no se atreven a decirle a la cara al otro.


Al emplear el diario como formato narrativo, Tanizaki puede poner sobre la mesa toda la psicología interna de sus protagonistas, con sus miedos, deseos, odios y obsesiones, que son mostrados en constante evolución, superposición y contradicción en un estilo muy próximo al de Dostoeivski, creando perfiles muy completos, donde el dialogismo puede darse en su máxima expresión. Principalmente se crea un debate entre lo decoroso (lo aceptado socialmente en el rígido modo de vida del Japón más tradicional de la época) y lo deseado (en el sentido más lujuriosamente abierto del término que puede aplicarse en su contexto). De esta forma hay un orden artificial y convencional –el del matrimonio- que debería funcionar, pero que se resquebraja, tanto por los propios miembros que lo integran como por la incursión de una tercera persona: Kimura.


Kimura es el prometido de Toshiko, la hija de Ikuko y su marido, que comienza a visitarlos para llevarse mejor con los que deberían acabar por ser sus suegros. Pronto el marido advierte que Kimura podría no andar detrás de Toshiko, sino de su esposa, la cual parece también muy interesada en él. El marido descubre que estas apariciones de Kimura potencian el deseo sexual de su mujer una vez se marcha y decide aprovecharse de esto en beneficio propio. Comienza así un camino hacia los celos parecido al que experimenta Otelo en la homónima tragedia shakespearana, aunque otorgándole atributos tanto positivos como negativos. Aparece un deseo de celos en la figura del marido que no dejará de ser muy sorprendente a lo largo de la novela. Kimura se convierte así en una obsesión para ambos que tiene las mismas posibilidades de revitalizar un matrimonio venido a menos por su artificialidad y el paso de los años que de destruirlo en mil pedazos. La llave es una novela sobre la obsesión –puramente sexual- de dos personas que no tienen claro si se quieren o se odian, donde se produce una reformulación continua de los límites que se pueden cruzar o no sin acabar hiriendo ni a los otros ni a nosotros mismos. 


El texto es bastante dinámico y engancha pronto al lector, llevándolo a reflexionar, rellenar huecos y cuestionarse hasta la última palabra de todo lo que dicen los personajes, más sabiendo que cada uno de ellos conoce la existencia del diario del otro, por lo que cada revelación se realiza en un terreno fangoso y delicado. Fuera de esto se hace muy interesante para el lector, o el crítico, el enfrentamiento que Tanizaki hace en La llave más que latente entre la cultura tradicional nipona y una nueva cultura invasora, ante la que Japón no puede permanecer indiferente, la occidental, y más concretamente la estadounidense. Se puede decir que el enfoque del problema tal y como lo plantea Tanizaki me ha encantado porque le da un trasfondo simbólico y poderoso a la novela.


Todo esto unido hace de La llave, como mínimo, un texto recomendable, tanto si le interesan a uno este tipo de historias como si no. Tenéis otra reseña en Devoradora de libros.




viernes, 22 de septiembre de 2017

El marino que perdió la gracia del mar, de Yukio Mishima



Noboru es un chico de unos trece años que vive con su madre Fusako cerca de un muelle de Yokohama. Noboru lleva toda su vida viendo atracar y zarpar todo tipo de navíos en el cercano puerto, actividad que incrementó tras la muerte de su padre hará unos cinco años aproximadamente. Es un chico bastante extraño e inteligente, pero que se siente limitado por como lo trata su madre y, como todos los adolescentes, quiere comerse el mundo. En su cabeza contrapone su vida en tierra, fuertemente marcada por todo el constructo de normas sociales, con la libertad que debería proporcionarle la amplitud de la alta mar. A bordo de un buque podría ver países exóticos y vivir extraordinarias aventuras, mientras que en tierra está condenado a la mediocridad, lo cual no deja de ser una visión bastante extrema y romántica. En medio de todo este devenir mental de Noboru su madre consigue a un nuevo amante, un tal Ruyji que una vez tuvo ideas parecidas a las del pobre Noboru y se acabó embarcando como marino. Sin embargo, la mar no le habría traído la gloria a Ruyji, sino más bien soledad y él, al sentir que Fusako le quiere de veras y que económicamente se lo puede permitir, decide buscar trabajo en tierra cerca de su amada. Esta decisión decepcionará a Noboru, quien le perderá el respeto y el cariño "para siempre". 

