jueves, 26 de marzo de 2020

Los oscuros años luz, de Brian W. Aldiss




En un futuro no muy lejano, el ser humano ha desarrollado el viaje transponencial, que le permite navegar por el espacio a una velocidad muy superior a la de la luz. Gracias a esta tecnología, la tripulación de un cohete del Exozoo de Londres, que se dedicaba a capturar animales extraterrestres para exhibirlos, hace contacto con una raza que parece tener una inteligencia propia: los utods. No obstante, estos seres, a pesar de tener un cerebro superior a los de nuestra especie, presentan una serie de costumbres que resultan para cualquiera repulsivas, entre ellas se encuentra un rito de baño en sus propias heces. Los utods se comunican a través de ocho orificios, incluyendo su ano, situado en una segunda cabeza, y dominan un registro de fonemas que supera lo que el oído humano puede identificar. Además, desconocen lo que es el miedo y el dolor: los dos pilares que han llevado al ser humano al lugar que ocupa en su propio hábitat. Ante la falta de comunicación y la necesidad de encontrar un espacio para llevar a cabo las guerras humanas, el triple sistema solar de los utods se ve amenazado.

Estamos ante una novela de ciencia ficción estelar antiantropocentrista, cuyo objetivo es reflexionar sobre la existencia de seres racionales muy distintos a nosotros al tiempo que se critica la fuerte intolerancia del ser humano y su egocentrismo. Tendemos a ver todo bajo patrones humanos y queremos que los demás se adecuen a nosotros. Cuando la comunicación era un problema entre los indígenas americanos y los colonos europeos, estos últimos no tuvieron reparos en pasarlos por el garrote, en muchas ocasiones por mero deporte. Los viajeros del Gansas saben que los utods (u hombres-rinocerontes, como los llaman ellos) son, al menos, tan inteligentes como los hombres y esto provoca repulsión entre sus filas. La esperanza de obtener una buena comunicación se pierde porque no hay parecidos entre una especie y otra. Diría que hasta se rechaza, se pretende mirar a otro lado y justificar bajo la mentira del no raciocinio la inferioridad de los utods para así poder manejarlos y asesinarlos a voluntad, muy en sintonía con los indígenas y los negros que eran enviados a América. 

De esta forma, lo que parece una historia interestelar se convierte en un relato sobre el hombre mismo y sus errores históricos, sus vergüenzas. El resto de la descripción que se hace de la evolución no es tampoco halagadora. La Tierra se encuentra superpoblada y contaminada por todo tipo de gases que hace que sea obligatorio llevar puesta una máscara para ir a cualquier parte. Los alimentos son en su mayoría sintéticos, pues no hay espacio para cultivar o criar ganado y los océanos están tan contaminados que pocas son las patrullas de pesca. Tras una Tercera Guerra Mundial, prosiguen los conflictos políticos que ahora se resuelven en un distante  planeta llamado Charon: un lugar congelado de cabo a rabo donde los gobiernos se turnan para librar enfrentamientos bélicos que les sirven entre otras cosas para controlar su población. En definitiva, el ser humano se encuentra solo y solo se siente sin nada más que destruir.

Los personajes de la novela se mueven en base a intereses propios y no tienen un fuerte impacto en la obra. De hecho, su desarrollo es muy pequeño. Esto se debe a que la novela no pretende desviar la atención del conflicto real: el de los humanos y los utods. Unos son movidos por la curiosidad y otros por el miedo. Unos se aceptan tal y como son y otros viven infelices. Unos tienen sed de sangre y los otros solo quieren cumplir con su ciclo vital. 

He disfrutado mucho esta novela breve de Aldiss. Ya estaba avisado por el comentario que Cities había hecho a la misma en Das Bücherregal, pero no esperaba que me iba a gustar tanto. Por otro lado, no he podido localizar más reseñas de esta obra, así que este espacio queda una vez más vacío.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

viernes, 20 de marzo de 2020

Amor y pedagogía, de Miguel de Unamuno




Avito Carrascal está obsesionado con los hitos de la nueva pedagogía y piensa que gracias a ella es posible instruir a los genios del mañana. Su sueño a partir de entonces será casarse y engendrar uno. Esto lo consigue con prontitud y sin muchos preámbulos; Apolodoro (bautizado en secreto como Luis por su madre) llega al mundo. Sin embargo, la educación que su padre le administra, fuertemente influenciada por las sentencias de Fulgencio, filósofo de pueblucho, lo convierte en un bicho raro. Su infelicidad y su fracaso (amoroso e intelectual) conducirán a Apolodoro a la desesperación y a replantearse seriamente acabar con su vida.

