Formalmente impecable, a pesar de la dificultad de empatizar con el personaje…
No sólo es éste uno de los mejores libros que he leído en lo que va de año, sino en lo que llevo de vida. No había leído nada de Céline hasta la fecha y no puedo menos que asombrarme y quitarme el sombrero ante su prosa formalmente impecable y la complejidad argumental que es capaz de desarrollar en ésta que fue su primera obra publicada. Otra cosa ya es que pueda llegar a sentir empatía por el protagonista-narrador y sus ideas, que, en muchos momentos, se presentan como la transcripción de las ideas antisemitas, racistas y misóginas del propio Céline. De hecho, Ferdinand Bardamu se transforma en muchos momentos en el alter ego de Céline. ¿Pero quién es Ferdinand Bardamu? ¿De qué trata todo esto? ¿Qué implica viajar a la noche?
Bardamu es una hombre que huye buscando siempre una felicidad que él mismo pronto asume que no encontrará nunca. Bardamu se alista por error en el ejército al comienzo de la novela y así escapa de la cotidianidad de su vida. Ya en la página tres de la novela comienza la huida sempiterna de Bardamu, aunque él no empiece siendo consciente de ella. Huye de la sociedad y va a la guerra, huye después de la guerra, pero lo que ha vivido le impide integrarse de nuevo en la sociedad. Céline hace aquí una doble crítica: ataca al conflicto bélico (la inutilidad de este) y la ignorancia buscada de la sociedad burguesa ante problemas de esta índole catastrófica. Bardamu debe recuperarse y una vez reinserto en la ciudad de París descubre que de nuevo necesita salir de ella, levanta las velas y marcha en barco a las colonias francesas para ver si de alguna forma puede encontrar allí el pan y la calma de espíritu. Es así como comienza una especie de periplo que lo llevará a poner los pies en tres continentes distintos y a intentar labrarse un futuro sin ningún tipo de resultado favorable. Una desgracia tras otra que lo impulsará a migrar constantemente y que nos mostrará la complejidad que poseen los seres humanos, así como lo que hay de repugnante en todos ellos. No hay héroes en Viaje al fin de la noche, ni siquiera buenos personajes, a excepción de la prostituta Molly y alguno que otro muy secundario. Todos los demás se traicionan, se abandonan, se dañan y se pisotean entre ellos para mejorar su posición en la sociedad y vivir así con mayor dignidad y comodidad. El protagonista se convierte muchas veces en un personaje infame que se queja de la baja condición que tiene en el mundo, pero no hace nada por cambiarla; es un antihéroe que, en lugar de luchar, prefiere rendirse ante la adversidad, defender que la vida es inexpugnable y que todo el esfuerzo de un hombre no sirve para aterciopelar su dureza lo más mínimo. Viajar al fin de la noche implica sumergirse en la dureza de esta vida, dejarse naufragar en ella y sortear los escollos para evitar la muerte hasta que ésta acabe llegando de forma natural.
Todo este cúmulo de pesimismo que inunda páginas y páginas de la amplia novela de Céline se entremezcla con la ideología bastante peculiar del escritor, lo cual consigue que la novela sea doblemente desagradable para un lector como yo. Viaje al fin de la noche está relleno de propaganda racista (Bardamu se apiada de los negreros que padecen enfermedades tropicales en el África, pero nunca de los negros esclavizados, a los que describe como si fueran parte del ambiente), antisemita (en algún que otro momento comenta el parecido de los cerdos con los judíos y añade que se les debe de agredir físicamente en las plazas), anticomunista (mientras que Bardamu está en el África delirando compara a los comunistas con violentas hormigas tropicales con cabezas rojas) y misógina (entre muchos de los ejemplos que podemos extraer del libro he elegido el que sigue):
“La pena es como una mujer horrible con la cual te hubieras casado. Mejor, quizá, terminar de amarla un poco antes de agotarse dándole palos de por vida.” (Pag. 264 de mi edición de Seix Barral en la traducción de Carmen Kurtz)
A pesar de todo esto, repito, ha sido una de las mejores lecturas de toda mi vida y ello se debe básicamente al perfeccionismo en la forma que tiene Céline, quien recoge el legado del también francés Flaubert para decir con la mayor precisión posible aquello que quiere expresar y no otra cosa, eliminando todo lo que sobra. No creo que sea verdad que Céline escriba con frases cortas, no. Seguramente, Céline debía escribir con frase largas en un principio y es a través de la reelaboración de las frases cómo éstas han podido reducirse al tamaño que tienen, demostrando una capacidad inaudita para condensar significados. De ahí que muchas veces alterne con maestría la frase corta y la frase larga.
