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viernes, 21 de diciembre de 2018

Ampliación del campo de batalla, de Michel Houellebecq



Un ingeniero informático de mediana edad trabaja para una de las mayores empresas de toda Francia y gana un buen jornal por ello. A pesar de esto, es un tipo sumamente infeliz. Su vida social y sexual es más bien escasa (por no decir casi nula) debido a su problemático carácter. Hace ya dos años que rompió con su histérica novia y desde entonces no es capaz de encontrar a nadie que se atreva a escucharle más de dos minutos. Viviendo en un régimen de completa soledad ha desarrollado un miedo y un odio hacia el conjunto global de los seres humanos, especialmente agudo con las mujeres de su entorno, a las cuales tilda sin tapujos de guarras y zorras. Su misoginia, derivada de la falta de aceptación femenina y la nulidad de relaciones sexuales, le han convertido en un absoluto amargado. Un repelente ansioso de quitarle las ganas de vivir a los demás. En definitiva, un personaje magníficamente escogido para esta comedia depresiva de Houellebecq.

Toda la obra gira en torno al narrador y sus teorías sobre la capitalización del sexo, la hipocresía social y la aplicación exhaustiva de los conceptos empresariales en el ámbito diario pervirtiendo, en su opinión, las bellezas que podríamos encontrar en este. Hay que destacar que el tipo es sumamente elitista y desagradable, pero intenta dar la impresión de ser fruto de un sistema corrupto. Un sentimiento que, por otro lado, podríamos llegar a tener todos de nosostros mismos o haberlo tenido en algún punto de nuestras vidas. Su soledad y su visión crítica del mundo, así como sus "desgracias" nos permiten empatizar con él en ciertos momentos. Incluso podríamos decir que hay fragmentos en los cuales su discurso genera auténtico patetismo. Nos inspira compasión y ternura. Pero solo de forma temporal. 

La versión del narrador sobre sí mismo nos trae a la mente las tesis de los grandes naturalistas franceses. Rápidamente pensamos, a pesar de la clara diferencia entre estilos, en Zola y en Maupassant. Pensamos también en Céline y en esa figura de antihéroe. Y quizás también en el Pascual Duarte de Camilo José Cela. Estas tesis se repiten aquí, pero funcionan a modo de justificación del personaje para consigo mismo, lo cual lo deja inserto, por supuesto, en todo ese amalgama de hipocresía social en el cual nos vemos inmiscuidos queramos o no. Y aquí el narrador, claramente, no quiere; pero de una forma u otra entra en el juego. La idea de ser un monstruo "porque el mundo te hizo así" entra en confrontación con el libre albedrío humano y con la capacidad de decisión del individuo a partir de sus circunstancias siendo hasta cierto punto falaz, pesimista e hiriente.

Esa visión del narrador de sí mismo dentro de un sistema de balanzas, donde describe su situación económica como muy buena y su situación social y sexual como una basura no le hace ningún bien desde luego, pero en ella reside la gracia de la novela. Este narrador no deja de ser la parodia del autoconcepto cerrado de un hombre occidental y heterosexual solitario que se muerde el ombligo. Sin embargo, en lo que a humor respecta, salvo momentos muy hilarantes puntuales, Ampliación del campo de batalla cojea muchísimo. Es necesario saber leer entre líneas con mucha concentración y calma. Bueno, eso y tener un buen estómago. Porque la novela es una serie de sacudidas tras otra y a mí, en lo personal, me ha dejado muy mal cuerpo. Si bien creo que el objetivo era precisamente ese, agitar al lector contra sí mismo y hacerlo consciente y partícipe de sus miserias y sus no-miserias. Quien tenga una situación parecida a la del narrador tendrá problemas, además, para identificar en todo el relato esa sátira que pretende Houellebecq. Y, claro, eso es un aspecto problemático para depende qué lector. Ampliación del campo de batalla puede acabar cultivando la misoginia y el autodesprecio en este lector, que puede encontrar las respuestas a sus problemas en las resentidas y desquiciadas teorías del narrador. 

Más allá de esto tengo que decir que la obra no presenta la estructura más sólida del mundo. Centra la mayor parte de la trama en la mitad. Tiene un inicio difícil por la naturaleza del personaje y un final que se desintegra gradualmente sin golpes de efecto. Lo más destacable, a mi parecer, es la relación que establece el narrador con Tisserand, un compañero de trabajo extraordinariamente feo, pesado y virgen. ¡El estereotipo del informático nerd, vaya! Tisserand es lo más parecido a una amistad para el protagonista, pero no se librará de todo el odio regurgitado de este. Acabará pasándole factura dejarse guiar y sucumbirá a ese entusiasmo adolescente por la autodestrucción. Marchito como si la ponzoña lo hubiera fagocitado, Tisserand no volverá a ser el mismo. El protagonista, tampoco.

"Siempre serás huérfano de esos amores adolescentes que no tuviste. En ti la herida ya es muy dolorosa; pero lo será cada vez más. Una amargura atroz, sin remisión, que terminará inundándote el corazón. Para ti no habrá ni redención ni liberación. Así son las cosas. Pero esto no quiere decir que no tengas ninguna posibilidad de revancha. Tú también puedes poseer a esas mujeres que tanto deseas. Incluso puedes poseer lo más valioso que hay en ellas. ¿Qué es lo más valioso que hay en ellas, Raphäel?"

Para resumir, una novela peculiar, pero no disfrutable para cualquiera. Incluso yo mismo si hubiera leído esto en otro momento de mi vida lo habría entendido en una dirección opuesta. Estructuralmente es algo floja y con un personaje que a ratos da pena, a ratos lo entiendes y a ratos quieres acribillar a balazos. Si bien como crítica puede funcionar, no digo que no; es necesario un lector inteligente, analítico y dispuesto a meterse en estos berenjenales. No sé, aunque sea un libro disfrutable en cierta medida, esperaba mucho más de un autor tan venerado en Das Bücherregal por Cities. (¡Se lee hasta la poesía el tío! ¿Quién tiene huevos de hacer eso hoy? ¡Nadie! ¡Solo los masoquistas y los espíritus libres!) Como no me suelen fallar sus recomendaciones, estoy ante una situación atípica. Si bien es verdad que Ampliación del campo de batalla no lo tiene reseñado y creo recordar que en alguna ocasión (un top de lecturas del año, ¿puede ser?) dijo algo así como que resulta una decepción enorme. Lo ha sido, Cities. Lo ha sido. Por el contario, tenéis reseñas superentusiastas por ahí, como la de Francesc Bon en Un libro al día o la de Keren Verna en su blog personal. En ellas se destacan todos los aspectos buenos de la obra, los cuales son muchos, desde luego. Sin embargo, creo necesario resaltar también lo malo, lo mejorable y lo poco convincente.
 

PD. Aprovecho para comunicar que esta será la última reseña del año. La próxima entrada que podréis leer por aquí será una recopilación de libros recomendados por un servidor. O lo que es lo mismo, una selección de mis libros favoritos del año. Eso será la semana próxima. Hasta entonces cuídense, coman con moderación y lean mucho. Namasté.