Yukio Mishima construye una novela con tintes eróticos y sentimentales, próximos a la narrativa de Tanizaki, pero cuya profunda filosofía visceral acaba llevando la historia por unos derroteros inesperados -al menos para mí, que es la primera vez que leo algo del autor- que acaba en un final crudísimo y que no creo que deje indiferente a nadie. No es que el inicio de la novela no sea de por sí bastante fuerte (un adolescente que espía como su madre desnuda se acuesta con un hombre que no es su padre), sino que en comparación con el final esta escena nos va a parecer hasta "soft". La verdad es que no veo el afán ni la necesidad de tantos elementos repulsivos concatenados y soy de los que han sentido como insoportables los momentos en los que Noboru se reunía con sus "amigos", los infelices que se dedican a matar gatos porque otro más infeliz que ellos les dice que eso es la auténtica expresión de la libertad humana: el jugar con lo que es moralmente prohibido como la vida y la muerte de lo que nos rodea. Como crítica contra el fanatismo El marino que perdió la gracia del mar podría servir si no fuera porque da la impresión de que el escritor está pretendiendo justo lo contrario, hacer una justificación del odio y del sacrificio de Ruyji por traicionar a los valores en los que como adolescente decidió cimentar su vida. ¿Uno no puede madurar y cambiar de opinión? ¿Estamos tan atados a las decisiones que tomamos que nuestra vida debe ser juzgada constantemente en base a ellas? 

Toda esta evolución de la trama me ha llevado a pensar en la novela como un producto de mal gusto (en un sentido ideológico), pero a pesar de esto no puedo negar lo obvio: El marino que perdió la gracia del mar está increíblemente bien escrita. Mishima redacta su historia con una prosa llena de lirismo, símbolos y metáforas y, aunque no esté de acuerdo con el mensaje que intenta transmitir, he de decir que éste se siente claro y poderoso. Los personajes están muy bien construidos emocionalmente hablando y se aprecian muy vivos, aunque quizás, por el tipo de historia, nos cueste mucho empatizar con ellos. Viven en una época de transición y esto se aprecia en lo occidentalizado que se muestra el país nipón y la casa de los Kuroda. 

Esta novela plantea para mí un dilema, pues si bien soy consciente de la gran calidad de su prosa, también lo soy de la aberrante ideología, aunque cuántas historias como esta habremos leído, que nos deje un sabor tan agridulce en los labios. Yukio Mishima se incorpará desde ya a mi lista de escritores de doble filo -esos con cuyos textos no paras de saltar del amor al odio a cada momento- donde ya había dejado a nombres tan sonados como Louis Ferdinand Céline, Knut Hamsun y Camilo José Cela. Si puede salir de aquí o no será cuestión de tiempo. Os dejo más reseñas de esta obra en Das Bücherregal, Un libro al día y Letras en tinta. Parece que a todos les ha encantado y que el único que pongo pegas soy yo. Quizás no he sabido (o no he querido) ver dobles mensajes o lo qué sea. Tentado de cambiar algo lo dejo así y ya; una visión algo distinta de vez en cuando nunca viene mal.