Otro asunto formal sumamente importante para Céline, en Viaje al fin de la noche al menos, es el conjunto de variaciones verosímiles y muy difíciles de realizar de estilo entre lo más elevado y poético y lo más bajo y vulgar, con incursión de esas palabras que los padres les dicen a sus hijos cuando son pequeños que no digan jamás, en el momento en el que la ocasión lo precisa. En la obra de Céline encontramos muchas veces las palabras “mierda” o “joder” y es cierto que son necesarias.
Céline pone en la mente de Bardamu estas frases:
“Decididamente tenía un alma tan desaliñada como una bragueta.” (Pag.183)
“Mi madre, bajo la guillotina, me hubiera regañado por haberme olvidado la bufanda. No marraba una, mi madre, cuando se trataba de hacerme creer que el mundo era benigno y que había hecho bien en concebirme. Es el gran subterfugio de la incuria materna: la supuesta Providencia. Por otra parte, me era bien fácil dejar sin respuesta las farfollas del patrón y de mi madre, y no contestaba jamás.”(Pag. 138)
Tanto en una frase como en las otras asistimos a esa variación tonal que nos asombra y nos descoloca. En la primera frase se eleva el tono con el uso de la palabra “alma” y cae de golpe con el de “bragueta”. Con las demás se produce como un cúmulo de olas tonales, por decirlo de algún modo: decae el tono con “marraba”, se eleva un poco con “benigno”, se coloca en la cúspide de lo literario (con carácter claramente irónico) con “subterfugio de la incuria materna: la supuesta Providencia” para decaer de pleno con la palabra coloquial en plural “farfollas”. Estos juegos son continuados en toda la novela.
Normalmente cuando Bardamu eleva el tono lo hace de súbito y pretende ser, como en el último ejemplo, irónico. La ironía y la mordacidad están muy presentes en la visión que tiene el personaje del mundo. Es el escepticismo el que llama a la ironía, la cual suele manifestarse en la obra de esta forma que hemos visto.
También Céline es un genio creando metáforas:
“La gran mermelada de hombres en la ciudad.” (Pag.165)
Así como es capaz de recoger el legado de Kafka para describir algunos lugares como el puerto de Topo o las letrinas de Nueva York y la influencia de la poesía surrealista muy en auge en su país para volcarla en frases como:
“Esplendorosas frondas semejantes a lechugas delirantes alrededor de cada casa, sólida clara de huevo duro dentro del cual se iba pudriendo un europeo amarillito.” (Pag.116)
La complejidad argumental llena de verosimilitud es otro punto a favor de la obra de Céline. Cada acción desencadena en otra y todo acaba en una maraña de relaciones entre personajes que no podía haberse entretejido de otra forma. Bardamu es acompañado sin que él lo busque muchas veces por un tal Robinson León que conoce en la guerra y que sigue el mismo itinerario que él, a pesar de no proponérselo. Las ideas de Robinson son muy parecidas a las de Bardamu, de forma que podemos decir que es un personaje espejo, una especie de doble que nos muestra qué podía haber sido de Bardamu si las circunstancias se hubieran terciado un poco. Son curiosos los diálogos que mantienen entre ellos, pues casi parece que se estén hablando a sí mismos de tan parecidos que son. Las relaciones que mantienen ambos personajes con los que les rodean determinarán el magnífico final de la novela.
En resumidas cuentas, podemos decir que vale, con mucho, la pena por la manera en la que está escrito y su estructura argumental, no tanto por las ideas que contiene y cómo éstas son expuestas. La carga ideológica desagrada bastante y le resta puntos.
Otras reseñas que te pueden interesar:
Moby Dick, de Herman Melville
La espada de los cincuenta años, de Mark Z. Danielewski
Hay más reseñas de Viaje al fin de la noche en:
Das Bücherregal (donde la valoran muy positivamente)
Un libro cada día (donde se centran en otros aspectos contenido y acaba haciendo un pequeño spoiler al final)
También puedes leer dos fragmentos de Viaje al fin de la noche en este blog: