viernes, 28 de agosto de 2020

Entre visillos, de Carmen Martín Gaite

 


Hace unos meses Carmen Martín Gaite me sedujo con una colección de relatos prácticamente impecables. Ahora me tocaba probar con una novela suya y he escogido Entre visillos, por tratarse para muchos de la más canónica y representativa. Además, fue con esta obra con la que obtuvo el Premio Nadal, que fue fundamental para el desarrollo de la narrativa en la posguerra española y la dictadura franquista. En Entre visillos, el lector va a encontrar las historias cotidianas de un grupo de jóvenes en una pequeña capital de provincias que se sitúa entre Santander, San Sebastián y Madrid. Se trata de una novela perteneciente al realismo social de los años 50 y que pretende, por tanto, reflejar la sociedad del momento y a través de esto poner de manifiesto una serie de injusticias, aunque, como podemos esperar de la autora, no es un texto panfletario. Se trata, como muchas obras de su tiempo, de una narración coral, donde los protagonistas son muchos y todos tienen un espacio, por pequeño que sea, para desplegar su voz. Esto contribuye a la sensación de inmersión de la novela, pues el lector puede sentir que camina por las calles de la pequeña ciudad y que los pensamientos, los deseos, logrados o frustrados de sus habitantes, se filtran a través de sus muros. Por ello, es un gran acierto.

No obstante, la figura del narrador es bastante particular a lo largo de la obra, por lo que conviene analizarla. Al principio se presenta un narrador omnisciente que introduce a las protagonistas femeninas de la obra (Natalia y sus hermanas), pero en el capítulo dos el narrador pasa a primera persona. Ahora quien habla es Pablo Klein, que se podría considerar el protagonista principal de la obra por frecuencia de aparición, a pesar de no tener la fuerza de los personajes femeninos. La narración se va alternando entre este narrador omnisciente centrado en las lugareñas y sus entresijos y Pablo Klein, quien es extranjero e irrumpe en la ciudad por motivos de trabajo. Pablo Klein tiene distinción porque es esencialmente distinto. No participa de los juegos de marujas del lugar. Tiene su propia manera de dar clase, su propia mentalidad y su propia forma de relacionarse con los demás. Viene con unos comportamientos y unas actitudes que no son propias de la España de la época. Y esto es porque Pablo, aunque nacido en la ciudad, ha pasado su juventud en Alemania. Pablo no pertenece ya al sitio en el que está y, aunque el lector lo puede deducir por este detalle, el personaje no se dará cuenta hasta que no vaya avanzando la obra y descubra las iniquidades de quienes le rodean. 

Junto a Pablo, hay otro personaje que también obtiene la distinción suficiente como para tener capítulos donde su voz se convierta en narradora de la acción. Me refiero, por supuesto a Natalia, la menor de las tres hermanas. Una chica de matrícula que sabe que su padre no va a permitirle abandonar la ciudad para ir a Madrid a estudiar Biología, a pesar de tener el deseo, la capacidad y las ganas necesarias. Y sabe que no se lo va a permitir porque es mujer. Natalia tampoco pertenece a la ciudad y su mundo de vigilar a los demás entre visillos. Natalia no quiere casarse. Natalia no quiere depender de un hombre. Natalia quiere ser libre como Pablo para ir a donde le plazca. Pero no puede porque su padre se lo prohíbe.

Este es un libro sobre mujeres frustradas e injustamente castigadas. Durante toda la novela, la mayor parte de los personajes encuentran aceptable que las mujeres se dobleguen a los deseos de los hombres. Elvira tiene que guardar el luto de su padre. Juana no puede ir a ver a su novio a Madrid porque su padre se lo prohíbe. Al mismo tiempo, su novio amenaza con dejarla si no obedece. Todo se vuelve obedecer. Perder la voluntad. El margen de libertad es pequeño y eso genera mucho sufrimiento. No miento si digo que en dos de cada tres capítulos hay una mujer llorando de impotencia. 

Por poner un ejemplo, buena parte de la narración tiene como motor central la complicada relación entre Pablo y Elvira, la hija del fallecido director del colegio donde Pablo enseña alemán. Elvira es una artista y quiere desarrollar su arte, pero sabe que a Pablo no le importa nada de eso. Él no sabe si la quiere o no, y ella espera que sea él quien se lance porque culturalmente como mujer no puede hacerlo. Finalmente, toma una serie de decisiones que le llevan a sufrir, pero que vienen determinadas no solo por su personalidad y por las extrañas circunstancias en las que se conocen (un velatorio), sino por las convenciones sociales que como mujer no le permiten ir más allá sin que la tachen de ramera, lo cual en la época en la que estamos hablando podía suponer el repudio de toda su familia y amigos.

Mientras que las mujeres no tienen libertad para obrar en esta obra, los hombres pueden hacer y deshacer lo que les venga en gana y culpar a sus novias, a sus hermanas y a sus madres. De todo el abanico de personajes masculinos de la obra, son pocos los que acaban actuando con buenas intenciones. La mayoría solo buscan a las mujeres como objetos sexuales y quieren casarse con ellas para ahorrarse tener que pagarle a una criada. Muchos son borrachos y acosadores. Y esto se ve normal dentro de la sociedad en la que viven. Un hombre puede beber, una mujer no. Un hombre puede fumar, una mujer no. Un hombre puede estudiar, una mujer no. Y así una larga lista de comparativas que no puede más que sorprender al lector actual. 

Algunos de estos problemas se han superado, pero no todos ni mucho menos en todas partes. Por lo que a pesar del innegable progreso hay que seguir apostando por la equidad entre hombres y mujeres. Por ello, considero que una lectura como Entre visillos es muy necesaria, incluso por encima de otros clásicos de la posguerra. Sé que el nuevo sistema de Selectividad en España ha recuperado a Carmen Martín Gaite con su novela El cuarto de atrás, lo que me parece un acierto por su parte. Será el próximo libro de la autora que lea.

Y eso es todo. Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Carmen Martín Gaite en esta esquina: Cuentos completos,



lunes, 24 de agosto de 2020

Catorce primeros capítulos de David Copperfield

 


Hace ya unas semanas que comencé este viaje a la Inglaterra decimonónica de la mano del conocido Charles Dickens, pero me detengo hoy para hablar de algo urgente. Esta novela tiene más de mil páginas y necesito aire para respirar, pues intuyo que he concluido la primera parte de la misma. Os pongo en situación. David Copperfield es una bildungsroman, es decir, una novela que trata sobre el crecimiento personal y el paso de la niñez o la juventud a la edad adulta. Al mismo tiempo, trata de ser una novela total, pues en ella el lector acompañará al personaje que le da nombre a la obra desde antes de su nacimiento hasta su muerte. Está considerada una de las obras cumbres del realismo y es para muchos la mejor obra del autor. Incluso el propio Dickens admitía que era esta su creación predilecta. 

Esto puede llevar a que el lector piense que va a encontrarse con una novela pesada y falta de acción y, si bien es cierto que la novela, de momento, no me está resultando precisamente una vorágine de acontecimientos, cada uno de los sucesos se sienten milimétricamente construidos y desperdigados con pulcritud. Pero ante todo David Copperfield  constituye una denuncia a la crueldad de la sociedad de la Inglaterra de su época y a la fragilidad de los niños, que son maltratados, forzados a trabajar y obligados a vivir en condiciones paupérrimas. De hecho, hasta el capítulo XIV, muy pocos son los personajes que de alguna manera o de otra no se aprovechan del pequeño David. En esta categoría de personajes hay un hueco especial para el señor y la señorita Murdstone, el padastro de David y su tía postiza, que si se comportaran como lo hacen con el pequeño hoy en día les acribillarían los servicios sociales. Murdstone es un hombre con un fuerte complejo de inferioridad y un rufián que se aprovecha de su esposa y disfruta torturando al pobre David, para luego deshacerse de él. Primero lo envía a una institución de enseñanza bastante estricta de Londres y después a trabajar en un almacén, cargando cajas y toneles para los que su diminuto cuerpo de niño no está preparado. A lo largo de estos catorce capítulos se nos dibuja a Murdstone como el antagonista que siempre se salía con la suya y que provocaba un gran pesar a David, quien no podía contestarle ante el miedo a una golpiza.

Por eso me detengo en el capítulo XIV, porque allí todo cambia. Dickens recupera un personaje más de doscientas páginas después, una vieja tía del protagonista. Una persona adinerada y recta, con actitudes un poco extravagantes, pero con un gran sentido de la justicia. Alguien que, por fin, puede enfrentarse a Murdstone y tratarlo como a un igual. El capítulo XIV es de los pocos capítulos (de entre los que llevo) que termina bien para David y que marca una división en la obra. Toda la historia previa se construye hacia ese capítulo, que es el momento culmen de lo que llevo de novela. El pequeño deja de depender de una pareja abusiva, para vivir en una "casa de locos". Aún no sé qué le deparará el futuro, pero conociendo a Dickens y viendo lo que ya ofrece en páginas anteriores, así como en otras obras, espero comedia e ironía, pero sobre todo mucha tragedia y miserias humanas.



jueves, 20 de agosto de 2020

N.P., de Banana Yoshimoto



N.P. son las siglas de North Point, un supuesto libro maldito escrito en inglés por el autor japonés Sarao Takase, el cual parece ser responsable del suicidio del artista, así como de tres personas que intentaron verter el texto al idioma nipón, entre ellos Shõji, el exnovio de la protagonista y narradora de esta novela. El terrorífico libro consta de noventa y ocho relatos. No hay problema con ninguno de ellos, salvo con el último, en el que se narra la turbulenta relación sexoafectiva de un padre y una hija. Estos se conocen en un local nocturno y sin sospechar el parentesco, acaban teniendo relaciones sexuales durante un tiempo. Posteriormente, tras el descubrimiento del mismo, el padre continua manteniendo los encuentros, aunque cada vez se siente más arrepentido y triste. Lo que iremos descubriendo a medida que avancen las páginas de N.P. es que la historia de los personajes del relato noventa y ocho está inspirada directamente en el autor y su hija Sui.

N.P. es otra novela más de Yoshimoto en la línea de ese Japón extraño que tanto puede agradar al lector como desagradarle. Sus personajes se construyen a partir de una serie de relaciones incestuosas, con familias desestructuradas y particulares formas de experimentar la sexualidad. Se sienten solos, piensan constantemente en la muerte y viven con la obsesión del pasado y la imposibilidad de huir hacia adelante. Cuando la narradora se ha desentendido completamente del libro que traducía su exnovio, el reencuentro con los hijos del autor da un vuelco tremendo a su vida. Rodeada de nuevas personas trata de seguir adelante, pero el recuerdo perpetuo del pasado, ya no solo de la muerte de Shõji, sino de la relación turbulenta con sus padres, su divorcio y el abandono de su padre, le llevarán durante un largo verano a replantearse su vida y su trabajo como traductora.

De las novelas de Yoshimoto esta es la que más he disfrutado por ese componente de misterio que aporta el enigmático libro y las continuas revelaciones que se van haciendo a lo largo de la obra sobre este y la familia del autor. Sarao Takase era un pedófilo que, además, se acostaba con su propia hija y sufría por ello. Sui, la chica, trata de sobrevivir a esto y quiere pensar que su padre lo amaba, no ya solo como hija, sino también como mujer. Al igual que Tsugumi en la novela homónima de Yoshimoto, Sui es un personaje que mueve por sí misma toda la trama, un ser triste, que ha padecido mil y un abusos y que mantiene una relación de pareja con su propio hermano porque es lo más parecido que tiene a mantener una relación con su difunto padre. Ella parece tener todas las respuestas, su enigmática sonrisa y aparente capacidad telepática sorprende y atrae a la protagonista, que incluso duda de su sexualidad.

Toda la obra se construye con unos diálogos exquisitos que nada tienen que ver con otros textos de Yoshimoto, donde se narraban trivialidades. Aquí hay un verdadero cuestionamiento de la naturaleza humana y de los impulsos nietzscheanos de eros y thanatos. De la misma forma, está el relato del emigrante que vuelve, de aquel que se crió en tierra extraña y por primera vez pisa el suelo donde habitaron sus ancestros. También está, como es habitual en las obras de la autora, una historia que refleja el duelo de las personas ante la muerte de un ser querido. Y, finalmente, los conflictos paterno-filiales. Los padres se culpan por no ser los mejores para sus hijos. Sarao Takase se suicida entre otras cosas porque entra en un círculo vicioso donde contar la verdad sobre su doble vida podría suponer un dolor tremendo para su familia. El padre de la Kazami, la narradora y protagonista, llama a su hija, se disculpa, pero esta intuye que huyó por cobardía, por ser incapaz de expresar sus verdaderos sentimientos y atracción hacia ella. Sui se cría con su madre, una prostituta que la abandona. Y así un largo etcétera. Por otro lado, el final es muy bueno. Cuando ya se han dado tantos giros de guión y parece que la situación se calmará, por fin, Yoshimoto nos regala varios datos que alteran completamente toda la historia que nos había contado antes. Eso sí, sin destrozarla, lo que es de agradecer. Quizás, para mi gusto, se desaprovecha un poco toda la trama de misterio y el incipiente terror que augura la premisa de la obra se queda solo en eso, en incipiente. Esto no debería perjudicar a la obra, que, por otra parte, esta muy bien construida.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Banana Yoshimoto en esta esquina: Sueño profundo, Kitchen, Tsugumi


viernes, 14 de agosto de 2020

Los superjuguetes duran todo el verano y otras historias del futuro, de Brian W. Aldiss




Los superjuguetes duran todo el verano y otras historias del futuro es una recopilación de relatos del escritor inglés de ciencia ficción Brian W. Aldiss de finales de los noventa e inicios de los dos mil, a excepción del relato que da título al volumen y que sirve como reclamo de ventas, el cual data de 1969. El cuentario incluye, además, un prólogo donde se habla de la importancia de Los superjuguetes duran todo el verano y de los años de trabajo sin frutos en los que el propio Aldiss colaboró con el famosísimo Stanley Kubrick con el fin de adaptar el texto al guión de una película que no llegaría a dirigir. Una vez muere Kubrick, el cual había echado a Aldiss del guión porque este se negaba a usar elementos de otros textos, particularmente de Pinocho, los derechos del relato pasan a formar parte de Steven Spielberg, con quien el autor parece congeniar mejor. Dos relatos que continúan la historia del protagonista (Los superjuguetes cuando llega el invierno y Los superjuguetes en otras estaciones) después y la ayuda de Ian Watson lograron finalmente completar el tan ansiado guión del filme que se acabó llamando Inteligencia Artificial (2001). Aldiss quería aprovechar este éxito, por lo que editó un volumen con relatos escritos en una fecha reciente al estreno, relatos que, si bien no tienen esas imágenes poderosas que hace que el lector luego los recuerde con vehemencia, tratan de temas de actualidad y viene a advertirnos sobre los peligros del progreso humano y de la necesidad de erradicar ciertos comportamientos para poder mantener un equilibrio con el cosmos. Algunos de estos temas se adelantan mucho a su época y, aunque el enfoque peca de no ser el más indicado, llaman la atención, pues están en el día a día de las sociedad modernas. Hablo de la ecología, el veganismo, el tema racial, la manipulación de los medios, lo mórbido de la prensa rosa, la superpoblación, la hipersexualización, las personas transgénero, etc. 

Pero, sin duda, el plato fuerte de este cuentario se halla en sus tres primeros relatos, los cuales, como ya he comentado arriba, forman un tríptico que nos conduce a las reflexiones del pequeño David: un niño incapaz de satisfacer a su madre. Esto se debe a un motivo, que quienes hayan visto la película conocerán, pero que me niego a señalarlo aquí porque creo que puede arruinar la experiencia lectora. De hecho, mi recomendación para leer este cuentario es que pasen directamente a estos tres primeros textos y que ya luego se lean el prólogo, pues en lo personal siento que me desbarató el factor sorpresa, tan necesario en una historia de estas características. David es un niño que vive junto a su madre adoptiva y su padre, fabricante de robots, en una casa imaginaria, donde se puede mantener una estación del año eternamente. Su mejor amigo es un oso de peluche robótico y parlante, al que llama Teddy. Es cierto que no es el nombre más original para un oso de peluche, pero el texto data de 1969, por lo que entiendo que no sería tan cliché.

Nada más empezar la obra vemos comportamientos extraños entre los personajes. David es un chico sin amigos y que huye de su madre, la cual lo quiere, pero, al mismo tiempo, lo ve como un monstruo porque sabe que no es de su sangre. David tiene una pregunta constante al ver a tantos androides en su vida, ¿él es real? ¿Es innegable que siente y padece, pero es así porque lo han programado para ello? Y lo más importante de todo, ¿su madre lo quiere?

