Es poco probable que os suene demasiado, pero el libro que hoy voy a comentar fue uno de los más vendidos en Alemania, tras su traducción directa del rumano. Como los cuentos de Proyectos de pasado de Ana Blandiana o los cortos que integran la película Historias de la edad de oro de Cristian Mungiu, esta “falsa novela de rumores y misterios” se erige como una obra más nacida de la crítica directa al régimen comunista que se instauró en Rumanía tras la Segunda Guerra Mundial, elaborada con un humor un tanto ácido y recargado de ironías llenas de humanidad, aunque, a diferencia de las obras mencionadas, El paraíso de las gallinas se niega a anclarse en el período histórico y aprovecha que fue escrito después de la caída del muro (de Berlín se sobreentiende) para lanzar dagas también contra el nuevo sistema capitalista rumano, su caos, sus desigualdades sociales, su incertidumbre, etcétera. Viajamos a través de las décadas del último tercio del s.XX de la mano de los vecinos de la calle de las Acacias, situada en algún punto de algún barrio periférico de alguna ciudad rumana de provincias, que curiosamente resiste a la famosa “sistematización” de Ceausescu, con la cual el dictador rumano pretendía el hacinamiento de la población en un espacio reducido de bloques de pisos construidos con pocos recursos en torno a los grandes núcleos de población para urbanizar así el país.
Estos vecinos resultan tan sumamente hilarantes y estrambóticos, que, gracias a su irrealidad, se convierten en sujetos increíblemente humanos. La curiosidad aviva en ellos como la pólvora con la mecha encendida, de forma que no sucede algo en la calle sin que a los cinco minutos ya lo sepan todos los vecinos. Cuando alguien descubre algo, todos se arremolinan en torno a él, cuyo ego no para de crecer al sentirse el centro de atención –el centro de atención por algo que normalmente no le afecta en absoluto-, hasta el final del relato de lo visto u oído. Una vez se da el silencio los cotillas comienzan su particular tertulia, donde habrá opiniones de todo tipo. Cuando el tiempo esté en calma aparecerán los charlatanes (Mitu y Milica), cada cual más divertido y desesperado por ser más admirado que el anterior, que inventando e inventando darán lugar a las más disparatadas historias, donde no escatimarán en elementos fantásticos e hiperbólicos, al más puro estilo de un Gabriel García Márquez.
De hecho las conexiones con el premio Nobel colombiano no acaban aquí, esta suerte de búsqueda de la magia en lo cotidiano, de la introducción de elementos disparatados y absurdos (Márquez era un ávido lector de Kafka y hay quien defiende que sus primeros cuentos son fieles a la tradición a la que se adscribe el praguense), imposibles muchas veces, así como la importancia dada a la oralidad (el Márquez de Crónica de una muerte anunciada), aunque con diferente matiz, los acerca, a pesar de la lejanía geográfica y contextual, bastante. Aun así, el factor de la oralidad en la obra puede provenir de otras fuentes: la literatura rumana se gesta muy tarde en comparación con otras literaturas europeas y, lejos de contar con formas cultas en su proceso de gestación, mantiene un fuerte vínculo con las composiciones orales tradicionales, que sólo tras ser recitadas mucho se recogían por escrito. Es el caso de la famosa Mioritza, poema que dicen que representa el espíritu nacional rumano de la misma forma que el español puede ser representado por El cantar del Cid. La oralidad, según la ve Lungu, es un elemento de la realidad, que no debe maquillarse (en los momentos en los que vemos marcas de maquillaje estas siempre aparecen con cierto deje irónico), en la escritura que es concebida casi como una transliteración de conversaciones entre vecinos y pensamientos de una suerte de narrador que se siente como un ciudadano más de la calle de las Acacias. Los coloquialismos son constantes, lo que me lleva a pensar que no debió de ser nada fácil para el traductor realizar su trabajo.
Podemos dividir la obra en dos partes: hasta el capítulo cinco y tras él. En la primera asistiríamos a la presentación de los personajes y sus preocupaciones en la época comunista, mientras que en la segunda entraríamos de lleno en el problema de los gusanos aparecidos misteriosamente en el huerto de Relu Covalciuc y en la época de la transición a la democracia capitalista. Aunque no podemos decir que ninguna de las dos tenga mayor valor que la otra, si bien parece que al leer la primera todo nos da a entender que la falsa novela no va consistir en nada más que distintos relatos encadenados por los mismos protagonistas, al comenzar y avanzar en la segunda presenciamos una especie de solidificación de la narrativa que cambia el deje anecdótico de cada capítulo por un argumento mucho más férreo. La cuestión de los gusanos que Covalciuc no sabe cómo zanjar -¿las heridas del terror comunista y la penuria contemporánea?- nos acompañará hasta el final de la obra.
En definitiva, una novela muy entretenida, capaz de crear una atmósfera única, maravillosa y maravillante. Lungu construye personajes con un espíritu propio y establece diálogos geniales, casi demasiado vivos, entre estos, algunos alocados, otros muy críticos y otros con un poco de ambos adjetivos. Un estilo de escritura muy trabajado y cercano, cargado de grandes símbolos (las gallinas que predicen las catástrofes y huyen, por ejemplo). Una obra muy recomendable.
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