jueves, 16 de julio de 2020

El doble, de Fiodor Dostoievski




Dostoievski es un autor al que admiro muchísimo por su capacidad de construcción de personajes desde una perspectiva interna. Con esto me refiero a la gran profundidad psicológica que tienen sus protagonistas. De esto he hablado en alguna que otra reseña dedicada a varias de sus obras en esta esquina. Sin embargo, como llevo mucho tiempo sin leer ni traer nada suyo, creo que no está de más comentar, aunque sea brevemente, una de sus novelas cortas más queridas por sus lectores. Me refiero, como han deducido por el título de la entrada y la imagen de la portada, a El doble. En esta obra, Dostoievski toma como protagonista a un funcionario del estado zarista de la más baja posición y con una serie de problemas psicológicos que no harán más que acentuarse cuando ocurra un suceso extraordinario: la aparición en su puesto de trabajo de alguien que es exactamente igual a él, salvo por el mero detalle de que está ahí para destruirlo completamente.

Este azaroso relato que va muy en la onda del William Wilson  de Edgar Allan Poe, me hace plantearme si el estadounidense ya estaba o no traducido al ruso para la época en la que Dostoievski redacta El doble, pues los parecidos en la trama son abrumadores. Más allá de eso, el prólogo de mi edición (no es la que aparece en esta entrada, sino una digital) aclara que El doble tuvo un impacto muy negativo tanto entre la crítica como entre el público, a diferencia de su novela anterior: Pobres gentes. Muchos acusaron a Dostoievski de imitar con resultados pésimos un relato de Gogol muy famoso, donde también interviene un funcionario que acaba desquiciado. Este texto de Gogol lo desconozco, desgraciadamente, pero puedo asegurar que, pese a que la tradición literaria del doble está muy vista en toda la literatura universal y es desarrollada tanto antes como después de esta obra (algunos ejemplos claros pueden ser el mencionado William Wilson, Doctor Jeckyll y Mr. Hyde de Stevenson, El hombre duplicado de José Saramago o, incluso, por qué no, El club de la lucha de Chuck Palahniuk) esta obra es bastante original. Sobre todo, si se tiene en cuenta que es de las primeras del autor.

Dostoievski nos presenta a Goliadkin, quien, con su dialogismo interno, se construye como un personaje que se ve a sí mismo como un dios rodeado de infieles. Cree ser un hombre digno y lleno de cortesía, noble y de buen hacer, pero sufre, entre otras cosas, de paranoia y de un fuerte síndrome asocial. Sus intervenciones con otros personajes vienen precedidas por monólogos donde él se encumbra como un héroe, poniendo la tinaja antes que el olivar (como se suele decir), aunque cuando le toca intervenir sus nervios, su miedo y los numerosos imprevistos acaban trastocando completamente cualquier tipo de comunicación fructífera. Esto hace que lo echen de la fiesta en el capítulo 4 o que el médico esté deseando despacharlo en el capítulo 2. Goliadkin es incapaz de decir lo que siente o necesita de manera clara. Abrumado por lo que pudiera pensar el otro, se esconde en la cortesía y en los circunloquios. Le da vueltas una y otra vez a lo mismo, barajando conceptos abstractos que solo los lectores entendemos por sus soliloquios previos, pero que el resto de los personajes desconocen. Ante esta incapacidad para relacionarse, Goliadkin es ignorado por buena parte de sus compañeros de trabajo y en especial por sus jefes. Esto le acaba llevando a la paranoia: piensa que todos conspiran en contra de él, lo cual se acentúa con la aparición de Goliadkin II.

