lunes, 11 de mayo de 2015

Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez


Magia, crítica y sentimiento trágico…




“El juez no apareció en ninguno [de los papeles del sumario del caso de la muerte de Santiago Nasar], pero era evidente que era un hombre abrasado por la fiebre de la literatura. Sin duda había leído a los clásicos españoles, y algunos latinos, y conocía muy bien a Nietzsche, que era el autor de moda entre los magistrados de su tiempo. Las notas marginales, y no sólo por el color de la tinta, parecían estar escritas con sangre. Estaba tan perplejo con el enigma que le había tocado en suerte, que muchas veces incurrió en distracciones líricas contrarias al rigor de su ciencia. Sobre todo, nunca le pareció legítimo que la vida se sirviera de tantas casualidades prohibidas a la literatura, para que se cumpliera sin tropiezos una muerte tan anunciada.”
Esta misma mañana he terminado Crónica de una muerte anunciada por segunda vez. Lo cierto es que la primera vez apenas tenía levemente desarrollado el ojo crítico y, si bien es verdad que disfruté mucho, creo que no me enteré de la misa la mitad. Así pues, ahora ha sido como si hubiera leído una novela completamente nueva y eso, que no ha pasado tanto tiempo desde entonces.

El fragmento con el que hemos abierto esta especie de reseña/reflexión/comentario subjetivo-objetivo/barra pertenece al quinto y último capítulo de esta breve y compleja novela del premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez. Si el juez del extraño asesinato de Santiago Nasar es un literato no es por pura casualidad. La muerte del árabe Nasar bien puede pasar por una de las muertes más literarias de la historia de la literatura. Una muerte que marca un inicio y un cierre. El concepto de spoiler no tiene cabida en esta obra. Desde el primer momento ya sabemos que a Santiago Nasar lo van a matar; o, mejor dicho, desde el primer momento ya sabemos que está muerto. La expectación se genera en saber el cómo y el por qué. Márquez es el narrador, así literal, de esta historia, que, veintitrés años después del crimen reúne el valor de recopilar toda su información sobre el caso y redactar una especie de crónicas que se mezcla con la ficción narrativa clásica, lo que le permite a Márquez como escritor y narrador entrar y salir de la historia y viajar de un momento y de un personaje a otro en un chasquido. Que Márquez sea un personaje más no debe extrañarnos, pues lo que se narra en Crónica de una muerte anunciada está basado en un acontecimiento real, que, además, sucedió en el pueblo del propio Márquez. La estructuración de la obra es otro de sus puntos fuertes. No hay un planteamiento, nudo y desenlace; todo está entremezclado de forma brillante y el lector debe ponerse a la labor de rellenar los huecos temporales y espaciales, si bien es verdad que cada capítulo parece centrarse más en unos personajes que en otros: el primero lo hace en Nasar, el segundo en Ángela Vicario y Bayardo San Román, el tercero en los hermanos Pedro y Pablo Vicario, el cuarto en los personajes principales tras la muerte de Nasar y el quinto en Cristo Bedoya, Flora Miguel y Nasar. El hecho de que Santiago Nasar esté muerto y Márquez no pueda hablar obviamente con él le da un extraño protagonismo en el sentido de que toda la obra gira en torno a su muerte, pero sabemos lo que piensan todos los personajes salvo él, sabemos mucho más de los otros personajes que de él: el protagonista es el personaje más misterioso de la obra. 

La historia, así resumida, viene a ser más o menos la siguiente: Ángela Vicario se casa con un forastero rico llamado Bayardo San Román en una boda concertada, tras la cual el novio descubre que su nueva esposa no es virgen como él pensaba y, siguiendo la lógica de sus costumbres patriarcales sobre la pureza, devuelve la chica a su antigua familia, ante la cual, mediante una paliza, Ángela desvelará el nombre del que parece ser el hombre que la ha desflorado, siendo éste aparentemente Santiago Nasar, al que irán a buscar los hermanos de la deshonrada, Pedro y Pablo Vicario para matarlo al amanecer como finalmente ocurre.

Dentro de todo danzan varios temas como la honra, el amor, el miedo, el poder del dinero, la ineptitud de los organismos de poder, la pasividad de las personas ante los catástrofes, la falta de voluntad, la obligación, el deseo, los remordimientos, la mujer en una sociedad machista, la metaliteratura, etc. Por rellenar un poco aquí, hablemos de algunos.

