miércoles, 27 de agosto de 2014

Eloísa está debajo de un almendro, de Enrique Jardiel Poncela

Comedia y misterio...



Justo un año después de la Guerra Civil, Enrique Jardiel Poncela estrena en el Teatro de la Comedia de Madrid una de sus obras más interesantes, la que más me ha gustado de todas las que llevo en el verano y que ahora explicaré por qué. Eloísa está debajo de un almendro se despreocupa de la situación social que afronta España tras el debacle de la guerra para centrarse en una historia de amor entre Fernando Ojeda y Mariana Briones, dos jóvenes de dos extravagantes y alocadas familias de la aristocracia madrileña.

Mariana es una hermosa muchacha de unos veintipocos años que destaca allá por donde pasa; su primera aparición en escena, durante el prólogo en el viejo cine de barrio, resulta más que estelar; todos la miran y cuchichean sobre ella, los hombres le tiran elogios y las mujeres se mueren de envidia. Mariana, que parece estar acostumbrada a tales escenas, no les da a éstas importancia y sólo le interesa el amor de su Fernando Ojeda, un hombre de treinta cinco años que, a pesar de su amabilidad y cortesía, parece ocultar un secreto, pues de vez en cuando se ensimisma y desatiende a lo que acontece a su alrededor. Es el misterio de Fernando lo que atrae a Mariana y es su vulgaridad, cuando este misterio no ronda su tez, lo que la repele. Huyendo y a la vez buscándose trascurren los días para la pareja.

Pero ellos no son los únicos personajes de la acción en esta comedia de un prólogo y dos actos, muy al contrario, la obra está repleta de personajes, más de veinte, sobre todo secundarios, que aparecen principalmente en el prólogo y de los que no nos molestaremos en hablar. La gran mayoría, por no decir todos, estos personajes secundarios son personajes arquetípicos cuyos rasgos característicos se han visto potenciado tanto que resultan cómicos. El contraste es tremendo entre los personajes principales y los secundarios, estando los primeros mucho más trabajados que los segundos. Mientras que hay personajes que son descritos en apenas dos míseras líneas, hay otros, como Mariana, nuestra protagonista, a los que el autor dedica párrafos enteros. La descripción que presenta a los personajes principales no sólo es extensa, sino que también es profundamente psicológica. La de Mariana es un claro ejemplo:

"ACOMODADOR: ¡Ya está aquí... Pues ¿no me estoy poniendo azarao de verla acercarse?
BOTONES: Y es pa ponerse, señor Emilio. (Otros dos o tres espectadores aparecen en la puerta, siempre mirando hacia atrás, y quedan con las espaldas pegadas al forillo, absortos, igual que los otros, abriendo calle a alguien que avanza hacia allí por momentos. Ese alguien es MARIANA, y al verla, la expectación y el revuelo producidos por ella  entre aquel público humilde quedan sobradamente justificados. MARIANA es una muchacha de veinte o veintidós años, extraordinariamente distinguida y elegante hasta el refinamiento. Viste un traje de noche precioso, que seguramente llevado por otra no lo sería tanto, y va perfumada de un modo exquisito. Todo en su porte, sus ademanes, sus movimientos, sus gestos, el pálido semblante y las manos delicadas, revela la nobleza del nacimiento, y el fulgor de sus ojos, su voz y esa radiación inmaterial y misteriosa que despiden los seres excepcionales denuncian en ella un espíritu singular, original, propio, un poco fantástico, y siempre y en todo caso, raramente secreto. Se trata del último brote de una familia aristocrática, y si para lograr una verdadera mano de duquesa son precisas seis generaciones, para formar a MARIANA de arriba abajo han sido necesarios siglos enteros. Con los nervios siempre tensos, el alma continuamente alerta; con el corazón dócil hasta la mínima emoción y la sensibilidad en carne viva a todas horas; vibrando con el menor choque, empujada y arrastrada por la más leve brisa espiritual, reaccionando en el acto y de un modo explosivo frente a los seres y frente a los acontecimientos, MARIANA, más que una muchacha, es una combinación química. [...])"
Extensas son también las descripciones de los espacios que nos da Enrique para el género en el que escribe y pueden ocupar páginas enteras del texto dramático. Extremadamente detallista en este aspecto, parece que el escenario le preocupa mucho más que muchos de los personajes.

Aparte de Mariana y Fernando hay otros personajes que podríamos llamar principales en la obra, y que son las familias de ambos enamorados, que parecen estar locas como unas cabras, aunque a medida que avance la obra descubriremos que tienen muchos motivos para estarlo, concretamente uno en especial, que no desvelaré. Existe otro gran misterio en la obra que hace que Clotilde y algún que otro personaje más del círculo de los Briones sospechen de los Ojedas como secuestradores y viles asesinos. Razón no les falta para como les pintan las cosas. El caso es que a través de los equívocos entre unos personajes y otros se va estructurando la comedia y cimentando lo humorístico. Otra de las herramientas que Jardiel emplea para crear humor es darle suma extravagancia a sus personajes principales. Un ejemplo especialmente divertido es cuando Edgardo, el padre de Mariana, interroga con preguntas absurdas a Leoncio, que ha memorizado previamente las respuestas a esas preguntas gracias a Fermín, para saber si vale como criado en la casa de los Briones. 
"EDGARDO: ¿Qué comen los búhos?
 LEONCIO: Aceites y carnes muy fritas. 
 EDGARDO: ¿Cuántas horas duerme usted?
 LEONCIO: Igual me da dos que quince, señor.
 EDGARDO: ¿Fuma usted?
 LEONCIO: Cacao. 
 EDGARDO: ¿Sabe usted poner inyecciones?
 LEONCIO: Sí, señor. 
 EDGARDO: ¿Le molestan las personas nerviosas, de genio destemplado y desigual, excitadas y un poco desequilibradas? 
 LEONCIO: Ese tipo de personas me encanta, señor. [...]
 EDGARDO: ¿Le extraña a usted que yo lleve acostado, sin levantarme, veintiún años? 
 LEONCIO: No, señor. Eso le pasa a casi todo el mundo."
Igualmente cómicos resultan los aparte que tienen los criados, Leoncio y Fermín, entre sí y para sí. Quizás son el mejor contrapunto para el momento en el que la escena se pone demasiado seria y funcionan especialmente en el segundo acto. 

Poco más que decir me queda, sólo que no me ha gustado la obra, sino que me ha encantado y que, como decía al principio de la reseña, se lleva el premio momentáneo de mejor texto teatral que haya leído este verano. Eloísa está debajo de un almendro es una comedia incapaz de decepcionar a nadie.

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Maribel y la extraña familia, de Miguel Mihura


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