viernes, 25 de diciembre de 2020

Mis lecturas favoritas de 2020

 


Este ha sido el año en el que más libros he podido leer. La pandemia mundial nos ha obligado a permanecer más tiempo del que nos gustaría a muchos en casa y, como tantos otros, he destinado buena parte de ese tiempo a la lectura. A pesar de eso, mis elecciones han estado muy condicionadas por dos factores: la inminente Oposición al Cuerpo Docente de Secundaria y la elaboración de mi Trabajo Fin de Máster sobre splatterpunk en español. Por todo ello, es lógico la gran cantidad de reseñas de literatura española que ha ido apareciendo en esta esquina desde que en enero decidí volver a retomar este espacio. Este también es, en buena parte, el motivo de la falta de equidad entre autores y autoras leídos y la escasez de literatura extranjera reseñada. A pesar de ello, he podido leer a varios clásicos universales, reconciliarme con alguno, descubrir nuevas autoras y organizar un mes temático a la ciencia ficción (que se repetirá el año que viene). La lista de libros leídos alcanza los 71 títulos (42 más que el año anterior), por lo que, en general, estoy muy contento.

He leído 19 libros escritos por mujeres y 50 escritos por hombres, más dos novelas escritas a ocho manos donde participan tres autores y una autora.

Como es habitual, el género más leído y reseñado sigue siendo la novela. He leído 53 novelas y reseñado 42. Le sigue el libro de relatos: 14 leídos y 8 reseñados. Además, he leído un ensayo político, dos obras de teatro y un poemario. 

Dicho esto, les dejo con las que han sido mis lecturas del año.


David Copperfield, de Charles Dickens


El resto de lecturas de esta lista ocuparían un merecido segundo lugar si esto se tratara de un ranking. Ya lo dije en la reseña, David Copperfield no solo es una de mis mejores lecturas del año, sino una de las más memorables novelas que he leído en mi vida. Con razón era la obra predilecta de un clásico entre los clásicos como es Charles Dickens. Si no saben qué regalar en la mañana de Reyes, esta puede ser una brillante elección. Y, además,... ¡viene ilustrada!









La isla y los demonios, de Carmen Laforet


2021 será el año de Carmen Laforet y, aunque La isla y los demonios está un par de peldaños por debajo de Nada, no deja de ser una novela magnífica sobre la vida en la posguerra española. Especialmente destinada a quienes vivan en las Islas Canarias o hayan parado alguna vez en ellas y guarden buenos recuerdos.











Marionetas de sangre, de Juan Díaz Olmedo


Si lo que buscas es una novela de horror diferente que se sumerja en el mundo gótico y que cuente con unas protagonistas llenas de carisma, muy posiblemente esta sea tu novela. Marionetas de sangre es una reformulación del mito del vampiro (o, mejor dicho, de las vampiresas) mediante el uso de una trama realista y llena de ambigüedades.











Padres e hijos, de Iván S. Turguénev


La novela rusa más europea de todo el siglo XIX sigue resultando fresca y enamora por la complejidad de los personajes, aunque ya sabéis de mi debilidad por ciertos clásicos rusos. 












El mundo interior, de Robert Silverberg


Con esta novela abrimos el mes de la ciencia ficción en octubre. Como ya dije en su momento, el urbanismo es un tema que me encanta, lo que hacía muy evidente que esta novela me fuera a gustar. A todo ello se le suma la ambientación distópica y los momentos totalmente alucinados de una trama donde los personajes son pequeñas hormigas esclavas de un sistema que acabará resultando su ruina.










El cuento de la criada, de Margaret Atwood


Continuando con el mes de la ciencia ficción, también pude leer esta emblemática novela de Margaret Atwood. He decir que, a pesar de estar aquí, me hubiera gustado mucho más si no me hubiera visto antes la serie de Hulu. No obstante, son los pequeños cambios con respecto a esta (que solo se pueden llevar a cabo en un libro) los que la hacen destacar sobre el resto.










Los desposeídos, de Ursula K. Le Guin


El subtítulo debería ser algo así como "densa, pero compensa". Esta novela es una absoluta maravilla por todos los planteamientos previos que tiene el lector y que se ven removidos por las distintas acciones y reflexiones de los personajes, en especial del protagonista, ese científico anarquista que tiene la fórmula secreta para que sus vecinos capitalistas gobiernen el universo.










El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde


Otro clásico más. Y es que me cuesta mucho dejarlos fuera porque los clásicos suelen serlo por algo. En este caso estamos ante la novela decadente por excelencia y uno de los mejores ejemplos de la estética modernista. Es la única novela de su autor, pero en ella sintetiza buena parte de su pensamiento, al tiempo que construye una trama y unos personajes verdaderamente memorables.










Pájaros de América, de Lorrie Moore


Un conjunto de relatos inquietantes sobre la sociedad estadounidense en pleno cambio de milenio. Sorprende por la calidad de los mismos y por el mal cuerpo que dejan tras ser leídos. Un gran descubrimiento, sin duda.



















Otras obras muy destacables que he leído este año son:

  • Hela, de José Ángel Conde
  • Código binario, de Fernando Codina
  • Cuentos completos, de Carmen Martín Gaite
  • N.P., de Banana Yoshimoto
  • Gritos sucios: una antología splatterpunk, VV. AA.
  • La dama del lago, de Raymond Chandler
  • El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith
  • La cruz y el cerdo, de Nieves Guijarro Briones
  • El camino, de Miguel Delibes
  • Psicosis, de Robert Bloch
  • La institución, de Jorge P. López

Este año, todas las obras de la lista (salvo Gritos sucios y La institución) han sido debidamente reseñadas y podéis encontrarlas en la esquina por si queréis indagar en alguna de ellas.

La esquina volverá en enero.
Felices fiestas y feliz año.

viernes, 18 de diciembre de 2020

El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith

 


Aprovechando que recientemente Anagrama ha decidido sacar a la venta en dos volúmenes toda la saga de Tom Ripley, el escurridizo criminal de Patricia Highsmith, he decidido ir leyendo cada una de sus novelas (las dos primeras de nuevo) al ritmo de una por mes para no saturarme y dejar espacio a otras lecturas que también podrían interesarme por sí mismas, por ser clásicos de la narrativa en español que debo estudiar para mis oposiciones o por resultar vitales para el doctorado que quiero comenzar el curso siguiente en la Universidad de Cádiz. Por eso, hoy os traigo una reseña del inicio de todo: El talento de Mr. Ripley.

Estamos ante una novela policíaca peculiar y que recuerda a tantas otras que no suelen contemplarse dentro de este género como, la recientemente reseñada aquí, El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde o Crimen y castigo de Fiodor Dostoievski. El punto de unión de estas tres obras es su foco. El protagonista sobre el que posa su mirada el narrador, ya sea en primera persona como en Crimen y castigo o en tercera como El retrato de Dorian Gray o El talento de Mr. Ripley, es el malhechor, un hombre que comete un asesinato (o varios) con el fin de mantener una posición que no le pertenece, pero que considera merecida. La investigación policial va por otros cauces y el protagonista tiene que anticiparse a ella para poder salvar el pellejo. De ahí, el talento para la estafa. Raskolnikov, Dorian Gray y Tom Ripley son farsantes, maravillosos actores capaces de sudar la gota gorda mientras fingen hasta extremos que los llevan a la desesperación más absoluta. Pero si hay un actor que destaca por encima de estos tres ese es, sin duda, el personaje de Highsmith.

Que Ripley se gana la vida engañando es algo que sabemos ya desde el primer capítulo de la novela. Antes de viajar a Mongibello, Ripley ya es consciente de que alguien lo persigue por sus numerosos fraudes. Recibe llamadas amenazadoras y malvive en un piso franco desde donde se hace pasar por una compañía estatal en la que habría trabajado para agenciarse un dinero que, por supuesto, no es suyo. La aparición de Herbert Greenleaf en el bar de Nueva York en el capítulo uno es vista por Ripley al principio como un peligro. Tom no es consciente del número de personas a las que ha estafado y no sabe quién podría ser ese hombre robusto y entrado en años, pero cuando habla con él sus ojos chisporrotean. Se le concede la oportunidad de marcharse, de abandonar América con dinero de otro para cumplir una misión que no tiene ninguna intención de llevar a buen puerto, aunque insista en aparentar lo contrario. Herbert le habla de su familia, de su esposa gravemente enferma y de su hijo, un niño pijo que vive en un pueblucho en el sur de Italia y que se niega a volver y asumir responsabilidades como alto cargo de la empresa de construcción de barcos paterna. Tom finge mantener una amistad mayor de la que realmente tiene con Dickie, el joven en cuestión, cuando realmente casi ni se conocen. De hecho, el propio Dickie no sabrá bien quien es cuando lo vea en Mongibello. Porque, por supuesto, Tom se presenta allí, trata de congeniar con el joven, pero no es hasta que le confiesa a Dickie los motivos por los que le envía su padre que este no lo acepta. Ya ha llegado su perdición. Es demasiado tarde.

A partir de aquí, Tom y Dickie se vuelven amigos del alma hasta el punto de que el joven Greenleaf le permite vivir en su casa sin pagar un duro siempre y cuando puedan gastarse juntos en juergas el dinero que le ha dado su padre para llevarlo de vuelta. Tom quiere descaradamente vivir a costa de los Greenleaf, pero hay algo que se lo impide: la desconfianza de la mejor amiga de Dickie, Marge Sherwood. Marge es una joven escritora, fantasiosa y enamorada en secreto de Dickie. Tom conoce sus intenciones, sabe que su presencia hace que se sienta desplazada. Y esto da lugar a un enfrentamiento entre Marge y Dickie y, posteriormente, entre Dickie y Tom.

