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viernes, 14 de agosto de 2020

Los superjuguetes duran todo el verano y otras historias del futuro, de Brian W. Aldiss




Los superjuguetes duran todo el verano y otras historias del futuro es una recopilación de relatos del escritor inglés de ciencia ficción Brian W. Aldiss de finales de los noventa e inicios de los dos mil, a excepción del relato que da título al volumen y que sirve como reclamo de ventas, el cual data de 1969. El cuentario incluye, además, un prólogo donde se habla de la importancia de Los superjuguetes duran todo el verano y de los años de trabajo sin frutos en los que el propio Aldiss colaboró con el famosísimo Stanley Kubrick con el fin de adaptar el texto al guión de una película que no llegaría a dirigir. Una vez muere Kubrick, el cual había echado a Aldiss del guión porque este se negaba a usar elementos de otros textos, particularmente de Pinocho, los derechos del relato pasan a formar parte de Steven Spielberg, con quien el autor parece congeniar mejor. Dos relatos que continúan la historia del protagonista (Los superjuguetes cuando llega el invierno y Los superjuguetes en otras estaciones) después y la ayuda de Ian Watson lograron finalmente completar el tan ansiado guión del filme que se acabó llamando Inteligencia Artificial (2001). Aldiss quería aprovechar este éxito, por lo que editó un volumen con relatos escritos en una fecha reciente al estreno, relatos que, si bien no tienen esas imágenes poderosas que hace que el lector luego los recuerde con vehemencia, tratan de temas de actualidad y viene a advertirnos sobre los peligros del progreso humano y de la necesidad de erradicar ciertos comportamientos para poder mantener un equilibrio con el cosmos. Algunos de estos temas se adelantan mucho a su época y, aunque el enfoque peca de no ser el más indicado, llaman la atención, pues están en el día a día de las sociedad modernas. Hablo de la ecología, el veganismo, el tema racial, la manipulación de los medios, lo mórbido de la prensa rosa, la superpoblación, la hipersexualización, las personas transgénero, etc. 

Pero, sin duda, el plato fuerte de este cuentario se halla en sus tres primeros relatos, los cuales, como ya he comentado arriba, forman un tríptico que nos conduce a las reflexiones del pequeño David: un niño incapaz de satisfacer a su madre. Esto se debe a un motivo, que quienes hayan visto la película conocerán, pero que me niego a señalarlo aquí porque creo que puede arruinar la experiencia lectora. De hecho, mi recomendación para leer este cuentario es que pasen directamente a estos tres primeros textos y que ya luego se lean el prólogo, pues en lo personal siento que me desbarató el factor sorpresa, tan necesario en una historia de estas características. David es un niño que vive junto a su madre adoptiva y su padre, fabricante de robots, en una casa imaginaria, donde se puede mantener una estación del año eternamente. Su mejor amigo es un oso de peluche robótico y parlante, al que llama Teddy. Es cierto que no es el nombre más original para un oso de peluche, pero el texto data de 1969, por lo que entiendo que no sería tan cliché.

Nada más empezar la obra vemos comportamientos extraños entre los personajes. David es un chico sin amigos y que huye de su madre, la cual lo quiere, pero, al mismo tiempo, lo ve como un monstruo porque sabe que no es de su sangre. David tiene una pregunta constante al ver a tantos androides en su vida, ¿él es real? ¿Es innegable que siente y padece, pero es así porque lo han programado para ello? Y lo más importante de todo, ¿su madre lo quiere?

Este cuentario me fue recomendado por Cities de Das Bücherregal, el cual tiene una reseña donde habla con mucho entusiasmo de por qué esta es una de sus obras favoritas del autor. En su reseña también destaca que otros blogueros no coinciden con él y señalan que salvo el tríptico de David, el resto de relatos deja mucho que desear. Yo en lo personal creo que tienen buena intención y algunos, incluso, muy buena ejecución, pero también hay textos que bajan mucho el nivel. El de las arpías que se congelan porque el mundo llega a una era glacial y deciden hacer una orgía con los hombres no me ha podido dar más igual, por poner un ejemplo. Sin embargo, el tríptico que forman Tres tipos de soledad y los relatos III, La antigua mitología Hasta convertirse en mariposa, solo por mencionar varios de mis favoritos, son realmente buenos y merece la pena leerlos. La conclusión es que, si bien esperaba más, estoy satisfecho con la lectura y volveré a Aldiss pronto.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Brian W. Aldiss en esta esquina: Los oscuros años luz,


domingo, 24 de mayo de 2020

Marionetas de sangre, de Juan Díaz Olmedo




Zombi fue una de mis lecturas favoritas del año pasado, que me abrió las puertas a la narrativa de horror extremo. Impulsado por el buen gusto que me dejó en la boca aquella obra y con la esperanza de volver a releerla y traérosla a la esquina pronto, hoy reseño la ópera prima de su autor: la irreverente Marionetas de sangre. Al igual que Zombi esta novela corta toma como protagonista a enfermos terminales que rompen los cánones de lo políticamente correcto y buscan disfrutar de la vida el tiempo que les quedan. La obra parte de la premisa del siguente diálogo: 

"—Todo el universo se puede entender como el conflicto entre dos fuerzas —me dice—. Una de ellas es el Orden. Es todo aquello que podemos medir, predecir, acotar. Es aquello que sigue leyes. Es las leyes en sí, las normas. Todo lo ordenado, lo que sigue una estructura más o menos compleja que podemos estudiar o comprender. ¿Lo coges?

 —Creo que sí —le digo.

 —Y también está el Caos. Es todo lo que no es Orden. Es aquello que no sigue ninguna norma, aquello que no podemos explicar. Es lo desordenado, lo que no sigue un patrón. En nuestras almas, el Orden sería el sentido común y los instintos naturales.

 —¿Y el Caos? —le pregunto— ¿Qué sería?

—Nuestros sentimientos más puros, nuestros impulsos —dice Lili, sintiendo cada palabra como si surgiera del corazón—. Es el arte, es la locura. Es vivir al día. Es el azar.

—¿Por qué llevas su símbolo? —le digo, aunque intuyo la respuesta.

—Verás, es una teoría personal un poco rara, pero es mía y la sigo.

—Cuéntame, por favor —le pido, fascinada.

—El Caos nos ha hecho ser lo que somos —me dice ella lentamente. Ha reflexionado sobre cada una de sus palabras cientos de veces antes. Quizá las haya escrito en algún lugar—. El azar es principalmente lo que nos ha hecho enfermar. El Caos controla la evolución de nuestras enfermedades. En todo Caos hay un poco de Orden, por eso esta estrella es simétrica. Pero es principalmente el Caos lo que fluye por nuestras venas, lo que nos está matando.

—¿Y cómo puedes rendirle culto entonces? —le pregunto, desconcertada.

—Porque nuestra única salida es abrazar el Caos. Siguiendo nuestros impulsos, viviendo al día. Atreviéndonos a hacer cosas que los que temen morir no se atreven a hacer. Dime, ¿qué ganas negando el hecho de que vas a morir?


Acompañaremos a dos protagonistas, Gogan y Lili, en un descenso a los círculos más extraños y oscuros de la sociedad. La primera es una escritora lesbiana de narrativa erótica que sufre de un tumor cerebral incurable y que descubre a su compañera los secretos de su homosexualidad, mientras que la segunda es una aprendiz de hechicera que cree tener una solución más allá de la medicina que podría salvar a su amiga. Gracias a los conocimientos de Lili, Gogan y un par de personajes más, que detestan las reuniones de enfermos terminales con las que arranca la novela y que recuerdan mucho a El club de la lucha de Chuck Palahniuk, deciden hacer un pacto de sangre y se convierten en una suerte de comuna vampírica. Con la premisa de no matar, los personajes se introducen en círculos de BDSM donde hay fetichistas de la sangre. Un mundillo que gira en torno a un turbio local de la ciudad conocido como el Deméter. Allí conocen a jóvenes dispuestos a ofrecerle su sangre. Entre ellos hay un pequeño grupo que dirige una tienda de piercings y ropa gótica que los invitarán a su casa con resultados quizás fatales.

Marionetas de sangre es una obra absorbente que en lo personal me ha recordado mucho a la narrativa de Chuck Palahniuk, aunque sin ese ritmo acelerado y casi lisérgico del estadounidense. Se nos ofrece una historia calmada con golpes bruscos e imágenes fuertes, pero donde resulta sencillo empatizar  con los personajes. Hay pinceladas de varios géneros. Todo goza de un cierto erotismo representado en numerosas orgías donde los fluidos habituales se mezclan con la sangre, siguiendo al pie de la letra esa idea primigenia de la salpicadura del splatterpunk. Por otro lado, hay una influencia importante del terror gótico, que se indica en todo lo relativo a la historia que Lili narra sobre el personaje de Karla y su violín. Esta historia en lo personal me recordó mucho a Violín de Anne Rice. Y al igual que en Zombi, la brujería y los rituales sobrenaturales ocupan un lugar importante en la trama, pero se destacan como un mundo plagado de mentiras que juegan con las ilusas mentes de los más desesperados. Sin embargo, eso no quiere decir que no se utilicen recursos propios del género. Lili se presenta como una joven aprendiz de bruja que convence a los demás a través de diversas drogas de mantener un pacto de sangre que les garantizará la vida eterna a un coste quizás demasiado alto. En definitiva, una obra más que interesante y entretenida. Me absorbió de principio a fin y me maravilló con su final. Por lo tanto, y aunque no es para todos los públicos, la recomiendo.

