miércoles, 23 de septiembre de 2020

Revolución feminista y políticas de lo común frente a la extrema derecha, de María Eugenia R. Palop

 


Sí, ha llegado el día en el que en La esquina de ese círculo voy a hablar de política, pero ¿cuándo no he hablado yo de política? Dice Palop en este libro:

"Todo es político. No hay ningún posible desplazamiento ni vaciamiento de la política. Cuando se dice que algo es apolítico, lo que se está queriendo decir es que se adhiere al pensamiento hegemónico, es decir, que no contrasta, que no es subversivo, que no es transformador, pero eso no significa que no sea político.

Lo 'apolítico' es el ADN del neoliberalismo. Pero ¿qué ocurre con el neoliberalismo? Que la racionalidad política no es que desaparezca, es que queda colonizada por la racionalidad del business. Hay una colonización del espacio político, el que debería ocupar el bien común, no ya por parte de la economía, sino por la racionalidad del business. En eso consiste una democracia como business, partidos políticos que salen cada cuatro años a vendernos un producto y para los que no somos electores, sino clientes. Partidos que luchan por el centro, partidos atrapalotodo, sin compromiso, desideologizados, burocratizados, distanciados de sus bases. Partidos entre los que no hay más diferencias de las que hay entre Vodafone y Movistar, que ofrecen el mismo producto, pero con una marca distinta, en los que el líder tiene que ser suficientemente igual a otro como para captar nuevos clientes de la competencia, pero suficientemente diferente como para fidelizar a su propia clientela. Esta composición de la política que se puso de manifiesto en los años sesenta y que ha venido siendo criticada por movimientos sociales durante muchísimo tiempo, es lo que mucha gente identifica con lo apolítico, pero no es que sea apolítica es que es una visión de la política claramente neoliberal." 

 

Estas son palabras que suscribo al cien por cien. No se puede ser apolítico, porque en sí misma fingir serlo es una actitud política, una decisión individualista y egoísta que no tiene en cuenta ni las generaciones del futuro ni las del pasado. Mis reseñas son, por lo tanto, políticas, en tanto que son mensajes que se lanzan al mundo. Otra cosa es que yo me detenga o no a hablar de partidos e ideologías, que parece ser lo único relevante en política, cuando no es así. El arte es eminentemente político, aún cuando no pretende serlo. Las programaciones de los museos, de los festivales de música, del teatro nacional y del más austero, son formas de hacer política. Y estas no son solo ideas mías, sino de la propia autora del libro que hoy reseño.

María Eugenia R. Palop publica este libro en 2019, poco después de la sentencia a La Manada, pero el suficiente tiempo antes de la moción de censura a Mariano Rajoy. Por lo tanto, es comprensible que el panorama político haya cambiado mucho y que algunas de las ideas que defiende no hayan calado en la sociedad como ella pensaba que lo harían, sino que me atrevería a decir que se ha retrocedido. Un ejemplo es el de la buena fe depositada en Manuela Carmena como alcaldesa de Madrid. Palop pensó que se quedaría en el cargo por mucho más tiempo, debido a sus medidas sociales, pero lo cierto es que no ha sido así. Por otro lado, está el tema de Vox, el partido más a la derecha de todos los que tienen escaños en el Congreso. Las bases de su discurso son recogidas y analizadas por Palop. Sin embargo, la autora no podía saber el apoyo ciudadano que tendría en España, a pesar de ser un país que en su pasado contó con una dictadura de derechas, como fue la de Francisco Franco, cuyas heridas no han sido cerradas todavía. Por ello, no hay una sola mención al partido verde.

A pesar de esto, se trata de un libro con el que se puede aprender muchísimo sobre el panorama más reciente de la política española y europea, aunque quede demasiado clara su afiliación política, al que hace ver como los buenos de una película de serie B que no está terminada de editar. Por ello, solo es recomendable para aquellos que simpatizamos con ciertas ideas de las izquierdas, sin rozar el absurdismo que supusieron los regímenes comunistas, plagados de corrupción y hambruna del siglo pasado, ni las utópicas propuestas anarquistas, que funcionan divinamente en pequeñas comunidades, pero que encuentran problemas graves cuando salen de esas escalas.

Palop habla sobre el ascenso de Trump y de Le Pen apelando al discurso fácil de "los de aquí, primero". Un discurso que apela a lo común y al mismo tiempo a la faceta más egoísta de los votantes, que solo desean eliminar competencia de su vida amorosa, laboral, pública. Dice Palop sobre la xenofobia de Le Pen:

"De hecho, cuando Marine Le Pen dice que acá no cabemos todos, tiene razón, claro que no cabemos todos. Lo que sucede es que nosotros debemos tener una sensibilidad ecologista que nos lleve a entender que lo que sobre son cosas, mientras que Marine Le Pen piensa que lo que sobra son personas. Pero lo cierto es que su diagnóstico tiene credibilidad porque es bueno: en realidad, con este sistema productivo, no cabemos todos. La cuestión, insisto, es que nosotros no debemos pensar en expulsar a la gente, a los más vulnerables, sino en desarrollar políticas sociales orientadas verdaderamente a satisfacer necesidades básicas, limitando la riqueza de unos pocos, y no únicamente a incrementar la producción para crecer y poner más cosas en circulación."