Este cuentario me fue recomendado por Cities de Das Bücherregal, el cual tiene una reseña donde habla con mucho entusiasmo de por qué esta es una de sus obras favoritas del autor. En su reseña también destaca que otros blogueros no coinciden con él y señalan que salvo el tríptico de David, el resto de relatos deja mucho que desear. Yo en lo personal creo que tienen buena intención y algunos, incluso, muy buena ejecución, pero también hay textos que bajan mucho el nivel. El de las arpías que se congelan porque el mundo llega a una era glacial y deciden hacer una orgía con los hombres no me ha podido dar más igual, por poner un ejemplo. Sin embargo, el tríptico que forman Tres tipos de soledad y los relatos III, La antigua mitología Hasta convertirse en mariposa, solo por mencionar varios de mis favoritos, son realmente buenos y merece la pena leerlos. La conclusión es que, si bien esperaba más, estoy satisfecho con la lectura y volveré a Aldiss pronto.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Brian W. Aldiss en esta esquina: Los oscuros años luz,


lunes, 10 de agosto de 2020

Jóvenes guerreros, de Lou Wild Morrison






Un grupo de veinteañeros disfruta de una agradable velada en un pub nocturno cuando una extraña luz los ciega. Sin saber muy bien cómo, cada uno se despierta en un lugar diferente, a excepción de Felipe, que es hallado muerto. A partir de aquí comienza una extraña sucesión de fantasías muy oscuras que llevará a los personajes a desarrollar una serie de poderes para enfrentarse con el mal que está por venir. Al mismo tiempo, la hermana menor de una de las protagonistas es retenida contra su voluntad por una bruja que quiere comérsela.

De aquí podemos deducir que hay dos tramas principales, la que implica a Javier y sus amigas (los veinteañeros del bar) y la que va de la mano con las brujas antropófagas y con Terry. En lo personal he disfrutado más con la segunda de las tramas, pues se siente más adulta y cruda. No es compasiva con el lector y muestra con todo lujo de detalles escenas sexuales de sumisión y dominación entre personas del mismo sexo y de sexos distintos, así como fantasías caníbales. He de decir que el autor se luce en estas partes, que son de lejos las más inquietantes y truculentas de toda la obra. Y las que más enganchan al lector, pues este, movido por el interés hacia lo mórbido, no parará de leer hasta que estos capítulos concluyan. Por otro lado, estas dos tramas se cruzan en un determinado momento de la obra y el resultado no es nada despreciable. Terry descubre que las brujas trabajan para una organización, llamada Saturnalia, la cual se dedica a comprar niños a las familias pobres para luego devorarlos, puesto que el mundo se ha vuelto completamente vegetariano al fallecer casi todos los animales excepto el homo sapiens. Esta organización habría sellado un pacto con distintos primogénitos que se corresponden con los protagonistas de la primera trama, siendo Felipe el primero en caer. Todo lo que envuelve a esta organización y a la crítica social que conlleva la incorporación de la misma a una obra tan variopinta como esta me resulta apasionante. La existencia de Saturnalia viene a reflejar la triste realidad de que los más ricos y poderosos no van a dejar de lado sus costumbres aún a costa de la miseria y de la muerte de los menos agraciados, explotándolos como mano de obra y apropiándose mediante el uso del capital de todo lo que tienen, inclusive sus hijos. Perdón por sonar como un crítico marxista de poca monta, pero el texto se presta a ello. Hay en la presencia de Saturnalia en la obra una reflexión también sobre la esclavitud moderna. Los padres no necesitan el dinero para sobrevivir, pero prefieren vivir mejor a costa de la extirpación de un miembro familiar. Venden, por ende, a sus propios hijos como esclavos y se quedan tan panchos. Esto es algo que Terry no podrá permitir y que le llevará a cobrarse la venganza.

He de decir que nunca he sido muy fan de los cómics de superhéroes y es innegable que hay mucho de esto en Jóvenes guerreros. No obstante, el hecho de que esté novelado y de que se incluyan elementos de horror y erotismo me ha hecho valorar la obra de manera positiva. Al conjunto de ventajas que tiene esta historia se suma que los capítulos tienden a ser bastante breves y plagados de acción, como en la mayoría de novelas juveniles. Y aunque encuentra su inspiración en parte en este tipo de obras,  Jóvenes guerreros es una obra destinada a jóvenes adultos, que disfrutará especialmente cualquier amante del cómic de superhéroes o de la narrativa de horror. Estamos ante una extraña e interesante mezcla, que quizás podría haber dado más de sí, pero que no deja de ser una lectura más que recomendable.

La única pega que le encuentro al texto es los personajes y su evolución. Estos cuentan con un margen de desarrollo muy estrecho. Cuando el lector consigue finalmente empatizar con los protagonistas, estos son prácticamente removidos por otra tanda de personajes que no terminan de ser tan carismáticos. Lo que sí que me hubiera gustado ver es una interacción mayor entre los nuevos personajes y los viejos, puesto que la novela deja un poco el regusto de que falta una confrontación final donde Javier y sus amigas tengan la posibilidad de lucirse como los jóvenes guerreros que son.