Y eso es todo por hoy. Lean mucho, coman con moderación y namasté. 

Reseñas de otras obras de Juan Díaz Olmedo en esta esquina: Ghoul


viernes, 12 de abril de 2019

La ciudad feliz, de Elvira Navarro



"La ciudad feliz" es una novela. Una novela con la que Elvira Navarro ganó el Premio Jaén de Novela en 2009. Bueno, no soy del todo honesto. La verdad es que "La ciudad feliz" NO es una novela o, a mí por lo menos, me parecería poco sólido llamar a "La ciudad feliz" novela, a pesar de que ganase el prestigioso Premio Jaén de NOVELA y os voy a explicar por qué. 

Una novela suele tener una trama ficcional con diferentes escenarios donde los personajes van interactuando y evolucionando de alguna forma a lo largo de la misma, diferenciándose del relato en el espacio, el tiempo y la profundidad psicológica, sociológica, filosófica o política destinada por el escritor o escritora para expresar diferentes ideas que se concatenan las unas a las otras. Podemos entender la novela como sombrero maravilloso y hablar de que todo en ella puede valer. Hay escritores y teóricos que se decantan por definiciones más versátiles y plurales del término novela y que encuentran obras a emplear como ejemplo de respaldo. Sin embargo, la libertad a la hora de usar etiquetas genera un problema de dispersión: el del "todo vale". ¿Cualquier obra ficcional sin unas reglas fijas y con una determinada extensión no confundible con la aproximada del relato debe ser sí o sí una novela, independientemente de lo cuente, independientemente de su estructura, de sus formas, modelos y tratamiento de personajes? Yo soy de los que piensa que no, o que, al menos, no debería. Pero con esto no quiero decir que "La ciudad feliz" sea una mala obra o que no mereciera el prestigioso premio porque a mí no me salga -ni me pueda salir- de las narices llamarla novela. "La ciudad feliz" es una obra de una calidad altísima, detrás de la cual nos resulta imposible obviar el duro trabajo de Elvira Navarro. Pero atendiendo a lo dicho anteriormente, una novela como tal no es. 

Esto se debe a que la autora divide la acción en dos partes donde toma a dos amigos como narradores, aunque la distancia entre ambos se sienta enorme, sobre todo tras la lectura de "La orilla", la segunda mitad. Y eso es porque Navarro nos engaña como lectores en el buen sentido de la palabra, pues la amistad entre estos dos personajes centrales es completamente indiferente de cara a lo que nos va a contar. Lo cual no deja de ser una propuesta muy inteligente y de la que más de algún escritor podría tomar notas.

Como digo, los narradores de "La ciudad feliz" son dos:

  • Por un lado, tenemos a Chi-Huei, un niño que ha emigrado a España con su familia para que su padre pueda escapar de la ley hacerse rico con el típico restaurante tradicional asiático-occidental capitalizado en la idea de lo que al resto del mundo fuera de China piensa que es China. Allí venden, o tratan de vender, ese arroz tres delicias que tanto nos gusta. La familia de Chi-Huei viaja al otro lado del mundo presa del European Dream y allí se choca con la cruda realidad del engaño y de la estafa, pues quien les ha cedido el local, prometiéndolo completamente equipado, en realidad solo le ha faltado llevarse el cobre de las tuberías. Esto obliga a la familia inmigrante a establecer un duro régimen de trabajo, sacrificio y ahorro. Y a intercalar el arroz tres delicias con pollos asados en un local con una decoración que impide identificar de cualquier forma la naturaleza del establecimiento. 
  • Por otro lado, tenemos a Sara. Es una chica española de la edad de Chi-Huei y que un día tiene un encontronazo con un vagabundo, lo que la llevará a cambiar sus ideas sobre el mundo que la rodea. He de decir que esta historia me recordó mucho, al principio, a un relato de Samanta Schweblin archiconosidísimo al ser uno de los mejores de su producción. Me refiero a "Un hombre sin suerte", con el que la argentina ganó el Juan Rulfo, y que pueden encontrar en "Siete casas vacías". Los que leyeron dicho relato se pueden hacer una idea de por donde irá la trama de Sara y su complicada y desaprobada relación con el "indigente", que como luego se dirá no es tan indigente, aunque eso ya no viene al caso.


Como digo, la historia de ambos se construye de manera independiente, a pesar de los evidentes hilos comunes que se puedan trazar entre las narraciones. Sin embargo, la extensión de cada historia es insuficiente como para llamarlas novelas. Por ello, el término que preferiría usar aquí es el de "relatos comunicados" porque si bien cada uno aporta información sobre el otro (en "Historia del restaurante chino Ciudad Feliz" se presenta quien es Sara y en "La orilla" se descubre la causa de su extraño comportamiento de cara a Chi-Huei y el resto de sus amigos); los textos se pueden leer de manera independiente. Y sí, el lector al hacerlo puede perder información poco relevante o incluso (y esto es una genialidad por parte de Elvira Navarro) interpretar de forma completamente diferente los detalles de la relación -por otro lado secundaria- entre Sara y Chi-Huei, protagonistas de sus respectivas historias. 

Aunque si decidimos hablar de la temática recurrente, ambas historias tienen muchos puntos en común. Esto no me garantiza tampoco el poder considerar a "La ciudad feliz" novela, porque no es infrecuente ver libros de relatos con temáticas comunes y conexiones entre sí. Un buen ejemplo de ello es "Anuncio una casa donde ya no quiero vivir" de Bohumil Hrabal. Compartir temática, además de personajes, es una buena forma de comunicar relatos y de desarrollar una suerte de progresión. Consigue que el lector no se confunda creyendo que está ante narraciones completamente ajenas, como si de otro libro se tratase. Todo conforma un mismo universo. Es un buen mecanismo que da unidad a un libro de la naturaleza que sea y que ayuda a que las ideas del autor o autora lleguen mejor a donde pretendan. 

Para empezar, el primer punto en común, en lo referente a la temática, de ambos relatos es que las historias están contadas por dos narradores en el inicio de la pubertad. Por lo tanto, como imaginaréis, el descubrimiento sexual no va a ser ignorado por la autora. Chi-Huei desea constantemente jugar con Sara y Julia a la botella y acaba sintiéndose atraído por Sara. Comienza de esta forma a apreciar el valor de la intimidad, pues no es lo mismo cuando juega todo el grupo que cuando juegan ellos tres. Por otro lado, el hecho de que Chi-Huei viese en algún momento de su infancia a Sara sin la parte inferior de su bikini y se lo señalase con inocencia y burla, despierta el primer deseo erótico de la chica, que no se siente atraído por Chi-Huei, no, sino por la situación de sentirse en su desnudez interesada por un hombre que le agrada. De la misma forma, la relación entre Sara y el "vagabundo" tiene cierta carga de curiosidad sexual por parte de la chica, aunque esta no lo concrete explícitamente como tal. También por el vagabundo, que lo primero que hace cuando dialogan es preguntarle su edad y decepcionarse al haber creído que la chica era mayor. En ambos casos, Navarro nos deja en claro lo doloroso y confuso de estos primeros intereses sexuales que (casi) siempre caen en saco roto. 

También está el tema del racismo y de la complejidad cada vez más absurda de (in)comprender la globalización en la que vivimos. El sinsentido triste de la familia china regentando una suerte de mezcla de cafetería/restaurante chino/asador de pollos siniestro porque un ladino de la otra parte del mundo la ha estafado y como hace Navarro que Chi-Huei afronte todo eso me recordó muchísimo a Orestes y sus parientes en la novela de Juan Pablo Villalobos "Si viviéramos en un lugar normal". Los chinos son tratados con desprecio silente en el barrio y los vecinos solo acuden por los regalos y porque, casi literalmente, se matan a trabajar y están abiertos a cualquier hora. Los chicos del colegio se burlan de Chi-Huei constantemente y persiguen con lupa, tanto ellos como sus padres, los errores del pobre chaval.

El racismo, la xenofobia y el odio al diferente es en líneas generales -y más en estos relatos- marca de una latente aporofobia. Esto nos lo dejan claro los padres de Sara al hablar con ese retintín de la amiga judía y el amigo chino de su hijita, con los cuales van a identificar un grado de proximidad no demasiado alejado del que atribuirán luego a la figura influyente del "vagabundo". 