Marge sospecha de la homosexualidad de Tom. Y lo cierto es que Tom muestra comportamientos de una orientación sexual ambigua durante la obra. En cierto momento de la novela parece definirse como bisexual, a pesar de que en esta parece mostrar una obsesión enfermiza por Dickie y por los cuerpos masculinos, que lo lleva más allá de la atracción, así como un desprecio denostado por la mujer, hasta el punto de que podría considerarse misógino en algunos tramos. En la siguiente obra, La máscara de Ripley, cualquier alusión a la homosexualidad de Ripley desaparecerá y se presentará como un hombre marcadamente heterosexual, que tendrá hasta una pareja femenina. Sin embargo, eso ya es otra novela.

Como indiqué antes, Tom es el perfecto actor. Un embustero de manual. Es tremendamente observador y capaz de representar a la perfección la gestualidad de otras personas. Sumado esto a la obsesión que pronto genera con ser Dickie Greenleaf y vivir como él vive, podrido de dinero y viajando constantemente por toda Europa, tenemos el germen del asesino y del suplantador perfecto. Cuando todo se le tuerza, Tom buscará la forma de cumplir su sueño de ser otro mejor, y, si tiene que matar y engañarlos a todos. esto solo supondrá un problema para sus frágiles nervios. Le avala el tremendo parecido entre Dickie y él, y eso puede ser suficiente para despistar a la policía y a la prensa de toda Italia.

El talento de Mr. Ripley es un clásico de la gestión de la intriga; además de ser, por la forma en la que está narrada, una de las novelas negras que mejor profundizan en la psicología del criminal. Esto va en consonancia con el resto de la obra de Highsmith, donde la preocupación por cómo el ser humano es llevado a situaciones extremas y a cometer actos como el asesinato es total. La predisposición hacia el crimen está en el ser humano, pero se acrecienta con la miseria y la injusticia social. Ripley es un solitario, como su autora, por su orientación sexual. Marginado y vejado desde niño por su familia, que lo llama abiertamente "maricón", ha tenido que fingir constantemente para granjearse el afecto de unos pocos en una sociedad que lo desprecia, sabiendo devolver ese desprecio con otro aún más grande. No se siente culpable de mentir ni de estafar, cree que está en su derecho por todo lo que ha sufrido. Su única preocupación es que no lo atrapen y la añoranza de lo que pudo haber sido y no fue. Un personaje memorable para una novela también memorable. Aunque esto es solo el inicio. Cada mes tendréis una nueva reseña, más larga o más breve, con cada una de sus aventuras. La siguiente es La máscara de Ripley, que ya estaba reseñada en esta esquina, pero cuya entrada he retirado porque a día de hoy no estoy muy a gusto con cómo quedó finalmente.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Patricia Highsmith en esta esquina: La celda de cristal, La máscara de Ripley




viernes, 11 de diciembre de 2020

La cruz y el cerdo, de Nieves Guijarro Briones



Ya hablé de Nieves Guijarro Briones hace unos meses a propósito de su primera novela Orquídeas para Perséfone. Hoy lo haré sobre la segunda: La cruz y el cerdo. Se trata del tercer volumen de la colección Puño Sucio de Ediciones Vernacci, la cual estoy siguiendo detenidamente, puesto que está dedicada a publicar la ficción más visceral dentro del horror y la fantasía que llegue a sus manos (lo cual me interesa especialmente para mi futuro doctorado). La propia Guijarro Briones es directora de la colección, lo cual podría indicarnos que ha colado su novela con calzador como estoy seguro de que hacen otros tantos editores que se valen de sus propios sellos editoriales para publicar sus creaciones. No obstante, La cruz y el cerdo, a pesar de que juega con la ventaja de no tener que haber soportado miles de noes de parte de terceros que se leen la obras de los demás por encima, si es que se las leen, para decidir si algo definitivamente se publica o no, no se trata, en absoluto, de una novela menor o inacabada. Y el hecho de que se publique aquí, en esta colección, es porque está en una sintonía perfecta con los otros dos títulos previos de la misma (Zombi de Juan Díaz Olmedo, novela de la que no me canso de hablar y que algún día reseñaré por aquí, y la antología splatterpunk Gritos sucios). El mundo que nos trae la imaginación de Guijarro Briones es tanto o más cruel que el del resto de escritores que ella misma ha editado y no se aprecia la mínima distancia de calidad entre ellos. A pesar de que esta es la segunda novela publicada por la autora, ya cuenta con una trayectoria previa de libros descartados por ella misma, lo que nos sugiere una autoexigencia que solo nos puede asegurar una cierta calidad.

Nieves Guijarro Briones no es Amélie Nothomb, que escribe cuatro veces el mismo libro al año. Un libro que, por cierto, ya había escrito el año pasado y el anterior. Es una escritora que sabe darle el mimo a cada texto y guardar la distancia entre estos y, aunque hay una cierta recurrencia entre Orquídeas para Perséfone y La cruz y el cerdo en lo que respecta al tema del mundo astrológico, se trata de dos productos completamente diferentes. Orquídeas para Perséfone es un trabajo muy personal, que sugiere un mundo interior vasto. La cruz y el cerdo se construye en la colectividad de las grandes civilizaciones que empiezan desde cero y se apropian del pasado para tergiversarlo, para corromperlo, para corromperse a sí mismas. Orquídeas para Perséfone pertenecería a ese género poco explorado de la fantasía onírica (que ni yo sabía que existía hasta que la leí), mientras que La cruz y el cerdo es definida por la propia autora como fantasía esotérica, aunque yo sostengo que es un revoltijo de muchos géneros donde tiene cabida también el horror más bruto, la ciencia ficción y la crítica social.

La trama parece sacada de un George Orwell alucinado. En un momento determinado, los animales en los mataderos cobran conciencia de que están siendo ejecutados, exterminados masivamente para servir de alimento a una especie más débil que ellos. Se levantan sobre sus patas traseras y se rebelan. Acaban con toda la raza humana al tiempo que procrean con ella, dando lugar a nuevos seres con características de ambos. El primero en alzarse es el carnero, el segundo será el cerdo. Juntos unen a todos los animales rebelados en torno a una Iglesia que ora a divinidades estelares y, un poco también, a una leyenda algo distinta de Jesucristo. Es la Iglesia de la Cruz y el Cerdo. Desde ella el Papa Cerdo, un ser sin ningún tipo de escrúpulos y que tiene enroscado en su columna vertebral a la serpiente de la sabiduría, ordena todo tipo de limpiezas étnicas y demás brutalidades. La necesidad de poder de Papa Cerdo, antagonista absoluto de la novela, le lleva a la paranoia del dictador y hace que se granjee la enemistad de sus seguidores y de hasta su propio hijo, quien durante años había sido torturado con la historia sobre la violación y la muerte sangrienta de su madre por adulterio. John, el cerdo-humano, hijo del bestialismo de Papa Cerdo es llamado por las estrellas, al tiempo que estas castigan con plagas lo que queda del mundo. Debe cometer parricidio y devolver el equilibrio al cosmos y el culto a los astros.

Papa Cerdo se corrompe porque es débil. O esa es la tesis que se mantiene en toda la novela. No puede evitar caer en la tentación, no es capaz de ceder un palmo, aunque esto ayude a la "consagración de la paz". Papa Cerdo es un tirano asustado porque sabe que puede caer en cualquier momento y para evitar que esto ocurra no le queda otra más que atacar una y otra vez e ignorar las decisiones de sus dioses. Papa Cerdo es un líder débil para una civilización débil, incipiente. Es el dictador que nace en las repúblicas remotas recién creadas ante el vacío de poder que deja una ocupación demasiado prolongada en el tiempo. Su represión y su fanatismo es síntoma de su condición y la de su pueblo, obligado a creer en algo, en lo que sea. Y en este sentido, La cruz y el cerdo se puede tomar como una radiografía histórica. 

Lejos de lo que pueda parecer, no se trata propiamente de un discurso antirreligioso. Papa Cerdo se nutre de toda una cosmovisión para sus intereses, pero la religión es un mero telón de fondo en la obra. Lo que es verdaderamente relevante es ese uso del discurso capaz de conmover a las masas y volcarlas en una dirección. Y el enorme poder del Caos como fuerza que ajusticia y proporciona ciertas luces en las tinieblas.

Al mismo tiempo, que los protagonistas sean animales humanizados nos viene a hablar de la animalización del hombre, de su impiedad. El ser humano se alza como explotador de todos los demás seres debido a la condición que le brinda la estructura de colmena de su organización social y su intelecto. Ante el vacío que dejan, los animales, los oprimidos, se convierten en nuevos hombres, en los opresores. La Historia se repite, pero no en círculo, sino en espiral. El nuevo mundo requiere nuevos héroes y nuevas dialécticas que luchen entre sí, pero que siempre recuerdan a las viejas, a las de toda la vida.

Como digo, La cruz y el cerdo es una excelente novela. Si no os he convencido ya, solo tengo que deciros que, además, la edición viene ilustrada y con una tipografía gótica que nos recuerda a esos libros antiguos de alquimia tan populares para tantos escritores entusiastas de todo lo macabro. Por ello, es una pieza de orfebrería única y originalísima. 

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Nieves Guijarro Briones en esta esquina: Orquídeas para Perséfone,



martes, 8 de diciembre de 2020

Pájaros de América, de Lorrie Moore

 





Hoy os traigo un libro de relatos cargadito de historias inquietantes, de esas que te duelen en el pecho cuando las lees. Lorrie Moore está considerada una de las escritoras de cuentos actuales más celebrada en todo Estados Unidos por piezas como las que precisamente colman estos márgenes. Lo que nos presenta es un conjunto de vidas destrozadas o estancadas por un motivo u otro: sueños de la infancia que se rompen al llegar a la vida adulta, el desengaño de descubrir que la pareja de uno no es perfecta, el conocer que la sexualidad de uno pasa de ser una a otra en un momento totalmente inoportuno, la gran mentira de un viaje a un lugar soñado, la pérdida de un ser querido (aunque esta sea tu gato) o la dura lucha contra una enfermedad y la incertidumbre que genera. Todo esto y mucho más se materializa en los doce cuentos largos de Pájaros de América, unos textos que están pensados para dejar bastante mal cuerpo, a pesar de contar con algunos momentos cómicos.

