Yasunari Kawabata se caracteriza entre los escritores japoneses del s. XX por ser uno de los que más mira hacia la tradición y la cultura propias. En País de nieve nos vemos inmersos en el mundo de las geishas y de los baños termales en las montañas de la región de Hokuriku, región adonde el viento frío proveniente de Siberia llega cargado de humedad, y por consiguiente nieva.
La historia cuenta como Shimamura, un estudiante adinerado viaja por primera vez a una aldea de esta región y conoce a una joven bailarina llamada Komako. Pronto se enamoran. Ella más de él que él de ella. Y comienzan una extraña relación. Shimamura es un hombre acostumbrado a contemplar la belleza de forma indirecta, a través de reflejos. Su pasión es el ballet occidental, a pesar de que nunca ha asistido a uno en la vida y todo lo que conoce de él es gracias a los libros. Un tanto de lo mismo le ocurre con las mujeres. Las ve mucho más hermosas a través de los espejos de una ventanilla de tren o de un trozo de hielo. Es, pues, algo tímido y a veces desabrido. Komako llegará a odiarlo en su primera conversación.
En un segundo viaje Shimamura conoce a través de la ventanilla del tren a una joven con la que luego su vida se cruzará. Es el misterioso tercer elemento que conforma un falso triángulo (porque ahora veremos como las relaciones amorosas tienen en esta novela más de tres vértices): la enigmática Yoko. Una vez en la aldea (ha pasado un año, quizás dos desde que no se ven y no se han escrito) Shimamura y Komako se reencuentran. Ahora ella se ha convertido en geisha para poder pagar a los médicos que velan a su prometido Yukio, el hijo de la maestra de música del pueblo, que le dio cobijo en su casa años atrás, cuando ella abandonó Tokio. Yukio está al borde de la muerte, pero esto no parece importarles a los enamorados que siguen con su coqueteo particular, más interrumpido por las labores de geisha de Komako, que cada cinco páginas sale de escena con la escusa de amenizar una fiesta. Hay que tener cuidado aquí y no confundir los palabros geisha y puta, pues Kawabata nos esboza a lo largo de la novela la sutil diferencia. Una geisha no está obligada a permanecer una noche con su cliente si ésta y su casa no quieren. Si la casa no quiere, la geisha sabe que permanece por cuenta suya y que por cuenta suya corren también embarazos no deseados y enfermedades. Shimamura comienza a enamorarse cada vez más de Komako, pero siente curiosidad por Yoko, quien vive con ellos y cuida del desvalido Yukio. Cada vez que le pregunta a Komako por ella, ésta se niega a darle una respuesta clara. Así acabamos la novela sin saber quién es exactamente Yoko. Komako dice en una ocasión que no es más que una envidiosa. Lo cierto es que sólo ella asiste al tal Yukio hasta la muerte y después va a recordar su memoria cada día en el cementerio de la aldea, junto a las pistas de esquí y la línea de ferrocarril.
País de nieve fue escrito entre 1937 y 1948 para una revista/periódico. Posteriormente fue editado para convertirse en una novela. De ahí su carácter inconcluso/concluso que nos deja en la boca el sabor de algo terminado y de algo sin terminar. Sus puntos fuertes son los diálogos, a través de los cuales el autor perfila la psicología de sus personajes. En general, es una buena novela, que muestra muchos aspectos de la vida tradicional japonesa y que, si estás interesado en el tema, puede resultar, si no más fructífero, sí menos pesado que leer manuales o revistas. Lo cierto es que he disfrutado bastante con su lectura y ya estoy con su siguiente libro: Mil grullas, del que pronto habrá también reseña.
Más reseñas de obras de Yasunari Kawabata en esta esquina: Mil grullas, La casa de las bellas durmientes,
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