sábado, 31 de mayo de 2014

El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias

Una obra maestra. Mezcla de surrealismo y espiritismo, indigenismo y experimentación...



¿Qué se puede decir de una obra que está considerada todo un clásico moderno, de una obra de un premio Nobel que ya han analizado otros tantos, cientos de críticos o simples aficionados, como un servidor, a esto del reseñeo? Pues algo habrá que se podrá decir, digo yo. Y sino, nunca está de más repetir lo de siempre. Enfrentarse a esta obra, desde el punto de vista del que reseña es difícil, por la gran cantidad de matices que guarda en tan sólo 280 páginas (más o menos). Pero habrá que intentarlo.

"El señor presidente" recurre al tema del dictador, tan repetido por los escritores hispanoamericanos en el siglo pasado. Pero que sea un tema frecuente no implica que la obra peque de originalidad. Originalidad es precisamente lo que le sobra. Es comprensible que en Latinoamérica se escriba tanto como en España se escribe de la Guerra Civil o del franquismo. Son procesos históricos ineludibles que el escritor no tiene por qué ignorar. Según la contraportada de la edición que me he merendado la obra que nos atañe se inspira principalmente en las dictaduras de Estrada Cabrera y Jorge Ubico en Guatemala. Lo original de "El señor presidente" es que éste apenas se nos aparece físicamente a lo largo de obra unas cinco o seis veces. Sin embargo, su sombra inunda la historia, controlando a los personajes, que ven oprimidos e impotentes ante la serie de injusticias de las que son víctimas. La trama se convierte en una escusa para que Miguel Ángel Asturias pueda desarrollar las atrocidades de estos hombres que se hacen llamar así mismos presidentes de una república falsamente democrática, presidentes que mantienen regia a la población a través de herramientas del terror con las que aseguran su mandato, su trono. "El señor presidente" es un libro que vivifica estas herramientas del terror en cada uno de los personajes -algunos, incluso siéndoles fieles al Amo serán castigados, tal es la paranoia que padecen estos gobernantes.

Pero aunque pensemos en la trama como una escusa, no podemos decir que ésta carezca de importancia en la obra. Si algo he descubierto leyendo este libro es que Miguel Ángel Asturias es un gran creador de historias. La trama en sí comienza la noche en la que un vagabundo medio loco asesina en plena madrugada al general Parrales Sonriente, quien salía -si no recuerdo mal- del cuartel con dos hombres. Los amigos del loco son testigos de la sangrienta y dramática escena y son capturados por los escoltas. Una vez en comisaría se les obliga a testificar en contra de lo que han visto. Al parecer, a alguien importante (entiéndase el Señor Presidente) le conviene que tanto el General Canales como el licenciado Abel Carvajal sean eliminados del mapa, y, a pesar de que alguno de los desgraciados se resiste a declarar lo que no es cierto arriesgando su propio cuello, se difunde en días siguientes la noticia imaginaria y comienza una vigilancia atroz sobre general y licenciado para que a ninguno de los dos se le ocurra la fantástica idea de escapar. Es entonces, cuando se le encomienda la misión a Miguel Cara de Ángel, la mano derecha del presidente, de ayudar a Canales a huir del país, ocasión que aprovechará para secuestrar a su hija Camila, joven y bella. 

Es "El señor presidente" una obra de un profundo espiritismo, heredero directo de la novela indígena hispanoamericana, pero también de las vanguardias europeas, más concretamente del surrealismo y el impresionismo. Es una obra experimental que anticipa el movimiento del realismo mágico, que no tardaría en eclosionar. Asturias experimenta con formas nuevas a cada capítulo, demostrando su dominio de las figuras retóricas, de la metáfora, las alegorías, los quiasmos, los juegos fónicos, el flujo de conciencia,... He aquí sólo algunas pequeñas frases que especialmente han llamado mi atención:

"Las uñas aceradas de la fiebre le aserraban la frente."
"El silencio ordeñaba el eco espeso de los pasos."
"Un viento extraño corría por la planicie de su silencio."
"Araucarias inaccesibles, telarañas verdes para cazar estrellas fugaces."
"La leña verde no arde tranquila; habla como cotorra, suda, se contrae, ría, llora..."
"Sus sombras los perseguían como lagartos. Los lagartos como sus sombras."
"La noche traía la lengua fuera. Una lengua de campo húmedo."
Y mejor no sigo por no citar medio libro. Si quieren más, ya publiqué un fragmento como hace un poco más de una semana (espero no tener problemas con Copyright).

El veredicto final sobre el libro ya lo dije en el subtítulo: obra maestra. Y creo que ya no hay nada más que añadir, mi señor presidente...

miércoles, 14 de mayo de 2014

Nada, de Carmen Laforet

Existencialismo en la Barcelona de posguerra...


nada.
(Del lat. [res] nata, [cosa] nacida).
1. f. No ser, o carencia absoluta de todo ser.

Esa es la definición que nos da el diccionario online de la Rae del título de la primera novela de Carmen Laforet, con la que obtuvo el prestigioso premio Nadal de narrativa el año de su creación, y es eso precisamente, la carencia de ser, la duda constante en torno al mismo, lo que tiñe los párrafos de la novela que pretenderé reseñar, porque a "Nada" se le calificado y, de hecho lo es, de una novela existencialista, al más puro estilo Posguerra Española, que si no es un género propio ya dentro de la tragedia poco le falta para serlo.

"Nada" narra la historia de Andrea, una huérfana, muy tímida e inteligente, que con dieciocho años viaja a Barcelona para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad llena de ilusiones (nuevo curso, nuevo ambiente, nuevos amigos, nuevos amores, nuevo todo) en el que ella piensa que podrá ser libre finalmente de la rígida mano de su prima Isabel, quien la habría criado en un pueblecillo, cuyo nombre no recuerdo si la novela menciona o no. Pero esto es España y la vida es dura, las expectativas de Andrea acabarán chocando de lleno con la áspera realidad que la envuelve de pronto. En un espacio cerrado, lleno de telarañas y muebles viejos viven los extravagantes parientes de Andrea que la acogen en su casa como una más (aunque esto es discutible) una noche en la que la pobre chica no sabe si pasar bajo el dintel de la puerta carcomida de la entrada o echarse a la fuga ramblas abajo. Tras una presentación un tanto hostil, en la que Andrea cree estar manteniendo conversación con fantasmas se le asigna una cama que sobraba y que hacía bulto en el salón-trastero, donde además de dormir ella ronca un gato y un piano, sólo cuando alguien se atreve a tocarlo. A la mañana siguiente (chapter number two) comienzan las presentaciones de los curioso, curiosísimos, habitantes de la casa. La atmósfera aterradora se llena de una violencia doméstica, física y psicológica, que nos acompañará a lo largo del libro y que resulta bastante impactante y que hará de contrapunto con los momentos en los que se desarrolla el otro universo de Andrea: sus amistades, su vida en la universidad, los chicos, ... Cuando estos dos mundos se unan los nervios de Andrea no serán los únicos en crispar. ¡Qué coño, también los del lector! Por eso de saber qué pasará...

Llevo un rato planteándome como continuar la reseña. Laforet le da mucha importancia a la psicología de sus personajes como he podido comprobar. Entre psicología y situación, digamos que Laforet se decanta por lo primero. De los elementos psicológicos de los personajes se derivan las situaciones que acontecen en "Nada", si bien se nos cuenta también que los personajes han tenido un pasado, bastante traumático por lo general (por eso de la cercanía de la Guerra Civil), que incide en la forma en la que se comportan en el presente. Lo que quiero decir con esto, es que para hablar de esta novela y fomentar el interés de la gente para que se anime a leerla, porque no tiene desperdicio, lo mejor es, quizás hablar de forma muy breve de los personajes más principales haciendo el menor spoiler posible.

El primer habitante de la casa, que destaca ponderosamente por su discurso en el capítulo segundo sobre qué debe hacer y no hacer Andrea porque tiene un nombre es tía Angustias, una mujer que no ha encontrado marido y que vive en la desdicha. Pretende alejar a Andrea de Gloria, la mujer de Juan, porque cree que es una perdida. Vive en pleno orden, salvo consigo misma y siente animación por la religión como forma de vida.

El tío Juan es un pintor fracasado e histérico por la guerra que maltrata continuamente a su mujer, con la que tiene un hijo.

Gloria es la mujer de Juan. Muy poco inteligente, que escapa de su cama por las noches para, según sus palabras, ver a su hermana, quien a veces les presta dinero para comer.

Y la dueña de la casa, la amablísima abuelita, un haz de luz entre tanta maldad. 

Luego está Román, el atractivo tío de Andrea que compone música para violín y piano y que vive en un desván. Es manipulador y controlador y cree tener sometidos psicológicamente a todos los habitantes de la casa. Muchas de las broncas a lo largo de la historia, de hecho, se deben a sus continuas provocaciones.