Frente al pensamiento neoliberalista, la izquierda se ha dedicado a acaparar a todos los colectivos vulnerables posibles y esto ha provocado un discurso lleno de ruido, donde un día se defiende una cosa y otro día otra distinta. Y, a pesar de no ser incompatibles, entorpecen el mensaje y hace que buena parte de la clase obrera prefiera votar a las derechas. Las preocupaciones por los derechos humanos y sociales aparecen en una manifestación una vez cada mucho. El usuario medio se desentiende y pasa rápido a preocuparse de otro asunto, también político, desde luego. El caso es que el discurso de las izquierdas no ha quedado nada claro por esa fragmentación, por esa incapacidad de poner a los oprimidos en común. Y por esta razón tan absurda es por lo que los hombres deberían ir a manifestaciones feministas aunque no padezcan el groso de la violencia machista. La empatía es la que genera comunidad, la que ayuda a mejorar cívicamente un país y a avanzar hacia un progreso social que algunos están tratando de evitar a toda costa, a veces incluso los que se llaman a sí mismos progresistas.

Esto me lleva al segundo gran punto del ensayo: la revolución feminista. Palop no solo reivindica con su texto la eliminación de la violencia machista y el fin del patriarcado, sino que expone una serie de motivos por los que la sociedad y la vida urbana debería distanciarse de lo masculino y abrazar lo femenino. Y esto, por raro que parezca, no tiene nada que ver con la identidad de género de cada uno, sino con los valores que desde que somos pequeños se nos inculca por ser hombres o mujeres. En este sentido, los hombres son más competitivos y egoístas, porque están acostumbrados a obtenerlo todo en el momento. La fuerza física biológica nos acompaña por lo general. Sin embargo, las mujeres se educan en un entorno de interdependencia, codependencia y cuidado. Frente al modelo masculino de imposición, está el mimo femenino, la solidaridad y la cooperación, que ha demostrado dar buenos resultados en las empresas, o así lo afirma Palop. Por ello, considera necesario una feminización de la política, pues desde las esferas del Congreso y del Senado es donde se puede verdaderamente plantar cara a los abusos del neoliberalismo masculino. Esta feminización no tiene nada que ver con la paridad o con la asunción de más y mejores puestos para las mujeres si estas, curtidas en un ambiente de hombres, han acabado adoptando las formas de estos, despreciando los valores en los que tanto hincapié hace Palop. La feminización de la sociedad no tiene que ver con la dominancia de las mujeres sobre los hombres, sino con una valoración positiva de lo femenino que sea tenida en cuenta. Dentro de lo político, señala Palop, ya se está poniendo en marcha en distintos ayuntamientos de nuestro país. Por ello, alberga esperanzas de que la municipalidad pueda contribuir a un fin mayor.

Como podéis ver, se trata de un ensayo muy completo. No obstante, se echa en falta una buena conclusión que sintetice ideas porque, aunque estas se repiten, luego es difícil localizarlas. Por otro lado, está el hecho de que la pandemia por Covid 19 ha cambiado por completo nuestra forma de hacer política y nuestra vida. Y este es un punto que no se recoge en el texto, lo que deja un sabor agridulce, puesto que, a pesar de ser un libro del año pasado, ya se siente una distancia temporal importante. Por supuesto, no recomendaría este texto a nadie que se considere conservador porque no le va a agradar y tampoco le va a servir para cambiar su perspectiva política. Y eso ha sido todo por hoy. Me alegro bastante de poder hacer aquí este experimento, ya que solo suelo traer prosa de ficción. Traer un ensayo y, además, de política ha sido una experiencia divertida y edificante para mí.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.


1 comentario:

  1. Los facharrojos hablan de neoliberlismo sin definirlo, porque resulta que son neoliberales todos los que no les gustan a los facharrojo, ya sean Felipe Gonzalez, Aznar, Merkel, y en general todo el que no sea de extrema izquierda. Y con los fachas de izquierda qué pasa? Es mucho más peligrosa la extrema izquierda que la extrema derecha porque la extrema izquierda mata y aqui en España tenemos a la extrema izquierda en el gobierno, aunque sea de un modo casi simbolico porque no tiene apenas poder... Como decia Orwell el socialismo es una máquina de producir miseria y corrupcion. La ONU acaba de condenar a la dictadura facharroja de Maduro como genocida por haber asesinado y torturado a más de 400 personas ya documentadas y se sospecha que han sido varios miles.

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