Finalmente, está el tema de la lucha por el futuro y de la atracción de la muerte (representado el primero principalmente en "Historia del restaurante chino Ciudad Feliz" y el segundo en "La orilla"). Además, atendiendo a los acontecimientos de "La orilla" podríamos hablar de una más que interesante reformulación de los conceptos nietzscheanos de Eros y Thanatos. Pero vayamos por partes, como diría Jack el Destripador. Con "Historia del restaurante chino Ciudad Feliz", Elvira Navarro nos trata de comunicar lo dura y complicada que es la vida y cuánta competitividad hay en ella. Solo aquellos con una mentalidad confuciana basada en la lucha para ganar más y más sobrevive y puede aspirar a tener algún tipo de futuro, o, en su defecto, dejarle algo a sus hijos, haciendo que la estirpe prospere. Y quien no se amolde a este sistema es un completo paria, lo cual es representado varias páginas más tarde en la figura del "vagabundo" de "La orilla". El "vagabundo" es un personaje que renuncia a su futuro y a esta ética confuciana (desprecia tanto a su familia como a sí mismo) en un impulso de muerte que lo conduce a una situación de fragilidad y locura durante la cual tiene un miedo inmenso y un hambre voraz. 

Misma hambre con la que he devorado este libro que hoy os recomiendo encarecidísimamente. Podéis encontrar otras reseñas en La medicina de Tongoy (donde, por cierto, la obra no puede salir peor parada) y La tormenta en un vaso.

Eso es todo por hoy. Coman moderación, lean mucho y namasté. 

PD. 1. Casi se me olvidaba comentarlo, así que voy a tratar de ser breve para no alargar mucho más la reseña. El título de la obra, así como el del restaurante, es obviamente irónico. Aquí la alegría dura poco y eso trasciende a lo largo de ambos relatos en el tratamiento del espacio urbano. Os dejo con una descripción que aparece en el segundo de los relatos y, ahora, sí que sí, me despido:

"El barrio viejo comienza justo a partir de las escaleras de la iglesia, y lo conforman más de un centenar de calles estrechas, de trazado sinuoso, y con edificios que no suelen tener más de cinco pisos de altura. Muchas fachadas comienzan a inclinarse; algunas están sujetas por enormes vigas de hierro que impiden su derrumbe, aunque la mayoría parecen abandonadas, como si a nadie, ni siquiera a los habitantes del edificio, les importara la suerte que pueden correr sus paredes. Todas lucen un color gris manchado, los mismos balcones minúsculos, con persianas echadas por encima de las barandas para disimular los trastos amontonados, algunos tapados con plásticos, a salvo de las lluvias torrenciales, y otros al aire, llenos de mugre. La exuberancia de chatarrería de los balcones contrasta con la austeridad de los portales, en su mayoría abiertos, en los que no hay nada, ni siquiera buzones, y también con las calles vacías y desoladas; algunas tan estrechas que solo durante el mediodía les alcanzan los rayos del sol. A veces queda un resto de fachada, y es fácil adivinar cuáles de las losetas han sido parte de una cocina, y cuáles del baño. En una de estas ruinas hay un váter blanco y reluciente, con su cisterna todavía en pie sobre un minúsculo trozo de piso." 


PD.2. Esta reseña ha sido un poco más extensa y académica que las habituales. Llevo mucho tiempo sin subir contenido regularmente a la Esquina y me gustaría saber vuestra opinión. ¿Preferís reseñas como estas (más sesudas y extensas, aunque por otro lado quizás más aburridas) o preferís que me limite a dar mi opinión y a seguir dando cuatro detalles por encima (lo que conlleva también menos trabajo y se puede traducir en un mayor número de reseñas)? También os recuerdo que este es mi hobby y que redacto aquí por amor al arte. Por otro lado, ¿habéis leído "La trabajadora", la otra 'novela' de Elvira Navarro? Si es así, qué os parece.




lunes, 12 de noviembre de 2018

Holetes, de Maximiliano Barrientos




Tero y Abigail son dos estrellas porno retiradas que un día deciden abandonarlo todo y fugarse en coche hasta que se queden sin un duro. Con ellos irá Andrea, la hija de Abigail con otro hombre. Por raro que parezca, esta no es una huida romántica. De hecho, casi no parece una huida, pues los protagonistas se ven continuamente asediados por los recuerdos de sus pasados y no parecen estar del todo cómodos con ellos mismos ni entre sí. Tero detesta hasta cierto punto a Abigail y viceversa. Y aunque mientras tanto Andrea intente disfrutar de una especie de vacaciones, nota la tensión del ambiente en el que se encuentra. Esta unión interesada es un intento de construir por encima de un intento de olvidar. Barrientos toca una infinidad de lugares comunes para lanzar un replanteamiento necesario del viejo tópico literario del homo viator (ese que hace su camino al andar). Esta apreciación se hace evidente en el momento en el que un cuarto personaje en discordia lo señala:

"No se fueron para escapar, sino para fabricar un pasado en común.
Todo viaje es la construcción consciente de un pasado. Se dejan atrás lugares impersonales (hoteles, cafeterías, bares, estacionamientos, lavanderías) para inventar lugares íntimos."

Este hecho, tan característico, es el que llama la atención de un excéntrico director de cine que empezará a entrevistarlos para recopilar material con el cual poder rodar un documental/reality show donde expondría la vida cotidiana de dos ex miembros de una industria tan polémica y a la vez tan consumida a través de la experiencia de su viaje en carretera. Y esto es lo verdaderamente curioso del juego narrativo. Lo que nos muestra Barrientos no es la interrelación directa de los personajes, sino lo que cada uno le cuenta al director, así como las notas de este último, sus sospechas, miedos y deseos. Es en esta polifonía sobre la cual está cimentada la novela y hay, por supuesto, en ella mentiras, insinuaciones, metáforas, momentos completamente fantásticos y vacíos de información que el lector decide si llenar o no.  Cada capítulo se divide en varias entrevistas donde solo leemos las apreciaciones de los personajes filtradas por la escritura del director. Fuera de cada toma quedan cortadas las preguntas del director y toda la morralla (la vocal de relleno en español "e", la repetición hasta la saciedad de estructuras similares, las coletillas, etc.). Con este sistema basado en el lenguaje oral pulido deberíamos esperar unas marcas propias del lenguaje de cada personaje y, aunque las hay, no llegan al punto de resultarme totalmente convincentes. ¡Me hubiera gustado ver más! A mi forma de verlo está demasiado pulido por parte del director y al principio cuesta hacernos a la idea de qué tipo de texto estamos leyendo. Quizás esto se haya corregido en una versión posterior a la mía (que sé que existe y por la cual agradezco al autor y a los editores).

Las historias de los personajes son verosímiles, a pesar de la interrupción de algún que otro acontecimiento fantástico. Sorprenden porque la dureza implícita en ellas no siempre está relacionada con la tradicional turbiedad de la industria pornográfica. Algunos de los problemas vitales de Tero y Abigail son tan comunes que podrían ocurrirle a cualquiera. Y eso ha sido un punto a favor de esta novela. Otro lo ha constituido su brevedad. Hoteles es una historia rápida, con capítulos muy cortos y tremendamente adictivos. Las partes más pesadas, pero también lógicamente con más chicha, son las innumerables notas del director. En ellas no solo hay reflexiones constantes sobre lo que le sugiere cada uno de los entrevistados, sino que, además, se introduce cómo estos encuentros cargados de significado afectan a su propia vida y, más concretamente, a su relación sentimental. En su caso, fruto más de la conveniencia que del amor, guardando así, hasta cierto punto, una similitud con los vínculos entre Tero y Abigail en su viaje y entre cualquiera de ellos y otras personas en su trabajo. Hoteles es una muy buena novela que no debéis perderos. Tenéis otras reseñas, algo distintas, en La Tormenta en un vaso y La antigua Biblos.



lunes, 5 de noviembre de 2018

El día que la vea la voy a matar, de Guillermo Fadanelli



A veces uno tropieza con libros inusuales como este. Libros que no aspiran a mucho y donde convergen la escritura automática con situaciones de lo más variopintas y un sentido del humor llamémosle áspero. No voy a mentir, no soy un gran fan de este postvanguardismo literario que nos propone Fadanelli. Entiendo su intención. Creo atisbar el mensaje que trata de transmitir. Sin embargo, tengo un enorme conflicto con la forma de transmitirlo porque sospecho que no es la idónea para esta clase de obras. El día que la vea la voy a matar es un libro donde se intercalan relatos, microrrelatos y otro tipo de escritos que no sabría muy bien cómo clasificar. Hay en ellos tanto denuncia social como política y religiosa. Bastante ácida, pero de escasa profundidad. En definitiva, nada que no hayamos visto en un post de Facebook. Hay también una materialización de los deseos y los miedos de su escritor y de las personas que lo rodearon durante la redacción del volumen. Autoficción es la palabra. ¿Qué os voy a contar? ¿Que está centrada en la complejidad de vivir en una sociedad bicéfela y de doble moral donde lo tabú es revolucionario y donde la palabra "revolución" viene tildada con matices que se trasladan desde lo más necesario hasta lo más doloroso? ¿En la complejidad de llevar una vida bajo el influjo constante de la violencia y de la jerarquía de poderes hombre/mujer, maestro/alumno, blanco/negro, Dios/hombre? ¿En la compleja necesidad humana de desear el imposible y despreciar el posible deseado? ¿De odiar y amar la soledad y la compañía? ¿Con qué fin? También tenemos un intento de ser cómico a partir de lo vulgar y una especie de obsesión insana y cansina con la masturbación y el asesinato. Recordé por momentos a un Chuck Palahniuk poco inspirado y alejado de sus personajes, y cuando hablo aquí de longitud lo hago de distancias kilométricas. La frialdad del humor recuerda a Foster Wallace, solo que Fadanelli es mucho más simple, lo que le da al asunto mucha menos gracia. Aunque supongo que su intención es precisamente crear este efecto de pérdida de tiempo. En la página de la editorial no dudan en definir el libro como literatura basura. ¡"Atractiva malformación" le llaman a la broma!

