Pabellón del reposo eterno...
Y con este pequeño subtítulo os acabo de hacer un spoiler de algo que se ve venir desde el capítulo tercero, porque si algo son las novelas de Cela es predecibles, donde lo peor que le puede ocurrir a un personaje siempre ocurre. Pero, ojo, esto no quiere decir que "Pabellón de reposo" sea una mala novela, como tampoco lo es su predecesora, "La familia de Pascual Duarte" (sin la cual seguramente no habría leído este libro). El ritmo es ágil y las situaciones explotan en la segunda novela de Cela aún más la personalidad de los personajes que en la primera.
En primer lugar, esta novela fue publicada por capítulos en una revista cuyo nombre no recuerdo y su argumento a punto estuvo de ser cortado de cuajo por varias quejas -recogidas en la versión de la que dispuse- que aseguraban que las aventuras (imaginarias o reales) que vivían los tuberculosos del pabellón de Cela poco podían ayudar a los enfermos en la vida real, y que más bien el efecto que produciría en ellos sería desalentador, de tristeza y abatimiento, los haría sentirse como si su único destino, la meta de su lucha contra la enfermedad que les encharcaba los pulmones no fuera otra más que la muerte (uno de los grandes temas de la novela).
En segundo lugar, hay que señalar que esta novela se deriva de una experiencia personal y que por ella tiene especial sentido para Cela: el mismo escritor estuvo en sanatorios para tuberculosos en dos ocasiones (1931 y 1942) y por ello puede expresar especialmente la experiencia del tuberculoso y reconocerse en varios de los personajes que construyen la novela.
La novela está formada por pacientes que viven en el pabellón y esperan día tras día la esperanza de su recuperación, cambiando poco a poco ésta por la de una muerte sin dolor. La vida y las preocupaciones de los personajes queda recogida en cartas, diarios y memorias que ellos mismos van escribiendo. Mediante esa escritura los enfermos intentan escapar del mundo en el que viven, pero sencillamente, como nos demuestra Cela a lo largo de la corta novela, eso es imposible: la muerte siempre está al acecho. El narrador va cambiando a cada capítulo y al final, si uno no la ha leído muy de seguido o con el suficiente detenimiento, ya no se sabe ni quién habla. Siete narradores distintos he contado yo, que se reparten el turno de palabra a dos capítulos por cabeza en una fórmula que, por lo menos a mí, me ha parecido bastante original, sobre todo si contamos la fecha (inmediata posguerra española). Son escasas las introducciones de visiones globales, sólo vemos una que actúa como mediadora a mitad del relato y separa la presentación de los siete personajes, algunas de sus preocupaciones y más preocupaciones con su rápido fin.
Entre los temas de la novela se trata el recuerdo de la vida pasada, a la que todo apunta a que ya no se podrá volver, la soledad y con ella la muerte, el amor y el desamor, con algo de lo segundo que de lo primero (además de que te vas a morir, para rematar no te quiere ni mú, ¡no me digan que no es desesperanzador!). El amor (y el desamor) es quizás el gran elemento que sirve en la novela de contrapeso a la muerte y sin el cual todo sería muy Juan José Millás, es decir, pesimista a más no poder. Las aventuras y romances entre unos, el rechazo de otros, los ensueños, sirven para llenar el vacío de la antesala al fin ese que digo que se ve desde el tercer capítulo.
Como escritor, Cela da un salto de calidad en la forma de expresarse y hace de su breve novela un libro de citas bastante memorable, en el que predomina la frase larga, bien hecha y compleja, con la cualidad de maravillar al lector que tanto quisieran para sí algunos escritores españoles contemporáneos. En general, mejor novela que su exitosa predecesora, que ha quedado un poco minusvalorada y con la que no pueden evitarse establecer comparaciones con "La montaña mágica" de Thomas Mann, aunque yo no haya hecho ninguna.
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