martes, 18 de junio de 2019

Espera a la primavera, Bandini, de John Fante




Espera la primavera, Bandini es el primero de los libros de la serie de novelas publicadas por John Fante que giran en torno a su más conocido alter ego: Arturo Bandini. Aquí se narra la pubertad de Arturo y las complicadas relaciones entre él, su entorno familiar y sus compañeros de la escuela.

Si bien, aquí a diferencia de en Pregúntale al polvo, Arturo actuará como coprotagonista junto con su padre, el mujeriego y alcohólico Svevo Bandini y el narrador no será en primera persona, sino en tercera con muchos momentos en los cuales Fante desplegará su maestría a través del estilo indirecto libre. Ya comenté en el resumen de lecturas hace un par de semanas que esta novela me había gustado mucho más que Pregúntale al polvo y uno de los motivos principales es este estilo indirecto libre que permite a los narradores en tercera persona focalizarse tanto en los personajes que el salto a la primera persona, no solo no es chocante para el lector, sino que puede resultar hermoso y particularmente inmersivo:

"María recogió los paquetes.
 —Se lo diré, señor Craik. Se lo diré esta misma noche.
¡Qué alivio salir a la calle! Y qué cansada estaba. Le dolía todo el cuerpo. Sonrió sin embargo al inhalar el aire frío de la noche y abrazó con afecto los paquetes como si fueran la vida misma
El señor Craik se equivocaba. Svevo Bandini era un hombre hogareño. ¿Y por qué no podía hablar con una mujer que poseía bienes inmuebles?" 
(capítulo 6) 
Por supuesto, no es un recurso único de Fante (no está tan presente en otras de sus novelas), pero aquí llama muchísimo la atención. A propósito de todo esto, dice la Tertulia del XXI sobre el estilo indirecto libre:

 "La denominación de estilo indirecto libre fue acuñada a principios del siglo XX por el gramático Ch. Bally, y también se conoce con el nombre de monólogo narrado. En esta técnica narrativa el narrador se embosca tras los personajes, les cede su voz para transmitir lo que el personaje siente, hay una reproducción no literal del pensamiento del personaje por medio de la tercera persona. El autor parece que está desvanecido, pero esta ausencia es sólo aparente porque el personaje no tiene voz propia sino que expresa su discurso a través de la voz prestada del narrador."

 ¿Esto quieren decir que narratológicamente hablando los personajes de Espera a la primavera no tienen voz propia? Pues, en teoría, no. No la tendrían. Sin embargo, se juega todo el tiempo a que sí que la tienen y eso, damas y caballeros, es pura magia.

Pero tampoco me quiero entretener demasiado con esto. Hay mucha sustancia dentro de la obra que comentar como, por ejemplo, las tramas de Bandini padre y Bandini hijo y su complicada relación. Ya dije en mi reseña sobre La hermandad de la uva, que la clásica y titánica problemática entre padre e hijo en Fante se veía muy enriquecida cuando entraban a jugar los personajes de los hermanos, por muy arquetípicos y secundarios que estos pudieran llegar a ser. Bandini al igual de Nick Molise, es el primogénito de un padre alcohólico, mujeriego y al que le pierde el dinero fácil. Siente sobre él la responsabilidad de llevar la familia adelante tras las continuas crisis de su católica madre (quien coquetea incluso con el suicidio al descubrir la infidelidad conyugal) y eso le supera en todos los aspectos por dos motivos. El primero de ellos es su pronta edad, Arturo es un adolescente soñador y enamoradizo que no está preparado para actuar porque aún no sabe cómo funciona el mundo, está perdidamente enamorado de una chica de su clase y constantemente lucha con sus hermanos por sobreponerse a ellos. Su vida reposa en un invierno que se va alargando a través de las páginas y páginas de la novela, como una crisálida esperando la venida del buen tiempo para despertar. El segundo de los motivos es que, Arturo, en el fondo quiere a su padre y tiene la esperanza de que vuelva y, si decidiera no volver, lo seguiría admirando por perseguir su sueño y escapar de la pobreza que la familia soporta como precarios inmigrantes italianos de segunda. Espera a la primavera, Bandini es una Bildungsroman si entendemos que su protagonista es Arturo. En ella asistimos al desengaño de un hijo que ve cómo la imagen heroica de su padre se va desplomando y cómo se le obliga a crecer prematuramente, dando golpes de ciego y sufrimiento muchísimo en una época de penurias para todos los Bandini.