Hay lectores que disfrutarían mucho con El día que la vea la voy a matar, pero no ha sido mi caso. Mi experiencia ha sido algo similar a desayunar cebollas crudas. Las ideas e imágenes se me han repetido una y otra vez hasta el punto de que el conjunto me parecía una especie de vertedero de relatos a medioconcretar, sin pulir, sin esperanza de encontrar un final satisfactorio. El estilo del autor tampoco ayuda, pues es excesivamente culto para las situaciones que plantea, lo cual nos saca de contexto una y otra vez. Personajes que argumentan sobre filosofía política o de la identidad mientras se sacan el miembro para escandalizar y cosas por el estilo. Acaba resultando muy gamberro, muy punky, pero también muy inverosímil. Choca al lector en un primer momento, pero tras cinco o seis relatos uno se harta de forma considerable. Lo cierto es que acabé el volumen por su brevedad. Sin embargo, estuve tentado de dejarlo varias veces. O de saltarme partes. La sensación de leer historias que ya había leído hace tan solo diez minutos estuvo presente en todo el proceso. 

Fadanelli quería buscar una forma de expresar las preocupaciones de la vida cotidiana de los marginados (los yonkis, las prostitutas, los delincuentes, ...) y sus duras condiciones. Este escrito me recuerda mucho al Movimiento McOndo, grupo de artistas latinoamericanos postboom que querían señalar los numerosos fallos y problemas que el "Realismo Mágico" tenía a la hora de construir el imaginario extranjero de Latinoamérica. Incluso hay en El día que la vea la voy a matar algunos relatos que se vuelcan contra la obra del mismísimo García Márquez en una mezcla de homenaje y crítica. Se nota el gran aprecio profesado hacia el colombiano por un aumento severo del respeto (y de la correción política) y una reducción de las gamberradas previas. El detalle, como mínimo, fue curioso. Hay que destacar que el libro pretende tener gags de humor. Digo pretende porque yo no me he reído casi nada. Y yo me río con prácticamente cualquier tontería. En serio, hasta con los vídeos de gatitos.


jueves, 9 de agosto de 2018

Biografía del hambre, de Amélie Nothomb



Siempre he sentido un cierto recelo hacia Amélie Nothomb. Que un escritor -en este caso escritora- salga en todas las portadas de sus libros publicados como reclamo debería poner a cualquiera, como mínimo, alerta. "No es suficiente el nombre más grande que el título, Anagrama. ¡No te enteras, Herralde! ¡También quiero que pongáis una foto mía! Alegre si puede ser, aunque luego yo cuente penas. ¡Eso da igual! A la gente le llamará la atención porque siempre sale la misma chica mona. Así, así, montando en bici. Y en la siguiente otra con un sombrero. ¡Me encantan los sombreros!", imagina mi cabeza que dice Amélie Nothomb. ¿Entendéis ahora mi miedo? ¿El miedo a encontrarme con una escritora sobrevalorada y de poca calidad, con un ego por las nubes, que se nutre de su imagen como estrategia de marketing para alcanzar sus superventas?

Luego uno choca con la realidad y se da cuenta de que parte del juicio es infundado. La portada de un libro, aunque lo sugiera, no nos dice nada de su contenido. Y sí, Amélie habla de Amélie. Habla mucho de Amélie. Casi que solo habla de Amélie. Al menos aquí y en lo que parece que son otros tantos libros autobiográficos, pero también es verdad que tiene cosas que contar. Su vida no ha sido anodina precisamente. No como la mayoría de los mortales. Tiene su gracia, y hasta su desgracia. Además, al menos en Biografía del hambre el seguimiento de la evolución de Nothomb a través de sus reflexiones ya como adulta es sorprendente. Aspira a cierta metafísica, y aunque a veces raya la cursilería, la profundidad de sus planteamientos y el esmero puesto en ellos son poderosos. La belleza de ciertos párrafos es abrumadora y sus ideas centrales desgarran.

Parte de una visión de sí misma como la de una persona hambrienta, que ha pasado por diferentes etapas de unos antojos u otros. El hambre aquí no es estrictamente el fisiológico de ingerir alimentos para poder obtener energías suficientes para sobrevivir y poder ejecutar las acciones indispensables de nuestro día a día, que también. Nothomb lo extiende a una apetencia voraz por vivir e identifica la sensación del hambre con la sensación misma del deseo. En este sentido la anorexia que sufrió con trece años consistiría en la realización física de una depresión -o al menos así lo he entendido yo-, la pérdida total del deseo y de la esperanza de volver a experimentarlo alguna vez. Nothomb es una adalid del deseo. Para ella la experiencia de desear está por encima de la satisfacción del deseo, que no hace más que incrementar nuestro hambre. Un hambre perpetuo que debe cultivarse para ser más creativos e ingeniosos. Ella advierte de los peligros y de las malinterpretaciones de esta idea, comprende que hay quien puede ver en ella a una defensora de las enfermedades mentales asociadas a la alimentación y derivadas del excesivo autocontrol, como son la anorexia y la bulimia. No es su intención. Ella habla desde un plano más espiritual, más pleno y completo. Y eso es lo que conmueve de Nothomb y que no me esperaba por los prejuicios que he comentado arriba.

Más allá de este punto, es como mínimo interesante el recorrido que por su vida hace Nothomb, cómo desde la más tierna infancia va viviendo en diferentes países debido al trabajo de su padre de diplomático para las Naciones Unidas, cómo enfrenta su doble identidad belga-japonesa, cómo decide destruirse a sí misma a pesar de su situación de ciudadana privilegiada ante la pobreza de las gentes de los países en los que vive, cómo se convierte en una lectora obsesiva y metódica y decide admirar a otros antes de dejarse ser admirada por los demás, etc. La lectura atrapa, se siente cargada de sinceridad y entusiasmo. El tamaño es breve y puede leerse en una tarde o una tarde y media, dependiendo del ritmo de cada uno. No es una obra maestra, pero tampoco tiene desperdicio. Te deja con ganas de volver a ella. Tenéis más reseñas en Un libro al día, el Blog de Keren Verna y Críticas Literarias Regina Irae.




miércoles, 4 de julio de 2018

Compañía, de Cristina Cerrada





Compañía es una colección de cuentos con los que la autora española Cristina Cerrada obtuvo el II premio de narrativa Caja Madrid. Si bien la elección de esta lectura ha sido un poco por intuición, la satisfacción desprendida de la misma no podía haber sido mayor. Cerrada centra su punto de mira en una serie de personajes en situaciones muy desagradables y, en ocasiones, hasta crueles, lo que no deja de volverlos muy humanos. La mayoría de ellos, en lugar de disfrutar de la compañía de los mismos, no pueden evitar sentirse perdidamente solos. De ahí el título del conjunto. Las trece historias aquí contadas tratan sobre el dolor de la incomprensión, la frustración de los sueños propios, el valor de descubrir qué nos importa una vez lo perdemos, la negación de uno mismo y de los demás,... Sin más preámbulos, hablemos un poco de cada una de ellas por separado:

