jueves, 27 de marzo de 2014

La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela

Poner un pie en falso puede sernos de consecuencias funestas...


Esta reseña, señores, puede que no sea muy buena, por eso de deslavazada y minúscula, pero si le faltan motivos para serlo es simplemente por mea culpa. Porque los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y, sin embargo, es el destino (¡El destino! ¡El trágico destino! No en clave clásica. Más bien darwinista) el que se complace en torturar y forzar, según él, a Pascual Duarte, un antihéroe como Dios manda, a tener repentinos asaltos de violencia que le llevan al asesinato como medio para escapar a su desgracia, que se desarrolla en el pueblo de Almendralejo, en Badajoz. Aquí nos viene a demostrar Cela que eso de paraíso idílico y bucólico del campo como lo pinta Dickens poco ahí. Se crea una atmósfera idónea más bien para mover las pasiones de Pascual, un joven enfermizo, maltratado por sus padres, que vive en algo poco más digno que una caballeriza. La saga de sus continuas desdichas y sus intentos frustrados por formar una familia perfecta desembocarán en continuos arrebatos de ira. Los hijos que no nacen. Una madre y una hermana, en su opinión, llenas de vicios. Un hermano que se queda sordo por los cerdos. Todo ello le provocan un gran desprecio que podría resumirse en esta frase: "En un enemigo rabioso, que no hay peor odio que el de la misma sangre; en un enemigo que me gastó toda la bilis, porque a nada se odia con más instintos bríos que aquello a que uno se parece y uno llega a aborrecer el parecido" Es decir, el protagonista odia a su actual familia, y no sólo eso, sino que se identifica con ella, odiándose a sí mismo, porque, según él, los malos hábitos se transmiten de generación en generación como muchas enfermedades crónicas. Ese odio que cultiva en su interior como hemos dicho se desata, casi siempre a finales de capítulo por dejar un poco para el siguiente la respuesta a la intriga de qué coño va a pasar con este tío. Pascual Duarte no es tipo con el que uno querría confraternizar, incluso encontrárselo por la calle puede sernos de funestas consecuencias. En un capítulo magistral, que, ¿cómo no?, acaba con la muerte de un animalillo, Cela despliega una conversación magistral entre Pascual y sus amigos que vuelven de una trifulcilla de ná en una taberna, en la que casi muere un hombre, en la que puede leerse entre lineas el miedo a la sombra de la ira, el temor que sus amigos no han sentido nunca y que experimentan de pronto hacia Pascual, el miedo a una muerte tonta. Con diálogos minimalistas, donde tienes muchas veces que intuir quién habla, y un estilo lleno de refranes y dichos populares, muy en consonancia con el personaje, narrador en primera persona de los hechos, en el que abunda la frase larga, salvo en las escenas violentas, donde Cela rompe éste esquema a propósito para causarnos más impacto, gozamos de una novela breve, como mi reseña, aunque de un impacto increíble. El debut de Cela, un debut impresionante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario