martes, 5 de marzo de 2019

Queridos fanáticos, de Amos Oz



Amos Oz, el más célebre escritor contemporáneo en hebreo, falleció el pasado 28 de diciembre y ojalá la noticia hubiera sido una inocentada. Se marchó uno de los autores que estaba empezando a descubrir y que más me gustaban. A pesar de que mi conocimiento sobre la historia de Israel y del pueblo judío es bastante reducido y de que Oz habla con desmesura sobre estos temas, la peligrosa capacidad para ampliar y reducir el campo de sus obras, de volverlas locales y mundiales al mismo tiempo, me tenían enganchado. No en vano, este que reseño hoy es su cuarto libro en pasar por mis manos. 

Hasta ahora en la esquina, habíamos comentado dos novelas del israelí y un relato largo. Hoy vamos a introducirnos en su faceta como pensador político y en tres ensayos recopilados bajo el título de la entrada por Siruela sobre los extremismos ideológicos y la situación del Israel actual.  Estos tres ensayos son reformulaciones de conferencias que Oz impartió a lo largo de su vida en distintas universidades y que, pese a datar de épocas más o menos dispares, se compaginan y se completan con muy bien entre sí. El objetivo principal: reconstruir la imagen del fanático y hacernos conscientes del fanatismo que arde en nosotros y de cómo combatir contra él. Son, por lo tanto, charlas descriptivas e instructivas y que buscan reconfigurar algo en nuestras mentes, ponerlas patas arriba y hacernos reflexionar sobre nuestro comportamiento diario y nuestra visión de conflictos muchas veces simplificados y mostrados desde un enfoque de interés. Parcialmente interesado.

Estos textos son:

  • Queridos fanáticos
  • Luces, no luz
  • Sueños de los que Israel debería librarse pronto

En el primero de ellos se va a perfilar la imagen del fanático. ¿Qué es? ¿Por qué existe? ¿Cuáles son sus motivaciones? Para Oz, un fanático es alguien que entiende que el fin justifica los medios. Este fin puede ser cualquier cosa: la "defensa" de un estado-nación, de un sector poblacional frente a los abusos de otro, la lucha por la conquista o la supresión de una serie de leyes y derechos sociales, la búsqueda de una redención, sea del tipo que sea, etc. Según Oz, el fanático es quien cree tener la verdad absoluta, la verdad redimible, la verdad que, según él, todos necesitamos. El hebreo piensa que el fanático busca ser un hombre público, quiero decir, el hombre más público que existe, deseando fervientemente que todos piensen como él. Se mueve hacia los demás con ese fin y trata de convencer de muy diversas maneras. Dependiendo de la paciencia del fanático, el salto mortal del amor al odio puede tardar más o menos. 

Defiende Oz:

"Todo lo que quiere el fanático es darte un abrazo del que no escaparás, sacarte de inmediato del lugar paupérrimo donde estás hundido y llevarte al lugar fantástico y sublime que él ya ha descubierto y en cuyas alturas brilla desde entonces [...]
Constantemente, el fanático se apresura a lanzarse a tu cuello para salvarte, porque te ama. Siente por ti un amor incondicional.
O, por el contrario, te aprieta la garganta y te ahoga, porque se ha dado cuenta de que, por desgracia, de verdad, de verdad eres incapaz de ser redimido. Un caso perdido. Y por tanto, sintiéndolo mucho, su deber es odiarte y erradicarte del mundo."


Uno no se convierte en fanático de la noche a la mañana. Hay todo un proceso. Empieza con las ganas de pertenecer a un grupo que reafirme la naturaleza y la identidad del individuo y su necesidad animal instintiva de enfrentarse a algo, de luchar por sobrevivir. El fanatismo es más viejo que el Sol (existía antes de que descubriéramos el fuego) y alcanza su máximo exponente en las dictaduras más referenciadas del siglo pasado. Oz solo cita a Hitler, Stalin y los japoneses, pero estoy seguro de que el lector encontrará símiles más o menos cercanos (y más o menos comparables) en su país o en el vecino. El fanatismo, pues, tiene varias caras y posee toda una escala de grises. 

Oz nos dará ejemplos de rasgos fanáticos en el comportamiento habitual de ciudadanos comunes y corrientes. Nos hablará de ese proceso de radicalización y nos dará pautas para enfrentarlo. Entre ellas, las más destacadas son el cotilleo y la literatura. Sí, ¡han oído bien! El cotilleo y la literatura y lo que tienen en común; ese interés por los demás, por vidas distintas a la del lector, nos permite ver más allá de nuestros ombligos. Descubrir que el mundo es ancho y ajeno y que la vida está por encima de cualquier propósito.

Sin extenderme mucho más, deciros que los otros dos textos están más centrados en la historia de Israel como nación y en su conflicto con Palestina y en cómo se inserta este en el espectrograma de la política internacional. Aquí Oz da su visión sobre la problemática y ataca a fanáticos de ambos sectores sin ningún miedo o pudor. No duda en decir que los judíos fueron los que trajeron el fanatismo a su país antes de crearlo. Ataca a derechas e izquierdas. Echa pestes del pacifismo, con un aura a personaje de Clint Eastwood realmente memorable. Los fanáticos del Gran Israel, así como los soldados del Estado Islámico estarían equivocados en opinión de Oz, pues son facciones que no contemplan el futuro de un mundo en el que los que hoy son sus enemigos puedan seguir existiendo. Oz habla de la posibilidad de la violencia, pero de que esta se quiere justificar mucho más de las ocasiones en las que es verdaderamente necesaria. Muchas veces se reprime en estas ocasiones y, por el contrario, brota ante las premisas más absurdas. La violencia, deriva de la agresividad y esta, como buen rasgo silvestre, no entiende de lo justo; su dominio es lo propio.

Todo en conjunto, me ha resultado un legado valioso y digno de reflexión. Cuenta con momentos especialmente bien escritos y le dejan a uno preguntas de peso, por lo que, como mínimo, diría que es recomendable. Aunque lo que más me ha gustado, ha sido tener el placer de volver a leer a Oz y de poder traeros hoy una nueva reseña. Tenía muchas ganas de escribir aquí y me alegro de estar de vuelta. Este último par de meses he estado muy liado y no he leído casi nada. Tengo pendiente comentar varios libros, muchos empezados (Pram, Trabajos forzados, Zombi, El corazón es un cazador solitario, Rant,...), y otros ya terminados (Tiempos de Swing, Farándula,...), pero que tendría que repasar para poder decir algo mínimamente de interés para cualquiera. Voy a mi ritmo. La Esquina seguirá aquí mientras no cierre Blogger. Intentaré compartir más lecturas con vosotros muy pronto. Por cierto, y para que sirva de regreso a Oz, no me despido sin recomendaros la reseña que hace Montuega en Un libro al día sobre la conferencia original del primero de los textos del volumen que comentamos hoy y que podéis leer aquí

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Más reseñas de obras de Amos Oz en esta esquina: Una pantera en el sótano, La bicicleta de Sumji, Conocer a una mujer, La caja negra





2 comentarios:

  1. Hola, gracias por la reseña. Creo que es uno de esos textos que me va a encantar por la temática que siempre me preocupa. Voy a indagar sobre la obra y ver si consigo el texto para leerlo en cuanto pueda. Y espero tus próximas reseñas. Besos!

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  2. Gracias a ti por pasarte y comentar, Keren. Se lee en un pispás y merece la pena, en especial el primero de los ensayos. ¡Un abrazo!

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