sábado, 20 de octubre de 2018

Santuario, de Edith Wharton






Nos situamos a finales del siglo XIX en la casa de una pareja pudiente del medio oeste americano. Nuestra protagonista es Kate Orme, quien, tras tomar una dura decisión en contra de su moral, se convierte en Kate Peyton. Tiempo después del casamiento -en una elipsis de unos veinte años-, el marido muere, dejando a Kate al cargo del joven Dick, un precoz arquitecto. El chico tiene una rivalidad laboral con otro hombre, mucho más talentoso que él, pero también mucho más pobre. Con él guarda, además, una gran amistad, dentro de la cual, Dick profesa una admiración excepcional por Darrow. Ambos van a presentarse a un concurso de arquitectura que podría cambiar sus vidas completamente. Diseñar el museo principal del condado no es ninguna broma; por ello, van a esforzarse al máximo. El dinero podría sacar de la miseria a Darrow, quien vive prácticamente como un vagabundo, pero también podría llevar a Dick Peyton a conquistar el corazón de la chica que cree amar. Sin embargo, Kate sabe del interés de las intenciones de Clemence. Ella no aceptará a Dick si este no gana. No le importa lo que el joven tenga que hacer para ello. A su parecer, él éxito no entiende de escrúpulos. 

Santuario es una novela breve sobre la lucha de dos fuerzas antagónicas (la mano de obra y el capital) para lograr un determinado fin (para un personaje, alzarse o mantenerse en una posición ventajosa). Habla de la aspiración humana del poder sobre los demás -muy en la órbita de Foucault- y de los acuerdos y desacuerdos sociales que permiten ciertas triquiñuelas para saltarse a veces lo socialmente considerado como ético. Está dividida en dos partes, donde se relatan dos sucesos de polémica moral, pues dejan a unos personajes indefensos ante el peligro y la muerte, mientras otros se aprovechan del esfuerzo ajeno para crecer y mejorar sus condiciones de vida. Sé que sueno muy marxista con esta interpretación, pero la novela se ajusta al dedillo a esta línea crítica. A pesar de no hacer apología político-económica de manera explícita en ningún momento, cuanto más pienso en el argumento más obvio se me hace este mensaje.

Tanto Kate como Clemence Verney esperan el éxito de Dick por encima del de Darrow, a pesar de las pésimas condiciones en las que vive el chico. La victoria de un pobre sobre un miembro de la familia Peyton podría suponer una deshonra, aun cuando todos saben de la brillantez y del cuidado que pone Darrow en sus trabajos. Un dilema parecido sucede en la primera parte, cuando Mr. Peyton se niega a entregar lo correspondiente de la herencia de su fallecido hermano a su viuda por considerar que estos no estaban casados legalmente -aunque luego se demuestra que sí lo estaban y que posiblemente esta decisión se debe al status social de ella-. Ambas acciones traen terroríficas consecuencias tanto para el inocente Darrow como la pobre viuda, quienes acaban, sin duda, mucho peor que como empezaron.

Otro tema, incluso más relevante para Wharton en su novela, es la situación de la mujer en su contexto geotemporal, sobre todo en lo referente a sus obligaciones en relación con el hombre como ente subordinado con poca voz y menos voto. Partiendo de la denuncia, Wharton hace una crítica feminista sutil en Santuario. Kate accede a casarse con Peyton, a pesar de sus actos horribles y su repugnante forma de lavarse las manos de responsabilidades. Tras veinte años, siendo ya viuda, su preocupación principal es el inútil de su hijo con deseos de grandezas y ese romanticismo extremo que saca tanto de quicio. Kate adopta el papel de madre sobreprotectora (seguramente, debido al fuerte impacto del incidente de su cuñada), pues no desea que a su hijo le suceda nada malo y sobre todo, que este no repita sus mismos errores del pasado. Pretende ser el refugio de Dick, su santuario, y defenderlo así de toda la maldad exterior. De ahí, el título de la novela. Wharton denuncia el aislamiento de la mujer en el hogar y destaca como los logros de los machos de la casa (hijos y marido) se convierten en sus propios -y a veces y desgraciadamente únicos- logros. Su función es la de la melancólica consejera, resignada, incapaz de cambiar nada con sus propias manos. Cuando el marido muere o sus hijos no son capaz de socorrerla, si no tienen dinero, están totalmente perdidas.

Mi idea preconcebida de la narrativa de Wharton esperaba una novela bastante más intimista de lo que luego me he encontrado. Los personajes no se encierran tanto en sí mismos como había imaginado y eso es algo de agradecer. Edith Wharton es desgraciadamente una autora encasillada en un tipo de escritura con muchos prejuicios: la narrativa intimista femenina. Como escritora me ha sorprendido gratamente. En Santuario hay una belleza de diálogos (especialmente hermoso es el final) y una descripción muy compleja y fiel de la psicología humana. Lo he elevado tras mi lectura a uno de mis libros favoritos para ejemplificar el dialogismo interno, es decir, ese cubrirse las espaldas en el discurso para evitar qué pudieran pensar los demás. Mi edición de Impedimenta cuenta también con un prólogo muy enriquecedor de Marta Sanz. Podéis leerlo antes de empezar, pero es recomendable hacerlo (o volver a hacerlo) después. Mejora mucho la experiencia y merece la pena.




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