En un futuro próximo que el Lem de comienzos de los setenta sitúa a finales de los ochenta los hoteles han dejado de recibir a turistas y viajeros para convertirse en grandes rascacielos dentro de los cuales múltiples asociaciones realizan los congresos más variopintos que alguien pueda imaginarse. Ijon Tichy asiste en este caso al hotel Hilton en la ciudad de Nahaus, capital de un nuevo país centroamericano llamado Costarriciana, que destaca por albergar problemas demográficos severos, y es que en Costarriciana, como en otras tantas partes del globo, no sólo hay más personas que espacio, sino que también los recursos se han visto reducidos hasta el ridículo. Esto ha provocado que una buena porción de la población decida revelarse con armas contra los que viven en el lujo, o lo que es lo mismo, los que pueden permitirse asistir a congresos como los que asiste Tichy. La desinformación y la anarquía impera en las calles y el precio de la vida humana se ha visto enormemente rebajado hasta un punto en el que nadie se preocupa ni se asombra ante las agresiones o las muertes ajenas. La violencia se ha automatizado y se usa como instrumento de rebelión contra la farmacocracia de los gobiernos que rocían a los insurgentes con alucinógenos desde sus cazas. Se han creado todo tipo de drogas para calmar a los revolucionarios y sumergirlos en los mayores vicios que sus mentes puedan crear a fin de que no se les ocurra abrir la boca ni coger un rifle y volarle la cabeza a nadie sin que ellos lo precisen. En medio de todo este barullo y ante la amenaza de bomba inminente, Tichy está listo para presenciar el vertiginoso primer día del Congreso Internacional de Futurología. Allí se ofrecerán numerosas soluciones a los problemones que estamos viendo hasta el momento en el que la realidad choque contra la cúpula de cristal de los académicos y tengan que salir por patas del Hilton. ¿A dónde nos llevará todo esto? ¿Será Tichy capaz de encontrar una salida para esta injusticia de apariencia inexorable que se cierne sobre la población? ¿Tendrá capacidad real para cambiar el mundo algún importante futurólogo o se quedará todo en meras conjeturas?
Con Congreso de futurología Lem trata de mostrarnos una visión más que posible de un turbio mañana en el que la mentira se vuelve necesaria para seguir viviendo. El tiempo es escaso y los problemas son tantos que cuando uno sea verdaderamente consciente de la gravedad de los mismos no encontrará sentido a la propia vida. En esta línea se puede decir que muestra una visión desgarradora y muy pesimista sobre el sino de la sociedad mundial. La droga se ha vuelto tan necesaria para la vida como el aire o el alimento y se usa indiscriminadamente porque matar físicamente no es correcto en lo moral, pero engañar durante toda una vida es hasta cierto punto permisible. El quid de la paradoja nos lleva a una pregunta esencial: ¿son las propuestas de los futurólogos también meras cortinas de humo? Se parte de la dicotomía realidad/ilusión y se estructura toda una novela en base a dicha dicotomía, acercando y dilatando una y otra vez ambos conceptos. En un cierto momento Tichy queda drogado por el gas de las BAP (Bombas de Amor Propio), que lanza la policía contra los rebeldes que tratan de tomar el hotel Hilton, y se esconde, junto con otros futurólogos en una cloaca, dentro de la cual trata de dormir, teniendo numerosas pesadillas/alucinaciones en las cuales el tono de Lem no se despega casi nada del que había utilizado hasta entonces, que se destaca por ser disparatado, satírico y en ocasiones hasta obsceno. Y esto pone en quiebro a un lector que no puede evitar dudar hasta qué punto son reales (dentro de la narración) dichas alucinaciones y las de otros personajes.
La mayoría de los personajes que deambulan por esta novela de Lem pasan la mayor parte del tiempo bajo el efecto de los narcóticos, son manejados tanto por los gobiernos como por el propio Lem que los conduce en un cúmulo de casualidades al lugar preciso en el momento necesario. A partir de la mitad de la novela esta se rompe tras un suceso que no me atreveré a mencionar, por no reventarle la trama a nadie, y se comienza un estilo de narración más fragmentario pero que sigue dependiendo de las percepciones del narrador en primera persona, es decir, de Ijon Tichy. Se da un vertiginoso salto temporal y se pausa un texto en cuyo ritmo precipitado cuesta entrar y en el que una vez dentro te sacan como de un manotazo. Comienzan una serie de páginas más lentas y repetitivas que sólo ganarán mucha fuerza rozando el final de la novela. Tengo que señalar que este cambio me ha parecido sumamente brusco y que si bien no considero que haya sido una mala decisión por parte del autor sí que creo que es difícil hacerse a él in media res y tras todo lo leído. Es como si de pronto comenzara una historia totalmente nueva y que sólo está vinculada remotamente con la anterior. Costarriciana y Nahaus desaparece, los futurólogos se esfuman y el ambiente cambia drásticamente.
Más allá de todo esto he de señalar y agradecer a Lem esa preocupación que tiene aquí con la idea del lenguaje como elemento que viaja y que se transforma a lo largo del tiempo con los sujetos que lo hablan. Palabras tan actuales hoy como tuitear o memes pasarán a mejor vida dentro de no tanto tiempo como creemos y otras medio abandonadas se revitalizarán mediante nuevas y extrafalarias acepciones en función del camino que decida escojer de forma definitiva la humanidad en este mismo segundo en el que estáis leyendo esta reseña. ¡Boom! Lem coincide con la teoría semiótica al dar a enteder que el ser humano sólo es capaz de dotar de realidad aquello que puede expresar. Lo inefable no puede ser pensado y por tanto no puede construirse un futuro en torno a este.
He de admitir, por tanto, que salvo el desigual y chirriante ritmo de la narración, Congreso de futurología es una buena novela que tiene mucho sobre lo que reflexionar y que funciona genial como protesta social en base a una distopía perfectamente posible y que será la delicia de los lectores más conspiranoicos. Me alegra haberla podido leer y disfrutar, ya que le tenía muchas ganas desde que pude ver la adaptación fílmica del israelí Ari Folman hace ya unos tres o cuatro años. Sin embargo, la adaptación se separa muchísimo de este texto original de Lem y hasta cierto punto, desde una visión más actual que no le quita mérito ninguno, lo remedia y le da cierto lirismo que yo no he encontrado en esta novela, bastante más filosofica que literaria en muchas de sus escalas. Tenéis una especie de análisis comparado del libro y de la película en el siempre genial Lamento de Portnoy.
Más reseñas de obras de Lem en esta esquina: El hospital de la transfiguración, La investigación, Astronautas,
Lem es uno de mis autores favoritos. Solaris supuso una epifanía para mí hace ya 7 añazos. Desde entonces me he vuelto un incondicional de su visión anti-antropocentrista del cosmos, tan necesaria para bajarle los humos al homo sapiens. Es verdad que en muchas ocasiones su estilo es algo difícil de seguir, pero aun con sus más y sus menos, el balance de lo que conozco de su obra es claramente positivo. Y hay que agradecer a Impedimenta las ediciones que ha hecho de su obra con traducciones directas desde el polaco. Este título no lo he leído todavía, así que tendré que ponerle remedio previo paso por alguna biblioteca. Gracias por tu magnífica reseña.
ResponderEliminarLa novela va muy en sintonía con lo que sueles leer y por lo tanto tiene todas las papeletas para que la disfrutes mucho. Me sorprendió mucho no haberla encontrado reseñada en tu blog.
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