domingo, 29 de julio de 2018

La escalera de caracol, de Ethel Lina White



Años 1930s. Helen Capel, una joven de humilde familia, entra a trabajar como dama de compañía en una remotísima mansión de la Inglaterra fronteriza con Gales. El sitio no es agradable y no son los pocos quienes se niegan a viajar hasta la casa, no por nada está a varias millas de distancia del pueblo más cercano y se cierne sobre él algunas leyendas sobre misteriosos suicidios y asesinatos de doncellas. La Cúspide, nombre irónico donde los haya, está dirigida por los Warren, una envejecida familia de burgueses intelectuales lideradas por tres grandes y reservadas figuras. La primera de ellas es Lady Warren, matriarca del clan al borde de la muerte traída por la vejez y los malos cuidados, que asusta con solo imaginarla. La segunda y la tercera, la solterona Blanche Warren y el señor Sebastián Warren, ambos dedicados al mundo académico, aunque solo los trabajos del profesor sean reconocidos. Son hijastros de la primera y, a pesar de lo mucho que la detestan, no pueden evitar sentirse responsables de cuidarla lo máximo posible. El profesor cuenta a su vez con un hijo (Newton), cuya esposa (Simone) anda siempre detrás del nuevo aprendiz del anciano maestro. Durante la novela este papel con el que se cierra este típico triángulo amoroso le corresponderá a Stephen Rice, quien parece preferir las gracias de su perro a las de las mujeres. El círculo de habitantes de la casa queda completo con los Oates, un matrimonio de sirvientes donde la señora hace de cocinera y el señor de chófer.

Cuando Helen llega a La Cúspide no tarda en percatarse de que algo no está del todo en su sitio. Tiene un mal presentimiento acompañado de muy buenos motivos para tenerlo. Algo no marcha en la casa y quizás esto se deba a la sinuosa sombra de un asesino que anda rondando la zona y que tiene una cierta predilección por las jóvenes empleadas de las familias ricas. El miedo de la protagonista se verá incrementado poco a poco por una traumática experiencia en la arboleda nada más comenzar la historia y por las incongruentes advertencias de Lady Warren, cuyas intenciones no quedan del todo claras hasta los compases finales de la narración. La incursión de una enfermera muy poco femenina no le sentará nada bien. ¿Podría ser el asesino disfrazado que se habría infiltrado para liquidarla? La noche avanza lentamente y con ella todos y cada uno de los habitantes de la mansión irá desapareciendo como si todo formará parte de un plan establecido para dejar a la pobre Helen lo más indefensa posible.

Al igual que en La dama desaparece Lina White toma como protagonista a una mujer joven que recién ha adquirido una cierta independencia para colocarla ante una situación de máxima inseguridad y riesgo. Pretende jugar, y lo hace estupendamente, con la psicología del lector a través de la duda y el recelo de su protagonista. En la vida puede ocurrir cualquier cosa y las personas suelen actuar con máscaras, de forma que alguien tan monstruoso como un asesino no siempre es descubierto por el aparente día a día normal que lleva cuando no está cometiendo sus crímenes. Lina White lo sabe y lo traslada al texto y al imaginario de Helen, quien pasa de la idea romántica del asesino como alguien ajeno hasta la posibilidad del asesino como alguien muy cercano. Y aquí crece la paranoia del personaje hasta cotas altísimas, aunque siempre sin despegar los pies del suelo, sin perder los nervios y cobrando valentía donde antes no la había. La maduración de personajes en el transcurso de una noche -tiempo de la acción de la novela- es espectacular y hasta cierto punto increíble. Algunos detalles son incluso inverosímiles y eso es lo que quizás enturbia levemente un trabajo tan brillante como este. Hay ideas y sentimientos en los personajes que maduran demasiado rápido y que son fastidiosos. Aquí incluyo el final, con su tonto diálogo sacado de una película romántica mala de la época. Es de los peores con diferencia que he leído en mucho tiempo. A mí, por lo menos, me hizo sentirme estafado. Tras tantas y tantas páginas planteando un miedo psicológico, voraz e insólito, la novela parece convertirse de repente en un cuento de hadas lleno de arcoiris y amor. Y todo por dos párrafos, que la escritora o bien se podía haber ahorrado, o bien podía haber desarrollado para encajarlos mejor. Cualquiera de las dos opciones me hubiese bastado.

