viernes, 11 de diciembre de 2020

La cruz y el cerdo, de Nieves Guijarro Briones



Ya hablé de Nieves Guijarro Briones hace unos meses a propósito de su primera novela Orquídeas para Perséfone. Hoy lo haré sobre la segunda: La cruz y el cerdo. Se trata del tercer volumen de la colección Puño Sucio de Ediciones Vernacci, la cual estoy siguiendo detenidamente, puesto que está dedicada a publicar la ficción más visceral dentro del horror y la fantasía que llegue a sus manos (lo cual me interesa especialmente para mi futuro doctorado). La propia Guijarro Briones es directora de la colección, lo cual podría indicarnos que ha colado su novela con calzador como estoy seguro de que hacen otros tantos editores que se valen de sus propios sellos editoriales para publicar sus creaciones. No obstante, La cruz y el cerdo, a pesar de que juega con la ventaja de no tener que haber soportado miles de noes de parte de terceros que se leen la obras de los demás por encima, si es que se las leen, para decidir si algo definitivamente se publica o no, no se trata, en absoluto, de una novela menor o inacabada. Y el hecho de que se publique aquí, en esta colección, es porque está en una sintonía perfecta con los otros dos títulos previos de la misma (Zombi de Juan Díaz Olmedo, novela de la que no me canso de hablar y que algún día reseñaré por aquí, y la antología splatterpunk Gritos sucios). El mundo que nos trae la imaginación de Guijarro Briones es tanto o más cruel que el del resto de escritores que ella misma ha editado y no se aprecia la mínima distancia de calidad entre ellos. A pesar de que esta es la segunda novela publicada por la autora, ya cuenta con una trayectoria previa de libros descartados por ella misma, lo que nos sugiere una autoexigencia que solo nos puede asegurar una cierta calidad.

Nieves Guijarro Briones no es Amélie Nothomb, que escribe cuatro veces el mismo libro al año. Un libro que, por cierto, ya había escrito el año pasado y el anterior. Es una escritora que sabe darle el mimo a cada texto y guardar la distancia entre estos y, aunque hay una cierta recurrencia entre Orquídeas para Perséfone y La cruz y el cerdo en lo que respecta al tema del mundo astrológico, se trata de dos productos completamente diferentes. Orquídeas para Perséfone es un trabajo muy personal, que sugiere un mundo interior vasto. La cruz y el cerdo se construye en la colectividad de las grandes civilizaciones que empiezan desde cero y se apropian del pasado para tergiversarlo, para corromperlo, para corromperse a sí mismas. Orquídeas para Perséfone pertenecería a ese género poco explorado de la fantasía onírica (que ni yo sabía que existía hasta que la leí), mientras que La cruz y el cerdo es definida por la propia autora como fantasía esotérica, aunque yo sostengo que es un revoltijo de muchos géneros donde tiene cabida también el horror más bruto, la ciencia ficción y la crítica social.

La trama parece sacada de un George Orwell alucinado. En un momento determinado, los animales en los mataderos cobran conciencia de que están siendo ejecutados, exterminados masivamente para servir de alimento a una especie más débil que ellos. Se levantan sobre sus patas traseras y se rebelan. Acaban con toda la raza humana al tiempo que procrean con ella, dando lugar a nuevos seres con características de ambos. El primero en alzarse es el carnero, el segundo será el cerdo. Juntos unen a todos los animales rebelados en torno a una Iglesia que ora a divinidades estelares y, un poco también, a una leyenda algo distinta de Jesucristo. Es la Iglesia de la Cruz y el Cerdo. Desde ella el Papa Cerdo, un ser sin ningún tipo de escrúpulos y que tiene enroscado en su columna vertebral a la serpiente de la sabiduría, ordena todo tipo de limpiezas étnicas y demás brutalidades. La necesidad de poder de Papa Cerdo, antagonista absoluto de la novela, le lleva a la paranoia del dictador y hace que se granjee la enemistad de sus seguidores y de hasta su propio hijo, quien durante años había sido torturado con la historia sobre la violación y la muerte sangrienta de su madre por adulterio. John, el cerdo-humano, hijo del bestialismo de Papa Cerdo es llamado por las estrellas, al tiempo que estas castigan con plagas lo que queda del mundo. Debe cometer parricidio y devolver el equilibrio al cosmos y el culto a los astros.

Papa Cerdo se corrompe porque es débil. O esa es la tesis que se mantiene en toda la novela. No puede evitar caer en la tentación, no es capaz de ceder un palmo, aunque esto ayude a la "consagración de la paz". Papa Cerdo es un tirano asustado porque sabe que puede caer en cualquier momento y para evitar que esto ocurra no le queda otra más que atacar una y otra vez e ignorar las decisiones de sus dioses. Papa Cerdo es un líder débil para una civilización débil, incipiente. Es el dictador que nace en las repúblicas remotas recién creadas ante el vacío de poder que deja una ocupación demasiado prolongada en el tiempo. Su represión y su fanatismo es síntoma de su condición y la de su pueblo, obligado a creer en algo, en lo que sea. Y en este sentido, La cruz y el cerdo se puede tomar como una radiografía histórica. 

Lejos de lo que pueda parecer, no se trata propiamente de un discurso antirreligioso. Papa Cerdo se nutre de toda una cosmovisión para sus intereses, pero la religión es un mero telón de fondo en la obra. Lo que es verdaderamente relevante es ese uso del discurso capaz de conmover a las masas y volcarlas en una dirección. Y el enorme poder del Caos como fuerza que ajusticia y proporciona ciertas luces en las tinieblas.

Al mismo tiempo, que los protagonistas sean animales humanizados nos viene a hablar de la animalización del hombre, de su impiedad. El ser humano se alza como explotador de todos los demás seres debido a la condición que le brinda la estructura de colmena de su organización social y su intelecto. Ante el vacío que dejan, los animales, los oprimidos, se convierten en nuevos hombres, en los opresores. La Historia se repite, pero no en círculo, sino en espiral. El nuevo mundo requiere nuevos héroes y nuevas dialécticas que luchen entre sí, pero que siempre recuerdan a las viejas, a las de toda la vida.

Como digo, La cruz y el cerdo es una excelente novela. Si no os he convencido ya, solo tengo que deciros que, además, la edición viene ilustrada y con una tipografía gótica que nos recuerda a esos libros antiguos de alquimia tan populares para tantos escritores entusiastas de todo lo macabro. Por ello, es una pieza de orfebrería única y originalísima. 

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Nieves Guijarro Briones en esta esquina: Orquídeas para Perséfone,



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