jueves, 8 de marzo de 2018

Las memorias de Mamá Blanca, de Teresa de la Parra



Tras la muerte de Mamá Blanca, hija de un patrón de la caña de azúcar en la Venezuela de mediados del siglo XIX, su nieta encuentra un alijo de papeles en los que la anciana habría escrito algunos de los capítulos más importante de su infancia en la hacienda de Piedra Azul, en la que había vivido con sus padres, sus cinco hermanas y un ejército de criadas y campesinos a sus pies. A pesar de la orden expresa de la anciana de no publicar estos escritos, su nieta se deja llevar por la moda de su época que inclinaba a los lectores al amplio mundo de las autobiografías y deja una primera selección de estos papeles a una editorial que los maqueta, y sin corregirlos los pone a la venta del gran público nacional. El resultado es un primer (y desgraciadamente último tomo ante la negativa de la escritora de continuar lo que podría haber sido una espléndida saga) de las memorias de Mamá Blanca, cuyo nombre real (Blanca Nieves) nos transmite toda la inocencia y la bondad que se desprende del personaje popular.

Las memorias en cuestión habrían sido escritas ya en la vejez de Blanca Nieves, en sus horas postreras, como un intento de asir en su mente los buenos y los malos momentos vividos con personas que la marcaron de una forma u otra y que murieron sin remedio ante el inexorable huracán de acontecimientos que supuso una época turbulenta en la historia de su país. En la novela se defiende la idea de la dualidad platónico-cristiana del alma/cuerpo, a partir de la cual Blanca Nieves pretende interiorizar las almas de sus muertos en la suya una vez más antes de despedirse del mundo para siempre. De esta forma cada recuerdo descrito se deleita en nuestra boca como un homenaje cargado de solemnidad, de respeto y de amor, pero también salpicado de momentos cómicos, llenos de vida, y sobre todo muy líricos. Estos breves homenajes que Mamá Blanca va rindiendo a sus seres queridos gozan de una majestuosidad y una deferencia admirables -¡Ya quisiera yo que alguien se acordara de mí como lo hace la protagonista de su Vicente Cochocho o de su primo Juancho!-. Para ello se sirve de un abanico bastante rico de figuras literarias. El cariño del recuerdo se deja ver a través de hipérboles, metáforas, comparaciones bellísimas y símbolos en los que rinde culto tanto a los personajes como a sus ideas, sus expresiones, sus gestos más insignificantes y, en definitva, a todo lo vinculable con lo que podríamos llamar sus "esencias", sus formas de materializarse en el mundo y de construir todos ellos un archipiélago de felicidad idílica como habría sido el de Piedra Azul para la diminuta Blanca Nieves.

"Mientras el regazo de Mamá se iba llenando de papilotes mustios, mi cabeza florecía en crespitos y mi corazón generoso deseaba alojar en mí, no una sola alma, sino diez o doce para llevarlas todas juntas a tan deliciosos parajes."

En la novela Teresa de la Parra introduce también muchos conceptos vinculados con la narrativa romántica como la idea de disfrutar de la belleza, el Carpe Diem o la búsqueda de la identidad de un pueblo. También están muy presentes en estos homenajes el dolor de la pérdida más grande que es la muerte y como ésta mancha lo que podrían ser bellos recuerdos. Este tópico es recurrente en toda la novela y se concluye de una forma muy especial que indica el cambio en las vidas de los que aún continúan en este mundo. Aunque por lo general aquí esta atmósfera se muestre bastante bucolizada la mayor parte del relato, el ambiente del llano venezolano con su inmensidad se vuelve crudo y desolador si uno no tiene con quién compartirlo y la naturaleza se convierte en una espada de doble filo. El llano tiende a valorarse en Las memorias de Mamá Blanca como un espacio libre e inasible, donde, en constraste, hay constuidas unas estrictas normas que ni las niñitas, ni las criadas, ni los obreros y ni siquiera el patrón pueden quebrantar. 

Tengo que decir que he disfrutado muchísimo con la prosa de esta escritora, tan medida y sin tapujos, que construye hermosísimos instantes cargados de humanidad y cuyo tono trascendental en muchos momentos no desentona en absoluto con las pequeñas y livianas historias que nos va narrando. A todo esto se suma una reivindicación política de la autora que critica duramente las ideas tanto conservadoras como liberales para decantarse por una tercera vía más ecológica, natural y libre hacia la que uno no podrá pasar de largo sin sentir, al menos, curiosidad. En definitva,  una maravilla más que recomendable con la que deleitarse leyendo cada frase en voz alta ha constituido una experiencia nutrida de profunda emoción.




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