Obviando este detalle, la obra cuenta con una estructura muy sólida y hasta con su propia banda sonora que se despliega a lo largo de las páginas del texto. Contando con que es la ópera prima de su autor, está bastante bien. Desgraciadamente, se encuentra descatalogada a día de hoy. La edición que yo he podido leer ha sido un obsequio de Wild Morrison. Pero si la ven por ahí, de casualidad, y pueden adquirirla, no lo duden. 

Eso es todo por hoy. Lean mucho, coman con moderación y namasté.

PD. Pocas horas después de publicar esta reseña confirma su autor que habrá reedición de esta obra, lo que es una magnífica noticia.

Reseñas de otras obras de Lou Wild Morrison en esta esquina: El festival de la matanza

jueves, 6 de agosto de 2020

Orquídeas para Perséfone, de Nieves Guijarro Briones




No entiendo mucho de física cuántica, por no decir nada, pero hasta donde llego, la famosísima teoría de cuerdas habla de la posibilidad de otros universos más allá de aquel en el que nos encontramos. Aunque la física habla de la dificultad que podría suponer el viaje interdimensional, la narrativa de ciencia ficción siempre se ha amparado en esta puerta para construir toda clase de historias. Es cierto que Orquídeas para Perséfone no es una novela de scy-fy, pero también parte de este concepto y del estudio del sueño. Dentro del microcosmos de Orquídeas para Perséfone la mente es capaz de viajar entre dimensiones cuando duerme. Sé que la idea del desdoblamiento en el sueño no es particularmente original, pero sí lo es el enfoque que en esta novela se da.

Para empezar, el protagonista es un hombre joven que no encuentra su lugar en el mundo tras la muerte de su ser más querido: su abuela. Vaga como un flâneur por la ciudad mientras filosofa sobre su propia existencia y la de dios. Siempre cabizbajo, encuentra su único consuelo en su gato. Sin duda, pasa por una etapa dura. Sin despilfarros, trabaja a media jornada. No obstante, en uno de sus viajes astrales mientras duerme descubre a una persona, con aspecto de diosa griega, de la cual cae perdidamente enamorado. Una vez entiende que ese amor es recíproco dentro del sueño, llega el momento de hacerlo sólido en el mundo "real". Aunque, desde luego, no lo tendrá fácil: Perséfone al despertar olvida todo lo que sueña.

Según la autora y el prologuista, esta obra entra dentro de la tradición de fantasía onírica porque su universo narrativo se extiende en el mundo de los sueños. A partir de este punto de partida, Guijarro Briones introduce una historia cotidiana de amor. Sin embargo, la narración no se vuelve en ningún punto melosa o cursi. Los personajes protagonistas son inteligentes y tienen diálogos muy bien construidos. Quiero hacer hincapié en estos diálogos porque es a través de ellos donde mejor se aprecia la profundidad psicológica del narrador y, sobre todo, de su amada. Al principio estos diálogos no me terminaban de entusiasmar, pero a medida que fue avanzando la obra me fui haciendo a ellos. Por otro lado están los extensos monólogos del protagonista, que, en mi caso, se me han hecho muy ligeros por tocar temas de mi interés como la literatura, la filosofía, la astrología, la psicología o la mitología. Y es que Orquídeas para Perséfone es una novela corta, pero que mira hacia fuera. Presenta su propia manera de entender el mundo, ya existan en este los viajes interdimensionales o no. Y eso es magnífico porque el lector siente que no solo se entretiene con la obra, sino que, además, aprende cosas nuevas. En mi caso, el intenso debate que tiene el protagonista sobre el color púrpura y el violeta (que para mí eran casi lo mismo) me encantó porque se hace todo un despliegue de referencias históricas, teológicas y filosóficas que no conocía.

He de reconocer que no he leído nada dentro de este género, pero sí que me ha recordado remotamente a películas que tratan viajes astrales dentro de los sueños, incluyan o no enamoramientos. El referente más preciso que tengo en la mente es Waking Life (Richard Linklater, 2001), una de mis películas favoritas. Eso sí, Orquídeas para Perséfone es mucho más afable con el consumidor que la película de Linklater, pero no por ello se deja de prestar a una relectura. No es el típico libro de leer y guardar, pero una primera lectura es más que satisfactoria. Orquídeas para Perséfone es una grata sorpresa que acompañará las noches de más de un lector.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Nieves Guijarro Briones: La cruz y el cerdo,