Exceptuando este detalle, el noventa y nueve por ciento del resto de la obra es una delicia para todos los amantes de la novela negra en general y de esta época en particular. Es pausada y angustiosa. Sobrelleva bien la intriga que genera y responde a las preguntas planteadas de manera satisfactoria y sin romper nunca esa sensación de peligro inmediato que parece ser la marca de la casa de la autora. Es una pena que el libro esté totalmente descatalogado. Aún así, es posible encontrarlo en alguna librería de viejo y puede descargarse por ahí en alguna web. No voy a hacer apología de la piratería aquí, pero si para poder leerla no os queda más remedio, en este caso está más que justificado. Os dejo esta vez otra reseña de Leer sin prisa (donde han leído y comentado ya una buena parte de la obra de esta autora galesa).

Más de reseñas de obras de E. L. White en esta esquina: La dama desaparece


martes, 24 de julio de 2018

A la deriva, de Penelope Fitzgerald




En los 1960s en Londres no era para nada extraño encontrarse con una amplia cantidad de personas viviendo en casas flotantes a la rivera del Támesis. Muchos no podían costearse el alto precio de una habitación en la capital británica y alquilar un barco amarrado al muelle no era una opción desdeñable. La mayoría de quienes elegían este medio de vida lo hacían por dedicarse a profesiones no demasiado valoradas y por el romanticismo que implica. Muchos eran pintores, músicos y algunos, como la autora, incluso escritores. Fitzgerald pasó un período importante de su vida en una de estas balsas amuebladas, con su marido y sus dos hijas, lo cual le servirá casi veinte años después para escribir la tierna y a la vez cruda novela que comentamos hoy, valedora del prestigioso premio Booker.

A la deriva nos cuenta cómo un grupo de vecinos convive en el muelle de Battersea, dentro de sus barcos, comunicados con tablones y planchas los unos con los otros. Aunque el peso de la trama recae principalmente en las habitantes del Grace, no podemos dejar de lado el amplio y enriquecedor abanico de personajes secundarios que nos ofrece la autora. Tenemos por una parte al pintor Willis, propietario del Dreaghnough, un barco viejo que se va a pique antes de encontrarle un comprador. Por otro, está Maurice, un camarero que cuenta en su barco con un impresionante catálogo de objetos robados, pero que, gracias a la simpatía que despierta entre los otros habitantes del muelle, consigue siempre que le hagan la vista gorda. También tenemos a los Woodie, un matrimonio que peca de ser demasiado amable y del cual hasta los más inocentes se aprovechan. Y finalmente, pero de una importancia vital para el desarrollo de la historia tenemos al matrimonio Blake, que vendría a desempeñar los cargos de presidentes de la comunidad.

El matrimonio Blake vive en el Lord Jim, el barco más limpio y espacioso de todo el muelle y cuenta por ello con un reconocimiento del resto de los vecinos. Vendría a representar a la clase alta de este pequeño ecosistema social que se  construye en el muelle. Él, Richard Blake, es un exmarine que participó en la II Guerra Mundial y que intenta vivir en tranquilidad, siendo consciente de lo complicado que le resulta reinsertarse en la sociedad tras haber experimentado tantas crueldades. Siente como una obligación ejercer de figura paternal del resto de vecinos, actuar como un buen sargento que conduce a su pelotón con nobleza y orgullo hacia la victoria. A Blake le encanta el Lord Jim y el muelle de Battersea, pero tiene un problema gordo. Su mujer es totalmente incapaz de rechazar las comodidades de la vida en tierra.

Este mismo conflicto se recrea de nuevo en el semimatrimonio del Grace, aunque aquí adquiere resonancias argumentales mucho mayores. En el Grace, el más diminuto de los navíos, duermen Nenna y sus dos hijas: Tilda y Martha. Nenna está casada con un tal Edward, que la abandona porque piensa que vivir en un barco no les hace ningún bien ni a él ni a sus hijas. O esa es la excusa oficial para alejarse de Nenna. Parece que Edward no para de preocuparse por sus hijas, pero luego se marcha solo y las deja confinadas en el bote.

