viernes, 25 de mayo de 2018

El asco, de Horacio Castellanos Moya




Antes de comenzar a dar detalles sobre la novela breve de no ficción que nos ocupa hoy debo tratar de ser humilde y aclararles que muy posiblemente no sea la persona más indicada para realizar esta serie de comentarios que vais a poder leer a continuación, quizás porque desconozco la obra de Bernhard, quizás porque es la primera pieza que cae en mis manos de literatura salvadoreña, ignoro la historia de dicho país y desde España estoy totalmente descontextualizado. No obstante, pienso que no es necesario cumplir ninguno de estos puntos para, llamémosle, disfrutar de una novela como El asco, cuyo personaje principal y sus sentimientos e ideología no es para nada endémico, sino todo lo contrario, aunque uno pueda compartirlos más o menos. Advertidos todos, seguimos.

Horacio Castellanos Moya asiste al funeral de la madre de un viejo amigo del instituto que lleva sin ver más de quince años. Cuando se produce el reencuentro, el hijo de la fallecida (un tal Edgardo Vega) le invita a echarse una cerveza una tarde para ponerse al día, aunque Moya sabe que solo hablará Edgardo y que su lamento se tornará nefasto e insoportable. Vega ha regresado tras más de una década en Canadá, no por el terrible acontecimiento, sino porque de su regreso dependía una herencia que quiere cobrar a toda costa. Odia El Salvador y a los salvadoreños, su gastronomía grasienta, su cerveza Pílsener, su desprecio de la cultura y las artes, su obcecación en la violencia, su admiración por el comunismo y el régimen militar, sus políticos corruptos, la claustrofóbica ciudad de San Salvador gobernada por auténticas mafias y la falta de higiene y educación en comparación con su querido Montreal. Bueno, no solo la tiene jurada contra El Salvador, también hay cosas en Montreal y en el resto del mundo que le ponen enfermo. De hecho, uno acaba teniendo la sensación de que a Edgardo todo (salvo quizás el whisky que el médico no le permite tomar y la puntualidad) le da un asco inmenso.

De ahí el acertado título de Castellanos Moya, porque la novelita solo nos presentará a un hombre asqueado de la vida y de todas sus maravillosas y decepcionantes posibilidades. Este personaje tiene algo de llamativo y de carismático para un escritor y como recurso no está mal, pero el hecho de haber centrado toda la novela en su única e inapelable voz consigue que uno acabe sintiendo asco hacia El asco. Las cien páginas de verborrea de Vega, mientras se hinca un whisky tras otro y Moya asiente, como si tomara notas mentales, acaban resultando algo cansinas y desagradables. Su odio se hace tan general que uno siente como va perdiendo valor con el avance del texto. La revelación final de que se ha cambiado el nombre por Thomas Bernhard, en un guiño metaliterario que solo a los fanáticos les interesaría y que parece un mero recurso de marketing para vender este librito fuera de su país, no me convence lo más mínimo. Los escasos momentos de acción final, donde se relatan las aventuras de una noche de fiesta del quejumbroso autoexiliado se sienten como llegados demasiado tarde.

Aun y con todo, la obra no me ha disgustado en líneas generales. Es entretenida y ofrece una figura de interés. Ahonda en la firme convicción de pertenecer al sitio equivocado que muchos hemos pasado en nuestra adolescencia. El problema quizás -y también la chicha de la historia- se da cuando observamos que claramente Vega no ha sabido confrontar este sentimiento de una manera sana y se deja entender que no lo confrontará nunca. Si detesta El Salvador tiene que autoimponerse el rechazo de todo lo que ha experimentado durante los primeros veinte años de su existencia. La visión queda algo infantil y, aunque es perfectamente verosímil, deja de ser interesante por esto mismo. Posiblemente hay obras mejores de Castellanos Moya. Quiero pensar en que tiene que haberlas si David Pérez Vega recomienda al autor. Tenéis una reseña de El asco recién salida del horno en La medicina de Tongoy. Tiene ese toque de indignación hiriente tan particular de don Carlos en el que acusa a Castellanos Moya de plagiar sin mucho tino a Bernhard, de no tener amor propio, de ser un aprovechado y todas esas cosas. Como avisé al inicio, no estoy capacitado todavía para opinar así en este caso particular, pero no me parece mal presentaros una visión tan acérrimamente defendida para que los más expertos juzguen por sí mismos.


5 comentarios:

  1. Por un lado, como entusiasta de Bernhard que soy, la novela me llama la atención. Por otro pienso en qué motivos habría de tener en leer a un emulador pudiendo leer el original. Sin embargo el cambio de contexto El Salvador vs. a Austria, puede ser de interés para hacernos una idea de la sociedad salvadoreña, tema que como en tu caso, me queda a miles de Kms de distancia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es lo primero que pillé de Castellanos Moya después de la recomendación de David Pérez Vega. No sé hasta qué punto lo emulará el salvadoreño, porque a Bernhard no lo he leído aún. Tongoy lo acusa directamente de apropiarse sin más del estilo del austríaco. Como digo, la novelita está bien, pero en ocasiones roza lo cansino. Tongoy me recomendó ayer "Tala" de Bernhard para que comparara y viera la evidencia del supuesto plagio. Como entusiasta, ¿podrías hacerme alguna sugerencia más, Cities? Hoy voy a sacar "Tala" de la biblioteca y si me convence seguramente continuaré leyendo al autor.

      En otro orden de cosas, estoy terminando "Ygdrasil" y me está encantando. Está siendo una de las mejores lecturas de este año.

      Eliminar
    2. Coincido con Tongoy en que Tala es una maravilla, sin embargo para que te hagas una idea rápida de la prosa de Bernhard yo te recomendaría , que teniendo todas las características de su estilo y tratando todos sus temas habituales, es muy accesible (bueno, a ratos) y rápida de leer. Aún me estremezco recordando el final, ¡brrrrrrrrrrrrr!

      Y sí, ya había visto el aviso de "próximamente" con Ygdrasil. Me alegro de que te esté gustando, creo que es un novelón tremendo y original a más no poder. Merece muchísima más atención de la que ha recibido.

      Eliminar
  2. Creo que los imitadores de Bernhard lo tienen crudo. Esta novela no puede compararse a las grandes obras del maestro: el malogrado, Si, Trastorno...Esta novelita tan tediosa es un mero ejercicio de imitación bastante aburrido, el autor carece del talento que tenia Bernhard y del sentido del humor...En fin, paso la página

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ahí te doy la razón, anónimo. No sé qué sentido del humor tendrá Bernhard, pero en la novela de Moya este tema se sentía algo forzado. Lo tendría que haber puesto en la reseña, pero me parecía demasiado acribillo. Pobrecico.

      Eliminar