El estado de Goliadkin es tal que el lector al principio no sabe si el doble existe realmente como entidad física o si es solo la imaginación del protagonista, que, sumida en el estrés perpetuo de creerse atacado, ha inventado una suerte de gemelo malvado para atormentarlo. Sin embargo, con el paso de la narración, descubrimos no solo que Goliadkin II existe, sino que es mucho más astuto que Goliadkin I. O, al menos, lo suficiente para aprovecharse del parecido entre ambos. Goliadkin II tiene todo lo que nuestro protagonista querría para sí: la aprobación de sus compañeros de trabajo (en especial de sus jefes), la capacidad para no tener vergüenza, el amor de una hermosa doncella, etc. Por ello, lo envidia hasta tal punto de que la lucha se convierte en algo inevitable. Bajo la premisa de solo puede quedar uno, ambos dobles se enfrentaran en astucia e ingenio para ver quién prevalece y quién cae al vacío. Os advierto de que es una obra de Dostoievski, por lo que cualquier final positivo para los personajes no deja de ser extremadamente optimista.

Esta obra es una joya en todos los sentidos. La crítica que hace al funcionariado y a la sociedad de clase media-baja rusa es atronadora. El personaje principal no es especialmente carismático y, de hecho, el lector siente muchas veces que se merece las penalidades por las que él mismo pasa. No obstante, hay momentos en los que uno experimenta verdadera pena por Goliadkin. Hace suyo su dolor e impotencia a través de la catarsis. Se dice que el propio Dostoievski tenía problemas derivados de una hipotética esquizofrenia o principio de la misma. Se dice que por eso siente una especial predilección por los personajes locos. Parte de la idea de que es la sociedad injusta y la naturaleza cruel del ser humano las responsables del dolor y las que hacen que las personas acaben atrapadas por la locura. Y esto se ve muy bien en una novela como El doble. Otra de las obras en las que sucede algo similar es en la aclamada Crimen y castigo. Una de mis favoritas. Si bien El doble no es tan profunda ni tan visceral como Crimen y castigo, sirve de germen para ella y estoy seguro de que quien haya disfrutado con la historia de Raskólnikov disfrutará con la de Goliadkin.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Fiodor Dostoievski en esta esquina: Pobres gentes, Crimen y castigo

PD. Recientemente vi en una librería una edición que contempla las dos versiones de esta obra: una de 1846 y otra de 1866. Desconozco cuál es la versión que he leído, aunque sospecho profundamente que se trata de la primera.


2 comentarios:

  1. He leído William Wilson y recuerdo que todo eran dudas y posibilidades, la frágil línea que separa la locura de la cordura. Por otro lado, sí creo recordar uno o varios relatos de Gógol similares. Si no has leído los "Cuentos Peterburgueses", para mí son una joya poco conocida para el nivel que presentan.
    Y por último, una referencia de Nabokov, en su Curso de Literatura Rusa no se corta a la hora de criticar a Dostoievsky, lo cual es de ensalzar, pues yo adoro a los clásicos pero considero que no forman conglomerados de piedra sino dúctiles formas susceptibles de crítica. Decía que Dostoievsky es un gran dramaturgo, el mejor quizás, pero mal novelista, y argumenta con citas. Interesante. El caso que creo recordar que solamente salvaba entre sus novelas esta que reseñas, El doble.
    Saludos

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    1. Hola, gracias por pasarte y dejar tu comentario.

      Según yo vi en la carrera, no solo Nabokov decía que era un mal autor. Sin embargo, luego lo reivindicó mucho Bajtín y gracias al éxito que tuvieron sus teorías en Europa, ganó popularidad de nuevo. Es cierto que la forma que tiene de construir los personajes Dostoievski, con esa indecisión perpetua y su "ahora es blanco e inmediatamente después es negro" es capaz de desquiciar a cualquiera, aunque a mí me encante. Si te digo la verdad, no sé qué hace especial a "El doble" frente a otras de sus obras para que Nabokov la salve. Tendré que leer su famoso ensayo.

      Al igual que tú, tampoco soy partidario de defender a los clásicos a muerte, pero cuando algo me gusta y puedo argumentar sus puntos fuertes, lo hago. También entiendo que lo que para mí pueden ser ventajas, para otros resulta todo lo contrario y viceversa. Me pasa con autores como McCarthy, Mishima o Houellebecq. A muchos les gusta, pero yo no los termino de tragar.

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