Hablando ahora de las niñas. Me veo en la obligación moral de alabar el gran trabajo que realiza Fitzgerald con los personajes de Martha y Tilda. No solo sirve para poner un punto cómico a la narración, sino que además introducen nuevas problemáticas muy a tener en cuenta.  Ambas son niñas que no asisten a la escuela, siendo perseguidas por ello por el cura metomentodo de turno para internarlas de cualquier forma. Nenna se preocupa por este dato, pero es consciente también de lo mucho que están madurando en relación con las compañeras de su edad por el simple hecho de pasar tiempo en el muelle. Y es que las chicas se sienten muy adultas. No vemos el típico trato hacia el niño de inferioridad que se suele apreciar en muchos autores. Las niñas de Fitzgerald son criaturas completas, en evolución eso sí, pero no más que el resto.

Os preguntaréis qué tienen en común todos ellos, además de vivir juntos. Pues básicamente que están en una encrucijada existencial (cada cuál con la suya propia) y que se dejan llevar por el oleaje de los acontecimientos. Como elemento paródico, algo que me ha llamado mucho la atención es el nulo movimiento de los barcos anclados a lo largo de la narración. Sus tripulantes no saben moverlos ni repararlos. La mayor aventura que puede experimentar uno de estos navíos amarrados es la del hundimiento, tras el cual nada servible persiste. Hay en todos los personajes, eso sí, una esperanza y una predisposición a la ayuda para con el prójimo verdaderamente enternecedora. La obra es dura, pero no hay en ningún momento un sentimiento de soledad pleno. Nenna acude a la nueva dirección de su marido para convencerlo de que su regreso es necesario y cuando entiende la imposibilidad de este y la mayor de las desilusiones se apodera de ella no transcurren muchas páginas hasta que Fitzgerald le encuentra un cobijo. El muelle de Battersea está aislado, pero forma una gran piña que busca defenderse del oleaje de los pesares a toda costa. Obviamente, si lo consigue o no es algo que no voy a desvelar para no fastidiar al lector interesado.

En líneas generales,  A la deriva me ha convencido mucho más que La librería. Esto se debe en gran medida a que soy de pueblo y a que en mi vida he pasado por muchos de estos establecimientos, lo que muy posiblemente me ha llevado a perder interés en la atmósfera retratada. El romántico mundo de la vida en casas flotantes a mediados de los 1960s es nuevo para mí y por ello quizás más atractivo. Al final me veo caído en sus redes y recomendándoos este libro.  Tenéis otras reseñas, también muy positivas en Leer sin prisa y en Devoradora de libros.

Más reseñas de obras de Penelope Fitzgerald en esta esquina: La librería,



sábado, 21 de julio de 2018

Tarántula, de Thierry Jonquet



Un reputado cirujano plástico de París (Richard Lafargue) presencia en una verbena cómo violan a su hija adolescente. Cuatro años después ella sigue en el estado semivegetativo en el que la dejó el shock y él ha perdido paulatinamente su humanidad. Richard, incapaz de saciar su sed de venganza, disfruta torturando a su compañera Eve. La agrede física y verbalmente, le ordena todos y cada uno de sus pasos y la obliga a prostituirse varias veces al mes, especialmente tras las agudas crisis de su hija. Con el tiempo vamos descubriendo que la personalidad sumisa y masoquista de Eve ha sido moldeada completamente por su persona. Imaginamos que por amor, pero en ella se guardan algunos sentimientos mucho menos bienintencionados.

El horrible crimen se llevó a cabo por dos maleantes. Uno desapareció meses después en extrañas circunstancias y el otro huye de la ley, cuatro años después del incidente, por haber asesinado recientemente a un agente de policía. El miedo del fugitivo le lleva a buscar una solución arriesgada para garantizar su seguridad venidera. Tras ver un programa de televisión, llega a convencerse de las ventajas de cambiar su rostro y para ello busca a un cirujano de renombre, frágil y extorsionable. La mala suerte le hace toparse con el padre de su antigua víctima.

Jonquet despliega todas sus herramientas en la construcción de una brillante novela negra con altas dosis de intriga y giros inesperados. Como ya dijo Cities en su reseña en Das Bücherregal, los personajes recuerdan y mucho a los de Patricia Highsmith, en el sentido de que son ciudadanos cotidianos que ocultan sus maldades a un mundo que no tiene por qué sospechar nada. Lafargue es una eminencia en el campo de la cirujía plástica y ha ayudado a miles de personas en su faceta pública, aunque al mismo tiempo no deje de ser un torturador tiránico de una malevolencia frívola. Eve trata de redimir su culpa y de proteger a quien ama mediante la aceptación de un castigo impuesto, mostrándose a la vez como una joven elegante y caprichosa que sabe disfrutar de los placeres de la vida sin pensar mucho. Alex Barny, el tercero en discordía, es un delincuente en potencia, pero conoce la amistad, la fraternidad masculina y el dolor de una madre. Todos son empáticos, todos son humanos y todos usan máscaras para enfrantarse al día a día.

A nivel técnico, lo más destacable de la novela tras la construcción de los personajes y la gestión de la intriga son dos cuestiones. La primera es el uso de un estilo elegante de doble filo, donde la mordacidad está a la vuelta de la esquina. La segunda es la interrelación tan magistral que realiza Jonquet entre los sucesos del pasado y los del presente. En este aspecto, la historia tiene mucho de thriller, con una narración particular basada en secuestros, ocultamiento de identidades, crímenes y la obligación de un padre de tomarse la justicia por su parte. Es digno de mención el uso de la segunda persona durante los saltos al pasado. La incomodidad que deja en el lector es grande. Uno se siente atrapado con el personaje del secuestrado; siente su odio, su miedo y también ese germinar casi enfermizo de Síndrome de Estocolmo que experimenta y que viene, cómo no, acompañado de un cierto Síndrome de Pigmalión en la figura del secuestrador. Un desdoble conceptual envolvente.
 
No he visto La piel que habito, pero por lo que puedo extraer del argumento en Wikipedia, la adaptación de Almodóvar parece ser bastante libre, por no decir que los puntos en común se cuentan con los dedos de una mano. Esto ocurre en abundancia dentro del mercado de los libros. No es ningún secreto que el mundo audiovisual dejó obsoleto al literario y que la búsqueda de ventas a través del filón del cine es aprovechada por muchas editoriales. La fajita de mi edición de Tarántula es modesta en comparación con otras que he visto por ahí. Muchos lectores potenciales llegan al libro a través de la película o la serie de televisión y está bien que así sea. Al menos el barco no se hunde. Le da alas al escritor, al traductor y a las editoriales. El libro no lo ha escrito el director manchego, pero recuerda mucho a su cine característico. Puedo comprender perfectamente que quedase maravillado tras su lectura y decidiera invertir tiempo y dinero en adaptarlo a la gran pantalla. Yo también lo habría hecho de haber podido.

PD. En la reseña de Das Bücherregal podréis encontrar links a otras opiniones serias sobre esta novela corta, así que me voy a escaquear de hacer ese trabajo hoy también.  Saludos y felices lecturas.



sábado, 14 de julio de 2018

Una noche con Sabrina Love, de Pedro Mairal



Sabrina Love es la actriz para adultos más importante de la Argentina del momento y del corazón del joven Daniel de 17 años. Con su propio programa nocturno en una cadena codificada, despliega sus encantos felinos y se pasea semidesnuda por el escenario, danza del jacuzzi a la cama y de la cama al jacuzzi, rodeada de falos y exuberantes mujeres de mirada lasciva. Daniel espera ansioso cada madrugada, con su señal de cable pirateada y el miembro erecto, ignora el cansancio de la agotadora jornada en el frigorífico de pollos donde trabaja y sonríe, mientras las escenas de felaciones y penetraciones que ya ha visto un millar de veces se suceden una y otra vez, para poder verla. Su devoción ha aumentado repentinamente tras la compra del boleto con el cual tiene la pequeña posibilidad de pasar una noche con ella. Cuando gana el concurso, no puede creérselo. Todo parece indicar que perderá la virginidad con la diosa de sus desvelos, aunque para ello tenga que viajar en el corto plazo de dos días y sin un duro en la cartera desde su lejano e inundado pueblucho de provincias a la capital del país.

Comienza aquí una novela de carretera, una novela de viajes que se va conjugando maravillosamente con todo el erotismo de una trama que va mucho más allá del mero relato de la iniciación sexual de un adolescente. Una noche con Sabrina Love nos habla de los primeros contactos sexuales reales entre Daniel y las mujeres, pero también de los sentimentales. Se nos muestra el desengaño de un adolescente frente a su primer coito, pero también una nueva ilusión. Las mujeres no son los seres mitológicos que el entramado pornográfico y las charlas de bar entre cuñados le habían dado a entender. Son reales; sienten, piensan y desean igual que los hombres. Una noche con Sabrina Love es una novela para comprender que el amor nada tiene que ver con la idealización del alma del otro, sino con el contacto ardiente de dos cuerpos en la fugacidad de la noche, con la comprensión y el crecimiento parejo en todos los niveles, con el dolor y la esperanza. Pero sobre todo con el sacrificio.

