jueves, 28 de septiembre de 2017

La llave, de Junichirô Tanizaki





La llave narra una historia de secretos y mentiras dentro de un matrimonio japonés de los 1950s. En la novela la información de los hechos nos viene de la alternancia entre las entradas de los diarios de Ikuko y su marido, quienes tras más de treinta años casados pretenden expresar en algún lugar todo lo que no se atreven a decirle a la cara al otro.


Al emplear el diario como formato narrativo, Tanizaki puede poner sobre la mesa toda la psicología interna de sus protagonistas, con sus miedos, deseos, odios y obsesiones, que son mostrados en constante evolución, superposición y contradicción en un estilo muy próximo al de Dostoeivski, creando perfiles muy completos, donde el dialogismo puede darse en su máxima expresión. Principalmente se crea un debate entre lo decoroso (lo aceptado socialmente en el rígido modo de vida del Japón más tradicional de la época) y lo deseado (en el sentido más lujuriosamente abierto del término que puede aplicarse en su contexto). De esta forma hay un orden artificial y convencional –el del matrimonio- que debería funcionar, pero que se resquebraja, tanto por los propios miembros que lo integran como por la incursión de una tercera persona: Kimura.


Kimura es el prometido de Toshiko, la hija de Ikuko y su marido, que comienza a visitarlos para llevarse mejor con los que deberían acabar por ser sus suegros. Pronto el marido advierte que Kimura podría no andar detrás de Toshiko, sino de su esposa, la cual parece también muy interesada en él. El marido descubre que estas apariciones de Kimura potencian el deseo sexual de su mujer una vez se marcha y decide aprovecharse de esto en beneficio propio. Comienza así un camino hacia los celos parecido al que experimenta Otelo en la homónima tragedia shakespearana, aunque otorgándole atributos tanto positivos como negativos. Aparece un deseo de celos en la figura del marido que no dejará de ser muy sorprendente a lo largo de la novela. Kimura se convierte así en una obsesión para ambos que tiene las mismas posibilidades de revitalizar un matrimonio venido a menos por su artificialidad y el paso de los años que de destruirlo en mil pedazos. La llave es una novela sobre la obsesión –puramente sexual- de dos personas que no tienen claro si se quieren o se odian, donde se produce una reformulación continua de los límites que se pueden cruzar o no sin acabar hiriendo ni a los otros ni a nosotros mismos. 


El texto es bastante dinámico y engancha pronto al lector, llevándolo a reflexionar, rellenar huecos y cuestionarse hasta la última palabra de todo lo que dicen los personajes, más sabiendo que cada uno de ellos conoce la existencia del diario del otro, por lo que cada revelación se realiza en un terreno fangoso y delicado. Fuera de esto se hace muy interesante para el lector, o el crítico, el enfrentamiento que Tanizaki hace en La llave más que latente entre la cultura tradicional nipona y una nueva cultura invasora, ante la que Japón no puede permanecer indiferente, la occidental, y más concretamente la estadounidense. Se puede decir que el enfoque del problema tal y como lo plantea Tanizaki me ha encantado porque le da un trasfondo simbólico y poderoso a la novela.


Todo esto unido hace de La llave, como mínimo, un texto recomendable, tanto si le interesan a uno este tipo de historias como si no. Tenéis otra reseña en Devoradora de libros.




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