Franz Westen es un escritor profesional que ocupa buena parte de su tiempo novelizando por encargo un programa de televisión de terror sobrenatural llamado Profundidades extrañas. Franz es un personaje peculiar. Ha sufrido diversas crisis tras la muerte de su esposa que lo llevaron a beber desmesuradamente y a vagar de un rincón a otro de San Francisco y, aunque ya parece rehabilitado, el dolor del recuerdo lo sigue llevando a tomar decisiones un tanto impulsivas. Vive un edificio del centro de la ciudad con dos de sus mejores amigos (un médico drogadicto y un oficinista de color) y su amante (una joven y enigmática música). Con ellos comparte los detalles de su investigación, la cual ocupa la mayor parte de su día a día y que se centra en el estudio de dos misteriosos libros que compró no sabe bien dónde en una de sus borracheras. En estos dos textos ficticios, así como en la atmósfera del San Francisco de los años 1970s, se centra la historia de esta novela de terror psicológico con tintes pulp.
El primero de los volúmenes es un ensayo firmado por un tal Tiberio de Castries. Aborda la problemática de la masificación de las ciudades estadounidenses en el primer tercio del siglo XX y establece curiosas teorías sobre la maldad inherente a las mismas. Las naturalezas muertas de las ciudades, es decir, la acumulación de cadáveres, hormigón y estructuras frías, traerían consigo, según de Castries, la materialización de unas poderosas entidades parapsicológicas, capaz de atormentar a aquellos que se atrevan a coquetear con ellas y a descubrir su existencia. Las entidades parapsicológicas serían los productos fantasmales físicos de la contaminación atmosférica, el odio y la manipulación hasta sus últimas consecuencias de la naturaleza por parte del hombre proporcionándole estados anímicos depresivos y autohirientes. Esta teoría de De Castries, conocida como la Megapolisomancia (así se titula también su escrito), le habría servido a su autor para conformar durante los años 1920s toda una sociedad secreta de ocultismo y oscurantismo en la cual habrían estado inmersas diferentes personalidades del mundo de la literatura como Ambroise Bierce o Jack London. Sin embargo, la falta de pruebas del gurú de la megapolisomancia habría llevado posteriormente a su desintegración, aunque también a las extrañas muertes de sus miembros principales.
El segundo libro, atado por un hilo a Megapolisomancia, se trata del diario de un admirador escéptico de De Castries. A pesar de no especificarse en los inicios de la novela, muy pronto sabremos que también se trata de un famoso escritor de terror que habría viajado a San Francisco en su juventud y pronto habría tomado la determinación de no volver a abandonar más su localidad natal rural hasta el día de su muerte. Este escritor habría accedido a desplazarse hasta San Francisco para buscar a De Castries debido al extraño comportamiento de uno de sus amigos y miembros de la secta. Su objetivo: comprobar hasta qué punto es cierta la alocada teoría mitológica de De Castries sobre la materialización física de la maldad de las ciudades y las actitudes sanguinarias de las supuestas entidades parapsicológicas. Lo que encontrará el escritor es a un De Castries venido a menos, sin discípulos y completamente ido de la cabeza.
Al tiempo que Franz Westen, nuestro protagonista, va indagando en estos y otros detalles, se desarrolla su vida cotidiana en un aura de misterio, que no sé muy bien por qué, pero me recuerda muchísimo a las películas neo noir de los 1980s y 1990s. Quizás se deba a los sospechosos diálogos que parecen bastante más simples de lo que en el fondo son y a ese hincapié del autor en perfilar, al tiempo que desarrolla la teoría de De Castries, cada rincón de la mítica ciudad de la Costa Oeste. Leiber pone en contraste el San Francisco de la Belle Époce y el de la presidencia de Richard Nixon, conformando una trabajada panorámica del lugar y convirtiéndolo no solo en un personaje más de la narración, sino en un uno de los principales y más enigmáticos. Este interés focal en San Francisco será la delicia de quienes allí ya han estado, pues podrán recrear en sus viajes los largos y angustiosos paseos de Franz Leiber a través de cada calle, parque o bulevar que cruza. Sin embargo, si el interés del lector está fuertemente proyectado sobre la trama del libro de De Castries y poco o nada le atrae San Francisco como ciudad, es posible que tantas descripciones y detalles le resulten tediosos. No ha sido mi caso, pues siempre me he declarado un gran entusiasta del urbanismo. La planificación y la estructuración de las ciudades es algo que me atrae desde hace muchos años y que habría estudiado en la universidad si no existiera una carrera de literatura. Por lo cual, agradezco y disfruto hasta el último detalle de este esfuerzo megalítico de Leiber por dotar a su novela con una atmósfera como esta.
Por otro lado, como podéis imaginar, estamos ante una novela con muchísimo trabajo de investigación literaria. Nuestra señora de las tinieblas es una historia donde la metaliteratura, la narrativa de terror de la índole más lovecraftiana imaginable y las teorías sobre el devenir del mundo en la masificación urbana se funden dando lugar a un texto extraño, digamos weird, pero con consistencia suficiente para resultar satisfactorio. Hay en la novela numerosas referencias a escritores y escritoras (algunos y algunas poco conocidos, aunque reales), a sus vidas, a sus obras, a sus relaciones con las ciudades y el miedo. Pero sobre todo, hay referencias a sus muertes. Me he sentido impulsado a leer muchas biografías, pequeños artículos y reseñas sobre estos escritores que Leiber va mencionando a lo largo de la novela. No lo he hecho porque fuera necesario para disfrutar Nuestra señora de las tinieblas, sino más bien por curiosidad, para potenciar la experiencia de la lectura y para agrandar un poco más si cabe mi inmensa lista de pendientes. Cuando uno indaga un poco, se vuelve sencillo establecer similitudes entre los autores reales y entre su representación como personajes dentro de la novela. Cada vez se torna más y más sencillo creernos la conspiración imposible propuesta por Leiber a través de la sociedad cuasimasónica de De Castries. Y eso tiene mucho, pero que mucho mérito.
Sin embargo y a pesar de la estructura circular y el foreshadowing constante de los elementos más diminutos (me quedo aquí con la trituradora de papel del capítulo 5 como el más representativo), el texto presenta numerosas inconsistencias. El final es decente, aunque algo vacío y cogido con pinzas en mi opinión. Ciertas problemáticas relacionadas con San Francisco y De Castries no llegan a resolverse nunca. Lo mismo ocurre con el desarrollo de las relaciones de De Castries con su séquito de intelectuales. No es nada malo dejar incógnitas y espacios en blanco, especialmente en la narrativa de terror, pero me hubiera gustado personalmente ver un poco más de desarrollo en ideas tan trabajadas previamente. Por otro lado y más allá de los gustos personales, tenemos que dejar claro que algunas escenas se sienten excesivamente sosas, especialmente algunos diálogos que no van a parar a ningún lado y que solo tratan de aportar ese halo de misterio a la vida cotidiana de Franz y sus amigos. Son fragmentos concretos de diálogo, fáciles de localizar en el texto, pues se siente excesivamente artificiales. Rompen con toda verosimilitud del relato y lo dinamitan desde dentro. También queda el problema de que si la novela se lee con detenimiento, es posible predecir buena parte de los sucesos de los próximos capítulos, por lo que, a pesar de la originalidad del tema, quizás no quede demasiado margen para la sorpresa. En definitiva, una novela diferente, memorable y casi perfecta para los lectores más atrevidos. Si estás buscando algo diferente en el género de terror, este quizás sea tu libro. Tenéis otra reseña en Das Bücherregal, donde descubrí este título y muchos otros, por lo que os recomiendo, como siempre, pasaros.
PD. Lamento no haber podido aportar nada a esta Esquina el último mes. He atravesado numerosos problemas de índole personal que no me han permitido casi ni leer; mucho menos escribir. Espero subsanarlo en el tiempo libre que me permiten las vacaciones de Navidad, acogiéndome a mi particular espíritu grinch y encerrándome en el cuarto a leer hasta que acaben los villancicos y los niños del parque dejen de tirar petardos. Un saludo, gracias por dejaros caer en esta Esquina y namasté.
Hola, no lo conocía. Me interesa si trata sobre el tema de las ciudades. Justo estoy terminando un trabajo para la facu sobre el tema de la posible futura desurbanización y tomo ejemplo en obras artísticas así que lo apunto.
ResponderEliminarEspero que puedas retomar la lectura, a pesar de la locura navideña.
Besos!
Puede que te guste y te sirva. El libro en sí es una rareza, pero de las que dejan buen sabor de boca. No solo trata de las ciudades, pero sí que tiene una gran cantidad de reflexiones sobre ellas.
EliminarUna cita que quería poner en la reseña, pero que al final se quedó en el borrador fue:
"Creo que todas las ciudades modernas, especialmente las grandes ciudades industriales recién construidas, deberían tener fantasmas. Son una influencia educativa."
Refleja muy bien el espíritu de la novela.
Un análisis estupendo del libro, mucho más profundo y certero que el mío, ¡que se note esa formación en filología! Me alegro de que te haya gustado y como siempre, gracias por el link y la recomendación para Das Bücherregal.
ResponderEliminarNo soy filólogo, Cities. ¡Ojalá! Hice la carrera equivocada: Literaturas Comparadas. Unos estudios que nadie conoce ni valora en este país, pero que disfruté mucho. Eso sí, a ellos les debo el poder hacerme ahora el pedante.
EliminarGracias a tí por descubrirme una vez más un gran título.