viernes, 7 de febrero de 2020

Abel Sánchez, de Miguel de Unamuno




Joaquín Monegro y Abel Sánchez han sido mejores amigos desde prácticamente su nacimiento. Siendo hijos únicos, se apreciaban como hermanos, a pesar de que el temperamento de cada uno es bien distinto. Abel es extrovertido, atractivo y creativo, mientras que Joaquín es misántropo, metódico y pasional. Hasta la juventud estos dos personajes se complementaron bien, aunque siempre existía una envidia de Joaquín hacia Abel, una pequeña espina que salía a flote de vez en cuando y que venía a recordarle que su amigo representaba todo lo que él no era. No obstante, el conflicto se originará cuando la Beatriz de Joaquín, su prima Helena (nombre grecolatino de causas belli), se enamora de su amigo en unas sesiones de pintura. No sabemos a ciencia cierta si Abel se enamora o no de Helena, pero sí que cede a sus deseos y decide casarse con ella. Este acto será entendido como una traición por su Joaquín, quien a partir de entonces guardará un odio insondable hacia Abel. Para curarse decidirá casarse él también con la primera mujer que se digne a quererlo, pero esto no salvará el rencor que lo corroe por dentro.

Unamuno construye una novela de referencias bíblicas donde se nos narra la obsesión de Joaquín-Caín con su hermano Abel. A través de los ojos del envidioso conoceremos todos los movimientos de Abel y sentiremos todo el cúmulo de emociones tanto buenas como malas que impiden avanzar a Joaquín, quien irónicamente se convierte en médico, pero es incapaz de curar su enfermedad, pues esta afecta al alma. Joaquín se convierte en un hombre en busca de la redención. Quiere evitar lo que su destino: poner fin a la vida de su hermano. Para ello se casa,  para ello acude a la Iglesia no siendo creyente, para ello tiene una hija, para ello quiere tomar al hijo del matrimonio odiado como aprendiz. Sin embargo, como decimos, esto es del todo insuficiente. Por ello, Unamuno juega a plantearnos una disyuntiva: culpar o no a Caín por su envidia. Sin duda, Joaquín es un hombre válido y su arte es mucho más útil y profundo que el de Abel (una "pasión inútil y meramente decorativa"), aunque este pinte deidades. Es un médico que salva vidas, que es capaz de apiadarse de los que nadie más se apiada. Y por otra parte (¡ah, amigo!) es un infeliz que dificulta la vida de aquellos que más le rodean: su mujer y su hija. Solo por la construcción de este personaje merece con creces la pena la lectura de la obra.

El tema central de Abel Sánchez es el cainismo entendido no solo como la envidia fatal entre hermanos derivado de un supuesto favoritismo por parte de Dios, sino como el modo de vida de los mortales sufrientes, de los seres cuyos sueños eran ya imposibles de partida. Me atrevería a decir sin miedo a equivocarme que Unamuno veía mucho cainismo en la naturaleza del español. O así me lo dan a entender las siguientes palabras:

"¿Por qué nací en tierra de odios? En tierra en que el precepto parece ser: <Odia a tu prójimo como a ti mismo>. Porque he vivido odiándome; porque aquí todos vivimos odiándonos."
La envidia nace de lo fraternal, de lo "cercano", dice Joaquín Monegro, y no hay nada más cercano que la gran familia que forja una nación como la española. Es conocido que el dolor por España que sentía Unamuno era intenso, casi tan grande como sus desengaños existenciales. Es algo que puede apreciarse en su poesía, pero que pocas veces se ve de forma tan directa en su narrativa. Aunque quizás no sea yo la persona indicada para hablar de esto, pues tengo pendiente aún varias de sus novelas, o nivolas, o como él quisiera llamarlas. Sobre el estilo, simplemente deciros que es exquisito. La narración es ágil y los diálogos son potentísimos. Que tenga más de cien años la obra no le quita ni un soplo de frescura. Algunas costumbres han cambiado, pero el pensamiento tarda mucho en amoldarse y la rivalidad, así como el sentimiento irracional de revancha que genera cadenas de odio y mueve a miles de millones de personas es tan actual que no se da un día sin que aparezca una noticia en los periódicos atribuible a esta cadena. No podía esperar menos del vasco: una obra de un nivel técnico apabullante comparable con su San Manuel Bueno, mártir. Tenéis más reseñas en Un libro al día (donde no se muestran muy entusiasmados), Koratai (donde se detienen en cuestiones técnicas que no abordo aquí por temas de tiempo) y, para un análisis mucho más profundo, Cicutrady

Por mi parte, eso es todo. Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseña de otras obras de Miguel de Unamuno en esta esquina: Amor y pedagogía, Niebla


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