Los textos son los siguientes:

  • Dispuesta: Una joven actriz regresa de Hollywood a su Boston natal totalmente desengañada e inicia una relación con un hombre con el que no comparte nada para tratar de olvidar que ha fallado en el intento de lograr su sueño de estrellato.
  • Que es más de lo que puedo decir de ciertas personas: Una mujer accede a viajar con su madre a Irlanda, descubriendo en el transcurso del viaje que la isla del Atlántico no es tan luminosa y que no odia tanto al ser que le dio a luz.
  • Danza en Estados Unidos: Una profesora se introduce en la vida de una pareja, con un niño enfermo, el cual disfruta con sus clases de baile. Mantienen una incómoda cena.
  • Vida en comunidad: Una niña rumana crece en  Vermont y, ante el acoso escolar, se cría prácticamente en una biblioteca. Finalmente, se convierte en bibliotecaria y se echa un novio político. Se va a vivir con él, pero la vida no es como había pensado y se siente desprotegida en el mundo fuera del silencio de las estanterías.
  • Agnes de Iowa: Una profesora de literatura recibe la visita de un escritor de Sudáfrica del que se acaba enamorando, a pesar de estar casada, aunque no es correspondida.
  • Charadas: Una familia se reúne en Navidad y juega a adivinar personajes, eventos y objetos con la mímica.
  • Arre, borriquito, vamos a Belén: Una mujer entra en depresión tras la muerte de su gato. Toda su vida cambia.
  • Una nota preciosa: Un grupo de profesores de la universidad se reúne para celebrar el fin de año. Entre ellos hay ciertas historias, rencores y atracciones que se sugieren sobre la mesa de la cena.
  • Si es lo que te apetece, vale: Un hombre heterosexual casado abandona a su mujer para mantener una relación con otro hombre ciego, no habiendo experimentado ninguno de los dos la homosexualidad de forma previa.
  • La agencia inmobiliaria: Una pareja se muda a una casa de las afueras de la ciudad, pero tienen numerosos problemas que hacen que su vida sea un infierno al tiempo que otro hombre es abandonado por su mujer y desciende a la locura.
  • Gente así es la única que hay por aquí: farfullar canónico en oncología pediátrica: Es con diferencia el relato más duro de todos. A una madre le dicen que su bebé de un año padece cáncer. Para aumentar el escaso tiempo de vida que le atribuyen los médicos, se traslada con el niño a un centro infantil para enfermos de esta mortal enfermedad.
  • Una madre estupenda: Una mujer mata accidentalmente a la hija pequeña de su vecina y guarda traumáticamente el recuerdo. Para eliminarlo, prueba de todo, pero encuentra que lo único que funciona son los masajes de una chica de la que se enamora.
A través de estos relatos, Moore toca una gran cantidad de temas, pero los que creo más relevantes y que actúan como hilos conectores son el desengaño y la hipocresía. Ambos, de una forma u otra, están presentes en todos los relatos. El desengaño no siempre es amoroso, también puede ser vital. En Gente así es la única... el desengaño llega de la imposibilidad de tomar una vida normal ante la enfermedad de un hijo, de un bebé, un ser que por ningún motivo debería estar enfermo. Este dato no solo atormenta a la protagonista, que se piensa que ha fallado como madre, sino que cambia los modelos de vida que tenía programados para sí misma y para el pequeño. Por otro lado, está el tema de la hipocresía. Se aprecia en varios tramos de la obra, pero los ejemplos más claros los vemos Charadas y Una nota preciosa. En el primero, una familia blanca y demócrata acaba lo suficientemente borracha como para insultar a la población negra en un momento muy racista y que está muy lejos de los ideales de no discriminación que supuestamente defienden. En el segundo, el protagonista asume ciertas posturas que realmente no comparte con el fin de atraer la atención de una hermosa profesora, aún delante de su mujer. Otro tanto de lo mismo ocurre en Vida en comunidad, cuando el novio de Alos se vende a la casta política hasta el punto de ser infiel en la lucha por la alcaldía, olvidando todos esos bellos propósitos que encandilaron a su novia cuando la conoció. En este mismo personaje la hipocresía es atroz cuando afirma lo brutal que es su novia por comer carne momentos después de haber matado é mismo con sus manos a un murciélago que se había colado en la casa.

Otro elemento conector es la presencia y la simbología de los pájaros. En Dispuesta, el pájaro se vuelve finalmente un trasunto fantástico. En La agencia inmobiliaria, el asedio de los cuervos se vuelve ominoso, como el final cargado de lágrimas del relatos. Los pájaros aparecen siempre como símbolos de los personajes, seres que soñaban con el cielo, pero que están limitados por el nuevo mapa urbano de la compleja vida en los albores del siglo XXI. Algunos despegan las alas y salen definitivamente del nido, otros se estrellan contra el cristal, pero son, en cualquier caso, conscientes de la necesidad de descender para alimentarse, de humillarse para seguir. De la vida perfecta no queda rastro.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

PD. Aprovecho para agradecer a Cities de Das Bücherregal el descubrimiento de esta obra. Podéis encontrar su reseña aquí



viernes, 4 de diciembre de 2020

El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde

 


Basil Hallward es un pintor que anda enamorado platónicamente de su modelo, un joven y frívolo aristócrata, llamado Dorian Gray. Para él pinta la que sería su obra maestra: un retrato que no solo refleja la imagen del apuesto hombre, sino también su alma. Mientras que los primeros capítulos son diálogos, muy bien llevados y plagados de una ironía mordaz y de un cinismo que pocas veces se habrán visto en la historia de la literatura, los siguientes se centran en la vida de Dorian y en sus aspiraciones. El señor Gray, que se lleva como regalo el cuadro para la galería personal de su salón,  exclama en cierto momento un deseo del que posteriormente se arrepentirá. Consciente de que es posiblemente el varón más bello de todo Londres, quiere que la juventud que le otorga su fisionomía inmaculada se mantenga durante toda su existencia sobre la Tierra. Lastimosamente, algún ser del averno debió oír semejante plegaria, pues Dorian Gray no envejecerá ni un ápice con el paso de los años. Lo hará ese retrato suyo que una vez pintó Basil Hallward.

Lord Henry, amigo de ambos, señala una cuestión ideológica del propio Wilde y que se mantiene en toda la novela: son los actos malévolos los que peores marcas dejan en la piel, pues el alma al sufrir castiga también al cuerpo. Evidentemente, esto en la vida real no tiene ningún sentido. Todos conocemos a personas poco agraciadas con un gran corazón y a personas verdaderamente infames con caras de ángeles. No obstante, sí que es cierto que el atractivo físico es una gran ventaja a la hora de relacionarnos con los demás. Una persona atractiva, aseada y bien vestida genera mucha más confianza. Y Dorian lo es, de ahí su peligrosidad. Debido a su tremenda belleza, nadie le reprocha su cinismo, ni los desastres que genera su carácter caprichoso. Vive en la mentira constante, pues oculta a todos su verdadero ser (mucho más cruel que lo que toda su fachada sugiere) para mantener una vida disoluta y dispendiosa.

Dorian es un símbolo de las clases altas, de su vida de etiqueta, donde solo importa el prestigio económico, cultural y social. Unas clases altas que no tienen por qué salir de su burbuja y que se entretienen con amoríos, fiestas lujosas, partidas de caza y libros en francés. Y lo peor es la superioridad moral con la que dirigen, con la que designan a los demás, con la que los miran como escoria. Este choque de clases, que tan poderosamente me ha llamado la atención, se refleja en el conflicto con los Vane. Dorian quiere ser un hombre culto porque es en las élites donde reside la cultura (la que le importa, claro) y asistir al teatro, además de un acto social, es un perfecto modo de adquirirla. Como entretenimiento elevado, Dorian asiste a varias funciones y parece que se enamora de una actriz, una tal Sybil Vane, que pertenece a un mundo completamente opuesto al de Dorian. Para Sybil, él es su príncipe azul, un hombre elegante que la sacará de la miseria en la que vive. Sin embargo, Dorian descubre que Sybil solo le ha llegado a interesar por determinadas actuaciones en concreto y cuando invita a sus amigos, Basil y Henry, para que la vean en escena, descubriendo la decepción de estos, se siente tremendamente humillado. Para él, la culpa es de Sybil, que ha pasado de ser una criatura celestial a convertirse en una mujer mediocre. Y así se lo hace saber en los camerinos, a pesar de que la muchacha se encontraba profundamente feliz de volver a verlo. Si había un compromiso, Dorian lo rompe categóricamente hasta el punto de que Sybil enloquece y, como en las tragedias románticas, acaba suicidándose. Esto no afectará a Dorian en lo más mínimo, pero conseguirá que el hermano de su examante, un joven y fornido grumete, jure buscarlo y perseguirlo hasta darle muerte.

Miento, no afecta a Dorian, pero sí a su alma, es decir, a su retrato. Y esto nos sumerge en una dimensión fantástica que no estaba sugerida en ningún momento previo de la obra. A partir de aquí, Dorian es consciente de su libertad para actuar impunemente mientras proteja el cuadro. Comienza una novela de decadencia, donde un hombre de las más altas esferas se sumerge en un mar de podredumbre hasta tocar fondo en la locura.

Por sus elementos y trama, suele introducirse esta novela dentro de la narrativa gótica. Los tramos finales sugieren una clara influencia de esta tradición tan vasta. No obstante, El retrato de Dorian Gray es fruto de su tiempo y de las inquietudes intelectuales y artísticas de Oscar Wilde. Por ello, veo mucho más correcto calificar esta novela de modernista y, ya dentro del Modernismo, de decadentista. Los puntos a favor de esta argumentación no son pocos: reflejo de la vida en las esferas altas de la sociedad, cierto gusto por el lujo que se materializa en largas descripciones (écfrasis) de objetos muy caros, reflexiones sobre "el arte por el arte", fascinación por lo francés, exaltación de lo efímero (la belleza, la juventud, etc.), el amor platónico y el erotismo, zozobra del protagonista por no pertenecer al mundo en el que está, búsqueda de los valores plásticos en las palabras (con muchos juegos de palabras, valga la redundancia, y una especial atención a los sonidos), lenguaje muy colorista, atracción por lo exótico, cosmopolitismo, etc.

Además de ser producto de su época, esta historia es una pieza muy personal de su autor, especialmente cuando se trata de su única novela. Wilde era un hombre que gustaba de la polémica. Abiertamente homosexual y que rendía culto al "arte por el arte", amparándose en todo lujo. El mundo en el que vive Dorian era también el suyo cuando escribió una novela como esta. Por ello, no hay muchos mejores escritores para expresar como él lo tremendamente hipócrita que son las élites y lo ilusorio que es el poder. Hijos de Wilde son el propio Dorian (una exageración de su yo de juventud), pero también Basil y Lord Henry representan etapas de su vida y cajones de su pensamiento. Basil es su yo enamorado, un homosexual escondido que está comenzando en el mundo del arte y quiere vivir ajeno a la mordacidad del mismo, un yo que vive pronto el desengaño y que es obligado a morir en aras del descreimiento y la conveniencia de los demás. Por su parte, Lord Henry es su yo crítico, su yo sarcástico y escéptico que muestra una visión clara del mundo, basada en la sinceridad y en la pura convicción de que el mundo es cruel y de que hay que saber disfrutar de los placeres y no hacer demasiadas preguntas.

El retrato de Dorian Gray es un clásico de la literatura occidental por la genialidad con la que está escrito y por su carácter representativo de todo un período, así como por el análisis social y artístico que propone. He disfrutado mucho con su lectura. Lo único que podría lamentar es no haberlo hecho antes.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.



martes, 1 de diciembre de 2020

Okulto, de Samir Karimo

 


Uno de mis placeres culpables es la narrativa vanguardista de Samir Karimo. Se trata de un autor portugués de origen indio que, debido a su formación como traductor, suele publicar su obra en castellano, pues encuentra un mayor público en nuestra lengua. Sus relatos suelen ser muy breves y en ellos predomina el horror y lo grotesco, con pinceladas muy bien llevadas de un humor que entronca con el Teatro del Absurdo y el dadaísmo. Su obra es leer en clave dadaísta, y en menor medida surrealista, la larga tradición gótica. Y esto da lugar a textos donde se desafía todo: el espacio-tiempo, la figura de los monstruos, el sentimiento mismo de pánico, la improvisación como herramienta creativa, la sexualidad, etc. Por desafiar, Karimo desafía incluso la misma sintaxis española. Crea palabras, con un especial sentido lírico, y personajes únicos para un universo también único, plagado de dimensiones, de líneas temporales, de entes bizarrísimos con comportamientos que no terminamos de entender, etc. Además, como los novísimos en España, hace un uso muy interesante de las referencias culturales, cimentando muchas veces sus textos sobre ellas y sobre las experiencias que estas les provocan. Es una literatura cercana al pulp por su carácter experimental, su aura de cine ochentero y su distancia deliberada con la narrativa de terror convencional.

Okulto es una muestra más de su prosa. En ella tenemos veinte relatos, más un extraño guion para un extraño cortometraje que jamás se rodaría y que, a mi juicio, es de lo mejorcito del volumen. Aunque la mayoría de estos textos ya aparecen en antologías, revistas digitales y libros de relatos posteriores, se puede decir que la lectura de Okulto es una experiencia interesante por la novedad que aporta a quienes no están familiarizados con el horror experimental y satisfactoria para los que disfrutamos con él. 

Otro texto muy destacable y que no he reseñado aquí es la colaboración con el español Teodomiro de Moraleda en Sangre más allá del matadero, otro autor muy anclado en el pulp. Juntos también tienen dos novelas experimentales totalmente disparatadas y escritas a ocho manos, con otros dos autores, tituladas Ouija infernal y Ouija infernal 2. Estas son de las mayores locuras que he leído en mi vida hasta el punto de que no sabría ni cómo clasificarlas, especialmente la primera. Eso sí, son unas risas aseguradas. Actualmente me encuentro leyendo Macabruo, una reciente novela publicada por Karimo, pero exclusivamente en portugués. En ella explora lo que ha venido a llamarse splatterpunk, una corriente de la narrativa gótica que en España ha sido trabajada por autores como Juan Díaz Olmedo, Lou Wild o José Ángel Conde, por citar solo a algunos de los autores que se han reseñado aquí, y que supone una transgresión del horror a través de la violencia explícita y la descripción de elementos de repulsión vinculables a lo monstruoso, utilizando estéticamente para ello los fluidos corporales.

Y eso sería todo por hoy. Lean mucho, coman con moderación y namasté.

PD. Ruego que me disculpen por la coincidencia del color de la portada y del fondo de esta esquina. Es una casualidad sin precedentes. He tratado de echar alguna foto, pero el resultado es todavía peor. Gracias por su comprensión, gente bella.



miércoles, 25 de noviembre de 2020

David Copperfield, de Charles Dickens

 


Antes de empezar la reseña, os anticipo que esta ha sido mi mejor lectura del año. Y, sin temor a equivocarme, una de las novelas mejor escritas que he leído en mi vida. No es para menos; de las muchas obras que escribió Charles Dickens, David Copperfield fue siempre su favorita. Como indica en el prólogo a esta maravillosa edición ilustrada de Alba, todo padre tiene, aunque no lo quiera, sus hijos predilectos. El de Dickens se apellidaba Copperfield.

Como su propio nombre indica, esta novela trata de un hombre llamado David Copperfield. Es la primera del autor narrada en primera persona desde el punto de vista del protagonista, un hombre de edad avanzada que trata de dar cuenta de todos los sucesos relevantes de su vida, empezando por su nacimiento. David es un chico que experimenta todo lo experimentable en la Inglaterra victoriana. Nace huérfano, como otros tantos personajes de Dickens, y debe sufrir desde pequeño el desprecio y el maltrato de su padrastro y la malvada hermana de este. Ante la rebeldía natural de un corazón que no acepta la injusticia y que ve mermado el cariñoso porte de su madre, los Murdstone, padrastro y tía postiza, acaban por encerrarlo en un internado con el fin de deshacerse de él. A partir de aquí, se sucederá una penuria tras otra, hasta que la intervención de una remota familiar cambie la suerte del muchacho. Con el rescate de Copperfield comienza una historia de vaivenes. En algunos puntos todo será grato para el protagonista y sus amigos más cercanos, mientras que en otros se las verá en más de un apuro, principalmente económico.

Mientras toda una trama de más de mil páginas se va desarrollando, Dickens nos dibuja escenarios de todo tipo y sitúa en ellos a toda clase de personajes, valiéndose siempre de su particular humor, que sigue muy vivo a pesar del paso de tantos años. Los personajes dickensianos de esta novela pueden dividirse en tres tipos: los que encarnan las buenas actitudes (justicia, lealtad, ternura, amor), los que encarnan las malas (avaricia, ambición de poder, lujuria, envidia) y los que transitan de las malas a las buenas. Podría considerarse un cuarto grupo, integrado únicamente por el joven Steerforth. Sin embargo, cabe mencionar que su naturaleza como posterior villano ya viene insinuada cuando David lo conoce en el internado. Y esto es a pesar de la gran amistad que en un primer momento les une, pues, aunque Steerforth será el protector del señorito David durante su primera etapa de aprendizaje, no tiene a mal ejercer el poder que posee para destituir a un noble profesor por pura diversión. También se podría valorar la introducción de la señorita Bentsey en este grupo, puesto que en el primer capítulo todo parece indicar que va a constituir un papel como villana principal en la obra al abandonar a su suerte a la viuda de su hermano y a su sobrino recién nacido, solo porque el bebé no es mujer. No obstante, no vuelve a aparecer hasta que, finalmente, un David ya en la pubertad acude a ella. En ese momento, Bentsey Trotwood será una aliada incondicional del protagonista, costeándole, incluso, una educación esmerada.

Dentro del primer grupo de personajes (los que siempre han sido "los buenos") está, cómo no, nuestro protagonista. La idea de un antihéroe en la narrativa de Dickens y en la narrativa en general de mediados del siglo XIX es todavía remota. Por ello, David Copperfield es un hombre que si presenta algún pecado a lo largo de las mil páginas de la obra es solamente su ingenuidad. De ella se aprovechan los extraños, pero también sus supuestos amigos, como es el caso de Steerforth, quien acaba por ponerle hasta el mote de Daisy, debido, precisamente a esta particularidad del personaje. Steerforth, no solo acabará por traicionar la confianza depositada por David en él, sino también la de los amigos del propio David, llevándole a una situación verdaderamente problemática. De la misma forma, David se ve envuelto en un sinfín de situaciones ante las que su cortesía y sus buenos modales les impiden escapar. Es humillado en varias ocasiones y tiene que soportar como maltratan a varios de sus amigos. La mesura de Copperfield, que explota en momentos muy puntuales, con unos diálogos de una maestría apabullante, va de la mano con una concepción muy sólida de la justicia, del honor y de la lealtad.