martes, 19 de septiembre de 2017

Cuna de gato, de Kurt Vonnegut



Hablar de Cuna de gato implica irremediablemente una exposición de lo que representa el bokononismo, la ficticia religión cuya fe profesan (o mejor dicho, no profesan) los habitantes de la República de San Lorenzo, una diminuta isla más en las miles de diminutas islas que habrá diseminadas por todo el mar del Caribe. El bokononismo es una religión cuya principal premisa es que todas las religiones son mentira, incluído el propio bokononismo, por lo que dentro de la sociedad bokononista se crea la paradoja de que ningún bokononista cree en el bokononismo, aunque lo practique. Sé que esto puede resultar complicado de entender, así de primeras, pero os pido que hagáis un esfuerzo porque esta novela de Vonnegut constituye un ataque directo a cualquier planteamiento religioso, moral, social y político que hayáis defendido con anterioridad. Los bokononistas, que saben que todo es mentira hasta lo que parece que no lo es, son conscientes del ensordecedor vacío que deja la verdad en nosotros, hombres que se sienten abandonados por Dios y responsables de absolutamente todos sus actos, y eso es lo que les lleva a valorar muy positivamente la utilidad de la mentira (de la que prefieren borrar todo lo que oprime y limita al hombre: el sufrimiento, el decoro, la codicia, los celos, ...), primando en ella el placer, la fraternidad y el amor libre. Sin embargo, para que el bokononismo pueda seguir vivo el tiránico poder de la isla, regentado por "Papá" Monzano, hace prohibir toda expresión de dicha fe bajo pena de muerte y declara que la religión oficial de San Lorenzo es la cristiana, aunque en el fondo él no tenga ni idea de quién narices era Cristo. Los bokononistas (no) encuentran a su mesías en Bokonon, un hombre que habría llegado a aquella isla perdida un poco de casualidad en el primer tercio del siglo XX y que habría supuesto toda una revolución cultural y espiritual. La religión de Bokonon tiene, además, términos propios muy curiosos como: karass, grandfallon, sin-wat, vin-dit o boko-maru. Todos estos son formulados en el dialecto de la isla, una especie de creole inglés con sus diversas particularidades. Vonnegut inserta en ocasiones fragmentos en este lenguaje local que lejos de despegarnos de la trama nos ayudan en la inmersión total en la historia de la isla. De entre los términos, los que más importancia pueden tener son los que constituyen la dicotomía karass/grandfallon. Un karass sería un grupo de personas destinados a actuar juntas o de forma solapada para un fin que desconocen y que ellas no han buscado, mientras que un grandfallon sería un karass construido artificialmente por las personas y que por ello está predispuesto al fracaso. Aunque todo esto da un poco lo mismo porque sólo son mentiras sugeridas por Bokonon para hacer la vida más placentera. 

Todas estas ideas del bokononismo encajarían decentemente en un ensayo, pero esto es una novela y, aunque al bokononismo se le da un peso importante dentro de la misma, no es lo central en la narración. La historia de como el protagonista, el periodista y escritor que nos narra la historia llega hasta San Lorenzo y se convierte a la fe local, es muy larga de contar y muy rápida de leer, y eso se debe a que los acontecimientos en Cuna de gato se viven a una velocidad vertiginosa. La intriga crece de una forma en la que pronto se llega al punto en el que por nada del mundo queremos parar de leer. Este vértigo puede llegar a disgustar a muchos lectores, e incluso a mí me podría haber echado para atrás si no fuera porque la velocidad es buscada a propósito por Vonnegut como recurso estético que dote de dinamismo a su novela y no porque falta contenido y no se sabe cómo rellenar capítulos. Esta velocidad también contribuye a mejorar el carácter caricaturesco de muchos de los personajes, que se sienten a veces muy extrafalarios. El humor, normalmente muy negro, está muy presente en Cuna de gato, y yo diría que tanto o más que en Madre noche.

Vonnegut construye una sátira política con precisión y originalidad, siguiendo el camino de su obra anterior. Tras lo que ocurre en San Lorenzo podemos intuir las tensiones internacionales entre superpotencias propias de la década de los 1960s; no por nada el verdadero hilo conductor (vin-dit, en lenguaje bokononista) es la última invención del creador de las bombas atómicas que explotaron en Hiroshima y Nagasaki: el peligroso componente ultrasecreto conocido como Hielo-9, capaz de congelar todos los océanos del planeta en un segundo. Este es el único elemento de ciencia ficción dentro de la novela, pero se vuelve fundamental para el avance de la trama y es, sin duda, junto con el bokononismo, lo que más recordaremos del libro una vez que pasen largos meses tras su lectura. Ambas son ideas que hacen de este libro un discurso único y a tener muy en cuenta. De momento, se ha convertido en una de mis mejores lecturas de este año. Así que desde ya os voy avisando de que si me siguen gustando estas novelas, podremos tener Vonnegut para rato. Os dejo más reseñas de Cuna de gato en Das Bücherregal (uno de mis blogs favoritos y en el que más se ha reseñado al estadounidense) y en Bibliópolis (a los que no les ha gustado demasiado).