Estamos ante una de las primeras novelas (o nivolas) de Unamuno, donde ya se apunta el estilo singular del vasco y su tendencia a lo filosófico y a la metaficción. La obra construye una batalla dialéctica entre sus personajes que se oponen en su forma de ver la vida a través de las relaciones entre pedagogía y amor. Apolodoro es criado por su padre, Fulgencio y Epifiano (profesor de pintura) en la más rigurosa ciencia. Todo lo que adquiere de ellos son fríos cálculos que deberían llevar a la perfección del hombre, pero que le dejan un fuerte vacío en el estómago. Por otro lado, está el amor de su madre y de su pretendida que lo enloquece y lo hace titubear. 

Apolodoro abraza las letras, se vuelve escritor para oponerse a su padre, se enamora de un arte, considerado menor por casi todos los demás, salvo para el poeta del pueblo. Se rebelión es tomada en casa como un desprecio y Avito debe convencerse de que su hijo también podría ser un genio de las letras. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Apolodoro fracasa en la profesión y es objeto de burla por todos. Aún es joven, pero no está preparado para el error. Entrenado para saber de todo y ser perfecto, se hacen patentes sus limitaciones y sus sueños se rompen en pedazos. 

También los de su padre se deshacen. Aunque lo cierto era que nada podía mantenerlos en pie. Avito se culpa por no haber aislado lo suficiente a su hijo del mundo que lo rodeaba. Achaca el fracaso a la religiosidad de su mujer, al recalcitrante amor del hijo por la hija del pintor, a los juegos de la infancia. Avito creía que la unión de Materia y Forma engendraría la Perfección, que bien guiada no dejaría de ser perfecta. Y cae en sus debilidades humanas. 

Avito, junto al resto de personajes, constituyen una sátira. Son tomados como maniquís que espetan ideologías, creencias, gustos, etc. que pueden llegar a lo obsesivo. Solo Rosita constituye la excepción. Su existencia es una mera justificación de los actos de los demás. Nos da a entender el amor y la devoción que siente Apolodoro por su hermana y la misoginia de Avito. Este último punto es importante. Avito desprecia a su hija desde el día de su nacimiento porque cree que las mujeres no pueden ser genios. Solo son Forma. Su labor para él es la procreación y la crianza. Lo mismo piensa Fulgencio, que es realmente quien influye en Avito, haciéndole de guía sin tener una idea muy formada de lo que dice. De aquí deducimos que no solo se deja influir por la ciencia, sino que alberga una serie de prejuicios y una idea muy concreta de cómo debería ser el futuro.

En la obra está muy presente también el determinismo. La idea de que las circunstancias vitales nos llevan a un destino irrevocable, que es lúgubre, triste y frío. Estas circunstancias parecen ser las que determinan a quién se ama y a quién se odia y con qué grado. Apolodoro no fue concebido por Avito para ser feliz, sino para convertirse en un sabio y justificar así todas las teorías esquizofrénicas de su padre. Su existencia tiene una misión imposible de cumplir, una misión que él no ha elegido seguir, que le han impuesto. Como Apolodoro hay tantos otros en la Tierra, siguen los designios de sus padres, les pertenecen como objetos y existen solo para paliar los errores que estos cometieron en el pasado. Apolodoro-Luis es un mero paradigma, una representación de una tesis: la idea de que no se puede desligar amor y pedagogía. Hay que aprender a través del amor, o amar a través del aprendizaje, porque de lo contrario se garantiza un fin ominoso. Tristemente, esta conclusión no será la que extraerá su padre, el pedagogo. 

Hay que tener cuidado con esta novela y leerla hasta el final. Quiero decir, hasta el verdadero final. Unamuno va a jugar con el lector y va a colocar distintos momentos en los cuales nos va a anunciar que la narración se ha acabado, aunque no sea así. De hecho, entrará (igual que en Niebla) como personaje en la narración para hablar sobre la redacción del libro, colocando escusas que no sé si serán verdaderas o no, porque te hacen dudar como lector, pero que aportan unos giros de guión a la trama tremendísimos. Se puede decir que esta es una obra que se crece a cada capítulo, teniendo uno de los finales más extraños y originales de la historia de la narrativa española.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Miguel de Unamuno en esta esquina: Abel Sánchez, Niebla


jueves, 12 de marzo de 2020

El año del hambre, de Aki Ollikainen




El año del hambre supone mi primer contacto con la literatura finlandesa. Nunca he sentido especial devoción por la literatura escrita en estas latitudes, a excepción de las obras de Ibsen. Esto, quiero pensar, puede haberme privado de ciertas referencias sin las cuales este libro no puede resultarme más que indiferente, sin sustancia. Nada ha despertado en mí el menor interés aquí. Solo he visto una trama pobre y unos personajes mal dibujados. Todo ha sido para mí tan carente de interés que, aunque el libro sea breve, he estado deseando que acabara lo antes posible. Me repetía una y otra vez lo siguiente: vaya, otra vez un puñetero cuento mal alargado. ¿Había necesidad de esto? Imagino que sí. Para la editorial al menos. Aki Ollikainen es un autor muy famoso a nivel nacional en su país, pero es quizás porque habla de las cosas de su país y se recrea en lo típico y lo, para nosotros, exótico. Grandes paisajes nevados. Heladas que no acaban jamás. Como la muerte. Como el corazón roto por el amor. Como la opresión a las mujeres. Y como, qué sé yo, los abusos de poder. Porque en la obra también hay mucha corrupción y muchos abusos de poder.