La preocupación del qué dirán está, por supuesto, muy presente en esta obra. A través de sus descripciones y diálogos nos muestra la gran importancia de la aceptación social. Debemos aquí preguntarnos qué es aceptado y qué no en el universo de la obra. La señora Effie Hildegarde y su dinero está por encima de toda norma social. Es la mujer más rica de todo el pueblo y, además, es una reciente viuda, pero esto no le impide buscar mantener relaciones con Svevo Bandini, un hombre casado y pobre. Bandini implica para ella un juego. Es italiano y de allí proceden los grandes artistas del Renacimiento Europeo que tanto admira. Además, tiene sangre caliente y personalidad. Piensa en él como alguien suficientemente varonil como para imponérsele en la cama. Como personaje Hildegarde me recordó muchísimo a la vieja dama de "La visita de la vieja dama" de Friedrich Dürrenmatt, pues ambas pueden jugar con las vidas de las personas gracias a su poderío económico.  Representa las relaciones sociales de explotación capitalista donde el efectivo como valor universal y codiciado permite que los sueños de unos pocos puedan hacerse realidad a cambio del trabajo o la desesperación de otros tantos, propiciando el mantenimiento del establishment social, algo de lo que podríamos hablar mucho, pero tampoco quiero ponerme en plan crítico marxista. El poder de Hildegarde y sus auténticas intenciones se ponen de manifiesto especialmente en el cambio de trato hacia Svevo, casi concluyendo la obra. Recuerdo que disfruté mucho viendo el desmascaramiento que hace Fante del personaje en este fragmento:

"—¡Campesinos! —dijo la viuda— ¡Extranjeros! Sois todos iguales, vosotros y vuestros perros, todos iguales.
Svevo avanzó por el césped hacia la viuda Hildegarde. Entreabrió los labios. Llevaba las manos unidas ante sí.
 —Señora Hildegarde —dijo—, es mi hijo. Hágame el favor de no hablarle de ese modo. El chico es norteamericano. No es ningún extranjero.
 —¡Me refiero también a usted!"

Hasta ese momento se nos había mostrado como una filántropa enamorada de un hombre desgraciadamente casado, pero ese amor se acaba de pronto, cuando un perro le arranca los geranios del jardín. Un perro que, además dicho sea de paso, Arturo habría adoptado para compensar la pérdida de su padre, quien había decidido vivir con la viuda tras ser atacado por su celosa esposa, la cual, como veremos, tenía  sus motivos. En fin, todo un drama.

Y es que los personajes femeninos están muy bien construidos en Espera a la primavera, Bandini. Esto me sorprendió, puesto que estaba acostumbrado al arquetípico modelo de supermamá italiana que aguanta el maltrato del canalla de su marido, finge desmallarse cada vez que ve a su hijo y cocina cantidades ingentes de comida (como sucede en Llenos de vida y La hermandad de la uva). María Bandini tiene personalidad propia y que se ahonde en ella durante la obra es un grandísimo acierto. María no es la virgen divina, sino una mujer mundana que cree en Dios y trata de perdonar, pero se deja llevar por sus pasiones y sabe cómo imponerse al tirillas de Svevo cuando no hay más remedio. En el capítulo destinado a la celebración de Nochebuena (capítulo 7), en el cual ella espera y ve por fin llegar a su marido cargado de regalos, no puede resistirse a arañarle los ojos por considerar ese dinero producto del pecado. Como diría Arturo o su hermano August, de un pecado mortal: la infidelidad. Hasta ese momento no sabemos si Svevo ha sido infiel o no, pero lo suponemos y podemos entender el acto de María como justificado. Los lectores nos decimos: Svevo es un cabrón y se lo merece.

Pero, en el siguiente capítulo (el 8) llega de nuevo la magia de Fante. Se nos narra a modo de flashback toda la historia de Svevo y Hildegarde y se nos cuenta cómo este ha huido de las insinuaciones de la viuda, pero se ha mantenido cerca de ella porque pensaba que el dinero podría ayudarle tanto a él como a su familia, aunque más a él. Y esto no lo hace un mártir, pero tampoco un traidor a sus seres queridos. Lo hace humano y coloca al personaje en una difícil posición. Fante corrige nuestro error de enjuiciarlo prematuramente y aporta profundidad y complejidad tanto a este personaje como al de la viuda, hasta entonces presente solo en una dimensión atmosférica.

En la obra cumple un papel muy importante también la idea del amor romántico y platónico.


  • Hildegarde es una mujer con muchísimo poder que busca que Svevo, de una clase social muy inferior y extranjero, le degrade. Para ello le atribuye una pila de características "italianas" que él no posee. Busca una relación sadomasoquista "sana" a través de la cual ella puede liberarse del estrés sin ninguna atadura.
  • Por otro lado, están Rosa Pinelli y Arturo Bandini. Rosa es el primer amor superidealizado de nuestro protagonista, donde Arturo confunde el "por ti" con el "para poder llegar (o mejor dicho, tratar de poder llegar) a ti". Rosa desprecia a Arturo, no solo por quien es, sino por fingir quien no es.
  • Por último, está la idealización de María Bandini hacia Svevo. Esta se puede apreciar especialmente en los primeros capítulos, antes de que ambos personajes evolucionen. María reza cada noche por su esposo y cree en él a pesar de ser un borracho, un ludópata y un violento.  Cuando Svevo desaparece, María entra en una depresión ruinosa para toda la familia, donde lucha por levantarse de la cama, aunque no siempre es capaz.


