Otra vuelta de tuerca es, muy probablemente, la novela de fantasmas por antonomasia. La popularidad que ganó en su época hace que se considere todo un clásico de las letras inglesas, a pesar de que su autor, Henry James, siempre prefirió otras de sus obras muy por encima de esta. Para él, la historia que nos narra se trata de un experimento, como nos lo hace saber en el epílogo. Se juega constantemente con los límites de lo real y lo fantástico, forjando lo que podríamos llamar uno de los primeros narradores no fiables de la literatura.
El marco narrativo viene a ser el siguiente. En una reunión de personajes ilustres antes de Navidad, los asistentes cultivan una tradición, que yo al menos desconocía: contar historias de terror. Uno de ellos interviene y comenta que si bien la relación de un niño con un alma en pena supone una vuelta de tuerca, él conoce una historia que no solo ocupa a un infante, sino a dos. ¡Dos vueltas de tuerca! Puede que esta premisa no nos parezca nada terrorífica en la época en la que vivimos, pero debemos tener en cuenta que esta pieza data de más de un siglo, durante el auge de la narrativa gótica y tiene ese regusto especial del terror más clásico. Este hombre, pues, afirma poseer un escrito de una vieja amiga suya que una vez sirvió como institutriz en una casa, la mansión Bly, y en el que se relatan los extraños sucesos que se vivieron allí durante el breve espacio de tiempo en el que estuvo a cargo de los pequeños Miles y Flora.
Tras una serie de páginas que sirven para despertar nuestro interés como lectores en lo que se nos va a contar, se da pie, finalmente, al relato narrado en primera persona por la protagonista. La atmósfera de misterio ya ha sido creada previamente y eso lima algunos desaliños del inicio del relato. La institutriz es escogida para un trabajo extraño. Se trata de cuidar y educar a dos niños ricos que perdieron recientemente a sus padres. Su tío paterno prefiere en este punto desentenderse, lo que nos genera una serie de dudas sobre las relaciones entre él, su hermano y la esposa de este que no se aclaran. Ya en Bly, empieza a notar que los niños se comportan en ocasiones con una madurez mucho mayor a la que les corresponde. Ellos mismos admiten tener pérdidas de memoria, lo que nos podría indicar que están siendo poseídos por fantasmas.
Pero, qué fantasmas. Un año antes de la llegada de la institutriz a Bly, convivió allí un tunante con otra institutriz. Peter Quint, un siniestro criado pelirrojo, quiso aprovecharse de la confianza depositada en él por el tío de Miles y Flora para vivir en el lujo dentro de Bly. Allí conoció a la señorita Jessel, la institutriz al cargo de los pequeños. Ambos se enamoran y ambos mueren en extrañas circunstancias. Y sin ningún tipo de conocimiento sobre esto, aparentemente la nueva institutriz parece haberles visto deambular erráticamente por la casa y acercarse con malicia a los infantes.
Y aquí entra la magia de la novela. ¿Recordáis que he comentado al inicio de la reseña que la institutriz no es una narradora fiable? Pues, esto se debe a que no se confirma ningún otro personaje que de una forma clara afirme haber visto a la pareja espectral que supuestamente quiere conducir al infierno a Miles y Flora. Todo parte de la ambigüedad y los lectores pueden interpretar tanto que los fantasmas existen efectivamente como que existen solo en la cabeza de la institutriz. Esta ambigüedad es su mayor punto a favor por ser especialmente complicada de elaborar.