En David Copperfield, como en la vida misma, lo justo, lo legalmente justo y lo socialmente justo entran en conflicto. David representa un ideal de justicia pura, donde habla de la bondad que merecen los nobles de espíritu. Se opone, por contra, a lo socialmente justo, que es lo que impide su amor con Dora, echar a Murdstone de su casa natal y desbancar a Heep de su puesto jurídico. Y, cuando puede, con la ayuda de su fiel amigo Traddles, también se opone a lo legalmente justo, siempre que él entienda que atenta contra cualquiera de las otras dos justicia, la pura y la social.

Más allá de David, el grupo de los personajes "buenos" está integrado por los Pegotti y los Wickfield.

 Los primeros representan la bondad de las clases menos pudientes y, a mi juicio, son los que más chicha dan en toda la obra, además de ser los más memorables de la misma. Es una Pegotti, la pequeña y dulce Emily, el primer amor de David, siendo este un amor puro entre niños, un amor que no tiene conciencia del mismo y que se guarda como un feliz recuerdo dentro de una infancia totalmente dolorosa, quien arrastra buena parte de la narración.

Por otro lado, están los Wickfield, conformado por solo dos miembros: el señor Wickfield y su hija, huérfana de madre, la señorita Agnes. Se trata de una clase media acomodada que, a lo largo de la obra, irá yendo a menos paulatinamente, ante la locura del primero y el poder de un nuevo y peligroso socio: el despreciable Heep. Si Emily es el primer amor de Copperfield, Agnes es el segundo, en una relación más de amistad que de amor. Agnes se constituye como confidente de las penurias amorosas de un David adolescente y lo mira en el sueño de ser ella la deseada, mientras su amado la observa con los ojos del hermano que ninguno de los dos tiene.

A estos personajes tan anclados en lo que Dickens considera lo bueno, y que suele aceptarse éticamente como correcto, se oponen los antagonistas de David Copperfield, sujetos cargados de egoísmo. La avaricia, la envidia y el ansia de dejar en claro quien manda serán los motores que promuevan todo tipo de abusos por parte de estos personajes, trayendo la desdicha tanto a David como a sus amigos: los Peggotti y los Wickfield. Si bien en las primeras páginas, el antagonista central será el señor Murdstone, que, como ya he comentado, ejercerá mil y un maltratos sobre David y su madre, en las siguientes, la división de las tramas de la novela nos traerá otros dos villanos: el despreciable Heep y el traicionero Steerforth.

El primero es un hombre que pecará durante toda la obra de una falsa humildad con el objetivo de conseguir sus ambiciones. Dickens ya lo describe desde un primer momento como un joven de fisionomía raquítica y andares exagerados, con una particular tendencia a retorcerse en los momentos previos a una respuesta cargada de hipocresía. Aprovechando la locura del señor Wickfield, poco a poco se irá haciendo con el control tanto de la vida de este como de la de su hija Agnes. Todo lo que encierra a estos personajes constituirá una de las tramas centrales de la novela avanzadas las trescientas páginas.

Por su parte, ya he hablado lo suficiente de Steerforth y no deseo pecar de dar demasiada información. Sus acciones desencadenarán la que para mí es la trama de mayor interés de toda la obra y que servirá para el cambio vital del protagonista, al comprender que no puede fiarse de todo el mundo como venía haciendo hasta ese momento.

Entre los personajes que transitan de la maldad a la bondad está el señor Micawber. Se trata de un avaricioso por naturaleza y que gusta de vivir rodeado de todo tipo de lujos. Acostumbrado a endeudarse hasta el cuello y a huir de un sitio para otro, seguido de su fiel mujer (que no para de decir que no abandonaría a su marido por nada del mundo) y su inmensa prole, cambiándose innumerables veces de nombre y siendo detenido también en otras tantas ocasiones, será uno de los mejores recursos cómicos de toda la obra junto con el maravilloso señor Dick y su inacabable memorial.

A pesar de la escasa progresión de varios personajes (Heep y Murdstone son villanos desde que aparecen hasta su fin incierto), la novela se caracteriza por darles una profundidad total y una dignidad como pocas. El afán de realismo dickensiano da lugar a unos diálogos que son auténticas joyas de la literatura y que representan muy bien ese discurso inglés, donde predomina una cortesía que oculta multitud de intenciones. David Copperfield es una novela que se mueve en la tragicomedia, con momentos que llegan a entristecer profundamente al lector y le hacen preocuparse por el sino de los personajes, pero también con destellos de ironía y un tono jocoso que vuelve hilarante y alegre la acción en ciertos tramos. Estamos ante una novela realista, en el sentido decimonónico, en toda regla. Se trata de plasmar hasta el último detalle y eso hace que el autor inserte capítulos enteros dedicados a tramas de personajes secundarios o a experiencias del protagonista que poco o nada tienen que ver con la historia principal, pero que aportan por la naturalidad con la que están narrados a enriquecer un mundo basto, ayudando a que el lector disfrute de un inolvidable viaje a través de sus páginas.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Charles Dickens: Los papeles de Mudfog

Mis primeras impresiones de esta novela hasta el capítulo 14 aquí


viernes, 13 de noviembre de 2020

Historia de un idiota contada por él mismo, de Félix de Azúa

 


¿Qué es la felicidad? Esta es una pregunta compleja y de difícil respuesta porque cada quien puede definirla de manera diferente. Depende mucho de la circunstancia histórica, del contexto cultural, social y de la identidad que tengamos asumida nosotros mismos, así como de la forma en la que nos perciben las personas de nuestro entorno, las apreciemos o no. Es una gran pregunta que ha tratado de abordar las distintas corrientes filosóficas en multitud de ocasiones y que ha dado una exagerada cantidad de ensayos que especulan alrededor de ella, pero que también ha degenerado en pretenciosos libros de autoayuda, que, sin mala intención la mayoría, han resultado casi siempre una completa estafa. Y esto se debe a que la felicidad plena es difícil o cuasi imposible de lograr, pues el ser humano tras alcanzar un logro no suele conformarse. Necesita nuevas metas para crecer. Siempre hay metas máximas y sueños incapaces de alcanzar por resultar demasiado pretenciosos para nuestras aspiraciones. La felicidad no dura porque la vida tampoco lo hace. Todo tiene fecha de caducidad. Nuestro cuerpo cárnico la tiene. Nuestra juventud. Nuestra salud. Nuestra fortuna. Nuestros amores. Y también nuestra felicidad.

La felicidad suele estar ligada a múltiples aspectos que los seres humanos consideramos positivos. Aquí entra el criterio subjetivo. Y el mito de que se puede ser feliz con poco, siempre que no se pasen necesidades, no está tan lejos de la realidad. Se puede ser infeliz con mucho, si lo que lo que se posee se considera insuficiente. Por ello remarco la subjetividad de la pregunta. ¿Qué es ser feliz? Estoy seguro de que desde la ciencia se pueden dar algunas respuestas a raíz de distintas hormonas que segregan nuestras glándulas, pero no van por ahí las inquietudes del protagonista de esta novela: el idiota.

Historia de un idiota contada por él mismo no puede reflejar mejor en su título el contenido de sus páginas. El protagonista es un hombre que renuncia a vivir para investigar. Quiere asir científicamente desde todos los prismas del conocimiento al que puede llegar con sus limitaciones como mortal el contenido indescifrable y críptico de la felicidad. Prueba en la ciencia, pero entiende que la frialdad requiere de alma. Piensa en el cuerpo y en el deseo carnal, pero esto le lleva a una serie de problemas. Se refugia en la lectura del existencialista más citado del siglo XIX: Dostoievski. Y también fracasa. Pasa por jaranas, por juergas sin control y solo logra ser tachado por los demás, perder su empleo y no ser feliz ni un ápice. Lo intenta en el amor. Busca en la filosofía. Y finalmente en el arte. Y así pierde su vida lastimosamente. Se vuelve una mezcla entre héroe romántico y cínico positivista.

Sin embargo, no pierde su sentido del humor.  Su gracia. Esa que le da un toque especial a este libro y que no lo termina de volver tedioso. Porque, no voy a engañar a nadie, se trata de una novela breve, pero con un estilo excesivamente pedante, aún cuando este es empleado por Azúa para satirizar los círculos sociales y culturales más elevados, con sus jergas neologísticas y sus costumbres de elite castiza y, en ocasiones, demasiado rancia. Y este es un elemento que puede echar para atrás a los lectores. La evolución de la obra va de la pura comedia a la tragedia exagerada del Romanticismo. Los sucesos son escasos, pero hay mucha reflexión y algunas ideas que ni se me habían ocurrido jamás. Por poner un ejemplo, Azúa dedica una página a reflexionar sobre la estima del enemigo en la literatura occidental. Con enemigo se refiere a aquel personaje o institución que en una obra representa la ideología opuesta a la que defiende el autor de la misma. Pues no olvidemos que todas las obras están plagadas de ideología, sea cual sea. Los grandes escritores siempre se han mostrado respetuosos, aunque no comulgaran con los principios de sus oponentes, dándoles dignidad a sus antagonistas. Pues ideas así tenemos unas cuantas en la novela. Por ello, aunque tengo mis reticencias con ella, considero que su lectura ha sido de provecho.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.



viernes, 6 de noviembre de 2020

Joyland, de Stephen King

 


Devin Jones es un anciano que en plena era Google trata de recordar lo que supuso para él trabajar en un parque de atracciones bastante modesto de un pequeño pueblo de la costa de Carolina del Norte en el verano de 1973. Su paso por Joyland, el lugar de la alegría, representó una etapa de su vida que lo marcaría para siempre por sufrir un desengaño amoroso, salvar varias vidas y vivir una experiencia cercana a la muerte. Estamos, pues, ante una novela que mezcla con bastante soltura las tradiciones de la novela de aprendizaje y, como es frecuente en la narrativa de Stephen King, el terror sobrenatural y hasta el género policíaco, dando lugar a una obra que podría clasificarse como thriller sobrenatural. No voy a engañar a nadie si digo que el texto me ha entusiasmado especialmente por lo fácil que he logrado empatizar con el personaje central. El Devin Jones de Joyland es un joven inexperto, enamoradizo y con buenas intenciones, como todos lo hemos sido a su edad. Comete múltiples errores que derivan de la confianza que deposita en los demás y lo paga caro. Sin embargo, presenta valentía en los momentos en los que hay que tenerla y eso lo convierte en un héroe justo y humilde, por lo que tiene todas las papeletas para enganchar a un público juvenil. De otro como él podría echar pestes, decir que es hasta cierto punto plano, pero se aprecia una evolución en él a lo largo de la novela que tanto me ha hecho valorarlo positivamente. Devin Jones, apodado Jonesy por sus compañeros de trabajo, llega a Joyland como un niño y se marcha como un adulto. Vive la crudeza de la vida y aprende mil veces más con esta experiencia que con el semestre en la universidad que decide sacrificar. Y es que la universidad está bien, pero es la vida la que nos curte.

