miércoles, 24 de enero de 2018

Conocer a una mujer, de Amos Oz



Yoel Ravid es un agente de la Mossad que tras la trágica muerte de su esposa en un "accidente" decide retirarse y mudarse con su hija, su madre y su suegra a un dúplex en Tel Aviv. Allí tendrá que buscar una nueva y más tranquila forma de ocupar su tiempo: granjeándose amistades, trabajando en el jardín, ojeando los libros de la biblioteca de su casero, viendo el telediario, etc. Aunque, sobre todo, a lo que se dedicará principalmente será a averiguar la forma de comprender a las mujeres con las que convive y ha convivido a lo largo de su vida, que siempre habían resultado para él un enigma irresoluble que el universo le colocaba delante entre misión de espionaje y misión de espionaje. ¿Ibriya, su mujer, murió por accidente, se suicidó o la mataron? ¿Es cierto que su hija Neta está enferma, o lo finje? ¿Su suegra planea un complot contra él o sólo trata de defender la memoria de su hija? ¿Su madre comienza ya a estar senil o es la más lúcida de la casa? ¿Su matrimonio está basado o no en una violación? ¿Ibriya le era infiel con su vecino? ¿Qué tipo de relación mantiene su hija menor de edad con su jefe?

Todas estas y muchas otras preguntas irán sirviendo para plantearnos la problemática situación que rodea a un Yoel que, lejos de tomar partido, pasa la mayor parte de la novela reflexionando. Es así como, a pesar de que Oz titule esta obra Conocer a una mujer, buena parte de la misma la pasaremos intentando conocer a un hombre. Yoel hace un ejercicio instropectivo que lo lleva a replantearse la utilidad de sus actos y la necesidad de su trabajo. ¿Ha sido completamente libre siempre o han jugado con él para que se convirtiera en lo que es? ¿Está marcado por el doloroso destino del judío? ¿Hasta qué punto puede vivir sin su trabajo, sin una ocupación? ¿Es ya, como afirma Ibriya, una máquina de matar sin corazón, incapaz de hacer cualquier otra cosa? El año que pasa Yoel inmediatamente después de la muerte de su mujer le sirve para ponerse a prueba y para recapacitar todas sus acciones pasadas. Toma así una responsabilidad en la muerte de Ibriya y en la supuesta enfermedad de su hija, que piensa que podría haber evitado ejerciendo otro oficio; trata de rehacer su vida con varios altibajos, donde le tentarán y se dejará tentar para equivocarse una y otra vez hasta dar con la tecla que le permita ser feliz de nuevo.

Conocer a una mujer es una novela lenta, pero tan bien construida que engancha desde la primera página a la última. Oz genera una intriga en base a una serie de imágenes y escenas que funcionan muy bien en sucesión y que se conectan a través de los recuerdos continuos de un Yoel que en pleno duelo roza más de una vez la desesperación. Las palabras llegan cargadas de tristeza y en contadas ocasiones podemos encontrar elementos más desenfados  o cómicos. Oz consigue muy bien transmitirle al lector las emociones de su protagonista, con el que, a pesar de su mutismo general, es muy fácil empatizar, lo que, por supuesto, representa todo un logro.

La novela está escrita y ambientada en Israel, pero se presiente un cierto aire internacional que me ha gustado mucho. Si bien, hay muchas referencias a las costumbres isrealíes, también hay una cierta preocupación por lo que sucede en el mundo exterior. Se habla de las lluviosas y estrechas calles del centro de Londres, pero también de las chabolas entre pagodas de los suburbios de Bangkok. Se bosquejan ciudades como Madrid o Helsinki en función de los recuerdos que despiertan en el protagonista, por lo que su visión es sesgada y onírica. 

La intriga está muy bien regulada y funciona, a pesar de que la trama avanza a un ritmo bastante lento, aunque creo que lo más importante en Conocer a una mujer son las reflexiones que plantea y la belleza de una prosa dedicada al detalle y a la abstracción. No obstante, el punto este de Yoel recordando sus aventuras con la Mossad en países voluptuosos y las reuniones que tiene con su exjefe que tratará de convencerlo, incluso mediante su hija, de que vuelva al trabajo, tienen cierto toque de novela de espías que descoloca al lector y que lo pone en guardia ante cualquier trampa que pudieran tenderle a Yoel en un momento dado. ¿Conoce verdaderamente a sus nuevos vecinos estadounidenses? ¿Por qué su agente inmobiliario quiere de repente ser tan amigo suyo? ¿Puede uno fiarse de los demás si ha sido espía y asesino a servicio del gobierno de Israel? Para Yoel la respuesta obvia es no; así que lo veremos avanzar con mucho tiento a lo largo de cada una de las nuevas y cotidianas peripecias que le suceden en su inacostumbrado retiro. 

Una novela brillante para leer con calma que consigue que siga queriendo más libros de este autor israelí. El próximo no tardará en caer. Tenéis otra excelente reseña en Devoradora de libros

Más obras de Amos Oz reseñadas en esta esquina: Una pantera en el sótano, La bicicleta de Sumji, Queridos fanáticos



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