Daniel pasa una serie de periplos a lo largo de esta Bildungsroman argentina que nos recuerda a las batallas de los arcaicos héroes medievales, que hacían lo que fuera con tal de salvar a su doncella. Los obstáculos no son los mismos, pero el premio tampoco. Las crueldades modernas y la camaradería se enfrentan como fuerzas antagónicas a lo largo del viaje de Daniel, quien se ve obligado también a comportarse en ocasiones como todo un ladino. Le intentan robar unos soldados, le hacen saltar de una balsa con lo puesto, nadie quiere recogerlo por sus pintas. Y al mismo tiempo va labrándose la ayuda de la gente. Unos obreros le dan de comer y lo felicitan por su futuro debut sexual, un viejo y su perro acceden a llevarle hasta Buenos Aires, un par de vaqueros le dan parte de su cena y duermen junto a él para protegerlo de la maldad de los demás. 

Daniel finalmente completa su viaje, pero una vez en la gran ciudad, todo se complica. El mundo del porno puede ser muy oscuro para quienes trabajan en él y no suele tener piedad con la gente de afuera. Nuestro protagonista se queda en la calle bajo la promesa de que Sabrina lo atenderá en un par de noches y aquí, con la novela en punto muerto, comienza otra historia de verdadero descubrimiento. Surgen nuevos personajes con sus preocupaciones propias de las gentes de ciudad y el mundo de Daniel choca y se enriquece. Descubre que la homosexualidad no es nada temible y que él también puede ser objeto de deseo. Una chica muestra su interés por él, algo inaudito hasta el momento. Daniel entra en pánico y luego se muestra valiente. La reunión con Sabrina Love parece dejar de importar. Surge el dilema, el conflicto. Y este es conducido satisfactoriamente por Mairal hasta su final.

Cabe destacar de la prosa del argentino la maestría desplegada en los diálogos y el logrado ritmo de la narración. La lectura se hace ágil y enternecedora. Mairal no necesita parrafadas para describir las emociones y preocupaciones de los personajes. Emplea el "show, don't tell", pero en la medida justa. Y en este caso funciona con la suficiente solvencia como para enganchar al lector y no soltarlo hasta las últimas páginas. La novelita en sí es corta y deja muy buen sabor de boca.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Pedro Mairal en esta esquina: La uruguaya


miércoles, 11 de julio de 2018

Dormir al sol, de Adolfo Bioy Casares



Lo último que esperaba recuperar Félix Ramos de las fauces de un perro recién se levanta una mañana es un extenso portafolio redactado por su viejo amigo Lucio Bordenave, a quien no ve desde hace meses. Los textos no solo aparecen de esta manera tan extraña, sino que además les están expresamente destinados. ¿Qué le habrá ocurrido al pobre Lucho y por qué narices le envía una carta a través de un can? Eso es lo que esta novela de Bioy Casares, redactada con la clásica técnica del manuscrito encontrado, tratará de dar a entender, sin olvidar nunca que la ambigüedad es la clave de la buena literatura y que la pluralidad de interpretaciones suele, en lugar de confundir al lector, enriquecerlo. 

Dormir al sol recurre a una estructura muy similar a la de El sueño de los héroes. En su relato Lucho pretende ser fiel a la realidad y para ello emplea un estilo intimista con expresiones propias y situaciones muy particulares de la región porteña argentina. Nos habla de su día a día y de cómo este cambia tras el encuentro con un siniestro adiestrador alemán de perros. Standle, que así se llama el misterioso tipo, se cuela en la vida que comparte con su histérica mujer (Diana) y su celosa ama de llaves (Ceferina Bordenave). No tarda mucho en conocer los problemas del matrimonio Bordenave y pronto convence a nuestro protagonista de internar a su esposa en una institución para enfermos mentales, acto del cual Lucho no tardará en arrepentirse. A partir de aquí el ambiente se vuelve cada vez más enrarecido. Las decisiones de Lucho empiezan a parecer cada vez más extraídas de toda lógica hasta el punto de padecer toda una crisis de nervios. La retirada de su mujer le lleva a un desequilibrio que el universo parece tratar de mitigar con toda clase de dobleces.