  • Alguien me sigue: Toma como tema central la paranoia y en clave feminista nos lleva con un estilo nada fantástico a un intercambio de roles que funciona realmente bien. Un hombre está obsesionado con su vecina de enfrente, a la cual se le ha roto la cerradura. Él lo sabe y se siente con el deber de "protegerla" del mundo exterior. Espera, por supuesto, algo a cambio: su amor incondicional. La chica sabe de la existencia de este hombre e intenta evitarlo como puede. Él la oye a través de las finas paredes del apartamento y la sigue por la calle, en el metro, cada vez que sale de casa. Le mira fijamente e impide que nadie se le acerque, hasta que un día la ve besándose con otro hombre, un hombre que comienza a seguirlo y le hace temer por su propia vida. El acosador se convierte en el acosado y que sea un hombre es un punto muy a tener en cuenta en el relato. Con ello Cerrada parece querer dejarnos en claro la indefensa situación de la mujer a día de hoy, acorralada una y otra vez por una vorágine incansable de hombres que aprovechan su ventaja física y social.
  • Tatuaje: Este es uno de mis favoritos. Cuenta la historia de un adolescente solitario que ha padecido el abandono paterno y se niega a aceptar al nuevo novio de su madre. El chico está enfadado con el mundo por esto y vaga sin rumbo por la ciudad. La llegada de un nuevo compañero de clase con quien hará buenas migas le llevará a querer tatuarse un lobo en el pecho. Un romántico y adolescente lobo que aúlle a la luna y que servirá de marca para recordarse a sí mismo lo solo que en el fondo está. Este relato trata sobre el abandono de un padre y sobre el difícil duelo que nos acompaña el resto de la vida tras este, la sensación de que nadie va a dar nada por uno y de las heridas no sanadas jamás. Una maravilla.
  • Naturaleza muerta: Habla del fin del amor y del período de no superación del mismo con todos los actos absurdos de una ira muy humana. En este relato no hay asesinatos ni agresiones, pero la sensación de violencia que Cerrada despliega es total. A mí al menos me recordó mucho a una de mis novelas favoritas: la increíble Personajes desesperados de Paula Fox. En ambas historias hay un matrimonio con muchas fisuras, aunque el hecho de que haya hijos de por medio y de que estos parezcan preferir al nuevo novio de la madre vuelve al relato mucho más incómodo y mordaz. Toda una delicia.
  • La laguna interior: Es el relato con el que más deberíamos empatizar todos aquellos que nos sentimos las ovejas negras de nuestras familias. Tina es una de las cuatro hermanas de una familia y la que más conexión tiene con su abuelo materno. Mientras su madre anda de excursión con sus dos hermanas más pequeñas, una llamada telefónica a la madrugada le anuncia que el viejo ha fallecido. Acude directa a la casa, pero una vez allí es incapaz de llorar. Está experimentando lo que Cerrada bautiza como la laguna interior. A pesar de tener unas ganas inmensas de expresar su dolor, no lo consigue y se culpa fuertemente por ello. Que Tina sea solo una niña hace todo mucho más turbio e interesante. Cerrada sabe que los niños son mucho más inteligentes que como usualmente los ha retratado la literatura y en este relato les hace justicia.
  • Hormigas: Toma también como eje las relaciones amorosas tóxicas. Esta vez vienen en pack, pues la protagonista tiene que hacer frente tanto a su novio como a su suegra, una viejita insoportable que ha quemado su casa para no desprenderse ni un momento de su más preciada descendencia. Este tándem madre-hijo comienza a volverse impenetrable al tiempo que la protagonista tendrá que plantearse seriamente si continuar o abandonar. La metáfora de las hormigas que nadie ve recuerda al viejo dicho inglés: There's an elephant in the room!
  • Mentiras, relojes y minusválidos: Trabaja la hipocresía social y su amplia funcionalidad dentro de las relaciones sentimentales contemporáneas. La tristeza de ver el marco completo de la relación entre una pareja que funciona gracias a las mentiras de una de las partes es desgarradora. Más si se tiene en cuenta el amor incondicional de la otra. Al igual que en otros relatos, Cerrada focaliza la acción en el personaje más polémico y desagradable, consiguiendo despertar todo el interés de un lector que lucha para no identificarse.
  • Alienígenas: Parece al principio un relato más cómico, aunque el trasfondo no lo sea en absoluto. Aquí la autora emplea un uso de la ironía y de la ambigüedad que, si bien se aprecia en otros relatos, no había llegado hasta su punto culmen. La historia nos cuenta cómo un hombre es interrogado una y otra vez por un médico psicólogo quien decidirá si pasa a entrar en un centro sanitario o en una penitenciaría. El narrador es acusado de haber asesinado a su mujer y a sus hijas, pero este no solo lo niega, sino que, además, le cede la culpa a unos supuestos extraterrestres que le habrían sondado y cortado las manos. No queda claro si esto ocurre así, pero el psicólogo es escéptico con el tema de las manos. Alienígenas es un relato de una inteligencia apabullante.
  • Progenie: Trata de ese odio intrínseco a todo lo que nos hace caer en vidas similares a las de nuestros padres cuando los detestamos hasta la saciedad. Trabaja al mismo tiempo el placer masoquista de muchas mujeres y cómo tanto estas como los hombres heredan comportamientos que adquieren con el contacto cultural entre sus modelos e iguales. Personalmente la historia me indignó bastante, para bien, espero.
  • Amnesia: Es uno de los relatos que más tocan el tema de la incomprensión, aunque quizás sería mejor decir: la necesidad de hacernos comprender. En él un joven acude con su devota pareja a una sala de hospital para visitar a un compañero de trabajo de ambos, quien ha sufrido un accidente y perdido la memoria. El visitante cree que el visitado se acuerda de todo perfectamente y que está haciendo teatro para no ir a trabajar y disfrutar de todo tipo de atenciones. Él no se lo va a contar a nadie, pero por alguna razón necesita oír que tiene razón. Para ello arriesga todo y entra en un comportamiento agresivo con el que saca la rabia acumulada a lo largo de la vida que tanto ansía olvidar. 
  • Trasplantes: Nos enfrenta de nuevo a un personaje obsesivo y paranoico que teme a un amigo de su pareja por el reciente trasplante que le ha salvado la vida. Piensa que un trasplante es introducir el alma de una persona en otra, creando una quimera monstruosa. Cerrada se sirve de recursos del cuento de terror aquí para dejarnos esa sensación de mala espina que tanto agradece un lector como yo.
  • Cerdos: Trata de la no aceptación de uno mismo tras una ruptura sentimental de varios años. Se habla del retorno a la familia que nos queda en la adultez y que es tan dispersa como distinta de nosotros mismos. La incomprensión de este reencuentro familiar, de esta nueva y a la vez vieja compañía que tan solos nos hace sentir. De eso y de unos cerdos, símbolos de la brecha entre lo que unos pueden soportar y otros no. 
  • El efecto Coriolis: Es el relato más breve, impersonal y que menos me ha gustado. Por lo tanto, no voy a dedicarle siquiera más que este par de líneas. Muy por debajo de todo el conjunto.
  • Compañía: La historia que cierra la colección es también la que da nombre al título y hace un acopio de las ideas claves presentadas. Habla de un par de chicos que comparten piso, siendo uno de estos el casero y el otro un inquilino que se niega a marcharse. El inquilino le parece al casero especialmente molesto, pero al mismo tiempo tiene un aura de optimismo que le sienta divinamente y que le pone muy difícil tomar una decisión terminante. El inquilino lo sabe y se aprovecha de esto. Juntos hacen una pareja un tanto cómica que se compenetra en una especie de simbiosis donde ninguno está del todo a gusto. 
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En resumen, una lectura sumamente gratificante, intrigante y ágil. Me gustará volver a repetir con la autora en el futuro. Recuerda en cierta medida a Samanta Schweblin, pero su estilo difiere lo suficiente como para presentar personalidad propia. Altamente recomendable.

Reseñas de otras obras de Cristina Cerrada en esta esquina: Europa

miércoles, 6 de junio de 2018

Ygdrasil, de Jorge Baradit



Mariana es una asesina chilena a sueldo de mediana edad, adicta al maíz (una de las peores drogas de un mundo comido de vacío, destrucción y conflictos de intereses), contratada por un poderoso partido político mexicano para robar una información que podría cambiar el devenir histórico. Su misión se sitúa en un espacio con evidentes tintes de postcyberpunk, pero en el cual se integra de una forma naturalizada y bastante original todo un espectro de elementos sobrenaturales, psíquicos e incluso chamánicos. Lo que parecía una sencilla operación, acaba con la vida de la torturada Mariana, descuartizada y echada al río como un trozo de carne más, inservible. Sin embargo, por extrañas razones que se nos irán revelando poco a poco, Reche, un selkman, ente espiritual de un inmenso poder (prácticamente comparable a un dios), la trae de vuelta de la muerte. El selkman tiene como propósito corregir los desórdenes situados en el devenir de los acontecimientos, curar las anomalías de consecuencias catastróficas a las que tendemos los humanos en nuestras ansias de poder sin medida y por lo visto Mariana se encuentra de alguna forma en medio de la secuanciación que debe efectuar Reche para salvar el cosmos. Con un nuevo protector, la yonkie chilena buscará conservar su vida libre a cualquier precio, incluso si este implica tener que volver a trabajar con quienes le han traicionado. 

Ygdrasil  mezcla maravillosamente una increíble amalgama de géneros literarios. Parte de la ciencia ficción, pero en ella podemos encontrar muchos mecanismos propios de la narrativa de espionaje, la novela splatterpunk (con un alto nivel de violencia pulp; una muestra implícita de la misma), una novela que alterna un gore desmedido y de retórica sadomasoquista con hermosísimos pasajes líricos, oníricos e incluso piscodélicos. Pretende contar una historia particular, pero al mismo tiempo no deja escapar la posibilidad de exponer problemáticas mucho mayores. ¡De índoles cósmicas! Consigue elevar a un plano trascendental auténticos dilemas éticos, políticos y religiosos sin aburrir ni sentirse en ningún momento forzado a ello. La cuestión de espiritualidad y la asimilación de la misma a través de la ciencia tecnológica es una propuesta convincente y llena de originalidad. En el mundo de Mariana, los seres humanos no solo han demostrado la dualidad platónica alma/cuerpo, sino que la han informatizado, convirtiendo a la primera en un software con diferentes capas y a la segunda en un hardware cada vez más prescindible. El dolor del cuerpo es tratado como una alerta de antivirus que nos advierte de los intentos de las más terribles amenazas de penetrar en nuestro software espiritual. 

