jueves, 20 de marzo de 2014

Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez

Una breve reseña de un libro nada breve...



Me dispongo a intentar una empresa, más que imposible, insultante: una reseña breve de un libro en absoluto breve. Un libro que se considera obra cumbre de su autor, obre cumbre de la literatura latinoamericana, española, y de todos los tiempos. Un libro muy difícil de comentar que seguramente merezca mucho más que las cuatro pinceladas que sobre él voy a esbozar hoy. Y es que "Cien años de soledad" no es sólo una crónica familiar con ritmo de epopeya, es la descripción de un mundo ficticio, Macondo, que Gabriel García Márquez ha completado con otras de sus novelas y colecciones de relatos como "La hojarasca", "Los funerales de Mamá Grande" o "El coronel no tiene quien le escriba". 

Macondo es fundado por un conjunto de peregrinos dirigidos por José Arcadio Buendía que atraviesan la región encantada que hay tras las montañas de Ríohacha y se adentran en una ciénaga esperando encontrar la salida al mar sin conseguirlo. El motivo que mueve a José Arcadio, uno de los personajes principales, patriarca de la familia de los Buendía casado con Úrsula Iguarán, y que arrastra consigo a los fundadores, es el acoso de un fantasma al que dio muerte por una burla contra él y su esposa en un corral donde se celebraban peleas de gallos. 

Éste no será el único hecho maravilloso. En "Cien años de soledad" podemos apreciar las características principales del realismo mágico -movimiento que surge en Latinoamérica a mediados de siglo XX y que se extiende por el mundo. Se mezcla la realidad y la ficción. Se torna lo ficticio como algo cotidiano. Es frecuente que aparezcan fantasmas en la novela y que los personajes se sienten a dialogar con ellos, que se sucedan milagros, que hombres los sacerdotes leviten después de tomar un sorbo de un café muy fuerte y que los gitanos deslumbren a los habitantes de Macondo con esteras voladoras. Todo esto está narrado dentro de una atmósfera de realismo, siendo estos desvíos hacia lo fantástico una forma original de dejar volar la imaginación y hacernos disfrutar con una historia que de este modo coge mucho más fuerza. Nos recuerdan que en literatura todo está permitido dentro de las normas que el autor establece para su novela, reglas que una vez que se entienden se llega a disfrutar verdaderamente con la obra de arte. Por otro lado, lo común, lo cotidiano se representa, como contrapunto, muchas veces como algo atípico e increíble. Cuando José Arcadio Buendía lleva a sus hijos a la carpa de los gitanos y descubren juntos el hielo, se mueren de ganas por tocarlo, se preguntan si son diamantes, por qué quema, y ese será el primer recuerdo de Aureliano el día de su fusilamiento.

Los capítulos son largos. El dominio del lenguaje y la capacidad para hilar amplias frases llenas de encanto es asombrosa. Consigue que lo enrevesado no nos lo parezca tanto. Incluso a veces parece que la obra denota simpleza en lugar de la complejidad que realmente esconde, lo cual es una maravilla.

Lo que une a los miembros de la familia y a la vez los distancia es su soledad. Una soledad individual, que cada cual se guarda para sí en lo más profundo de su ser y que los va llevando de camino a la muerte y la perdición. Es la soledad, pues, el tema central, que se tiene como un tesoro, pero no el más interesante desde mi punto de vista.

Lo que no me termina de convencer es el planteamiento temporal que esboza García Márquez. Bastante simple y sumamente complejo al mismo tiempo sin que esto resulte una contradicción. Para explicar esto hay que recurrir a la parca lista de nombres que Márquez emplea para designar a las personajes, que no van mucho más allá de José Arcadio y Aureliano (sí, hay por lo menos 22 Aurelianos en la novela, ¡Vete tú a saber porqué le gusta tanto el nombre!) para los varones y Úrsula, Rebeca y Remedios para las mujeres. Márquez crea un elenco de personajes que no es sino la variación de unos pocos. Todos los José Arcadios no son sino una variación del primero: pasionales, aventureros y algo pillos. Mientras que todos los Aurelianos son más o menos semejantes: trabajadores, idealistas y metódicos. Con las mujeres la repetición de patrones es más complicado, pero también se aprecian algunos aspectos. No es de extrañar que Úrsula se repita durante toda la novela que el tiempo se repite. "Cien años de soledad" es la repetición de cuatro generaciones de José Arcadios y Aurelianos sin contar al fundador. Pero no es sólo eso, en la creación de ese momento atemporal donde la historia aparente ser cíclica, se introducen matices que nos devuelven a la linealidad. Es por eso que puede ser simple el concepto y complejo el desarrollo (recomiendo para el que se atreva a leer la novela que vaya dibujando en una hojita aparte un árbol genealógico). Mi problema con esto es que no creo que el tiempo en la vida real sea cíclico, que es lo que sugiere Márquez. Aunque quizás soy un poco intransigente y debería de apreciar esto como un elemento más de la ficción, que es lo más probable.

En cualquier caso es una novela muy recomendable, que terminaré de leer en breve. Muy densa, que quizás se me ha hecho más pesada que "El tambor de hojalata", con la que no he podido evitar establecer comparaciones y del que muy pronto subiré también una breve reseñilla.

2 comentarios:

  1. ¡Al final has osado hacerlo!
    Tengo que leer el maldito tambor de hojalata, que llevo todo el curso escuchando hablar de él...
    Me quedo con tu cuarto párrafo, completamente de acuerdo, mezcla sencillez y complejidad y hace que lo enrevesado parezca simple y viceversa. Magistral.
    Breve, pero buena reseña. ;)
    PD: Quiero esa reseña de "El tambor de hojalata".

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  2. Sí, ¡al final he osado hacerlo! Muchas gracias. :) Seguramente habré dejado olvidados muchos temas de interés, pero si no la tarea se antojaba complicada. Con respecto a lo de el tambor, sólo puedo decir que caerá pronto pronto pronto. ;)

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