Por otro lado, está la ambientación de la obra, que considero un gran punto a favor de la misma. No recuerdo muchas novelas de este género que tengan por escenario parques de atracciones provincianos en una época tan llamativa como el comienzo de los setenta. Se sabe que existió un Joyland en el mundo real y que acabó cerrado, como sucede con el del libro, pero los motivos son completamente distintos, así como la situación geográfica y la disposición de las atracciones. Tampoco en el Joyland que fue real estuvo Howie, el perrito feliz, la mascota tenebrosa de la novela de King. Sin embargo, es más que probable que el archiconocido autor recogiera la fama del Joyland real y sus historias tétricas de parque abandonado y decidiera bautizar a su propio recinto con el mismo nombre. Aunque debo aclarar una cosa, quien busque terror en esta novela no lo va a encontrar en exceso. El Joyland de King tiene pasadizos siniestros, personajes con turbios pasados y hasta la historia de un fantasma atrapado en una casa embrujada, pero los momentos de escalofrío se pueden contar con los dedos de una mano y a medida que la trama avance lo terrorífico dará paso a lo misterioso y hasta lo policíaco. Y es que lo que subyace en el fondo de Joyland es muy propio de una novela negra clásica donde un grupo de investigadores, en este caso Devin y su amiga Erin, tratan de hallar a un asesino prófugo.

Todo ello es narrado con agilidad, pero también con momentos de ternura, erotismo, reflexión, comentarios literarios sobre la obra de Tolkien y mucha épica. Esto hace que las más de trescientas páginas que componen la novela se hagan muy amenas. No obstante, he de reconocer que no posee el mejor final del mundo y que la gran revelación del asesino, por muy bien construida que esté en su misterio, acaba siendo algo decepcionante, puesto que la variedad de opciones es, por otra parte, escasa. Sin embargo, me quedo con lo mejor. Con el esfuerzo titánico por mostrar el mundo interno de los parques de atracciones de la Costa Este de aquella época y su particular lenguaje, llamado el Habla en la novela, así como con el carismático personaje de Devin.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.



martes, 3 de noviembre de 2020

El festival de la matanza, de Lou W. Morrison

 


Hace unos meses reseñé aquí Jóvenes guerreros, del escritor español Lou Wild. Hoy vuelvo a la carga con su recientemente publicada colección de relatos de horror, titulada El festival de la matanza. Se trata de una pieza con dieciocho relatos muy breves donde se aprecia la diferencia profunda entre el terror y el horror. Algunos de los mismos podrían incluso considerarse de horror extremo o splatterpunk por su violencia gráfica y la descripción sin tapujos de evisceraciones y muertes sangrientas de todo tipo. 

Pero antes de hablar de los textos conviene hacer una distinción clara entre terror y horror. Ann Radcliffe distingue terror de horror, aunque admite que suelen ir de la mano. El terror se centra en la construcción de una atmósfera espeluznante, que advierte al lector o espectador de que puede esperarse lo peor. Se trata de los momentos de tensión previos a la aparición del monstruo, ya sea este humano (asesinos, violadores, psicópatas, etc.) o humanizado (vampiros, hombres lobo, zombis, etc.). Por su parte, el horror deviene del momento de pánico que genera el encuentro con el monstruo, independientemente de que se haya dedicado un gran espacio a la construcción de dicha atmósfera. Por ello, la autora inglesa determina que el horror es una sensación imperiosa que se sucede tanto en el susto como en la persecución y ejecución (cuando la hay) de los personajes. El horror suele ir de la mano con la repulsión, la cual se suele evitar en buena parte de las obras de este género por considerarse un salvoconducto fácil con una finalidad de escandalizar. Puesto que la atmósfera de El festival de la matanza es solo sugerida y se pasa de diálogos de lo más cotidiano a situaciones bizarras y escalofriantes, donde lo monstruoso se presenta desdibujado y acomete contra los protagonistas, podemos afirmar que estamos ante una obra netamente de horror. 

Cabe destacar, además, que la gracia de El festival de la matanza reside en la interconexión de los relatos. Estos se presentan bajo el mismo escenario: una casa deshabitada donde se está rodando una extraña película de serie B de horror erótico, donde hay vísceras por el piso y pechos femeninos a partes iguales. A medida que se van sucediendo los asesinatos en cada relato (durante las diez simbólicas jornadas del rodaje), el miedo va creciendo entre los que permanecen en la casa y que acabarán enloqueciendo tarde o temprano por el influjo de un poderoso ente sediento de sangre. No obstante, la autoridad de Joe, productor y director del filme, impedirá que se cancele el periodo de grabación y que todos permanezcan callados para disimular lo que verdaderamente ocurre dentro de la vieja mansión.

Los relatos están plagados de referencias a asesinos en serie reales o imaginarios y hay en ellos un uso estético de la antropofagia y del sexo lésbico, lo cual, por otra parte, es habitual en el autor si analizamos sus obras previas. También vuelve a aparecer el recurso musical del universo del rock and roll, como ocurría en Jóvenes guerreros. Sin embargo, aquí los temas son solo sugeridos y parte de la letra no es calcada en el relato, lo que considero un acierto, puesto que podía llegar a hartar y detener el ritmo. Y con esto llego al tema del ritmo mismo. El festival de la matanza es una obra rápida de leer, por su acción ágil y trepidante. Sus historias son las pequeñas dosis del horror que los entusiastas del género necesitamos.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Lou Wild en esta esquina: Jóvenes guerreros


viernes, 30 de octubre de 2020

Código binario, de Fernando Codina

 


Luis Rodríguez Márquez, ese es el nombre del último hombre vivo sobre la Tierra. O, al menos, que él sepa. Una serie de sucesos han arrasado con toda la vida sobre el planeta desde el año 2034. La Tierra, hasta ese momento reivindicaba su existencia, era un 1 en una cadena de códigos binarios. Un 1 frente a los otros ceros del sistema solar, frente a los otros tantísimos ceros del universo, que negaban la vida sobre su superficie y bajo esta. Hasta que un día todo cambia. Las distintas especies de animales comienzan a extinguirse. Primero es el plancton y a raíz de él, los peces más pequeños y los grandes cetáceos. Las bestias marinas comienzan a atacar a los bañistas de las playas de medio mundo como si de una secuela de Tiburón se tratase. Lo que sigue es verdaderamente aterrador. Ante la prohibición del baño, los peces comienzan a devorarse los unos a los otros hasta consumirse. Tras ellos, vienen las aves piscívoras. Muchas gaviotas enloquecen. Pasamos de Tiburón a Los pájaros de Hitchcock. Y una extinción llevará a la otra, salvo cuando los animales optan directamente por morir, por dejar de existir, por convertirse en un cero. Todos, además, de golpe y porrazo. La vida cambia, el mundo es distinto sin perros, sin cerdos, sin gatos, sin palomas. Es un mundo vegano, pero estable. No obstante, con la voluntad de la Tierra va todo lo que en esta habita y con ello quiero decir también la humanidad.

Estamos ante una novela de ciencia ficción apocalíptica que tiene lo mejor de las películas de catástrofes, con todo ese aroma a desesperación y situaciones límite, donde la muerte está siempre presente. No hay una explicación razonada para este latido final de la Tierra, pero no es necesaria. Su ausencia aporta mucho más que su aparición y esto lo sabe Codina. Aporta miedo, pánico e incomprensión. Además, es imposible que el narrador tenga los datos necesarios para desentrañar el porqué del apocalipsis. Solo es un periodista que vivía tranquilamente con su familia en un kibutz en Azuaga (un pueblito de Badajoz, España) cuando atisba que el mundo está cambiando y sospecha que las grandes ciudades ya no son seguras. Lo interesante de la historia es la visión de la hecatombe desde un doble prisma, pues mientras que Luis narra cómo vivió él y su familia los cambios en Azuaga, aprovecha también para relatar la experiencia de su amigo Gerardo, quien con su mujer y sus dos hijas, se vio obligado a escapar de una caótica Madrid, controlada por terroristas de extrema derecha.

