La
llave narra una historia de secretos y mentiras dentro de
un matrimonio japonés de los 1950s. En la novela la información de los hechos
nos viene de la alternancia entre las entradas de los diarios de Ikuko y su
marido, quienes tras más de treinta años casados pretenden expresar en algún
lugar todo lo que no se atreven a decirle a la cara al otro.
Al emplear el diario
como formato narrativo, Tanizaki puede poner sobre la mesa toda la psicología
interna de sus protagonistas, con sus miedos, deseos, odios y obsesiones, que
son mostrados en constante evolución, superposición y contradicción en un
estilo muy próximo al de Dostoeivski, creando perfiles muy completos, donde el
dialogismo puede darse en su máxima expresión. Principalmente se crea un debate
entre lo decoroso (lo aceptado socialmente en el rígido modo de vida del Japón
más tradicional de la época) y lo deseado (en el sentido más lujuriosamente
abierto del término que puede aplicarse en su contexto). De esta forma hay un
orden artificial y convencional –el del matrimonio- que debería funcionar, pero
que se resquebraja, tanto por los propios miembros que lo integran como por la
incursión de una tercera persona: Kimura.
Kimura es el prometido
de Toshiko, la hija de Ikuko y su marido, que comienza a visitarlos para
llevarse mejor con los que deberían acabar por ser sus suegros. Pronto el
marido advierte que Kimura podría no andar detrás de Toshiko, sino de su
esposa, la cual parece también muy interesada en él. El marido descubre que
estas apariciones de Kimura potencian el deseo sexual de su mujer una vez se
marcha y decide aprovecharse de esto en beneficio propio. Comienza así un
camino hacia los celos parecido al que experimenta Otelo en la homónima tragedia
shakespearana, aunque otorgándole atributos tanto positivos como negativos.
Aparece un deseo de celos en la figura del marido que no dejará de ser muy
sorprendente a lo largo de la novela. Kimura se convierte así en una obsesión
para ambos que tiene las mismas posibilidades de revitalizar un matrimonio
venido a menos por su artificialidad y el paso de los años que de destruirlo en
mil pedazos. La llave es una novela
sobre la obsesión –puramente sexual- de dos personas que no tienen claro si se
quieren o se odian, donde se produce una reformulación continua de los límites
que se pueden cruzar o no sin acabar hiriendo ni a los otros ni a nosotros
mismos.
El texto es bastante
dinámico y engancha pronto al lector, llevándolo a reflexionar, rellenar huecos
y cuestionarse hasta la última palabra de todo lo que dicen los personajes, más
sabiendo que cada uno de ellos conoce la existencia del diario del otro, por lo
que cada revelación se realiza en un terreno fangoso y delicado. Fuera de esto
se hace muy interesante para el lector, o el crítico, el enfrentamiento que
Tanizaki hace en La llave más que
latente entre la cultura tradicional nipona y una nueva cultura invasora,
ante la que Japón no puede permanecer indiferente, la occidental, y más
concretamente la estadounidense. Se puede decir que el enfoque del problema tal
y como lo plantea Tanizaki me ha encantado porque le da un trasfondo simbólico
y poderoso a la novela.
Todo esto unido hace de
La llave, como mínimo, un texto
recomendable, tanto si le interesan a uno este tipo de historias como si no. Tenéis otra reseña en Devoradora de libros.
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