Mr. Chance ha trabajado durante toda su vida en el jardín del Anciano, un hombre de negocios jubilado que se habría encargado de velar por su existencia tras la muerte de su madre. Chance parece tener cierto retraso mental, aunque por lo demás es un joven apuesto y bien vestido, cuyas principales preocuapaciones y temas de conversación son su jardín y su televisor. Debido al impedimento psíquico de Chance, el Anciano decidió mantenerlo fuera de todo contacto con el mundo exterior, pero tras su muerte a Chance no le quedará más remedio que abandonar su hogar y buscar un refugio que le caiga del cielo. Es entonces cuando es atropellado por el chófer de EE, la joven y atractiva esposa de Benjamin Rand, el enfermo director de la Primera Compañía Financiera de Norteamérica. A modo de disculpa y juzgándolo por su apariencia (Chance se vestía con los trajes de su difunto "protector") EE piensa que está ante un importante hombre de negocios y, para curar el error de su subordinado, lo invita a su casa, donde recibirá tratamiento médico y todas las comodidades hasta que mejore. La fortuna de Chance da un giro de 180 grados y no parará de mejorar hasta que se convierta en el hombre más influyente del país.
En este sentido, Desde el jardín es una jocosa novela muy próxima a Griego busca griega de Friedrich Dürrenmatt, pues en ambas tenemos como protagonistas a personajes marginales con pocas o nulas actitudes sociales, que parecen vivir en mundos completamente ajenos, y que, por lo que parecen azares del destino, sufren un ascenso inusitado dentro de la jerarquía social, alcanzando de la noche a la mañana un poder con el que jamás habían soñado y con el que no saben muy bien qué hacer. Se produce una carnavalización de los personajes principales, lo que trae de la mano mucho humor, pero también una importante crítica social, aunque seguramente ésta esté más presente en el libro del suizo que en el del polaco-estadounidense. Por otro lado, el libro tiene tintes muy próximos a las obras más y menos conocidas de F.S. Fitzgerald con todo lo bueno y todo lo malo que esto implica. La ambientación y el estilo cuidado de la prosa, con su atención a los diálogos, recuerda mucho a El curioso caso de Benjamin Button y un poco al El gran Gatsby. Sin embargo, también está presente ese tono rancio que algunas veces tiene Fitzgerald. Kosinski no para de recordarnos lo negros que son los criados, por ejemplo, y hay cierta escena en la cual uno no sabe bien si está hablando de la homosexualidad como si ésta fuera una terrible enfermedad.
Lo cierto es que Kosinski fue en su vida todo un personaje, lleno de polémica y con una dudosa reputación acerca de lo que firmaba. Desde el jardín, al igual que otras tantas de sus novelas, fue acusada de plagio. Lo cierto es que el esquema de historia que aquí se propone ha sido trabajado muchísimas veces y no es demasiado innovador, que digamos. Por otro lado, está el hecho de que su anterior novela El pájaro pintado no tiene absolutamente nada que ver con ésta a pesar de que fué escrita tan sólo seis años antes. El estilo, la temática y las ideas se sienten muy alejadas entre ambas novelas, como si no hubiera existido ningún tipo de evolución formal dentro de la mente del escritor, como si en lugar de dicha evolución fueran dos mentes diferentes las que los habrían compuesto. El pájaro pintado trabajaba la infancia desde un punto de vista grotesco, donde la violencia sádica y la sombra de las perturbaciones más malévolas se hallaban muy presentes, mientras que Desde el jardín sería una novela mucho más desenfadada que contiene, por supuesto, cierta crítica social al sistema consumista norteamericano y a las absurdas paranoias de la Guerra Fría, pero que se queda en lo superficial y que, solo de forma sutil, intenta introducir elementos algo más desagradables, que tampoco llegan a ser nada en comparación con el anterior.
El caso es que lo haya escrito o no Kosinski, la novela tiene sus aciertos a fuerza de golpes de ingenio, lo cual se agradece bastante después del último que reseñamos aquí. Kosinski crea una interesante metáfora entre la economía nacional y el cuidado de jardines domésticos que expresada por Chance hace que dicho personaje alcance el estrellato. Chance es un personaje que habla poco, porque tampoco es bueno comprendiendo lo que le dicen, pero que cuando oye algo que le recuerda a su jardín o a su televisor, dice lo primero que se le ocurre y como de pura suerte el contexto le dota de un sentido metafórico que hace que el otro interlocutor quede totalmente convencido y embelesado por las palabras del jardinero. Es un mecanismo que puede llegar a hartar, pero la novela tiene la medida justa para que esto no ocurra, manteniendo este tono cómico y desenfadado. Los capítulos finales son especialmente interesantes por su desfocalización directa del personaje, que nos lleva a una investigación sobre el propio Chance en la que nadie sabe muy bien quién es ni cómo ha llegado a la posición dónde está.
La novela no es ninguna maravilla, está bien entretenida, pero poco más. Lo cierto es que El pájaro pintado me entusiasmó muy por encima de ésta, aunque seguramente si lo leyera con el bagaje que llevo ahora tampoco creo que estuviera tan convencido de su necesidad. Esta al menos divierte y no es explícitamente desagradable por el morbo, que era un poco el problema del que pecaba la otra.
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