Como si fueran sistemas informáticos, las almas pueden transitar de un cuerpo a otro. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la de Günther Diethardt, un joven soldado alemán abatido en la batalla de Stalingrado y que muchos siglos después trabaja codo con codo para los jefes de la operación, bajo la promesa de estos de entregarle un cuerpo. Günther puede penetrar en la mente de Mariana y será usado como un disco duro externo que conecte rápidamente con el Directorio, al tiempo que se convierte en el único amigo de verdad de la chilena. 

Al igual que en muchas novelas (post)cyberpunk la visión que se tiene aquí del cuerpo como hardware es también tratada en extremo. Mariana cuenta con una serie de implantes de última tecnología en su cuerpo que la convierten en toda una cyborg, reviviendo ese mito de Donna Haraway. Gracias a este poderoso hardware Mariana, con la ayuda de Günther y de Reche, se infiltrará en un poderoso ordenador, buscando primero el acceso a un extraño programa, el Empalme Rodríguez, y luego a un constructo mucho mayor y por ende más peligroso, el Ygdrasil, el sistema más potente del universo encerrado dentro de las fronteras del nuevo país de la Chrysler. Lo verdaderamente emocionante de esto son los viajes más que variopintos a unos mundos cibernéticos plagados de acertijos mortales, mares de códigos y personajes alegóricos capaces de amedrentar y confundir a cualquiera como los buenos firewalls que son. De repente uno tiene la sensación de encontrarse perdido dentro de un videoclip del rock influido por el LSD de los 1970s y sin previo aviso salta desde allí a un ambiente totalmente compatible con el típico anime japonés cyberpunk de los 1990s. Las referencias en Ygdrasil, como digo, son enormes. En ella tenemos Ghost in the shell, pero también los Evangelios de Jesús de Nazareth. El Popol Vuh y los guiños a autores como Clive Barker. Tenemos sangre y lágrimas. Incluso incómodos momentos cómicos. Todo un delirio de creatividad bien llevado. Una obra maestra absorvente de principio a fin. Sencillamente única.

Tenéis otra reseña en Das Bücherregal, donde el entusiasmo despertado es más o menos similar. Allí se han tomado la molestia de seleccionar otras visiones de la obra, linkeadas a los blogs de sus respectivos autores, donde el libro no ha salido tan bien parado. Para no repetir, no voy a dejar por aquí nada más. Os deseo como siempre felices lecturas y os recomiendo esta encarecidamente. Agur.



domingo, 28 de enero de 2018

Pájaros en la boca, de Samanta Schweblin



Pájaros en la boca es el segundo libro de cuentos de Samanta Schweblin. En él se incorporan nuevas historias escritas expresamente para este volumen y se incluyen otras que ya habíamos podido disfrutar en El núcleo del disturbio. Como siempre, os doy la lista completa y me dedico a comentar brevemente aquellas que no había leído antes, así como a daros una idea del conjunto total y una valoración en función del particular estilo de la autora y el contenido tratado.

Las nuevas por conocer (o de los que vamos a hablar):
  • Irman
  • En la estepa
  • Pájaros en la boca
  • Perdiendo velocidad
  • Cabezas contra el asfalto
  • El cavador
  • La furia de las pestes
  • La medida de las cosas
  • Conservas
  • Mi hermano Walter
  • Papá Noel duerme en casa
  • Bajo tierra 

Las viejas conocidas (de los que ya hablamos aquí):
  • Mujeres desesperadas
  • Hacia la alegre civilización
  • Sueño de revolución (antes titulado "La pegajosa baba de un sueño de revolución")
  • Matar a un perro
  • La verdad acerca del futuro
  • La pesada valija de Benavides

De entre lo nuevo, los más destacados son En la estepa, Pájaros en la boca, Cabezas contra el asfalto, El cavador, Bajo tierra Conservas. Los otros están un poco para rellenar y oscilan entre lo decente y lo pasable, con alguno como Perdiendo velocidad, que diría que es incluso innecesario. 

En la estepa un matrimonio sale a cazar en sus ratos libres. No buscan patos o conejos, sino "eso". Funciona excelentemente como la metáfora de la búsqueda de un hijo y la desesperación de no poder tenerlo. Que nunca se explicite en el relato es un componente maravilloso, ya que le permite al lector elucubrar posibles tesoros a los que puede aspirar una joven pareja y que no tienen por qué acabar siendo un ente tan concreto. Si no es un hijo lo que buscan, entonces: ¿buscan el amor? ¿La estabilidad? ¿La felicidad? ¿Una razón para pervivir en el mundo? Uno de los más relatos que más obligan a pensar al lector..

Pájaros en la boca es la historia que le da nombre al conjunto y que, aunque a un nivel por debajo de los que ya venían de El núcleo del disturbio, funciona con solidez. Tiene un componente escalofriante, que era propio de Schweblin, pero que en este relato en concreto va a profundizarse mucho. Sara es la hija de Martín, a quien no ve desde hace meses, porque su exmujer, Silvia, se quedó con la custodia de la menor. Sara ha dejado de ingerir lo que podríamos llamar comida normal y ahora sólo se alimenta de pájaros vivos. Silvia, incapaz de dormir, después de ver la sonrisa de su hija pintada de sangre y plumas, la deja a cargo de un Martín, que lejos de escandalizarse, decide mantener el bizarro secreto de las preferencias culinarias de la pequeña, pensando con alegría que más difícil de disimular es un embarazo.

Cabezas contra el asfalto cuenta también con un escenario enrarecido y lleno de sátira. En el cuento, un artista nos habla de cómo se hizo famoso pintando rostros estampados contra la calzada. En su encierro propio de un ermitaño budista del Tíbet recibe la visita de un dentista coreano que acuerda realizarle una serie de empastes a cambio de un cuadro, de un diente gigante. Sin embargo, el pintor no entiende el matiz del contenido y dibuja la cabeza de su nuevo amigo destrozándose en el suelo. Esto dará lugar a numerosos problemas que nos permitirán reflexionar sobre la comunicación humana, los límites del arte, la multiculturalidad y el racismo por ignorancia del hombre blanco sobre otras etnias.

El cavador es un relato onírico lleno de originalidad. Un hombre alquila una casa para pasar sus vacaciones y allí se encuentra con otro que estaba cavando un pozo desde hace mucho tiempo por algún motivo que él desconoce. No sabemos qué hay en el pozo ni porqué el cavador insiste tanto en él, pero sabemos que la labor le está destinada a su persona en exclusiva y que parece una suerte de castigo. Una metáfora brillante sobre las relaciones de dominación/sumisión que rigen el sistema de clases actual, donde unos trabajan convencidos de su obligación mientras otros disfrutan y se aprovechan de sus logros.

Bajo tierra es otro cuento con tintes de la narrativa de terror. Un viajero se detiene en la carretera y escucha el relato de un viejo sobre extraños sucesos que habrían ocurrido en la región hace no demasiado tiempo. El giro final es desconcertante y, aunque hasta cierto punto sea predecible, la escena está narrada con una prosa singular, precisa y llena de simbolismo que a mí, al menos, me ha convencido.

Conservas nos habla de los peligros del Carpe Diem! y de sus límites. Es un relato a caballo entre lo neofantástico y la narración de ciencia ficción. Una mujer embarazada comienza a seguir un dudoso método llamado la "respiración consciente" que permite que el feto de su bebé se reduzca y pueda ser expulsado antes de desarrollarse por completo, pero manteniendo todas las esperanzas de vida. El objetivo: recuperar su delgada figura anterior a la concepción de la pequeña alma. Cuenta con imágenes muy poderosas que lo vuelven una historia que destaca entre las demás.

Mi hermano Walter y La medida de las cosas van un poco a la zaga de estos cinco relatos, pero no por ello dejan de ser muy recomendables. Papá Noel duerme en casa casi no parece un relato de Schweblin, sino más bien de Patricio Pron, por ese realismo sucio y exagerado que emplea, pero es igualmente descorazonador. La furia de las pestes, Irman y Perdiendo velocidad me han resultado muy flojos en comparación con los demás y no entiendo demasiado bien qué pintan aquí, es decir, no comprendo qué aportan a una antología que creo que funcionaría mucho mejor sin ellos. Lo más reprochable es que los mejores textos ya habían aparecido en un volumen anterior y que sin ellos los nuevos, salvo las excepciones que he destacado, se sienten algo -o mucho- por debajo. Aunque ya sabéis que para gustos, tenemos los colores.  En cualquier caso, es siempre un placer leer a Schweblin. Os dejo más reseñas de Pájaros en la boca en Desde la ciudad sin cines y Un libro al día

Reseñas de otras obras de Schweblin en esta esquina: Kentukis Siete casas vacías, El núcleo del disturbio




sábado, 13 de enero de 2018

Un dios salvaje, de Yasmina Reza




Quería volver a Yasmina Reza después del breve, pero satisfactorio cotacto que había tenido el mes pasado con su obra tras la lectura de En el trineo de Schopenhauer, un relato largo/novela muy corta en la que había muchos componentes del lenguaje teatral. Reza es una reconocida dramaturga y Un dios salvaje es, sin duda, su obra más laureada. En ella asistimos a una batalla campal entre dos matrimonios que tratan de resolver con civismo y sin éxito una violenta disputa que habrían tenido sus hijos un par de días atrás. 