Más reseñas de obras de Vonnegut en esta esquina: Madre noche, Las sirenas de Titán, El desayuno de los campeones,

PD.: Hay varias traducciones de esta obra. Yo he leído la que hace Carlos Gardini para La Bestia Equilátera (Argentina), cuya portada aparece en la imagen.





viernes, 15 de septiembre de 2017

La visita de la vieja dama, de Friedrich Dürrenmatt



La multimillonaria Claire Zachanasian vuelve al diminuto pueblo de las montañas suizas en el que nació y se crió después de más de cuarenta años. Todos los habitantes de dicho pueblo, que están endeudados hasta las cejas, esperan una amable donación de la vieja dama, pero ésta no será tan benévola, más si se tiene en cuenta que salió de allí embarazada y trabajando en el oficio "más bajo" en el que puede trabajar una mujer. Claire ha vuelto para tomarse su venganza y, con el poder del dinero, poner fin a la vida de Ill, su primer amor, un tendero que la abandonó para casarse con otra. Piensa que este sacrificio constituye un acto justo que podrá aliviar su dolor y para ello ofrece quinientos mil dólares para el ayuntamiento y otros quinientos mil a repartir entre todos los ciudadanos si alguien mata al ya viejo Ill, un padre de familia muy querido y con dos hijos. Aunque el dinero es tentador, en un primer momento nadie se atreverá a aceptar un encargo tan inhumano, pero la multimillonaria no tiene ningún problema en esperar lo que haga falta, consciente de que el dinero todo lo puede y de que el ser humano es avaro por naturaleza.

Estamos ante una historia genialmente construída en torno a tres elementos centrales: la venganza, la culpa y la vergüenza. Lo increíble es el sinsentido que hay tras las tres. Zachanasian cree, a pesar de sus millones y sus maridos, que la vida que le ha tocado vivir ha sido una basura por culpa de Ill y que como nunca superó ese abandono nunca podrá ser feliz, a no ser que el tendero muera. Como el pueblo necesita el dinero que le promete la multimillonaria empiezan a culpar al tendero para así no sentirse avergonzados de matarlo cuando llegue el momento, lo que acabará sucediendo irremediablemente. Ill, que al principio, se encuentra orgulloso de que su pueblo lo haya defendido, pronto, cuando todos decidan culparlo de su infelicidad y de la de la vieja dama, no tendrá más remedio que aceptar este sentimiento, junto con toda la verguenza que los demás no están dispuestos a soportar. Lo hará irónicamente por el bien de su familia, que acabará también corrompida por el dinero de la Zachanasian, llevando a Ill a un patetismo inaudito.

Dürrenmatt satiriza en esta obra teatral con la inhumanidad del dinero y es que el elemento económico es aquí el principal motor de acción, me atrevería a decir que es incluso el protagonista, pues todos los personajes planifican sus acciones en torno a él -incluído el propio Ill antes de saber que lo quieren matar-, convirtiéndose en auténticos buitres. Todo el pueblo puede sobrevivir con lo que tiene, pero para vivir en el lujo que creen que merecen es necesario matar, cruzar la delgada frontera de la moralidad y decidir sobre la vida ajena. No saben que al otro lado les espera una vida como la de Zachanasian, llena de vacío, infelicidad y arrepentimiento, a pesar de que "puedan comprarlo todo". La obra de Dürrenmatt señala la idea de que todo puede corromperse con dinero, especialmente la justicia, lo que el ciudadano del siglo XXI ya está tan harto de ver que lo ha asumido como natural, y en este sentido La visita de la vieja dama puede convertirse en un libro necesario que nos haga espabilarnos, o al menos volver a ver un problema que hemos dejado de tener en cuenta.