Bioy Casares juega con la simetría de personajes en este relato y no para de presentarle a Lucho toda una gama de sustitutas para su Diana. Entre ellas se incluye la vieja Ceferina, familia del protagonista y que es lo más parecido que tiene a una medre. Ceferina siempre desdeñó a la señora enamorada de su hijo adoptivo y no pudo contener su alegría cuando al fin la ingresaron, pues pensaba que ya tendría al joven Lucho solo para él. Se equivocaba, por supuesto. Mientras el protagonista trata de enmendar su error y sacar del manicomio a su esposa, una nueva inquilina se muda sin ningún tipo de pudor a su casa. Es Adriana María, quien, con un enorme parecido físico trata de arrebatarle el marido a su inestable hermana mediante toda clase de insinuaciones. Parece que la única sustituta aceptable podría ser una perrita que Lucho adquiere para no sentirse tan solo y que, por azares del destino, lleva el nombre de su esposa, pero resulta que la de carne y hueso regresa tras una larga ausencia a casa y Bordenave cree comprender entonces lo irremplazable del amor. Diana ha vuelto, en efecto, pero ya no es la misma. Algo dentro de ella ha cambiado. Todos sus caprichosos defectos han desaparecido, convirtiéndola en otra doble de su imagen. Esta Diana cubierta por un halo de bondad, por un aura de donna angelicata, no termina de hacer feliz a un Lucho, eternamente arrepentido, que extraña los males de su señora y que emprenderá toda una lucha para conseguir que se los devuelvan. El pobre ignora que la pesadilla iniciada con la llegada de Standle a sus vidas está lejos de acabar.

Toda esta serie de sucesos cotidianos nos van dejando pistas del fantástico final, donde un giro inesperado cambia completamente el subgénero de la novela. La presencia constante de los perros y de las mujeres que aman a Bordenave constituyen herramientas sólidas con las que Bioy puede encarrilar la narración hacia el punto mágico sin resultar forzado. Al igual que en El sueño de los héroes, el lector espera un suceso extraordinario, pero no es capaz de intuir con precisión cuál. El motivo del título se desvela casi al final del relato y sirve de resorte para entender el "todo" en su conjunto. Coloco este "todo" entre comillas porque las opciones en Dormir al sol parecen varias. Al tiempo que se van introduciendo claves que avalen una interpretación desde el género fantástico o desde la ciencia ficción de la historia de Bordenave, también se van pincelando detalles que nos hacen sospechar de la poca solidez emocional del protagonista. Esta ambigüedad aparecía también en La invención de Morel y creo que le da a la novela un toque muy especial.  El uso de manicomios y de personajes supuestamente enloquecidos me trae a la mente toda una caterva de obras excepcionales. Pienso sobre todo en El alienista de Machado de Assis, pero también en El hospital de la transfiguración de S. Lem. En estas tres obras aparece el manido tema del mundo patológico y de la locura de internarlo dentro de sí mismo. Los médicos en ambos no parecen para nada de fiar, pues se preocupan más por sus investigaciones que por la ética profesional y el buen trato para con sus pacientes. Esto le daba un cierto aire de novela de terror a El hospital de la transfiguración, que se repite por momentos en Dormir al sol, sobre todo en esos tramos finales, donde la sensación de claustrofobia se intensifica. Por otro lado, el ocultamiento del misterio de lo ocurrido a Diana durante su estancia recoge tintes de gestión de intriga muy propios del thriller y de la novela negra. El tratamiento me recordó mucho al Leo Perutz de El maestro del Juicio Final. No por nada, Bioy lo había editado junto con Borges unos cuantos añitos antes de la aparición de esta obra.

En definitiva, otra originalísima historia de Bioy Casares que me empuja a seguir disfrutando de su legado como autor. Bioy siempre ha aparecido bajo la sombra de Borges, pero, como ya he dicho en otras ocasiones, no es para nada un escritor de segunda. Tanto lo que cuenta como cómo lo cuenta sigue mereciendo con creces la pena. Me animé con Dormir bajo el sol gracias a una interesante reseña de El lector estepario. Además de esta podéis encontrar otras reseñas y análisis de la obra muy en condiciones en Demasiado que leer y Viajar leyendo.

