Nos situamos en la Viena de 1909, en uno de los últimos años del decadente Imperio Austrohúngaro, que se verá hecho añicos tras la Primera Guerra Mundial. Nuestro protagonista es el barón de Yosch, un comandante de caballería del ejército imperial que tras algunas batallas en las que ha salido victorioso goza de una importante posición social en la que cimienta toda su existencia, con su red de relaciones y su estilo de vida. Disfruta acudiendo al teatro y dando conciertos en las más altas cúpulas de la sociedad vienesa, pero cuando un conocido, el actor dramático Eugen Bischoff, se suicide en extrañas circunstancias, su imagen de honorable aristócrata y ejemplo de los justos se verá en un aprieto, ya que todas las pistas parecen apuntar a él: su cercanía a la escena del suceso, su extraño comportamiento buscando desquitarse lo más pronto posible del asunto, el hecho de que la prometida de Bischoff hubiera sido su única novia muchos años atrás y de la que todavía no se habría olvidado, que Bischoff a la hora de cometer el acto hubiera disparado dos balas, pero sólo una contra sí mismo, etc. Yosch se ve en la obligación de dar su palabra de honor y de aclarar las alucinadas circunstancias que rodean al suicidio de la estrella, el cual podría estar relacionado con otros que Eugen habría estado investigando por mera curiosidad y que lo habrían llevado hasta un misterioso personaje que conoce como el Maestro del Juicio Final.
Estamos ante una novela policíaca con tintes de la narrativa gótica decimonónica y de la neofantasía propia del mejor Kafka. No me extraña lo más mínimo que esta novela hubiera entusiasmado tanto al gran Jorge Luis Borges y es que en ella podemos apreciar muchísimos detalles del estilo del argentino. De hecho, la lectura que he realizado me ha recordado con mucha fuerza a al menos tres de los cuentos más famosos de este maestro de la escritura: "Tres veces Judas", "El jardin de los senderos que se bifurcan" y, sobre todo, "El sur". Perutz ofrece una historia llena de fantasía e intriga, consigue que nos la creamos y la desmiente luego con la misma fuerza, dejándonos con más dudas que una abuela haciendo la declaración de la renta. Esa misma capacidad maestra para rizar el rizo una y otra vez, manteniendo la intriga en todo momento, me ha recordado también mucho a un clásico en esta esquina: el señor Friedrich Dürrenmatt. Y es que al igual que él, Perutz se sirve de una trama detectivesca para mostrar una cuestión que va más allá y que roza lo filosófico y lo crítico, desmenuzando la intriga poco a poco como si fueran los gajos cuasinfinitos de una naranja. La ambientación, al mismo tiempo, es también sencillamente magistral y nos recuerda a esas películas americanas de detectives en blanco y negro de los años 50. En este libro hay mucho Kafka y mucho Borges, pero también Dürrenmatt y Graham Greene se sienten presentes. Aún así y con todo, el resultado no deja de ser sorprendente y original.
Las únicas pegas que podrían achacárseles son el ritmo un poco tedioso y lento que se aprecia en los primeros capítulos y que cuesta empatizar con unos personajes que se sienten algo arcaicos y tipificados. En las primeras páginas Perutz crea una atmósfera de cotidianeidad de la alta burguesía y la aristocracia de comienzos de siglo XX en la que tendremos que esperar quizás demasiadas conversaciones de salón hasta que ocurra algo verdaderamente interesante. Si bien esto sirve para crear la fachada del protagonista y entender que para él su posición es lo más importante en su vida, en mi opinión podría quedar igual de claro con muchas menos palabras y el exceso no deja de resultar molesto. Sin embargo, cuando en el capítulo nueve se rompe con todo este mundo de forma definitiva, la novela gana con creces y no hace más que ascender, por lo que le recomiendo al lector que tenga paciencia para poder disfrutar de esta joya a medio camino entre lo fantástico y lo policial, entre lo terrorífico y lo filosófico, entre lo costumbrista y lo universal. Tenéis más reseñas de El maestro del juicio final en Un libro al día y en Libros de Cíbola. Sospecho que las traducciones que hemos leído son diferentes, pero hemos coincidido en lo principal, así que no le daré más importancia al detalle de la que tiene.
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