lunes, 24 de agosto de 2020

Catorce primeros capítulos de David Copperfield

 


Hace ya unas semanas que comencé este viaje a la Inglaterra decimonónica de la mano del conocido Charles Dickens, pero me detengo hoy para hablar de algo urgente. Esta novela tiene más de mil páginas y necesito aire para respirar, pues intuyo que he concluido la primera parte de la misma. Os pongo en situación. David Copperfield es una bildungsroman, es decir, una novela que trata sobre el crecimiento personal y el paso de la niñez o la juventud a la edad adulta. Al mismo tiempo, trata de ser una novela total, pues en ella el lector acompañará al personaje que le da nombre a la obra desde antes de su nacimiento hasta su muerte. Está considerada una de las obras cumbres del realismo y es para muchos la mejor obra del autor. Incluso el propio Dickens admitía que era esta su creación predilecta. 

Esto puede llevar a que el lector piense que va a encontrarse con una novela pesada y falta de acción y, si bien es cierto que la novela, de momento, no me está resultando precisamente una vorágine de acontecimientos, cada uno de los sucesos se sienten milimétricamente construidos y desperdigados con pulcritud. Pero ante todo David Copperfield  constituye una denuncia a la crueldad de la sociedad de la Inglaterra de su época y a la fragilidad de los niños, que son maltratados, forzados a trabajar y obligados a vivir en condiciones paupérrimas. De hecho, hasta el capítulo XIV, muy pocos son los personajes que de alguna manera o de otra no se aprovechan del pequeño David. En esta categoría de personajes hay un hueco especial para el señor y la señorita Murdstone, el padastro de David y su tía postiza, que si se comportaran como lo hacen con el pequeño hoy en día les acribillarían los servicios sociales. Murdstone es un hombre con un fuerte complejo de inferioridad y un rufián que se aprovecha de su esposa y disfruta torturando al pobre David, para luego deshacerse de él. Primero lo envía a una institución de enseñanza bastante estricta de Londres y después a trabajar en un almacén, cargando cajas y toneles para los que su diminuto cuerpo de niño no está preparado. A lo largo de estos catorce capítulos se nos dibuja a Murdstone como el antagonista que siempre se salía con la suya y que provocaba un gran pesar a David, quien no podía contestarle ante el miedo a una golpiza.

Por eso me detengo en el capítulo XIV, porque allí todo cambia. Dickens recupera un personaje más de doscientas páginas después, una vieja tía del protagonista. Una persona adinerada y recta, con actitudes un poco extravagantes, pero con un gran sentido de la justicia. Alguien que, por fin, puede enfrentarse a Murdstone y tratarlo como a un igual. El capítulo XIV es de los pocos capítulos (de entre los que llevo) que termina bien para David y que marca una división en la obra. Toda la historia previa se construye hacia ese capítulo, que es el momento culmen de lo que llevo de novela. El pequeño deja de depender de una pareja abusiva, para vivir en una "casa de locos". Aún no sé qué le deparará el futuro, pero conociendo a Dickens y viendo lo que ya ofrece en páginas anteriores, así como en otras obras, espero comedia e ironía, pero sobre todo mucha tragedia y miserias humanas.



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