La trama es más o menos la siguiente: una familia trata de emigrar en pleno invierno desde el norte de Finlandia hasta San Petersburgo porque la otra opción es quedarse y morirse de hambre. De ahí, el título de la obra. Nada demasiado original que digamos. Su historia de pérdidas y miserias se alternará con la de Teo y Lars Renqvist, dos hermanos de clase media que, creo que, viven en Helsinki. Teo es un médico que está enamorado de una prostituta, aunque no puede fugarse con ella porque nadie querría sus servicios. Lars es el ayudante de un senador y ya está, no tiene mucho más fondo. De esta forma, se nos muestran dos perspectivas sociales muy dispares. A todo esto, la acción se sitúa en mitad del siglo XIX (1866), algo que tampoco sé si aporta mucho o poco a la trama. A mí me da lo que viene siendo igual. 

Las dos historias convergen en un punto y hay una especie de sentimiento patrio en algún momento y que se ve reflejado en la figura de Juho, el hijo del matrimonio emigrante. Esto da como resultado un final optimista que desentona completamente con el resto de la obra, de un tono más bien gris y crudo, donde se hacen explícitas situaciones límite y se muestra sin tapujos tanto el sexo como la muerte. Esto es un punto a favor de la obra; la hace morbosa. Sin embargo, no solo del morbo se vive. Incluso estas situaciones más subidas de tono son pronto olvidadas por el lector. Le falta cuerpo y forma. Y sobre todo, y a pesar de la selección de sus temas, universalidad.

Y eso es todo por hoy. Lean mucho, coman con moderación y namasté.

jueves, 5 de marzo de 2020

Cuentos completos, de Carmen Martín Gaite



Hago mi primera aproximación a la obra narrativa de Carmen Martín Gaite a través de sus Cuentos completos recopilados en los años setenta y publicados por Alianza, y lo cierto es que me han encantado. Martín Gaite escribe llenando todo de color, con un léxico preciso y apabullante, donde las sensaciones construyen historias que prevalecen en la memoria de quien las lee. Su pluma inunda la narración y hace posible contar historias desde puntos de vista que no eran los habituales en la época en la que se producen. Aporta una mirada femenina y denuncia los abusos del nuevo sistema de la dictadura franquista con sutileza y con un claro toque de melancolía y tristeza sin meterse en temas a priori políticos. Cada relato se encuentra ordenado por temáticas, o experiencias, y no por orden cronológico, aunque se vienen a tocar casi siempre los mismos temas: el éxodo rural y el hormigueo incesante de ciudades como Madrid o París, el choque del deseo con la realidad, la pérdida de seres queridos, el orgullo contra la vida, la añoranza de la infancia, la dilatada y pesada vida adulta, el miedo a la vejez, el poder de "el qué dirán", la necesidad de escapar/ la fuga, entre otros. Los textos son de tinte realista, muy en consonancia con las obras características de los 1950s, que siguen la idea de cuento  literario propuesta por Chéjov como mejor herramienta para lograr la identificación de los lectores con los personajes. Sin embargo, hay algunos, especialmente los que pertenecen a los años 1960s en adelante, donde se juega mucho con el sueño y lo fantástico. El ejemplo más claro de esto es La mujer de cera, donde se nos presenta una historia muy cercana a lo que nos tiene acostumbrado autoras más contemporáneas como Samanta Schweblin o Cristina Cerrada. Los narradores y protagonistas suelen ser mujeres o niños, pero también hay espacio para otros seres marginados socialmente como los artistas o los desempleados. Sobre la figura del desempleado y su inseguridad nos deleita Gaite con uno de sus cuentos más logrados: Un día de libertad. Entre mis relatos favoritos situaría En la oficina, El balneario, La chica de abajo y Las ataduras, aunque el nivel se mantiene muy alto en todos. Esto es especialmente extraño en una colección de cuentos, que normalmente tienen sus altibajos, y es de agradecer. Como no tengo mucho tiempo, no voy a extenderme más, pero no quería dejar pasar la oportunidad de recomendaros esta magnífica recopilación que hace la autora. Una auténtica joya, que me incitará a volver a leerla en un futuro.

Y eso es todo, lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Carmen Martín Gaite: Entre visillos