viernes, 18 de diciembre de 2020

El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith

 


Aprovechando que recientemente Anagrama ha decidido sacar a la venta en dos volúmenes toda la saga de Tom Ripley, el escurridizo criminal de Patricia Highsmith, he decidido ir leyendo cada una de sus novelas (las dos primeras de nuevo) al ritmo de una por mes para no saturarme y dejar espacio a otras lecturas que también podrían interesarme por sí mismas, por ser clásicos de la narrativa en español que debo estudiar para mis oposiciones o por resultar vitales para el doctorado que quiero comenzar el curso siguiente en la Universidad de Cádiz. Por eso, hoy os traigo una reseña del inicio de todo: El talento de Mr. Ripley.

Estamos ante una novela policíaca peculiar y que recuerda a tantas otras que no suelen contemplarse dentro de este género como, la recientemente reseñada aquí, El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde o Crimen y castigo de Fiodor Dostoievski. El punto de unión de estas tres obras es su foco. El protagonista sobre el que posa su mirada el narrador, ya sea en primera persona como en Crimen y castigo o en tercera como El retrato de Dorian Gray o El talento de Mr. Ripley, es el malhechor, un hombre que comete un asesinato (o varios) con el fin de mantener una posición que no le pertenece, pero que considera merecida. La investigación policial va por otros cauces y el protagonista tiene que anticiparse a ella para poder salvar el pellejo. De ahí, el talento para la estafa. Raskolnikov, Dorian Gray y Tom Ripley son farsantes, maravillosos actores capaces de sudar la gota gorda mientras fingen hasta extremos que los llevan a la desesperación más absoluta. Pero si hay un actor que destaca por encima de estos tres ese es, sin duda, el personaje de Highsmith.

Que Ripley se gana la vida engañando es algo que sabemos ya desde el primer capítulo de la novela. Antes de viajar a Mongibello, Ripley ya es consciente de que alguien lo persigue por sus numerosos fraudes. Recibe llamadas amenazadoras y malvive en un piso franco desde donde se hace pasar por una compañía estatal en la que habría trabajado para agenciarse un dinero que, por supuesto, no es suyo. La aparición de Herbert Greenleaf en el bar de Nueva York en el capítulo uno es vista por Ripley al principio como un peligro. Tom no es consciente del número de personas a las que ha estafado y no sabe quién podría ser ese hombre robusto y entrado en años, pero cuando habla con él sus ojos chisporrotean. Se le concede la oportunidad de marcharse, de abandonar América con dinero de otro para cumplir una misión que no tiene ninguna intención de llevar a buen puerto, aunque insista en aparentar lo contrario. Herbert le habla de su familia, de su esposa gravemente enferma y de su hijo, un niño pijo que vive en un pueblucho en el sur de Italia y que se niega a volver y asumir responsabilidades como alto cargo de la empresa de construcción de barcos paterna. Tom finge mantener una amistad mayor de la que realmente tiene con Dickie, el joven en cuestión, cuando realmente casi ni se conocen. De hecho, el propio Dickie no sabrá bien quien es cuando lo vea en Mongibello. Porque, por supuesto, Tom se presenta allí, trata de congeniar con el joven, pero no es hasta que le confiesa a Dickie los motivos por los que le envía su padre que este no lo acepta. Ya ha llegado su perdición. Es demasiado tarde.

A partir de aquí, Tom y Dickie se vuelven amigos del alma hasta el punto de que el joven Greenleaf le permite vivir en su casa sin pagar un duro siempre y cuando puedan gastarse juntos en juergas el dinero que le ha dado su padre para llevarlo de vuelta. Tom quiere descaradamente vivir a costa de los Greenleaf, pero hay algo que se lo impide: la desconfianza de la mejor amiga de Dickie, Marge Sherwood. Marge es una joven escritora, fantasiosa y enamorada en secreto de Dickie. Tom conoce sus intenciones, sabe que su presencia hace que se sienta desplazada. Y esto da lugar a un enfrentamiento entre Marge y Dickie y, posteriormente, entre Dickie y Tom.

Marge sospecha de la homosexualidad de Tom. Y lo cierto es que Tom muestra comportamientos de una orientación sexual ambigua durante la obra. En cierto momento de la novela parece definirse como bisexual, a pesar de que en esta parece mostrar una obsesión enfermiza por Dickie y por los cuerpos masculinos, que lo lleva más allá de la atracción, así como un desprecio denostado por la mujer, hasta el punto de que podría considerarse misógino en algunos tramos. En la siguiente obra, La máscara de Ripley, cualquier alusión a la homosexualidad de Ripley desaparecerá y se presentará como un hombre marcadamente heterosexual, que tendrá hasta una pareja femenina. Sin embargo, eso ya es otra novela.

Como indiqué antes, Tom es el perfecto actor. Un embustero de manual. Es tremendamente observador y capaz de representar a la perfección la gestualidad de otras personas. Sumado esto a la obsesión que pronto genera con ser Dickie Greenleaf y vivir como él vive, podrido de dinero y viajando constantemente por toda Europa, tenemos el germen del asesino y del suplantador perfecto. Cuando todo se le tuerza, Tom buscará la forma de cumplir su sueño de ser otro mejor, y, si tiene que matar y engañarlos a todos. esto solo supondrá un problema para sus frágiles nervios. Le avala el tremendo parecido entre Dickie y él, y eso puede ser suficiente para despistar a la policía y a la prensa de toda Italia.

El talento de Mr. Ripley es un clásico de la gestión de la intriga; además de ser, por la forma en la que está narrada, una de las novelas negras que mejor profundizan en la psicología del criminal. Esto va en consonancia con el resto de la obra de Highsmith, donde la preocupación por cómo el ser humano es llevado a situaciones extremas y a cometer actos como el asesinato es total. La predisposición hacia el crimen está en el ser humano, pero se acrecienta con la miseria y la injusticia social. Ripley es un solitario, como su autora, por su orientación sexual. Marginado y vejado desde niño por su familia, que lo llama abiertamente "maricón", ha tenido que fingir constantemente para granjearse el afecto de unos pocos en una sociedad que lo desprecia, sabiendo devolver ese desprecio con otro aún más grande. No se siente culpable de mentir ni de estafar, cree que está en su derecho por todo lo que ha sufrido. Su única preocupación es que no lo atrapen y la añoranza de lo que pudo haber sido y no fue. Un personaje memorable para una novela también memorable. Aunque esto es solo el inicio. Cada mes tendréis una nueva reseña, más larga o más breve, con cada una de sus aventuras. La siguiente es La máscara de Ripley, que ya estaba reseñada en esta esquina, pero cuya entrada he retirado porque a día de hoy no estoy muy a gusto con cómo quedó finalmente.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Patricia Highsmith en esta esquina: La celda de cristal, La máscara de Ripley




2 comentarios:

  1. Muy grande Patricia Highsmith, y el personaje de Ripley es increíble. Aunque habia visto la película con Alain Delon anteriormente, leí esta novela con apenas 20 años y me dejó impresionado por cómo reflejaba la personalidad atormentada y amoral del protagonista. Estaré atento a tus nuevas reseñas sobre el resto de la saga.

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    1. Cuando cursé el Bachillerato era lectura obligatoria para Selectividad por la asignatura de Literatura Universal, una asignatura que ha sufrido muchos cambios. Ahora ya no se imparte en el segundo año, sino en el primero. Y todas las lecturas se han visto modificadas. Esta era una novela que remataba la lectura de otros tantos textos. Debido a su longitud, se decidió cambiarla por "El guardián entre el centeno" al año siguiente, obra que no he leído, pero que es de sobra conocida. Al igual que a ti, "El talento de Mr. Ripley" me recuerda a mi etapa de primeros contactos más o menos serios con la literatura y le guardo un riguroso cariño que me impide hablar mal de ella.

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