sábado, 7 de abril de 2018

La dama desaparece, de Ethel Lina White



Una joven llamada Iris Carr regresa de sus vacaciones en un extraño país del centro de Europa tomando un tren expreso que debería dejarla en Trieste, desde dónde se embarcaría en un ferry que debería dejarla en su Inglaterra natal. Ha tenido unos últimos días algo turbulentos que le han llevado a separarse de su grupo de amistades y se encuentra presa de una fuerte inseguridad cuando una amable señorita también inglesa le tiende una mano en el compartimento del vagón. Es la enigmática señorita Froy, institutriz al servicio de un importante hombre del partido comunista que pretende derrocar al gobierno de este país que abandonan, jovial solterona que aún tiene gestos de adolescente romántica y sobre todo filantrópica lingüista, que por algún motivo se esfuma del tren sin dejar rastro mientras Iris se echa una cabezadita. Aunque Iris le ha presentado la señorita Froy a varios de los compatriotas que viajan con ellas, parece que ahora nadie se acuerda y esto la coloca en una complicada situación porque nuestra protagonista está segura de la existencia de la mujer y no va a rendirse hasta encontrarla, para ello no le importará lo más mínimo si tiene que perder su cordura.

La dama desaparece nos plantea una estructura básica de thriller psicológico que tanto le debió de gustar a Hitchcock si luego dirigió la adaptación. Un personaje desaparece sin dejar rastro y todo parece una conspiración en contra de la joven Iris, que al igual que la señorita Froy no tiene enemigos con la suficiente sangre fría para maquinar algo de tales proporciones. Dejando de lado explicaciones fantásticas que con el tono de la novela serían totalmente decepcionantes, nos quedan escasas o nulas opciones para resolver un misterio de habitación cerrada que se tornará más y más inquietante a cada página. La teoría de las alucionaciones de Iris (apoyadas principalmente en una insolación que sufrió antes de montarse en el ferrocarril) son asumidas como ciertas por todos los personajes salvo por ella misma, a quién, E.L. White, con gran habilidad le coloca un narrador focalizado que "parece" seguirla sin pestañear. Se construye así una pugna entre dos visiones de los hechos muy distintas y que ganan o pierden valor a medida que avanza la trama. No obstante, el final sigue siendo algo predecible y al  mismo tiempo deseado por el lector, por lo que se puede decir que sólo defrauda a medias.

Como novela La dama desaparece es ciertamente muy entretenida y genera una intriga que engancha mucho al lector. Los personajes se sienten sólidos, aunque algo manidos en relación con la novela británica que se estaba haciendo por aquella época (1930s); lo agradable es que se puede llegar a empatizar con ellos y entenderlos sin muchas complicaciones. Otro peso molesto en la narración es la sensación de desperdicio del espacio imaginado por la autora, que sitúa la obra en un país extranjero sin olvidar que sus lectores son ingleses, muy ingleses y mucho ingleses. Las alusiones a la madre patria y el espíritu londinense empapan toda la historia y uno tiene la sensación de que da igual a dónde va y de dónde viene el tren si al final todos los personajes con un mínimo de voz en la obra son ingleses muy orgullosos de ser ingleses. Los lugareños del país centroeuropeo quedan como patanes y sujetos cargados de malicia, con lo que no tengo mucho problema si no fuera porque la distinción realizada es tan simple que deja mucho que desear y refleja un desconocimiento y unos prejuicios mal llevados por parte de la autora. Aún y con todo, he de decir que no me ha disgustado la novela y que tiene giros argumentales bastante interesantes, muy bien dispuestos y que cumplen con creces con lo esperado de una novela de misterio. La acción no es un frenesí que te deje jadeando y eso es de agradecer porque se nota el mimo de la autora hacia Iris y sus compañeros de viaje. El motor principal de la narración son los devaneos de Iris que se parte la cabeza pensando en dónde puede andar una persona que quizás ni existe. De vez en cuando se introducen otras historias secundarias que acaban explicando los extraños comportamientos de los personajes secundarios en relación con la desaparición de la señorita Froy para que no queden cabos sueltos ni personajes que se sientan demasiado planos. Con algunos esto funciona y con otros no; la verdad es que no me hubiera importado una novela más detenida y extensa a cambio de una mayor profundización, pero es lo que hay. Insisto en que la novela no es mala, pero en mi opinión le falta algo. Tenéis una reseña mucho más detallada y entusiasta que esta en Leer sin prisas, donde le han cogido mucho gusto a la autora. Supongo que habrá que darle otra oportunidad, posiblemente lo siguiente será La escalera de caracol. ¡Ya os avisaré!



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