Pero Luis alberga una esperanza, que es la de toda la humanidad y esa es el regreso de los hijos de las estrellas, de aquellos seres humanos que fueron enviados a Marte unos años antes. Luis espera que la Tierra pueda ser repoblada y que no permanezca como un planeta muerto. Y para ellos, para los marcianos, escribe, detallando minuciosamente cada suceso y explicando ciertas referencias a la cultura pop para que los viajeros del futuro puedan comprender mejor la riqueza cultural que se ha perdido. Para ellos adjunta tanto deuvedés de películas y series estadounidenses y españolas, como libros y revistas de diversa índole. Quiere que el legado humano, a pesar de la negligencia de otros, no se pierda y esto lo convierte en un héroe. Y es en esa heroicidad donde encuentra un motivo para vivir tras la muerte de todos sus seres queridos. Luis es el historiador, el cronista de una guerra contra la naturaleza y contra el propio ser humano, que trata de describir con toda la imparcialidad posible sucesos realmente espeluznantes y que llora y sufre, pero que es ante todo consciente de su misión, la cual parte de un misterioso sueño que considera premonitorio.

En Código binario, Codina retoma elementos que tanto caracterizan sus relatos de ciencia ficción de Hijos de la oscuridad, como lo son ese énfasis en que el apocalipsis puede llegar en cualquier momento y que su progresión puede responder a modelos inexplicables. Mi relato favorito de Hijos de la oscuridad y que tiene mucho que ver con Código binario es "Documentos para la memoria de la especie", posiblemente el texto más original de todos los que aparecen en el libro de relatos. En él, cada mes, en un día concreto, todas las personas de cierta edad empiezan a morir inexplicablemente empezando por los nonatos. De esta forma, la humanidad va llegando a su fin poco a poco, envejeciéndose la población, por un motivo imposible de deducir y con una esperanza que se presenta en las últimas páginas del relato. Al igual que en Código binario están presentes en la mente de Luis los marcianos, en "Documentos para la memoria de la especie" aparecen personas jóvenes mucho tiempo después de haber superado el día señalado para su muerte. Los últimos supervivientes logran crear bebés in vitro y depositan en ellos la responsabilidad de reconstruir el mundo, con la ayuda, eso sí, de androides programados para la crianza. Por ello, aunque Código binario  es una obra muy diferente tanto en concepto como en ejecución, se puede trazar una evolución de las premisas de Codina de un texto a otro. También nos sirve para valorar la evolución del estilo del autor. En cualquier caso, tanto Hijos de la oscuridad como Código binario son dos obras narrativas muy interesantes y que despliegan una excelente combinación de horror y ciencia ficción.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Fernando Codina en esta esquina: Hijos de la oscuridad,

PD. Por si alguien no lo ha visto, dejo también la entrevista que tuve la oportunidad de hacerle al autor a propósito de esta novela.


martes, 27 de octubre de 2020

Entrevista a Fernando Codina, autor de "Código binario"





Ya casi concluyendo el mes de la ciencia ficción, me complace enormemente tener como invitado al español Fernando Codina Rodríguez. Fernando es escritor de narrativa de terror, horror y ciencia ficción (e incluso tiene una novela romántica). Periodista de formación, también ha destacado escribiendo poesía. Entre su obra narrativa cabe destacar dos libros de relatos breves de terror y horror titulados Te veo: y otras miradas sin vida (Wave Books) y Entre mis tinieblas (Editorial Maluma), así como el libro de relatos largos Hijos de la oscuridad (Célebre editorial), que ya fue reseñado en esta esquina. También ha participado en numerosas antologías como Tras el umbral (Palabras de Agua), Gritos sucios: una antología splatterpunk (Ediciones Vernacci) y Proyecto Shelley (Editorial Círculo Rojo), con un relato sobre el aislamiento y la soledad. Pero, lo que hoy nos interesa es debatir sobre su novela más reciente, una pieza de ciencia ficción apocalíptica que lleva por título Código binario.

LUCAS DESPADAS: En primer lugar, Fernando, quería darte la enhorabuena por una novela tan lograda como Código binario. Aunque toca temas que son muy actuales, soy consciente de que llevabas años trabajando en esta obra, así que me alegra que haya salido a la luz. Por eso, quería preguntarte cómo había sido el proyecto de revisión de la obra, qué tipo de detalles has descartado y cuáles han sido los añadidos de última hora.

FERNANDO CODINA: Código binario es una historia bastante peculiar, al menos por su forma y tiempo de ser escrita. La idea inicial la tuve en el año 2010, pero me quedé atascado al tratar de redactarla del tirón primero, y por capítulos sueltos más tarde. No terminaba de convencerme ni el personaje protagonista, ni la manera de imbricar todas las demás historias, así que me resigné a dejarla en el cajón de novelas pendientes. Pero hace un par de años, retomé el proyecto con ganas mientras estaba cursando un Máster en técnicas de novela, con la Escuela de Escritores: se convirtió en mi proyecto final. Es cierto que podría haberla alargado incluso un centenar de páginas, dando más detalles por ejemplo sobre algunos aspectos secundarios, como el propio Karnifex, o centrar la historia en Madrid en vez de ser un foco compartido. Quizás más adelante, si se realizase una segunda edición… Pero de momento estoy feliz con el resultado.

LUCAS DESPADAS: Código binario lleva el subtítulo de Memorias de un hijo de la luz. Un lector que se dejase guiar por el título podría esperar una obra de ciencia ficción totalmente distinta. Tanto la alusión al lenguaje informático como a la luz pueden invitar al lector a pensar en una novela de androides o de viajes estelares. Sin embargo, la novela en el fondo es muy humana y, a pesar de que se habla de que parte de la humanidad reside en el planeta rojo, los marcianos no son el foco de la misma. El centro de toda la acción se desarrolla en una imagen de España de dentro de unos 17 años. El título queda justificado en los primeros compases de la obra, así como el subtítulo en los momentos finales de la misma. No obstante, me gustaría preguntarte por la elección de una metáfora tan llamativa como la del código binario para explicar la relación que existe entre lo que quiere vivir y lo que no.

FERNANDO CODINA: En el fondo, estamos muriendo continuamente, al menos a nivel celular. Por lo que la muerte y la vida no nos son extrañas, en todo caso el momento. Pero es una elección inconsciente, una obra de la naturaleza. Y la base de la novela es plantearse: ¿y si todos los organismos vivos, empezando por los más pequeños, optasen por morirse a la vez? ¿Hasta qué punto cambiaría nuestro mundo? Porque, como dicen en El Rey León, todos formamos parte del ciclo de la vida, y por lo tanto, de la muerte. Y son las Memorias de un hijo de la Luz, porque en el momento de detenerse la rotación de la Tierra (vale, sé que es imposible que suceda de esa manera, con tal brusquedad… pero esto no es ciencia), España se queda fijada en una luz perpetua al ser de día… También me apetecía mucho ubicar la acción en dos lugares muy distintos, la ciudad de Madrid (aunque se hace referencia a otras localidades españolas), y un pequeño pueblo de Extremadura, a través de dos protagonistas: Gerardo Golden García, en la capital; y Luis Rodríguez Márquez, en Azuaga.

LUCAS DESPADAS: En Código binario el lector asistirá al fin del mundo relatado por el último hombre en pie, en un relato que recuerda remotamente a Soy leyenda. La extinción de una especie dará lugar al fin de otras tantas. De esta forma, todos los seres vivos trataran de sobrevivir, aunque están abocados a su fin. El protagonista, autodenominado hijo de la luz, dosificará cada acontecimiento en distintos capítulos. De esta forma, el lector puede comprobar cómo el fin del mundo llega paso a paso y cómo esto lleva a una oleada de indignación y a sublevaciones en contra de los gobiernos. Frente a esto, sobreviven los que llevan un estilo de vida ajeno a lo habitual y con respeto por la naturaleza. ¿Código binario es una advertencia de que el estilo de vida que llevamos en las grandes ciudades es insostenible, así como una reivindicación de la vida rural?

FERNANDO CODINA: Aunque soy un urbanita, desde pequeño me ha atraído el tipo de vida rural, el de los pequeños y medianos pueblos. Primero por casualidad, gracias a un campamento de primavera en el pueblo cántabro de Bárcena Mayor, donde descubrí tantas cosas importantes para un chaval de trece años. Y mucho más tarde, cuando empecé a pasar las vacaciones y muchos días libres en el pueblo de Azuaga, una hermosa población extremeña. Era el ritmo de vida lo que me enamoraba de esta localidad: me acostumbré a sus tradiciones, sus gentes, y sobre todo a su arquitectura (es un bellísimo pueblo blanco). Si en algún momento decido desaparecer del mapa, tendrán que buscarme en un pueblo, a ser posible pequeño, en medio del secarral, o al borde del mar… Creo que la vida en los pueblos es diferente, más sana, y más satisfactoria. Ahora mismo tengo que conformarme con pequeñas escapadas al pueblo de mi cuñado…

LUCAS DESPADAS: Al mismo tiempo que prolifera la extinción de las especies, comienza el auge de movimientos de extrema derecha en todos los países europeos. En la España de 2034 de Código binario surge el polémico personaje de Karnifex. De naturaleza atrayente y carismática, pasa de ser un ídolo de masas por sus canciones antisistema a convertirse en el líder de un ejército de caníbales. ¿Cómo ha sido la construcción de este personaje? ¿Planeas en algún futuro relato narrar su final?

FERNANDO CODINA: El auge del fascismo, y de sus productos residuales, siempre me ha preocupado; sobre todo porque con el paso del tiempo se ha convertido en una triste realidad. Basta con leer un poco sobre la situación europea para darse cuenta de que están resurgiendo desde las cloacas de la historia distintos movimientos de este tipo. En España tenemos a Vox, pero les falta mucho para alcanzar los niveles de perfección y de adoctrinamiento del partido nazi en los años treinta y cuarenta del siglo pasado (afortunadamente), y tampoco tienen un líder carismático. Pero ya han conseguido algo que parecía imposible: obtener una amplia representación en el Congreso y el Senado. En cuanto a Karnifex, podría haber dado más datos sobre el personaje, pero me gusta que sea poco más que una sombra. Y su final, suponemos que se ha producido como el de toda la humanidad. Aunque uno de mis lectores cero ha sugerido la posibilidad de un primer y último enfrentamiento con el narrador… Quizás en la segunda edición, si se llega a producir…

LUCAS DESPADAS: Al igual que varios de tus relatos de ciencia ficción de Hijos de la oscuridad, cuando parece que toda esperanza está perdida, siempre te decides a darle una mínima oportunidad a la humanidad. Durante los sucesos de la Tierra en Código binario, los humanos de Marte permanecen totalmente ajenos y es en ellos donde está la posibilidad de repoblar en planeta azul. Para ellos, el protagonista cuenta su historia y quiere dejar constancia de lo que pasó, así como de la memoria de sus amigos fallecidos. Y no dudo que el protagonista necesita y se merece esa esperanza, ¿pero consideras que la humanidad también la necesita y la merece?

FERNANDO CODINA: ¿Y si en el fondo, el sueño profético no es más que eso, un simple sueño? ¿Una manera de que el protagonista mantenga la cordura, la ilusión? Pero al mismo tiempo, me apetecía darle alguna esperanza al ser humano: una raza capaz de construir Notre Dame y el Taj Majal; de pintar El nacimiento de Venus de Boticelli o la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci; de esculpir el David de Miguel Ángel o el Pensador de Rodin; de escribir Las mil y una noches o La Divina Comedia… en el fondo, se merecía un poquito de esperanza, algo de ilusión, aunque sea en el último momento. Si el hombre como colectivo puede ser destructor, es posible hallar individuos realmente excepcionales.

LUCAS DESPADAS: Por último, me gustaría preguntarte por otras obras de ciencia ficción que estés planeado en un futuro, así como alguna que yo haya podido obviar.

FERNANDO CODINAEn la actualidad, estoy dándole vueltas a un relato largo que presenté para una antología, porque tengo la impresión de que puede servir para otras cosas, crecer y convertirse incluso en una novela. Solo es cuestión de vencer el miedo a la página en blanco, y a la misma pereza. Pero la historia vale la pena, y el enfoque me parece interesante. No deja de ser curioso que ahora abandone el territorio conocido de los relatos de terror, y que me lance a escribir ciencia ficción, cuando es un género del que apenas leo nada (lo último fue El mago de Terramar, de Ursula K. Le Guin), pero es cierto que soy devorador compulsivo de películas de catástrofes, y tampoco le hago ascos a una cinta de ciencia ficción…

LUCAS DESPADAS: Y eso es todo. Muchísimas gracias por aceptar esta entrevista, Fernando. Es un placer tenerte en esta esquina. Desde aquí esperaré tus futuras obras. Recordad que Código binario lo podéis adquirir en físico o en digital en la página de Bohodón Ediciones en el siguiente enlace: https://www.bohodon.es/libro/1243/codigo-binario.html

El viernes 30 tendrán reseña con mi análisis de la obra.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.


viernes, 23 de octubre de 2020

Hela, de José Ángel Conde

 


El martes pasado entrevistábamos a José Ángel Conde, autor de Hela, por lo que hoy toca la reseña de esta extensa, pero apasionante, novela. Estamos ante una obra de carácter híbrido donde la ciencia ficción (núcleo central de la obra) se entreteje con el horror y la fantasía, y donde hay un espacio de vital importancia para la mitología nórdica. Nuestro protagonista es Köil, un camarógrafo islandés que se encuentra perdido en la vida y que consigue un empleo en la industria porno de Finlandia.

Su contexto es complicado y merece especial atención. En un futuro no muy lejano los países ricos del norte de Europa se han desvinculado de la Unión Europea y han fundado la Unión Nórdica, una suerte de macronación donde predominan los valores escandinavos más conservadores, entre ellos un profundo racismo. El mensaje desde el Gobierno es claro, temed a quienes tienen el pelo o la piel de color oscuro. Temedlos y odiadlos. Los cuerpos de policía os protegerán. A partir de aquí se genera una sociedad donde los oprimidos se enfrentan a los opresores, surgiendo protestas en Laponia, que confluyen en una revuelta armada. Ante todo esto, el escandinavo medio permanece ajeno, hipnotizado por las ofertas de Nokia e Ikea. El mundo de Köil es gris. El amor se ha perdido. Y en sustitución al vacío que ha dejado queda el sexo de pago y las compras. La mayor parte de los ciudadanos consumen antidepresivos diariamente para poder paliar la alta tasa de suicidios.  Afuera de sus diminutas viviendas está la nevada que se prolonga por medio año. Esta tormenta gélida y sucia es el reflejo de sus corazones, de la vileza de destruir el ecosistema para atrincherarse en un mundo de pantallas.

En este sentido, Köil es un romántico al borde de un fin autoimpuesto. Lo que no sabe es que su existencia será de vital importancia para los rebeldes, que encontrarán en él a un guía. Estos rebeldes son perseguidos por el gobierno de extrema derecha de la Unión, que aspira a crear una raza pura, siguiendo los sueños de los ideólogos nazis del siglo pasado. Una de ellos es Leylah, una joven morena de la que se enamorará Köil y que tiene un pasado bastante oscuro del que huye manteniendo relaciones con diferentes hombres, siendo humillada y golpeada por ellos. ¿O decide elegir esta senda por otros motivos?

Hasta aquí tenemos una trama de ciencia ficción con un factor interesante de novela erótica y romántica. Hay partes de la obra que se dedican a describir con minuciosidad encuentros sexuales de diversa índole. Pero hay en ella mucho más. Nada más empezar la obra, se nos describe al lector una escena de puro horror extremo, donde una mujer es penetrada hasta explotar internamente, convirtiéndose en un abanico de vísceras y sangre. Esta escena tan gráfica, como el propio José Ángel Conde nos comentaba en su entrevista, va de la mano con la estética ochentera de la Nueva Carne. Sobre esta muerte surge una investigación que lleva al propio Köil y que le da a Hela algunos elementos propios de la novela negra, donde José Ángel Conde recoge la inspiración de los clásicos del cine noir de mediados del siglo pasado, así como de algunos novelistas reconocidos como Raymond Chandler o James M. Cain. Pero las influencias que convergen en Hela no acaban aquí. Hay una gran influencia del existencialismo y una crítica voraz a la naturaleza humana que recuerda a las novelas de Michel Houellebecq y a filósofos de la talla de Nietzsche. De hecho, la mala interpretación de Nietzsche por varios personajes de la obra es criticada en la misma, a pesar de no tocar el tema expresamente. Se respira pesimismo en los acontecimientos y reflexiones de la vida de Köil y su mundo, pero también una necesidad de cambio. Y, finalmente, está la innegable fuerza de la mitología vikinga. Cada personaje representa un rol propio de los héroes y heroínas de dicha mitología, al tiempo que se da una serie de factores que anticipan el Ragnarok y el regreso a la Tierra de los viejos dioses en una batalla frontal. Con la inclusión de la mitología se va produciendo una deriva hacia el género fantástico más tradicional y en cuya plenitud, sin olvidar el resto de elementos, concluye la obra. Además, la inclusión de la mitología permite a José Ángel Conde reflexionar sobre el concepto de Historia entendido como ciclo que se repite. El propio autor aclaraba en la entrevista que más que un círculo que se completa, la Historia debe ser vista como una espiral. Se repiten intenciones, ideas, deseos y aspiraciones, pero los contextos son distintos. No nos bañamos dos veces en las mismas aguas, por mucho que el río se parezca. La idea de espiral incluso cobra vida en la obra cuando Köil y varios personajes aliados son tragados por un Maelstrom.

Y frente a todo esto se construye una distopía, donde la falsa felicidad de unos se convierte en la caída en desgracia de otros y donde la tecnología, lejos de arreglar la vida de las personas, la dificulta por su mala praxis. Los personajes andan en un laberinto, como bien refleja el pequeño cuento insertado en la obra sobre una familia que se ve atrapada en el Ikea y que acaba desatando el estrés del padre, que se ceba a golpes con sus hijas. La novela misma es un laberinto. Un cúmulo de entresijos donde aparecen incluso viajes astrales a través de las drogas que consumen los protagonistas. Esto lleva a grandes digresiones que tienen por objetivo conducir al lector hasta el final de la novela. Como pega, debo añadir que puede que estas sean demasiado extensas y continuadas, especialmente cuando uno llega a la mitad de la trama, porque detienen la acción, en algunos casos durante más de treinta y cuarenta páginas. Por lo que no, no estamos ante una novela ágil o fácil. No obstante, a costa de sacrificar parte del ritmo narrativo, Conde logra una pieza compleja, personal, con mucho que aportar y que se explica por sí misma.

Debido a la naturaleza de Hela, no puedo evitar compararla con otra de las lecturas del año: La mitad de un monstruo de Alberto Ávila Salazar. Ambas son novelas mixtas que recurren a los mismos géneros y cuyo valor principal es escapar de los moldes que encorsetan a la mayor parte de la narrativa. De la misma forma, son obras donde los elementos, por extraños que parezcan en su mezcla, se combinan a la perfección. Sin embargo, están destinadas a mentes abiertas. Por lo que no, Hela no es una novela para todo el mundo. No aspira a serlo. Es un trabajo personal que aglutina todo el bagaje del autor y que está cargado de las preocupaciones filosóficas de Conde en el momento en el que lo escribió. No obstante, es muy recomendable para todos aquellos lectores que busquen una experiencia nueva y que crean que desafiar los académicos moldes de los géneros literarios debe ser una prioridad para el escritor.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Les dejo aquí la entrevista.