Además hay una criada bastante poco agraciada, un perro y un loro (o un perico), pero no pienso desperdiciar un párrafo de mi vida hablando de ellos. Lo fundamental ya está dicho. Entre estos personajes se establece un haz de misterio que poco a poco se va dilucidando. Todos luchan por ganarse las simpatías de Andrea, la recién llegada, diciendo cosas horribles de sus contrincantes. Todos viven encerrados y hastiados en esa casa de Barcelona de la calle Aribau, con los sueños hechos pedazos y esperan de Andrea la llegada de una nueva meta que lograr, algo que les permita dar sentido a sus vidas. "Nada" es una novela ratos claustrofóbica, necesariamente claustrofóbica, de la que un lector ávido puede sacar muchas conclusiones más que interesante y, sobre todo, -y esto es lo más importante- disfrutar mucho, muchísimo.

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viernes, 2 de mayo de 2014

Pabellón de reposo, de Camilo José Cela

Pabellón del reposo eterno...



Y con este pequeño subtítulo os acabo de hacer un spoiler de algo que se ve venir desde el capítulo tercero, porque si algo son las novelas de Cela es predecibles, donde lo peor que le puede ocurrir a un personaje siempre ocurre. Pero, ojo, esto no quiere decir que "Pabellón de reposo" sea una mala novela, como tampoco lo es su predecesora, "La familia de Pascual Duarte" (sin la cual seguramente no habría leído este libro). El ritmo es ágil y las situaciones explotan en la segunda novela de Cela aún más la personalidad de los personajes que en la primera. 

En primer lugar, esta novela fue publicada por capítulos en una revista cuyo nombre no recuerdo y su argumento a punto estuvo de ser cortado de cuajo por varias quejas -recogidas en la versión de la que dispuse- que aseguraban que las aventuras (imaginarias o reales) que vivían los tuberculosos del pabellón de Cela poco podían ayudar a los enfermos en la vida real, y que más bien el efecto que produciría en ellos sería desalentador, de tristeza y abatimiento, los haría sentirse como si su único destino, la meta de su lucha contra la enfermedad que les encharcaba los pulmones no fuera otra más que la muerte (uno de los grandes temas de la novela). 

En segundo lugar, hay que señalar que esta novela se deriva de una experiencia personal y que por ella tiene especial sentido para Cela: el mismo escritor estuvo en sanatorios para tuberculosos en dos ocasiones (1931 y 1942) y por ello puede expresar especialmente la experiencia del tuberculoso y reconocerse en varios de los personajes que construyen la novela.

La novela está formada por pacientes que viven en el pabellón y esperan día tras día la esperanza de su recuperación, cambiando poco a poco ésta por la de una muerte sin dolor. La vida y las preocupaciones de los personajes queda recogida en cartas, diarios y memorias que ellos mismos van escribiendo. Mediante esa escritura los enfermos intentan escapar del mundo en el que viven, pero sencillamente, como nos demuestra Cela a lo largo de la corta novela, eso es imposible: la muerte siempre está al acecho. El narrador va cambiando a cada capítulo y al final, si uno no la ha leído muy de seguido o con el suficiente detenimiento, ya no se sabe ni quién habla. Siete narradores distintos he contado yo, que se reparten el turno de palabra a dos capítulos por cabeza en una fórmula que, por lo menos a mí, me ha parecido bastante original, sobre todo si contamos la fecha (inmediata posguerra española). Son escasas las introducciones de visiones globales, sólo vemos una que actúa como mediadora a mitad del relato y separa la presentación de los siete personajes, algunas de sus preocupaciones y más preocupaciones con su rápido fin.

Entre los temas de la novela se trata el recuerdo de la vida pasada, a la que todo apunta a que ya no se podrá volver, la soledad y con ella la muerte, el amor y el desamor, con algo de lo segundo que de lo primero (además de que te vas a morir, para rematar no te quiere ni mú, ¡no me digan que no es desesperanzador!). El amor (y el desamor) es quizás el gran elemento que sirve en la novela de contrapeso a la muerte y sin el cual todo sería muy Juan José Millás, es decir, pesimista a más no poder. Las aventuras y romances entre unos, el rechazo de otros, los ensueños, sirven para llenar el vacío de la antesala al fin ese que digo que se ve desde el tercer capítulo.

Como escritor, Cela da un salto de calidad en la forma de expresarse y hace de su breve novela un libro de citas bastante memorable, en el que predomina la frase larga, bien hecha y compleja, con la cualidad de maravillar al lector que tanto quisieran para sí algunos escritores españoles contemporáneos. En general, mejor novela que su exitosa predecesora, que ha quedado un poco minusvalorada y con la que no pueden evitarse establecer comparaciones con "La montaña mágica" de Thomas Mann, aunque yo no haya hecho ninguna.