Alain y Anette Reillé acuden a la casa de Veronique y Michel Houillé porque Ferdinand, el hijo de los primeros, le ha sacado dos dientes y medio de un palazo a Bruno, el vástago de los segundos, y va a ser denunciado si no es capaz de disculparse con el corazón en la mano. Veronique piensa que el perdón sólo se obtendrá si es lo más sincero posible, pero Alain no está dispuesto a que su hijo se humille de esa forma; para él el mundo está regido por un dios salvaje y la violencia es una forma de expresar quién es más fuerte. Alain califica la acción de su hijo como una mera chiquillada a la que no hay que darle importancia, pero Veronique es un persona que se cree comprometida con la evolución social y que piensa que en la agresión queda claro quién es la víctima y quién el verdugo. Entre medias tenemos a un condescendiente Michel que detesta la hipocresía de su esposa y que trata de agraciarse con el triste Alain al tiempo que desea partirle la cara a puñetazos y a una sufridora Anette, que está harta del dominio que tiene su marido sobre ella cuando no es capaz de preocuparse lo más mínimo por los asuntos más complicados de la familia. Alain es un empresario que ha metido la cabeza en el turbio negocio de la venta de fármacos nocivos para la salud a gran escala y que, durante toda la obra, está hablando por teléfono para dejar clara su postura de tapar todos los huecos ante las posibles amenazas de demanda por miles de damnificados. Uno de ellos la inocente madre de Michel con más de setenta años. 

Un dios salvaje es una comedia acidísima en un único acto donde se pone de relieve que, a pesar de todo el avance de la civilización, nuestro cerebro de homo sapiens sapiens se ha mantenido sin alteraciones y que los sentimientos que nos permitieron sobrevivir hace miles de años son los que en definitiva siguen funcionando, todo lo demás es hipocresía y maquillaje. Veronique es una escritora que trabaja temas relacionados con las penurias de los países africanos y que se siente mejor que nadie por denunciar la injusticia del mundo. Esta vanidad le lleva a creer que tiene razón en todo y a juzgar precipitadamente a todo aquel que le rodea, colocándolo siempre un escalón o dos por debajo de donde ella está. Esto le permite a Reza crear un personaje como Michel, un hombre sumiso y temeroso, cuya única finalidad es agradar y que se siente confuso en toda la obra por no saber a quién tiene que darle la razón. Michel adquiere también algunos valores hipócritas, pues a pleno capricho exige para Ferdinand unas disculpas sinceras a su hijo por la paliza cuando él no es capaz de dárselas a su hija por haber abandonado/asesinado al diminuto y frágil hámster de ésta. Anette, por el contrario, es una mujer sometida a una presión insoportable al sentirse culpable del desastre que la rodea, ya que Alain, que dedica toda su vida al trabajo, se desentiende de todos los asuntos que tienen que ver con su familia y sólo abre la boca para recriminarle lo mal que está llevándolo todo.

En Un dios salvaje están los miedos y la lucha por el poder que han servido para perpetuar la especie desde que ésta existe y se levantan como un muro insalvable para todos los propósitos de compromiso social y progreso que se plantean para la sociedad de hoy. Explica el fracaso de las ideas integradoras, de la equidad y del respeto en la premisa insoslayable de que la sociedad hasta el día de hoy sólo ha sabido avanzar a partir del odio y que pedir cualquier otra cosa a nuestras mentes es forzar demasiado la máquina, a veces con escusas y mentiras que no llegamos a creernos del todo. Una visión como la que Reza muestra aquí es sumamente desconcertante, cruda y desesperanzadora con una humanidad que no ha mejorado, sino sólo progresado en un camino para permitir la supervivencia de los más preparados, eliminando o dejando de lado a los más vulnerables. Se borra también toda esperanza de posible mejora y se refuerza la idea de un mundo asqueado que ha tenido que perfumarse a sí mismo para poder seguir progresando en la misma línea que ha mantenido siempre. Con momentos de tensión brutales, Un dios salvaje se convierte en un drama más que recomendable para cualquiera que busque reflexionar sobre la naturaleza humana y sus estragos. 

Más reseñas de obras de Yasmina Reza en esta esquina: En el trineo de Schopenhauer,


domingo, 10 de diciembre de 2017

En el trineo de Schopenhauer, de Yasmina Reza



Ariel Chipman es un profesor de filosofía de la universidad que tras haber defendido la vida como necesidad sufre una crisis atroz tras algunos actos violentos cometidos por sus maestros Deleuze (quién se suicidó) y Althusser (que estranguló a su cónyuge con un trozo de cortina) que le llevan a una profunda depresión que su mujer Nadine es incapaz de comprender. Nadine piensa que los problemas de Ariel son todo invenciones y que para lo único para lo que le sirven es para amargarle la vida que con tanto esmero habría construido. Nadine piensa que si consigue que Ariel socialice, sus ideas tan pesimistas, así como su actitud comtemplativa y desdeñosa darán un vuelco que le llevarán a ser el de siempre, por lo que trata de convencer a Serge Othon Weil, un conocido de la pareja para que trate de ser su amigo. Othon Weil es a su vez un tipo insoportable por sus continuos devaneos en torno al funcionamiento de los mercados capitalistas con ese tinte rancio neoliberal que tanto rechaza Ariel. Aún así hay otro conocido de la pareja más exasperante con el que Nadine se plantea tener una aventura y mandar a freír espárragos al sieso e impasible de su marido. En medio de todo este fregado actúa la psicóloga de los tres, que los "escucha" y aporta su propia visión a la trama con ideas muy claras sobre el funcionamiento de las relaciones humanas y cómo en estas se ejercen poderes que superan barreras.

El relato largo, porque a novela no llega por mucho que Anagrama quiera estirar las páginas haciendo la letra más grande, tiene una particular estructura en la cual al lector se le muestran una serie de monólogos en los que unos personajes se dirigen a otros. Uno piensa al principio que son cartas, aunque la disposición de la narración de dichos monólogos no sólo no lo deja claro en ningún momento, sino que se aproxima más a las construcciones mentales de los discursos que a discursos propiamente dichos. De esta forma, no sabemos si lo que Ariel le quiere decir a Nadine se lo dice verdaderamente y aunque sí que podemos suponer que no se lo dice como nosotros lo leemos. Este detalle es muy particular y le aporta cierto misterio al texto, dándole un poco la sombra de la sospecha sobre la incomunicación en la que habitan estos personajes, cada cual reivindicándose como más incomprendido que el anterior. La visión de Yasmina Reza sobre la humanidad es bastante cruda y desalentadora y su exposición en este relato está bastante más trabajada de lo que podría parecer a simple vista. El único punto flojo que le encuentro es que las formas de pensar de los personajes (no confundir con su contenido) se halla bastante próxima y eso les impide desarrollar una personalidad mucho más creíble que podrían tener y que por este detalle no tienen. Reza es una reconocida dramaturga a nivel internacional, pero esto no explica que le salgan unos personajes tan guiñolescos. Por lo demás, se podría decir que el resto de la obra hace que merezca bastante la pena su lectura. 

Reseñas de otras obras de Yasmina Reza en esta esquina: Un dios salvaje



martes, 17 de octubre de 2017

El señor Nakano y las mujeres, de Hiromi Kawakami




Hitomi es una joven japonesa que trabaja en una prendería (tienda de objetos de segunda mano) para el excéntrico señor Nakano, un hombre viejo al que le pierden las mujeres y que mantiene varias relaciones extramatrimoniales, y su hermana Masayo, que se dedica a la artesanía de las muñecas y al chismorreo. Para ellos trabaja también el joven Takeo, un chico tímido, atractivo, pero sin aparentes ganas de vivir, del cual Hitomi se enamora inexplicablemente. La novela de Kawakami nos narra el día a día dentro de la prendería, mostrándonos una gran diversidad de historias relacionadas con los objetos más inusuales que van aterrizando allí al tiempo que la relación entre Hitomi y Takeo se desarrolla con sus éxitos y sus reveses. 