Ya que mentamos por primera vez a Rosa Pinelli en esta reseña, me gustaría comentar sobre ella un par de cuestiones muy relacionadas con la pobre vida de los Bandini. Pinelli también es un apellido italiano, pero, a diferencia de Arturo, Rosa es aceptada por todo el instituto y tiene cientos de admiradores porque, a pesar de ser pobre, es guapa. Fante nos lo dice claro, con Rosa Pinelli y Svevo: ser guapo es pasarse la vida en modo fácil. La aceptación y el rechazo de lo italiano vienen de la mano de factores socioeconómicos y culturales. La belleza es valorada también como moneda de cambio, aunque ese cambio o no dependa en última instancia de la persona bella.

Y podríamos hablar de muchísimas más cuestiones, cómo el sentimiento de la moral cristiana católica muy interiorizada por todos los personajes y que lleva a la construcción de uno de los mejores capítulos de una novela jamás escrito (el quinto de Espera a la primavera, Bandini). Podríamos hablar sobre cómo la conciencia de culpa está implícita en todos los personajes. Svevo se siente culpable de aceptar dinero que no es suyo. María se siente culpable de sentir vergüenza si alguien la ve sacando a su marido de la casa de otra mujer. Podríamos preguntarnos si la búsqueda de Dios de August, el hermano monaguillo, y el buen obrar de Arturo se deben a la "ausencia de un padre", que antes de irse con la Hildegarde no se desempeñaba precisamente bien en este aspecto. También podríamos hablar del orgullo varonil de los personajes protagónicos y de la aporofobia general de la época, de cómo esta se mantiene, y de cómo afecta a los personajes, pero creo que por hoy ya es suficiente. Deciros solo que Espera a la primavera, Bandini, el título de la obra, es un leitmotiv dentro de la misma. Es decir, que más allá de su significado metafórico, se reutiliza como frase en los diálogos de los diferentes personajes a medida que se van desarrollando los acontecimientos. ¡Y eso es todo por hoy! Tenéis otra reseña en Caminos que no llevan a ningún sitio, blog que recomiendo siempre para los amantes de este autor estadounidense.  Dicho esto, ¡lean mucho, coman con moderación y namasté!

Reseñas de otras obras de John Fante en esta esquina: Llenos de vida, La hermandad de la uva

PD. Si queréis reseña de Pregúntale al polvo, este es el momento de pedirla, ya que aún tengo fresca la lectura. De lo contrario, la próxima será Sueño profundo de Banana Yoshimoto, que ya hacía un tiempo que quería leer a esta autora nipona. Por otro lado, me ha llegado recientemente un envío de la Editorial El Transbordador que tiene muy buena pinta también y que será reseñado, espero, antes de que acabe el mes. 



3 comentarios:

  1. Hombre, Lucas, me lo pones fácil: entre Banana y Fante, me quedo con este último.

    A propósito de "Pregúntale al polvo", cuando lo leí a los diecinueve años, me gustó mucho más que "Espera a la primavera, Bandini". Pero bueno, también es cierto que carecía (y carezco todavía a día de hoy) de las herramientas analíticas que tus estudios te proporcionan, y que tan bien despliegas en esta reseña. Por lo tanto, estoy dispuesto a darle una relectura a ambas obras, a ver si mi percepción ha cambiado.

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    1. Creo que lo analítico viene de leer muy lento y estar muy aburrido en casa antes que de cualquiera de los estudios que haya hecho, pero bueno. Y que a mí me haya gustado más "Espera a la primavera", no significa que "Pregúntale al polvo" no deje de ser una grandísima novela, ojo. Ambas están muy bien estructuradas y son bastante inmersivas, aunque no se me dio demasiado bien empatizar con el Arturo Bandini escritor, tan metido en sí mismo y sus ensoñaciones. Siento que la escritura de Fante da un cambio muy fuerte entre una obra y otra y esto quizás se deba a que no he leído la menos popular "Camino a Los Ángeles", que intuyo que hace de nexo de unión. Eso sí, pienso que el final de "Pregúntale al polvo" es mucho más memorable, pero el final de una obra no siempre debería ser lo mejor, ¿o sí?

      Me encantaría saber tu opinión sobre ambas novelas, Oriol. Nunca es mal día para leer o releer a Fante. Ah, y muchas gracias por pasarte y comentar. Me alegra tenerte por aquí.

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