La visita de la vieja es también una alegoría de la muerte, que normalmente suele ser injusta para aquel que muere, como es en este caso. La proximidad semántica entre "la vieja dama" y "la muerte" está clara, más aún si tenemos en cuenta el argumento de la obra. Zachanasian se convierte en una parca y en la verdugo del viejo Ill, al que le ha llegado la hora de arrepentirse de sus pecados y subir al cielo o a dónde sea. 

Así mismo, la idea de la traición se siente muy presente en toda la obra. Hay dos traiciones que tratan de ser justificadas, la de Ill a la Zachanasian y la del pueblo hacia Ill. Ambar están motivadas por el egoísmo, por el deseo de una vida mejor para uno mismo sin importar la de los demás. Aunque existe una gran diferencia que convierte a Ill en un héroe, en el más puro sentido de la tragedia aquea, y a sus conciudadanos en sanguijuelas. Ill se arrepiente y admite su traición y los otros no, ni siquiera la familia del tendero, lo cual me parece de una brutalidad abismal, retorcida y cruda.

Quisiera comentar también un detalle que me ha parecido como mínimo curioso por parte de Dürrenmatt y es que Claire Zachanasian queda retratada como una mujer exageradamente machista (quizás lo correcto sería decir hembrista, pero uno no deja de ser una variante del otro). La multimillonaria va cambiando de marido continuamente; lo hace hasta dos veces dentro de la obra -¡y eso que ésta transucrre en un corto período de tiempo! Dürrenmatt permite que el mismo actor interprete a los tres (con un bigote más y un bigote menos), lo cual me parece un acierto brillantísimo porque nos transmite fielmente la visión que tiene Zachanasian sobre los hombres, que a sus ojos no son más que objetos, muebles bonitos de los que presumir y que no tienen por qué pensar ni protestar en ningún momento. Son hombres con una alta cultura (músicos, aristócratas, escritores en la cumbre de sus carreras, etc.), lo que no impide que se dejen ser tratados así por el dinero de la vieja dama. 

Esta obra es mi primera incursión en el teatro de Dürrenmatt, una experiencia de la que salgo muy contento. Sé que estoy muy pesado con este autor últimamente hasta el punto de que ya se ha convertido con diferencia en el más reseñado de esta esquina, pero creo verdaderamente que está muy olvidado y que merece muchísimo la pena su lectura. Sus obras aún tocan muchos temas vigentes y tienen una calidad de la que muy pocos gozan, así que me vais a perdonar que lo siga leyendo con este entusiasmo unos cuantos meses más por lo menos. Tenéis más reseñas de La visita de la vieja dama en Un libro al día (donde acusan a Coelho de plagiar esta obra para mal, lo cual no me extraña demasiado a sabiendas de la reputación del superventas brasileño) y en Koratai (una buena reseña bastante extensa y muy centrada en los reveses del dinero y en la evolución emocional de los personajes). 

P.D. Lamento que la portada no se aprecie demasiado bien. La edición es de Tusquets de 1999 con la traducción de Juan José del Solar; creo que hoy está descatalogada, pero es bastante fácil encontrarla en páginas de venta de libros de segunda mano, como la mayoría de los títulos de este autor.

Más obras de Dürrenmatt reseñadas en esta esquina: El encargo, El juez y su verdugo, Griego busca griega, La promesa, La muerte de la Pitia, El valle del caos






viernes, 8 de septiembre de 2017

El crucero de la chatarra rodante, de Francis S. Fitzgerald



Cuando Zelda Fitzgerald le comenta a su esposo la nostalgia que le embarga al pensar en los melocotones y las galletas de su tierra natal, Alabama, éste decide que, aprovechando su estancamiento como escritor en lo más alto, bien podrían realizar un viaje hasta el pequeño poblado de Montgomery, donde ella podría volver a disfrutar de esos frutos y esos dulces que tanto extraña. Esto les lleva a embarcarse en una odisea a través de Estados Unidos, una odisea que no habría sido tal si no fuera por el destartalado automóvil de los Fitzgerald, apodado cariñosamente como la Chatarra Rodante. La crónica del viaje, llena de sucesos curiosos y extrambóticos, queda narrada en este librito, donde el vehículo, mucho más que el paisaje, se convierte en el protagonista indiscutible. Esto supone un giro importante en la narrativa tradicional de viajes que me hace dudar un poco la recomendación o no de este libro. Normalmente, la narrativa de viajes supone un encuentro con uno mismo a través del encuentro con el otro, pero aquí no parece haber ningún tipo de encuentro real más allá del que puedan llegar a tener los Fitzgerald y su coche.

 Esto en algunos momentos es cómico y en otros hasta tierno. Hay pocas descripciones, aunque las que hay son muy buenas. Hay algunas reflexiones interesantes sobre el acto de viajar y sobre lo difícil que les resulta a las personas comunicarse entre sí, pero dan la sensación de ser demasiado superficiales. Quizás El crucero de la Chatarra Rodante pueda resultar entretenido, pero Fitzgerald ha sido capaz de aportar mucho más en otras ocasiones. Uno siempre lo puede leer por el increíble morbo del matrimonio Fitzgerald, por entender mejor sus mentes de escritores, artistas y socialités de los locos años veinte y en ese sentido el lector sí que podría quedar muy satisfecho. Fitzgerald nos va a retratar su matrimonio con todos sus virtudes y defectos (el carácter controlador e irascible de él, la cursilería sibarita y la inestabilidad emocional de ella, etc.), que tampoco es algo que le había pedido nadie, o quizás seré yo el que soy poco fisgón. Hay también una escena por ahí que luego se va a reutilizar para Suave es la noche y otra en la que se ve lo racista que era Fitzgerald y... y poco más, la verdad. Supongo que habrá algún perfil de lector al que le interese y que pueda disfrutarlo bastante. A mí me ha parecido insuficiente, sobre todo para un escritor de su renombre. 

Tenéis reseñas del librito mucho más alagadoras en Entre montones de libros y Letras en tinta.

Más reseñas de obras de Fitzgerald en esta esquina: A este lado del paraíso



martes, 5 de septiembre de 2017

La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares



La invención de Morel es, probablemente, la novela más conocida de Adolfo Bioy Casares y no por nada constituye un hito dentro de la narrativa neofantástica y de ciencia ficción. La originalidad de su premisa es tal que comunicarla aquí sería como darle una patada en la boca a aquel que no la ha leído y quiere leerla, o va a querer leerla tras esta reseña, por lo que hablaremos de la novela esquivando el tema todo lo posible.

La invención de Morel cuenta a modo de diario de un fugitivo cómo éste se refugia en una isla aparentemente desierta. Allí se encuentra con varios edificios y con un conjunto de personajes que se comportan de una manera un tanto peculiar. Entre los habitantes de esta isla hay una bella mujer que todas las tardes se sienta en el mismo recodo de la playa a contemplar melancólicamente el subir y bajar de las mareas. Nuestro prófugo cae profundamente enamorado, sirviéndole este amor de escusa para evitar el suicidio que ya tenía asumido como necesario en su condición, pero ocurre un problema con la mujer y es que ésta parece no sólo ignorarlo, sino ni siquiera verlo.

Bioy Casares mezcla elementos de diferentes tradiciones narrativas (la neofantástica, la sentimental, la policíaca y la de sci-fi) en una original reelaboración del mito de Pigmalión y Dorotea que nos plantea una multitud de preguntas metafísicas que podemos enumerar hasta que nos reviente la cabeza de tanto darle vueltas: dónde se encuentra el alma y qué es el cuerpo, cómo puede el hombre llegar a la eternidad, es étíco querer llegar a dicha eternidad, se puede tener conciencia de la estancia en el Paraíso, puede crearse este Paraíso de forma artificial o el Paraíso es y siempre ha sido artificial, el amor es una unión de almas en la que se puede prescindir del cuerpo o el cuerpo debe ser un mediador necesariamente, etc. 

Estas preguntas unidas al uso de una buena prosa donde la intriga ha sido gestionada con cabeza para colocar increíbles giros de guión que dejen al lector en su asiento hacen que La invención de Morel merezca la pena y mucho. El personaje y la historia gozan además de la compleja ambigüedad de un laberinto en el que el protagonista -el fugitivo- no sabe bien si lo que ven sus ojos es la realidad, si la fiebre y el aislamiento le hacen ver cosas que no son o que si las ve es por qué quizás esté muerto y la isla no es más que un purgatorio en el que se le intenta poner a prueba. La originalidad del tema para su época (final de la década de los 1930s), pero aún vigente, le da un toque único al trabajo de Bioy Casares, quien al mismo tiempo no parte sino de la pregunta maestra de la ciencia ficción: adónde nos lleva la tecnología. ¿Si nos lleva a una posición buena debemos amarla y si hace lo contrario debemos temerla? ¿Tenemos el derecho a frenarla si la consideramos peligrosa? ¿Puede haber un doble filo tecnológico? ¿Es necesario su uso responsable? ¿Qué será de nosotros si el poder de la tecnología nos engulle, si nos atrapa y nos desprende de nuestras almas? Sólo nos queda esperar, tener conciencia y realizar las mediciones correctamente. 

Tenéis más reseñas de La invención de Morel en Un libro al día, El paseo de los Flamboyanes y Crónicas literarias.

Más reseñas de obras de Adolfo Bioy Casares en esta esquina: El sueño de los héroes, Dormir al sol



viernes, 1 de septiembre de 2017

Madre noche, de Kurt Vonnegut



Howard Campbell Jr. está encarcelado en la prisión internacional de Haifa, en Israel, a la espera de ser juzgado por crímenes contra la humanidad tras haber sido colaborador del Regímen Nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Howard Campbell habría trabajado para el Ministerio de Propaganda durante el conflicto, aprovechando su inglés nativo para distribuir ideología nacionalsocialista entre la población estadounidense gracias a su emisora de radio. Sin embargo, parece que en el fondo era un agente doble de los Estados Unidos, algo que la nación del águila no admitirá jamás para no ver perjudicada su imagen. Teniendo la certeza de que lo van a condenar a muerte diga lo que diga, Campbell escribe su testimonio para las autoridades israelíes, una especie de memorias en las que trata de poner de relieve como el presunto nazi se habría adaptado para sobrevivir en un sistema cuya bases no compartía, sintiéndose perfectamente responsable de ello. Su aparente sinceridad le lleva a despotricar contra todas las formas de gobierno de su momento histórico, lo que vuelve este libro ante todo una crítica contra el poder (o el abuso de poder, más bien) político en cualesquiera que sean las caretas ideológicas tras las cuales se esconde. Las diferencias entre capitalismo estadounidense y comunismo soviético no son más que meras superficialidades y lo mismo ocurriría entre el nazismo y el sionismo, como dos caras de la misma cultura del odio. Todas las ideologías se autoproclamarían a sí mismas como la mejor y de ahí procede la desconfía de Campbell, que se adapta sin autoengañarse, manteniendo siempre una sospecha nihilista sobre cada acto humano. 

Para convencer a las masas los grandes discursos ideológicos se habrían valido de las estructuras del sistema propagandístico, que también en Madre Noche recibe duras, aunque merecidas, críticas. Tras la novela de Vonnegut se nos muestra como miles de personas prefieren ser guiadas por otros. El pincipal problema residiría en la falta de conciencia crítica de las masas, o la falta de fuerza de voluntad para oponerse a los dictados de los poderosos. Las masas habían preferido que les dijeran qué pensar, cómo actuar y sobre todo a quién odiar. El odio mueve las guerras y reestructura los mapas políticos y económicos. La maquinaria del odio es ignorada a conciencia por Howard Campbell, aunque él haya contribuido a mover sus ejes más que muchos, por lo que le resulta bastante complicado aceptar que otros le odien y eso le lleva a sentir vergüenza y desprecio por su persona. No deja de verse a sí mismo como una víctima más de la turbulencia del mundo, de la maldad de la ideología. Lo único que Campbell recuerda con gusto son sus años de dramaturgo de éxito en Berlín, en los años previos a la guerra, donde en su vida personal, a pesar de la cultura de odio nazi imperante en la sociedad, todo era amor, primero por su esposa y luego por su artístico trabajo. La idea de la nación de dos que propone está muy presente en este momento casi inicial de su relato: uno puede ser feliz a pesar de estar rodeado por el odio siempre que haya alguien dispuesto a amarle. Quizás para mi gusto es una idea bastante sentimental y cursilona, aunque en la novela este amor funciona más bien como parche, como velo que cubre otros problemas más serios a los que la ceguera del amor no nos permite prestarles atención, y bueno en ese sentido funciona muy, pero que muy, bien.

