Noboru es un chico de unos trece años que vive con su madre Fusako cerca de un muelle de Yokohama. Noboru lleva toda su vida viendo atracar y zarpar todo tipo de navíos en el cercano puerto, actividad que incrementó tras la muerte de su padre hará unos cinco años aproximadamente. Es un chico bastante extraño e inteligente, pero que se siente limitado por como lo trata su madre y, como todos los adolescentes, quiere comerse el mundo. En su cabeza contrapone su vida en tierra, fuertemente marcada por todo el constructo de normas sociales, con la libertad que debería proporcionarle la amplitud de la alta mar. A bordo de un buque podría ver países exóticos y vivir extraordinarias aventuras, mientras que en tierra está condenado a la mediocridad, lo cual no deja de ser una visión bastante extrema y romántica. En medio de todo este devenir mental de Noboru su madre consigue a un nuevo amante, un tal Ruyji que una vez tuvo ideas parecidas a las del pobre Noboru y se acabó embarcando como marino. Sin embargo, la mar no le habría traído la gloria a Ruyji, sino más bien soledad y él, al sentir que Fusako le quiere de veras y que económicamente se lo puede permitir, decide buscar trabajo en tierra cerca de su amada. Esta decisión decepcionará a Noboru, quien le perderá el respeto y el cariño "para siempre".
Yukio Mishima construye una novela con tintes eróticos y sentimentales, próximos a la narrativa de Tanizaki, pero cuya profunda filosofía visceral acaba llevando la historia por unos derroteros inesperados -al menos para mí, que es la primera vez que leo algo del autor- que acaba en un final crudísimo y que no creo que deje indiferente a nadie. No es que el inicio de la novela no sea de por sí bastante fuerte (un adolescente que espía como su madre desnuda se acuesta con un hombre que no es su padre), sino que en comparación con el final esta escena nos va a parecer hasta "soft". La verdad es que no veo el afán ni la necesidad de tantos elementos repulsivos concatenados y soy de los que han sentido como insoportables los momentos en los que Noboru se reunía con sus "amigos", los infelices que se dedican a matar gatos porque otro más infeliz que ellos les dice que eso es la auténtica expresión de la libertad humana: el jugar con lo que es moralmente prohibido como la vida y la muerte de lo que nos rodea. Como crítica contra el fanatismo El marino que perdió la gracia del mar podría servir si no fuera porque da la impresión de que el escritor está pretendiendo justo lo contrario, hacer una justificación del odio y del sacrificio de Ruyji por traicionar a los valores en los que como adolescente decidió cimentar su vida. ¿Uno no puede madurar y cambiar de opinión? ¿Estamos tan atados a las decisiones que tomamos que nuestra vida debe ser juzgada constantemente en base a ellas?
Toda esta evolución de la trama me ha llevado a pensar en la novela como un producto de mal gusto (en un sentido ideológico), pero a pesar de esto no puedo negar lo obvio: El marino que perdió la gracia del mar está increíblemente bien escrita. Mishima redacta su historia con una prosa llena de lirismo, símbolos y metáforas y, aunque no esté de acuerdo con el mensaje que intenta transmitir, he de decir que éste se siente claro y poderoso. Los personajes están muy bien construidos emocionalmente hablando y se aprecian muy vivos, aunque quizás, por el tipo de historia, nos cueste mucho empatizar con ellos. Viven en una época de transición y esto se aprecia en lo occidentalizado que se muestra el país nipón y la casa de los Kuroda.
Esta novela plantea para mí un dilema, pues si bien soy consciente de la gran calidad de su prosa, también lo soy de la aberrante ideología, aunque cuántas historias como esta habremos leído, que nos deje un sabor tan agridulce en los labios. Yukio Mishima se incorpará desde ya a mi lista de escritores de doble filo -esos con cuyos textos no paras de saltar del amor al odio a cada momento- donde ya había dejado a nombres tan sonados como Louis Ferdinand Céline, Knut Hamsun y Camilo José Cela. Si puede salir de aquí o no será cuestión de tiempo. Os dejo más reseñas de esta obra en Das Bücherregal, Un libro al día y Letras en tinta. Parece que a todos les ha encantado y que el único que pongo pegas soy yo. Quizás no he sabido (o no he querido) ver dobles mensajes o lo qué sea. Tentado de cambiar algo lo dejo así y ya; una visión algo distinta de vez en cuando nunca viene mal.