lunes, 12 de noviembre de 2018

Holetes, de Maximiliano Barrientos




Tero y Abigail son dos estrellas porno retiradas que un día deciden abandonarlo todo y fugarse en coche hasta que se queden sin un duro. Con ellos irá Andrea, la hija de Abigail con otro hombre. Por raro que parezca, esta no es una huida romántica. De hecho, casi no parece una huida, pues los protagonistas se ven continuamente asediados por los recuerdos de sus pasados y no parecen estar del todo cómodos con ellos mismos ni entre sí. Tero detesta hasta cierto punto a Abigail y viceversa. Y aunque mientras tanto Andrea intente disfrutar de una especie de vacaciones, nota la tensión del ambiente en el que se encuentra. Esta unión interesada es un intento de construir por encima de un intento de olvidar. Barrientos toca una infinidad de lugares comunes para lanzar un replanteamiento necesario del viejo tópico literario del homo viator (ese que hace su camino al andar). Esta apreciación se hace evidente en el momento en el que un cuarto personaje en discordia lo señala:

"No se fueron para escapar, sino para fabricar un pasado en común.
Todo viaje es la construcción consciente de un pasado. Se dejan atrás lugares impersonales (hoteles, cafeterías, bares, estacionamientos, lavanderías) para inventar lugares íntimos."

Este hecho, tan característico, es el que llama la atención de un excéntrico director de cine que empezará a entrevistarlos para recopilar material con el cual poder rodar un documental/reality show donde expondría la vida cotidiana de dos ex miembros de una industria tan polémica y a la vez tan consumida a través de la experiencia de su viaje en carretera. Y esto es lo verdaderamente curioso del juego narrativo. Lo que nos muestra Barrientos no es la interrelación directa de los personajes, sino lo que cada uno le cuenta al director, así como las notas de este último, sus sospechas, miedos y deseos. Es en esta polifonía sobre la cual está cimentada la novela y hay, por supuesto, en ella mentiras, insinuaciones, metáforas, momentos completamente fantásticos y vacíos de información que el lector decide si llenar o no.  Cada capítulo se divide en varias entrevistas donde solo leemos las apreciaciones de los personajes filtradas por la escritura del director. Fuera de cada toma quedan cortadas las preguntas del director y toda la morralla (la vocal de relleno en español "e", la repetición hasta la saciedad de estructuras similares, las coletillas, etc.). Con este sistema basado en el lenguaje oral pulido deberíamos esperar unas marcas propias del lenguaje de cada personaje y, aunque las hay, no llegan al punto de resultarme totalmente convincentes. ¡Me hubiera gustado ver más! A mi forma de verlo está demasiado pulido por parte del director y al principio cuesta hacernos a la idea de qué tipo de texto estamos leyendo. Quizás esto se haya corregido en una versión posterior a la mía (que sé que existe y por la cual agradezco al autor y a los editores).

Las historias de los personajes son verosímiles, a pesar de la interrupción de algún que otro acontecimiento fantástico. Sorprenden porque la dureza implícita en ellas no siempre está relacionada con la tradicional turbiedad de la industria pornográfica. Algunos de los problemas vitales de Tero y Abigail son tan comunes que podrían ocurrirle a cualquiera. Y eso ha sido un punto a favor de esta novela. Otro lo ha constituido su brevedad. Hoteles es una historia rápida, con capítulos muy cortos y tremendamente adictivos. Las partes más pesadas, pero también lógicamente con más chicha, son las innumerables notas del director. En ellas no solo hay reflexiones constantes sobre lo que le sugiere cada uno de los entrevistados, sino que, además, se introduce cómo estos encuentros cargados de significado afectan a su propia vida y, más concretamente, a su relación sentimental. En su caso, fruto más de la conveniencia que del amor, guardando así, hasta cierto punto, una similitud con los vínculos entre Tero y Abigail en su viaje y entre cualquiera de ellos y otras personas en su trabajo. Hoteles es una muy buena novela que no debéis perderos. Tenéis otras reseñas, algo distintas, en La Tormenta en un vaso y La antigua Biblos.



6 comentarios:

  1. Hola! parece un libro bastante interesante, pero no estoy segura de leerlo jaja no me gusta mucho cuando son más como de entrevistas.
    Buena reseña!

    Tienes una nueva seguidora, saludos desde Dreams in Bookland ❤️

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    1. ¡Bienvenida, Andrea! Siéntete libre de pasear por esta esquina, leer, comentar y recomendar lo que quieras. ¡Como si estuvieras en tu casa, vaya! :)

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  2. Me quedo con las ganas de leerlo. Acabo de buscarlo en mi biblioteca pública base y no lo tienen, pero sí cuentan con otro título de este autor: La desaparación del paisaje. Probaré suerte con éste otro para empezar. Gracias por la pista.

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    1. A mí me ha sorprendido para bien, Cities. No tenía demasiadas expectativas, pero, oye, nada mal. Ya me contarás.

      Por cierto, agarré una oferta en Iberlibro de Nuestra Señora de las Tinieblas y ya lo tengo por casa. Caerá pronto, espero.

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    2. Espero que te guste, toda la construcción de la megapolisomancia y la mitología en torno a su autor me parecieron chulísimas (que conste que he tenido que mirar el post para recordar el nombre exacto del término). Yo ayer saqué de la bibliotecha "La desaparación del paisaje", así que tengo un mes para leerlo.

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    3. Normal, el nombrecito se las trae...

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