Kawakami aquí pone muchísimo su atención en los objetos y en lo maravilloso de estos, que pasan de ser meros elementos materiales y utilitarios a convertirse en símbolos, llegando a expresar lo que los personajes tienen dentro y no son capaz de sacar por sí mismos. Se podría decir que los objetos se vuelven así catárquicos, pero sólo serviría para escusar la falta de dedicación o la poca maestría a la hora de pincelar unos personajes planos, que se esfumarán de la mente del lector varios días después de ingerida la novela. Y es que, a lo mejor soy yo, pero no encuentro la motivación de ningún personaje en El señor Nakano y las mujeres. Kawakami tiene que recurrir a diversas marcas en el habla para identificarlos -como el pues eso del señor Nakano-, pero aún así la personalidad que adquieren es bastante pobre y no es raro encontrarlos haciendo cosas inesperadas y sacadas de contexto para que la escritora pueda situarlos en el lugar que mejor le convenga para su trama. El escritor es siempre quien dirige la trama hacia un cauce u otro, pero debe ante todo ocultar su artificialidad para no resultar forzado en ningún momento -a no ser que haga una parodia, lo que no ocurre aquí ni remotamente-, porque en el instante en el que el lector descubra su truco deja de creer en lo que lee, y esto no deja de ser muy peligroso, ya que crece la posibilidad de que abandonen tu relato y este en concreto si no lo he abandonado ha sido por cabezonería y puramente por cabezonería, porque se siente forzado hasta la médula.

Además, la cuestión de que es una novela sentimental que se basa en el concepto romántico del amor adscrito a una sociedad heteropatriarcal donde perviven ideas conservadoras de posesión entre hombres y mujeres tampoco ayuda demasiado. Los personajes de Kawakami sólo entienden el amor dentro de la monogamia, coartando la libertad de los miembros de la pareja hasta el punto de que alguien como Nakano es tachado como un imbécil por verse obligado a mentirle a su esposa para poder disfrutar parte de su única vida con otra mujer a la que también ama, Sakiko. La relación entre Nakano y Sakiko no es seria y no puede serla, pero la de Hitomi y Takeo debe triunfar porque en ella se hallaría la fogosidad juvenil y la inocencia, o debería si Takeo tuviera algo de espíritu y no contestara a la mitad de frases con monosílabos. Porque Takeo se vuelve un personaje impenetrable, y es que parece que no tiene nada que decir. Se siente como puesto allí a dedo para complementar algo al personaje de Hitomi y permitirle experimentar el amor y la iniciación en el sexo, pero no cumple ninguna otra función. Sin embargo, están destinados a acabar juntos y debe de ser precioso. Si esto lo hubieran escrito hace décadas tendría un pase, pero en pleno siglo XXI este tipo de historias las hemos visto ya ochenta mil veces.

Excesivamente trillado y sin ninguna gracia El señor Nakano y las mujeres pasa sin pena ni gloria entre mis lecturas de este año. El único punto interesante que le veo es un juego que hace a nivel narrativo, insertando pequeños saltos temporales que rompen con la linealidad del discurso, y que le aportan mucho dinamismo, integrando muy bien la narración. Todo lo demás es simple, manido, arcaico, melindroso, ridículo... Tenéis más reseñas en Koratai (donde son un poco más suaves que un servidor) y en La Tormenta en un Vaso (a los que les ha entusiasmado la parsimonia de la novela).



viernes, 18 de agosto de 2017

El núcleo del disturbio, de Samanta Schweblin






El núcleo del disturbio es el primer libro de cuentos de la argentina Samanta Schweblin. Al igual que muchos otros de su país, Schweblin es una excelente cuentista de lo neofantástico y goza de una gran fluidez en la expresión, así como de un fuerte y marcado carácter simbólico en los temas que trata. El núcleo del disturbio está compuesto por doce cuentos titulados:


  • Hacia la alegre civilización de la capital
  • Matar a un perro
  • Mujeres desesperadas
  • Adaliana
  • La pegajosa baba de un sueño de revolución
  • El destinatario
  • Agujeros negros
  • Mismo lugar
  • El momento
  • La verdad acerca del futuro
  • Más ratas que gatos
  • La pesada valija de Benavides



Cada uno se centra a su manera en explicar metafórica y literariamente qué es lo que da origen a los problemas, entendiéndolos en su faceta más general y humana. Comentaremos brevemente cada uno de ellos, centrándonos especialmente en su dimensión temática. 


Hacia la alegre civilización de la capital es un relato kafkiano sobre la familia y la independencia donde se habla sobre el miedo a dejar el nido y adentrarse en lo desconocido, contemplando al mismo tiempo el tedio de continuar en dicho nido y la coartación de la libertad que permanecer en la cuna implica. Schweblin nos pincela relaciones amor-odio con las figuras paternas y nos explica un posible origen del sentimiento de nostalgia. Al mismo tiempo se trabaja la complejidad de la dicotomía campo/ciudad.


Por su parte, Matar a un perro trata sobre la inhumanidad del acto de matar a un perro. En él el narrador va a someterse a una prueba de una mafia para poder ingresar en ella. Deberá matar a un perro, pero lo que puede parecer una tarea sencilla en teoría acaba resultando más complicado de lo que uno espera.


Si Matar a un perro es un relato más o menos realista, con Mujeres desesperadas vuelve la Schweblin onírica, kafkiana y mágica. En este relato se habla sobre el dolor de las mujeres al ser tratadas como objetos de usar y tirar por parte de los hombres. Es una clara denuncia a una sociedad patriarcal donde las mujeres parecen valer sólo si tienen a un hombre que las proteja. Mientras que entre hombres hay una clara camaradería, entre mujeres, el dolor provocado por el juego patriarcal las lleva a luchar por crear una nueva jerarquía entre ellas. Pronto, las mujeres descubrirán que la única forma de escapar de la situación es no aceptar el juego y actuar unidas.


Adaliana es otro relato contra la violencia machista en el que se muestra a las mujeres como víctimas y cómplices del patriarcado. Escudero tiene a su servicio a un edificio lleno de mujeres a las que violará hasta que alguna de ellas se quede embarazada. Adaliana deberá sentir con dolor como en ella germina esta semilla de la violencia.


La pegajosa baba de un sueño de revolución trata sobre la lucha por la libertad o por una ampliación de la libertad de un mismo. Se nos muestra como en un bar se produce diariamente una pelea cuando van a dar la hora del cierre. La lucha por la ampliación de la libertad se vuelve adictiva y lejos de darnos lo que tanto ansiamos parece sólo servir para extender el conflicto.


El destinatario es, por otro lado, un relato alegórico sobre un viaje sin retorno en el que un simple y extraño encargo se convierte en una trampa.


 Con Agujeros negros nos llega la pregunta de dónde nos ubicamos cada uno en esta sociedad posmoderna. Es uno de los relatos más enigmáticos. Una tríada de personajes se teletransporta porque sí a lugares en los que ya han estado. Estas teletransportaciones repentinas se tratan como una enfermedad, porque hasta cierto punto son incómodas y molestas y no nos permiten avanzar.


Mismo lugar es un extraño relato pesadillesco en el que el narrador revive una y otra vez las pérdidas de su hija y su amante, así como el error en lo que parece ser una importante misión de espionaje. Escoja la opción que escoja no puede evitar la asfixia. Tanto este relato como el anterior recuerdan mucho al Virgilio Piñera de Cuentos fríos


El momento es un lugar que le recomienda su médico a Ernesto para desestresarse. Este es dirigido por Dios, un tío por lo demás bastante humano. El Momento es una especie de atracción turística que sirve de símbolo para ese milagro de “te ibas a morir pero no”, que Dios utiliza para vender souvenirs, pero también para que las personas se traten mejor entre sí. El Momento es mantenido de noche por Boris Vian y de día por Jean Paul Sartre. Ya os podéis imaginar las altas dosis de humor que tiene esto. En mi opinión, es junto con el último relato el mejor elaborado de la recopilación. 


La verdad acerca del futuro trata sobre lo difícil que es dejar el pasado atrás y avanzar en medio de la incertidumbre. También trata de la complejidad de las relaciones humanas, que son movidas por el interés, el temor, el dolor y el amor.


En Más ratas que gatos se nos habla de cómo los conflictos nacen en el momento en que las personas creen que hacen lo correcto y chocan. Schweblin nos sitúa primero en un pasteloso escenario de bondad para luego mostrarnos la chispa que desencadena la catástrofe que nos lleva a la pregunta final: ¿mereció la pena? 


El último de los cuentos es La pesada valija de Benavides. Se construye como una crítica a la normalización de la violencia de género y a las ideas patriarcales que mal cimientan la industria cultural contemporánea. La mujer de Benavides es tratada como objeto por los personajes centrales masculinos. Mientras que Benavides le da un valor de uso (afectivo), Corrales y Donorio le dan valor de cambio (abuso económico). La economía, escusada en la estética rompe con la intimidad de la muerte de la mujer de Benavides. Por otro lado, se trata el tema de la culpa en Benavides, que quiere aliviar ese peso con la ayuda del doctor Corrales. Sin embargo, ésta abusa de confianza y contribuye a situarlo en el núcleo del disturbio. Este es uno de los mejores relatos del libro –en mi humilde opinión- y me ha recordado muchísimo tanto a Virgilio Piñera en su estilo como al Barbazul de Max Frisch.

En definitiva, El núcleo del disturbio, ya sea por los interesantes temas que trata o por la minuciosa forma en la que las historias están escritas, constituye un más que recomendable libro de cuentos. 

Reseñas de otras obras de Samanta Schweblin en esta esquina: Pájaros en la boca, Siete casas vacías, Kentukis