De las cuatro novelas que he leído de Stanislaw Lem, Astronautas es con mucha diferencia la más floja de todas. Y esto no se debe a que los avances científicos hagan imposible un paisaje como el que nos presenta el polaco de Venus. Sobre la cuestión de la inverosimilitud de la obra a causa de los progresos científicos habla el mismo autor en su prólogo. Aunque para mí, ese no es el principal contratiempo de una obra que podría funcionar muy bien, pero que se hace tediosa por momentos. Su defecto radica en la dosificación de la trama y su dilatación (casi 400 páginas) para una historia bien simple.
En torno al año 1915 un misterioso meteorito se estrella en una región remota de Siberia. El impacto es recordado por los aldeanos durante décadas, aunque el resto del mundo no le da la menor importancia, con la salvedad de algún que otro geólogo moscovita. No es hasta el 2003 ficticio, en el cual no hay guerras, el Sahara se ha convertido en tierra fértil, se han derretido los polos y ha triunfado el comunismo (¡lo que tenía que escribir un jovencísimo Lem para que le dejaran publicar!¡Madre mía!), no es hasta el 2003, repito, cuando una serie de ingenieros se fijan en la fosa y rescata de los alrededores no ya un meteorito, sino lo que a todas luces es una pequeña nave espacial. Dentro de ella se encontrará un mensaje que, una vez descifrado con la ayuda de un superordenador, dejará conmocionado al mundo. El gobierno terrícola no podrá quedarse de brazos cruzados ante la confirmación de vida más allá del orbe y organizará a una tripulación con los científicos más preparados de cada campo. El objetivo será entrar en contacto con los venusianos y descubrir sus enigmáticos propósitos.
La novela está dividida en dos partes. La primera narra en tercera persona los sucesos referidos arriba, prestando especial relevancia al Comité de Traductores y a la puesta a punto del cohete (el Cosmocrátor), e irá presentando a personajes que posteriormente se convertirán en miembros (me gustaría decir relevantes) de la tripulación. La segunda parte está constituida por el diario del piloto, que narra desde su admisión al equipo hasta el descubrimiento de la verdad acerca de los habitantes de Venus. Al principio parece la parte menos árida de las dos, pero presenta una serie de altibajos, donde las descripciones extensísimas de paisajes y fenómenos no ayudan al lector en absoluto.
No obstante, la mezcla de las dos fue un completo fenómeno de ventas en la Polonia natal de Lem y en todos los países de la órbita soviética. Quizás la principal ventaja de la obra reside en una apuesta arriesgada por la ciencia ficción en unas tierras y en un momento en el que la moda impuesta era el realismo socialista, trillado cien veces hasta la saciedad. Y Astronautas asume algunos de los principios necesarios para que una obra con una temática tan infrecuente fuera vista con buenos ojos. La Unión Soviética estaba desarrollando su programa espacial y competía abiertamente con Estados Unidos. Y esto irremediablemente me lleva a hablar del protagonista: un hijo negro de estos dos países. Con un abuelo negro masacrado por el racismo estadounidense y acogido por la URSS, pero siempre añorando su pueblo y su gente. El piloto Smith es una mezcla de culturas y la confirmación alegórica de la paz, así como la unión de fuerzas para un futuro global y lleno de ciencia y saber.
Sobre los demás personajes poco hay que podamos comentar. Pasan sin pena ni gloria. Y eso es quizás lo que da más rabia. Tienen intervenciones profundas, como es característico en la prosa de Lem, pero nunca llegamos a averiguar cómo son realmente. Y lo que es peor, cuando los llegamos a conocer algo ni nos importa. No sé si me ocurre a mí nada más, pero me he sentido totalmente decepcionado con los compañeros de Smith. Siempre tan misteriosos y tan rematadamente pedantes que me costaba verlos en la utopía de la que partían.
Por otro lado, hay mucho potencial desaprovechado en la obra. Caminos que podrían haberse seguido y que no llegaron a ningún sitio para terminar con una respuesta más que simple y decepcionante. Diría que el final es hasta cierto punto previsible. Por supuesto, Astronautas cuenta con sus momentos de aventura muy entretenidos y con sus giros de guion, que sirven de soporte a la obra y sin los cuales se vendría abajo. Sin embargo, una mayor cantidad de giros y una depuración más lograda de la narración la habrían favorecido muchísimo. También se ha echado en falta un poco más de la complejidad filosófica y antiantropocentrista a la que nos tiene habituados Lem y que tan bien cuajan en sus novelas. Con esto no quiero decir que sea un tostón la obra; no es así en absoluto. Sin embargo, se nota muchísimo que es el primera contacto de su autor con el género y que el tiempo no le ha sentado demasiado bien. Así que, para ir cerrando, tenemos una obra que, sin estar mal del todo, solo recomiendo a quienes sean verdaderos devotos del polaco.
Y eso es todo por hoy. Lean mucho, coman con moderación y namasté.
PD: Iba a linkear alguna que otra reseña externa a este sitio, pero las que he visto te revientan el final y eso me parece hasta cierto punto cruel, así que he decidido evitarlo.
Más reseñas de obras de Stanislaw Lem en esta esquina: El hospital de la transfiguración, La investigación, El congreso de futurología,
Cuando Impedimenta empezó a reeditar libros de Lem que eran imposibles de conseguir o a lanzar otros inéditos en español me emocioné. Pensaba que todo iba a ser Solaris y resultó que no. Menos mal que he ido leyendo reseñas en la blogosfera que lo dejaban bastante claro. Cosa que es de agradecer, porque así me he ahorrado más de un disgusto. También es verdad que por suerte la Biblioteca del S. XXI se la debo a esta editorial, al pan, pan, y al vino, vino.
ResponderEliminarA mí me sorprendió no encontrar la reseña en Das Bücherregal. Supongo que te convencerían para no leerlo.
EliminarPor otro lado, Impedimenta hace un gran trabajo editando al polaco. Soy consciente de que no he leído sus mejores obras, pero me dejan un sabor agradable.