La honra, la pérdida de la misma y la obligación familiar de recuperarla –todo muy siglo de Oro- es uno de los temas fundamentales de la obra: es lo que lleva a Ángela a querer fingir su virginidad y a que sus hermanos acaben matando a Santiago Nasar, el cual no parece enterarse bien de por qué lo matan. Si no hay poder, riquezas, es necesario conservar, al menos, el orgullo familiar intacto, o así piensa los hermanos Vicario, que acaban matando más que nada por necesidad y no por deseo, pues pasan la larga noche buscando a alguien, a una persona sola, que se oponga a que cometan crimen tan atroz, más atroz aún si pensamos que Santiago Nasar no sólo es un hombre, un ser humano, sino que, además, es amigo íntimo de los hermanos, pues a él, y no a otro, estos le encomendaron llevar las cuentas de la boda. Del mismo modo, no es plausible para nadie que Santiago Nasar fuera el hombre que desfloró a Ángela Vicario, pues contaba con una novia, una árabe como él, llamada Flora Miguel y gozaba de amores nocturnos con una prostituta local, María Alejandrina Cervantes. El hecho de que Santiago Nasar sea árabe no es casual; Márquez lo escribe árabe a propósito para aumentar la improbabilidad de los amores entre él y Ángela Vicario. No obstante, Pedro y Pablo están demasiado borrachos cuando se deciden a matar a su amigo y no están dispuestos a poner en duda la palabra de su hermana, que muy bien podría estar encubriendo en Santiago Nasar la figura de otro amante. ¿Santiago Nasar es una cabeza de turco? El lector tiene legitimidad para preguntárselo, pero los hermanos Vicario no serían capaces porque hacerlo sería poner entre interrogaciones la propia nobleza del espíritu familiar; no contemplan ni remotamente pertenecer a un linaje de mentirosos.

Otro de los temas clave es el poder del dinero y las relaciones económicas en una sociedad capitalista donde gran parte de la población vive anclada en la pobreza. Destaca en este tema especialmente el capítulo 2 donde se habla de cómo llega Bayardo San Román al pueblo y cómo se casa con Ángela Vicario. Se critica en este capítulo básicamente cómo los ricos hacen con los pobres lo que quieren para que estos últimos puedan sobrevivir. Ángela Vicario se convierte en mercancía y Bayardo no trata de seducirla a ella, sino que directamente trata de convencer a los padres de que mediante una boda con su persona conseguirán mejorar la vida de su hija. Ángela, que no quiere casarse, es obligada a ello. Bayardo también compra la casa del futuro matrimonio a golpe de talón al viudo Xius. En esa casa se encuentran todos los recuerdos que el viudo había tenido con su mujer, pero la tentación del dinero, que parece brindarle la posibilidad de una vida mejor le lleva a desprenderse de ella entre lágrimas. Bayardo piensa que puede comprarlo todo con su dinero, cuando descubra algo que no puede comprar, la virginidad de su mujer, caerá en la más honda depresión. Sólo mucho tiempo después se arrepentirá de sus actos. El hecho de que el padre de Ángela sea ciego tampoco es fortuito y parece reforzar el papel de buitre que Bayardo viene a desempeñar. 

La pasividad, la no intervención en actos cruciales de la vida es otro de los temas centrales de la obra, que viene a reafirmar la máxima de Einstein de que el mundo es malo, pero no por las personas que hacen el mal, sino por las que no hacen nada por evitarlo. Demasiados son como para contarlos los personajes que podrían haber detenido a los asesinos o avisar al que iba a ser asesinados como para contarlos en la novela y, sin embargo, es, lo increíble del asunto por un lado y el miedo por otro, lo que contribuye a que el crimen se acabe efectuando. Los conocidos de ambas partes se lamentarán después de la tragedia, pero mientras que ésta sucede permanecen como meros espectadores, observando cada acontecimiento y haciendo que los rumores fluyan, como si saboreasen el mal ajeno, esperando para apreciar la cúspide del burdo espectáculo. La muestra de esta pasividad en Crónica de una muerte anunciada creo que es una de las críticas sociales más fuertes que he visto en todo lo que he leído de García Márquez, a decir verdad. Dentro de esta pasividad destaca especialmente la de los agentes del orden público que lo más que harán será quitarles los cuchillos a los que llevan cuatro horas diciendo que van a matar a un hombre para luego dejarles marcharse a sus casas tan tranquilamente a recoger otros cuchillos. El mismo alcalde se desentiende del tema cuando la muerte es ya inminente y entra en un bar a confirmar una cita para jugar al dominó esa misma noche.

La metaliteratura está así mismo muy presente en la novela. Hay momentos en los que se menciona el acto de creación literaria, así como también aparecen guiños y personajes de otras obras de Márquez, como el coronel Aureliano Buendía de Cien años de soledad, y personajes reales como, por ejemplo, la mujer del propio Márquez, Mercedes Barcha o su hermano Luis Enrique.

Crónica de una muerte anunciada es un complejo rompecabezas lleno de magia burda y un crudo sentimiento trágico que se cimienta sobre una dura crítica a la pasividad del ser humano y a la maldad fecunda del espíritu del hombre. Leerla y no reflexionar tras ello es tiempo perdido y hacerlo puede contribuir a cuestionarte a ti mismo, a los que te rodean y a las normas que rigen el mundo en general. Más allá de eso cuenta con un importante valor estético que despierta en el lector efectos emotivos que sólo logran las mejores lecturas. No es un libro recomendable; es un libro fundamental.

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