Vonnegut escribe la historia de un personaje ambiguo, polémico y fugitivo, la historia de un hombre que trata de no ahogarse nadando en todas las direcciones posibles. Su indecisión y su falta de coherencia consigo mismo y con los demás, la ausencia de unas bases éticas inamovibles lo llevan a una situación aparentemente irreversible. Vemos a Campbell como quien ve a un niño lloroso al que le han quitado un caramelo, solo que la prosa de Campbell es mucho mejor que la del niño y a él le han quitado su vida y sus esperanzas y no una triste golosina. Se crea un antihéroe al que el lector no sabe si amar u odiar, o ambas cosas en diferentes momentos.

Sobre el estilo de la novela, lo más interesante quizás sea decir que la trama está maravillosamente bien dispuesta, de forma que, aunque sepamos desde el inicio que Campbell acabará en Haifa el no saber cómo ni por qué, así cómo los continuos desvelamientos, giros argumentales asombrosos y reflexiones críticas nos harán querer seguir leyendo esta novela hasta su desenlace. Se mezclan las técnicas narrativas recurrentes en las novelas de espionaje con una historia de revisión de los crímenes del nazismo que no trata de defender a los radicales alemanes, pero que deja ver su cara más humana y es que, aunque nos moleste terriblemente, estos criminales también podían tener su sensibilidad artística y amaban a sus animales. Hemos convertido en monstruos a los nazis sólo para olvidar que sus discursos y sus acciones fueron pronunciados y ejecutados por personas. Queremos tanto evitar parecernos a ellos que les hemos quitado la condición de personas tal y como ellos hacían con los negros, los homsexuales o los judíos. Puede que no usemos la violencia, pero el germen del odio sigue ahí, latente. 

El reo cuenta su historia con algunas pinceladas de humor que alivian un poco una narración que, de otra forma, terminaría resultando bastante seria. También contiene instantes muy líricos que podrían haber quedado fatal en otra parte, pero que aquí no sólamente no desentonan, sino que incluso se puede decir que aportan. Os dejo, pues, con un fragmentillo de la novela y me despido hasta la próxima reseña.

 "Me quedé helado.
No fue el sentido de culpabilidad lo que me heló. Me había enseñado a mí mismo a no sentirme culpable.
Tampoco fue un horrible sentido de pérdida lo que me heló. Me había enseñado a mí mismo a no desear nada
Tampoco la rabia desconsoladora contra la injusticia. Me había enseñado a mí mismo que un ser humano encontrará con más facilidad tiaras de diamantes en las cloacas que recompensas y castigos justos.
Tampoco el pensar que Dios era cruel. Me había enseñado a mí mismo a no esperar jamás nada de Él.
Lo que me dejó helado fue el hecho de que no tenía ningún motivo para moverme en una u en otra dirección. Lo que me había impulsado a actuar durante tantos años muertos y vacíos había sido la curiosidad."

 
Tenéis más reseñas de Madre noche en Das Bücherregal (sitio en el que me recomendaron esta lectura) y en El Biblionauta (que tiene una visión algo distinta de la mía, de esas que te hacen replantearte la mitad de lo que has escrito). Tenéis otra reseña más reciente en Librería de urgencia.


Reseñas de otras obras de Kurt Vonnegut en esta esquina: Cuna de gato, Las sirenas de Titán, El desayuno de los campeones,