viernes, 5 de marzo de 2021

El hombre que atravesaba las paredes, de Marcel Aymé

 


Marcel Aymé fue un destacado escritor francés de la primera mitad del siglo XX. Escribió algunas novelas, pero es, sobre todo, conocido en Francia por sus relatos. Este volumen recopilatorio de Argos Vergara reunía algunos de los más representativos y que fueron escritos durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que recurren al conflicto bélico y a la ocupación nazi de territorio francés una y otra vez como telón de fondo.

No obstante, hay que dejarlo claro. No se trata de un conjunto de relatos bélicos. Ni siquiera es en su mayor parte un conjunto de relatos realista, sino que apelan al universo de lo fantástico y a la incipiente ciencia ficción francesa, donde se percibe sin demasiados ambages la enorme influencia de autores como Jules Verne y H.G. Wells. Cierto es que esta ciencia ficción es bruta y hasta cierto punto de sencillo empaque en comparación con las obras que aparecerían del género en las décadas siguientes. Eso le da una cierta ternura, pero también gracia.

La pieza que abre el libro es su relato homónimo y constituye un extraño cuento de aventuras, que recuerda a la narrativa gótica y, especialmente, a El doctor Jekyll y Mr. Hyde. Un hombre descubre que, como efecto secundario, un extraño medicamento le permite atravesar paredes, sean estas del grosor que sean. Al principio, no sabe bien como usar su don, pero pronto este acabará por hacer de él una persona abocada al crimen.

Le siguen varios relatos sobre la ubicuidad y el tiempo. Sorprende que Aymé soñara con que en los años sesenta del siglo pasado, los gobiernos pudieran enviar atrás en el tiempo a determinadas personas, como en cierta famosa serie de televisión española. Solo basta alterar un par de fechas y un relato como El decreto podría funcionar perfectamente hoy. Un tanto de lo mismo le ocurre a La tarjeta, que, en lo personal, me recordó a algunos relatos de Brian W. Aldiss.

Tras ellos viene El proverbio, que es, con mucha diferencia, el mejor de los textos, a pesar de desaparecer completamente cualquier atisbo de fantasía o ciencia ficción. Su trama es muy sencilla, pero los sentimientos de los personajes son explotados en profundidad hasta el punto de que el lector logra empatizar muy bien tanto con el padre como con el hijo que se pasan la noche en vela tratando de resolver un complicado acertijo de lengua.

Por su parte, ni Sporting ni La llave bajo el felpudo me han entusiasmado. No siendo malos relatos, creo que no tienen la fuerza para permanecer en la mente de cualquier lector más de dos semanas. Algo parecido sucede con La lista, que, al igual que Las Sabinas, destaca por la misoginia exacerbada y desagradable tanto del narrador como de los personajes. Dicha misoginia acaba por dinamitar cualquier trasfondo que pudiera llegar a tener el relato y, con él, todo mi interés.

El texto que remata el librito es El último, un relato muy tierno y que deja un sentimiento agridulce en el lector. No por su calidad, porque está muy bien construido, sino por su vaivén de emociones y por la compasión que despierta su protagonista: un apasionado del ciclismo que lo deja todo por el deporte para llegar siempre e invariablemente el último.

El tono suele tener un cierto fin moralizante y apela una y otra vez a un humor, que en ocasiones se antoja demasiado simple y hasta rancio. El narrador de Aymé nunca es imparcial y muestra descaradamente sus preferencias por ciertas actitudes de los personajes, al tiempo que critica descaradamente otras. Romantiza la figura del ladrón en textos como El hombre que atravesaba las paredes o La llave bajo el felpudo, pero critica duramente a la mujer que decide tener un amorío o varios antes o después de casarse, criminalizándola por las infidelidades de los maridos a sus esposas. Leyendo a Aymé, da la impresión de que la mujer es la única responsable cuando hay una relación sexual y que ella siempre es la que conduce al desastre de todo matrimonio, castidad o la moralina que se le ocurra a su autor. Coincido en que el mundo antes no era el mismo y precisamente por ello hay ciertos momentos de la prosa de Aymé que han envejecido muy pronto.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.



6 comentarios:

  1. Sólo por leer el cuento que lleva e nombre del título ya me lo compraría, algunos otros no me llaman pero es cuestión de gustos (y darle una oportunidad). Muchas gracias por la reseña

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    1. A mí me costó 75 céntimos de euro en un puesto de libros de segunda mano y la edición tiene ya sus cuarenta años. Desconozco cómo de fácil será adquirirlo en Argentina. Gracias a ti por pasarte y comentar, Scabbers.

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  2. Tremendo flashback al leer la reseña: el relato 'El hombre que atravesaba las paredes' inspiró una película francesa super añeja que me impresionó cuando la vi de pequeño: Garu, Garu (El atraviesa-muros. La verdad es que no conocía a Marcel Aymé, pero ahora me llama. Gracias por la pista.

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    1. No conocía la peli, pero todo apunta a ello. El relato son veinte páginas y creo haberlo visto por internet mientras buscaba la imagen de la portada para esta reseña. Es bueno, pero no esperes maravillas. En cambio, tanto "La tarjeta" como "El decreto" creo que sí te pueden gustar más. En cualquier caso, gracias a ti por pasarte y comentar, Cities.

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    2. ¡Yo también la vi! Pero que conste que Cities es más viejo que yo (creo).

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    3. Yo también lo creo, no obstante en mi descargo diré que no la vi de estreno.

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