Más reseñas de obras de Bioy Casares en esta esquina: La invención de Morel, El sueño de los héroes,  

miércoles, 4 de julio de 2018

Compañía, de Cristina Cerrada





Compañía es una colección de cuentos con los que la autora española Cristina Cerrada obtuvo el II premio de narrativa Caja Madrid. Si bien la elección de esta lectura ha sido un poco por intuición, la satisfacción desprendida de la misma no podía haber sido mayor. Cerrada centra su punto de mira en una serie de personajes en situaciones muy desagradables y, en ocasiones, hasta crueles, lo que no deja de volverlos muy humanos. La mayoría de ellos, en lugar de disfrutar de la compañía de los mismos, no pueden evitar sentirse perdidamente solos. De ahí el título del conjunto. Las trece historias aquí contadas tratan sobre el dolor de la incomprensión, la frustración de los sueños propios, el valor de descubrir qué nos importa una vez lo perdemos, la negación de uno mismo y de los demás,... Sin más preámbulos, hablemos un poco de cada una de ellas por separado:

  • Alguien me sigue: Toma como tema central la paranoia y en clave feminista nos lleva con un estilo nada fantástico a un intercambio de roles que funciona realmente bien. Un hombre está obsesionado con su vecina de enfrente, a la cual se le ha roto la cerradura. Él lo sabe y se siente con el deber de "protegerla" del mundo exterior. Espera, por supuesto, algo a cambio: su amor incondicional. La chica sabe de la existencia de este hombre e intenta evitarlo como puede. Él la oye a través de las finas paredes del apartamento y la sigue por la calle, en el metro, cada vez que sale de casa. Le mira fijamente e impide que nadie se le acerque, hasta que un día la ve besándose con otro hombre, un hombre que comienza a seguirlo y le hace temer por su propia vida. El acosador se convierte en el acosado y que sea un hombre es un punto muy a tener en cuenta en el relato. Con ello Cerrada parece querer dejarnos en claro la indefensa situación de la mujer a día de hoy, acorralada una y otra vez por una vorágine incansable de hombres que aprovechan su ventaja física y social.
  • Tatuaje: Este es uno de mis favoritos. Cuenta la historia de un adolescente solitario que ha padecido el abandono paterno y se niega a aceptar al nuevo novio de su madre. El chico está enfadado con el mundo por esto y vaga sin rumbo por la ciudad. La llegada de un nuevo compañero de clase con quien hará buenas migas le llevará a querer tatuarse un lobo en el pecho. Un romántico y adolescente lobo que aúlle a la luna y que servirá de marca para recordarse a sí mismo lo solo que en el fondo está. Este relato trata sobre el abandono de un padre y sobre el difícil duelo que nos acompaña el resto de la vida tras este, la sensación de que nadie va a dar nada por uno y de las heridas no sanadas jamás. Una maravilla.
  • Naturaleza muerta: Habla del fin del amor y del período de no superación del mismo con todos los actos absurdos de una ira muy humana. En este relato no hay asesinatos ni agresiones, pero la sensación de violencia que Cerrada despliega es total. A mí al menos me recordó mucho a una de mis novelas favoritas: la increíble Personajes desesperados de Paula Fox. En ambas historias hay un matrimonio con muchas fisuras, aunque el hecho de que haya hijos de por medio y de que estos parezcan preferir al nuevo novio de la madre vuelve al relato mucho más incómodo y mordaz. Toda una delicia.
  • La laguna interior: Es el relato con el que más deberíamos empatizar todos aquellos que nos sentimos las ovejas negras de nuestras familias. Tina es una de las cuatro hermanas de una familia y la que más conexión tiene con su abuelo materno. Mientras su madre anda de excursión con sus dos hermanas más pequeñas, una llamada telefónica a la madrugada le anuncia que el viejo ha fallecido. Acude directa a la casa, pero una vez allí es incapaz de llorar. Está experimentando lo que Cerrada bautiza como la laguna interior. A pesar de tener unas ganas inmensas de expresar su dolor, no lo consigue y se culpa fuertemente por ello. Que Tina sea solo una niña hace todo mucho más turbio e interesante. Cerrada sabe que los niños son mucho más inteligentes que como usualmente los ha retratado la literatura y en este relato les hace justicia.
  • Hormigas: Toma también como eje las relaciones amorosas tóxicas. Esta vez vienen en pack, pues la protagonista tiene que hacer frente tanto a su novio como a su suegra, una viejita insoportable que ha quemado su casa para no desprenderse ni un momento de su más preciada descendencia. Este tándem madre-hijo comienza a volverse impenetrable al tiempo que la protagonista tendrá que plantearse seriamente si continuar o abandonar. La metáfora de las hormigas que nadie ve recuerda al viejo dicho inglés: There's an elephant in the room!