No obstante, hay ciertas pegas que quizás un lector de la época no pondría, pero que creo conveniente resaltar si se mira desde el punto de vista de un lector actual. La trama es hasta cierto punto repetitiva y pueden transcurrir muchas páginas sin que ocurra nada relevante. Los capítulos se componen muchas veces de diálogos que no llevan a ningún sitio y que solo sirven para reiterar en la idea de que la institutriz, por estar en aquella casa, se está volviendo loca. Al mismo tiempo, no hay un gran desarrollo del resto de personajes. Miles goza de algo de profundidad, pero Flora y la señora Grose, la ama de llaves, son totalmente planas. Grose, no tiene nada que ver con su contraparte de la serie de Netflix The Haunting of Bly Manor. Así mismo, no se entran en detalles sobre los padres de Miles y Flora, ni sobre Quint o Jessel. Henry James es bastante reticente en este sentido. Como autor desarrolla su experimento, pero no quiere que el lector se desvíe de la delgada línea que en su relato delimita lo real y lo fantástico. Piensa con acierto que alejarse de la desesperación de su protagonista contribuye a rebajar la tensión dramática y reducir ese clima de angustia de la obra. Sin embargo, esto tiene sus sacrificios, que son los que he indicado arriba y que me siguen pareciendo innecesarios.
La propuesta de Netflix es completamente distinta y por eso la comento. Recoge a los personajes y les da nuevas historias, buscando pretendidamente lo fantástico y rechazando cualquier ápice de ambigüedad. La ambientación también cambia por una más actual, pero el universo decimonónico se mantiene con la historia no contada por James de los moradores originales de la casa. Es raro que yo lo diga, pero en este caso me quedo antes con la adaptación.
Lean mucho, coman con moderación y namasté.
Hace poco escuché (o leí, no recuerdo) a alguien que decía que lo que la institutriz y el ama de llaves de la novela temen es que los fantasmas posean a los niños para mantener relaciones sexuales entre ellos. ¡El giro de tuerca sería el incesto!
ResponderEliminarLa verdad es que me voló la cabeza. A pesar de que me he leído la novela varias veces y he visto algunas adaptaciones nunca se me había ocurrido esa posibilidad.
Coincido contigo en que esa ambigüedad, que permite múltiples interpretaciones, es lo que hace grande la novela. Pero me sorprende un poco que los lectores más jóvenes encuentren el estilo pesado y rancio. Entre los clásicos que leí de pequeño, este me parecía de los más fluidos y adictivos. Eso de tener que estar todo el tiempo evaluando qué rayos pasa en realidad hacía que me quedase pegado a las páginas.
Me ha explotado la mente con la teoría esa del incesto, sobre todo, porque no me parece descabellada. Encajar, encaja con la novela. Además, de que le daría un enfoque mucho más truculento.
EliminarSobre el estilo y los jóvenes, esta obra ha sido una lectura conjunta entre mi pareja y yo. Y ambos hemos coincidido en lo pesado que nos resulta que los fantasmas aparezcan ocho veces (las he contado) y que no hagan absolutamente nada. Buena parte del enganche del libro es su misterio, pero a mí cuando me dan tanto misterio, me termino por desesperar. Aunque, insisto, no pienso que sea una mala novela, ni mucho menos.
Un abrazo y gracias por tu comentario, Convincente Gon.
Leí esta nouvelle hace años y la verdad me decepcionó. Yo no soy muy partidario de investigar para encontrarle tres pies al gato. La verdad que no recuerdo mucho de la trama, solo las sensaciones que me dejó. Ahora que leo tu introducción me queda claro que fue la fama la que llevó en volandas la novela hasta límites que solo la fama es capaz de elevar. Me justa Henry James, pero tiene altibajos en su trabajo, como todos los genios. Es complicado disentir. El lector por lo general teme caer en el ridículo, y me incluyo, y termina ensalzando novelas que no ha entendido. Muy buena reseña.
ResponderEliminarGracias por pasarte y por tu comentario.
EliminarComo dije en el comentario a Convincente Gon, dar demasiado misterio puede ser contraproducente. Coincido contigo en la absurdez de alabar obras que no entendemos. Si no lo entendemos, lo decimos y punto. Aún así, esta no me parece mala. Eso sí, es tan sumamente ambigua y se presta para tanto juego que las reacciones en cada lector pueden variar drásticamente. ¿Merece la pena la tramoya de James? En mi opinión, no. Sin embargo, hay muchos lectores que disfrutarán la novela precisamente por eso.