Hablar de Cuna de gato implica irremediablemente una exposición de lo que representa el bokononismo, la ficticia religión cuya fe profesan (o mejor dicho, no profesan) los habitantes de la República de San Lorenzo, una diminuta isla más en las miles de diminutas islas que habrá diseminadas por todo el mar del Caribe. El bokononismo es una religión cuya principal premisa es que todas las religiones son mentira, incluído el propio bokononismo, por lo que dentro de la sociedad bokononista se crea la paradoja de que ningún bokononista cree en el bokononismo, aunque lo practique. Sé que esto puede resultar complicado de entender, así de primeras, pero os pido que hagáis un esfuerzo porque esta novela de Vonnegut constituye un ataque directo a cualquier planteamiento religioso, moral, social y político que hayáis defendido con anterioridad. Los bokononistas, que saben que todo es mentira hasta lo que parece que no lo es, son conscientes del ensordecedor vacío que deja la verdad en nosotros, hombres que se sienten abandonados por Dios y responsables de absolutamente todos sus actos, y eso es lo que les lleva a valorar muy positivamente la utilidad de la mentira (de la que prefieren borrar todo lo que oprime y limita al hombre: el sufrimiento, el decoro, la codicia, los celos, ...), primando en ella el placer, la fraternidad y el amor libre. Sin embargo, para que el bokononismo pueda seguir vivo el tiránico poder de la isla, regentado por "Papá" Monzano, hace prohibir toda expresión de dicha fe bajo pena de muerte y declara que la religión oficial de San Lorenzo es la cristiana, aunque en el fondo él no tenga ni idea de quién narices era Cristo. Los bokononistas (no) encuentran a su mesías en Bokonon, un hombre que habría llegado a aquella isla perdida un poco de casualidad en el primer tercio del siglo XX y que habría supuesto toda una revolución cultural y espiritual. La religión de Bokonon tiene, además, términos propios muy curiosos como: karass, grandfallon, sin-wat, vin-dit o boko-maru. Todos estos son formulados en el dialecto de la isla, una especie de creole inglés con sus diversas particularidades. Vonnegut inserta en ocasiones fragmentos en este lenguaje local que lejos de despegarnos de la trama nos ayudan en la inmersión total en la historia de la isla. De entre los términos, los que más importancia pueden tener son los que constituyen la dicotomía karass/grandfallon. Un karass sería un grupo de personas destinados a actuar juntas o de forma solapada para un fin que desconocen y que ellas no han buscado, mientras que un grandfallon sería un karass construido artificialmente por las personas y que por ello está predispuesto al fracaso. Aunque todo esto da un poco lo mismo porque sólo son mentiras sugeridas por Bokonon para hacer la vida más placentera.
Todas estas ideas del bokononismo encajarían decentemente en un ensayo, pero esto es una novela y, aunque al bokononismo se le da un peso importante dentro de la misma, no es lo central en la narración. La historia de como el protagonista, el periodista y escritor que nos narra la historia llega hasta San Lorenzo y se convierte a la fe local, es muy larga de contar y muy rápida de leer, y eso se debe a que los acontecimientos en Cuna de gato se viven a una velocidad vertiginosa. La intriga crece de una forma en la que pronto se llega al punto en el que por nada del mundo queremos parar de leer. Este vértigo puede llegar a disgustar a muchos lectores, e incluso a mí me podría haber echado para atrás si no fuera porque la velocidad es buscada a propósito por Vonnegut como recurso estético que dote de dinamismo a su novela y no porque falta contenido y no se sabe cómo rellenar capítulos. Esta velocidad también contribuye a mejorar el carácter caricaturesco de muchos de los personajes, que se sienten a veces muy extrafalarios. El humor, normalmente muy negro, está muy presente en Cuna de gato, y yo diría que tanto o más que en Madre noche.
Vonnegut construye una sátira política con precisión y originalidad, siguiendo el camino de su obra anterior. Tras lo que ocurre en San Lorenzo podemos intuir las tensiones internacionales entre superpotencias propias de la década de los 1960s; no por nada el verdadero hilo conductor (vin-dit, en lenguaje bokononista) es la última invención del creador de las bombas atómicas que explotaron en Hiroshima y Nagasaki: el peligroso componente ultrasecreto conocido como Hielo-9, capaz de congelar todos los océanos del planeta en un segundo. Este es el único elemento de ciencia ficción dentro de la novela, pero se vuelve fundamental para el avance de la trama y es, sin duda, junto con el bokononismo, lo que más recordaremos del libro una vez que pasen largos meses tras su lectura. Ambas son ideas que hacen de este libro un discurso único y a tener muy en cuenta. De momento, se ha convertido en una de mis mejores lecturas de este año. Así que desde ya os voy avisando de que si me siguen gustando estas novelas, podremos tener Vonnegut para rato. Os dejo más reseñas de Cuna de gato en Das Bücherregal (uno de mis blogs favoritos y en el que más se ha reseñado al estadounidense) y en Bibliópolis (a los que no les ha gustado demasiado).
Más reseñas de obras de Vonnegut en esta esquina: Madre noche, Las sirenas de Titán, El desayuno de los campeones,
PD.: Hay varias traducciones de esta obra. Yo he leído la que hace Carlos Gardini para La Bestia Equilátera (Argentina), cuya portada aparece en la imagen.
Otro post de una novela de Vonnegut que te ha quedado estupendo, enhorabuena! Y por supuesto gracias por el link, me alegro de que estés disfrutando de su obra.
ResponderEliminarGracias a ti por descubrírmelo. Me ha encantado. Ya estoy con "Las sirenas de Titán". Seguramente saque la reseña a comienzos/mediados del mes que viene.
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