  • Mentiras, relojes y minusválidos: Trabaja la hipocresía social y su amplia funcionalidad dentro de las relaciones sentimentales contemporáneas. La tristeza de ver el marco completo de la relación entre una pareja que funciona gracias a las mentiras de una de las partes es desgarradora. Más si se tiene en cuenta el amor incondicional de la otra. Al igual que en otros relatos, Cerrada focaliza la acción en el personaje más polémico y desagradable, consiguiendo despertar todo el interés de un lector que lucha para no identificarse.
  • Alienígenas: Parece al principio un relato más cómico, aunque el trasfondo no lo sea en absoluto. Aquí la autora emplea un uso de la ironía y de la ambigüedad que, si bien se aprecia en otros relatos, no había llegado hasta su punto culmen. La historia nos cuenta cómo un hombre es interrogado una y otra vez por un médico psicólogo quien decidirá si pasa a entrar en un centro sanitario o en una penitenciaría. El narrador es acusado de haber asesinado a su mujer y a sus hijas, pero este no solo lo niega, sino que, además, le cede la culpa a unos supuestos extraterrestres que le habrían sondado y cortado las manos. No queda claro si esto ocurre así, pero el psicólogo es escéptico con el tema de las manos. Alienígenas es un relato de una inteligencia apabullante.
  • Progenie: Trata de ese odio intrínseco a todo lo que nos hace caer en vidas similares a las de nuestros padres cuando los detestamos hasta la saciedad. Trabaja al mismo tiempo el placer masoquista de muchas mujeres y cómo tanto estas como los hombres heredan comportamientos que adquieren con el contacto cultural entre sus modelos e iguales. Personalmente la historia me indignó bastante, para bien, espero.
  • Amnesia: Es uno de los relatos que más tocan el tema de la incomprensión, aunque quizás sería mejor decir: la necesidad de hacernos comprender. En él un joven acude con su devota pareja a una sala de hospital para visitar a un compañero de trabajo de ambos, quien ha sufrido un accidente y perdido la memoria. El visitante cree que el visitado se acuerda de todo perfectamente y que está haciendo teatro para no ir a trabajar y disfrutar de todo tipo de atenciones. Él no se lo va a contar a nadie, pero por alguna razón necesita oír que tiene razón. Para ello arriesga todo y entra en un comportamiento agresivo con el que saca la rabia acumulada a lo largo de la vida que tanto ansía olvidar. 
  • Trasplantes: Nos enfrenta de nuevo a un personaje obsesivo y paranoico que teme a un amigo de su pareja por el reciente trasplante que le ha salvado la vida. Piensa que un trasplante es introducir el alma de una persona en otra, creando una quimera monstruosa. Cerrada se sirve de recursos del cuento de terror aquí para dejarnos esa sensación de mala espina que tanto agradece un lector como yo.
  • Cerdos: Trata de la no aceptación de uno mismo tras una ruptura sentimental de varios años. Se habla del retorno a la familia que nos queda en la adultez y que es tan dispersa como distinta de nosotros mismos. La incomprensión de este reencuentro familiar, de esta nueva y a la vez vieja compañía que tan solos nos hace sentir. De eso y de unos cerdos, símbolos de la brecha entre lo que unos pueden soportar y otros no. 
  • El efecto Coriolis: Es el relato más breve, impersonal y que menos me ha gustado. Por lo tanto, no voy a dedicarle siquiera más que este par de líneas. Muy por debajo de todo el conjunto.
  • Compañía: La historia que cierra la colección es también la que da nombre al título y hace un acopio de las ideas claves presentadas. Habla de un par de chicos que comparten piso, siendo uno de estos el casero y el otro un inquilino que se niega a marcharse. El inquilino le parece al casero especialmente molesto, pero al mismo tiempo tiene un aura de optimismo que le sienta divinamente y que le pone muy difícil tomar una decisión terminante. El inquilino lo sabe y se aprovecha de esto. Juntos hacen una pareja un tanto cómica que se compenetra en una especie de simbiosis donde ninguno está del todo a gusto. 
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En resumen, una lectura sumamente gratificante, intrigante y ágil. Me gustará volver a repetir con la autora en el futuro. Recuerda en cierta medida a Samanta Schweblin, pero su estilo difiere lo suficiente como para presentar personalidad propia. Altamente recomendable.

Reseñas de otras obras de Cristina Cerrada en esta esquina: Europa