Mostrando entradas con la etiqueta Minireseñas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Minireseñas. Mostrar todas las entradas

martes, 23 de febrero de 2021

Fiesta en la madriguera, de Juan Pablo Villalobos

 


Tochtli es el hijo de uno de los mayores narcotraficantes de todo México y es tratado por ello como una deidad, siendo colmado con todo tipo de caprichos. Sin embargo, su vida es brutalmente anodina y carece de cualquier tipo de contacto con otros niños de su edad. Solo en su imaginación sueña con ser un samurái y arrancar cabezas de un tajo como hicieron las guillotinas con los reyes de Francia durante la Revolución de 1789. Sueña con eso y con tener... ¡hipopótamos enanos de Liberia!

Con Fiesta en la madriguera, Juan Pablo Villalobos se estrenó como escritor. Es una pieza muy breve que tiene toda la bizarría (en el sentido castellano y anglosajón) que tanto lo caracteriza, con esos narradores extravagantes que viven en la más pura extravagancia y con esa crítica social que arremete profundamente contra la política de un México en el que lo extraordinario es la tónica de cada día. Yo no he leído a César Aira, pero, por lo que sé, Villalobos es un gran fanático de su prosa, y lo que conozco del argentino concuerda a grandes rasgos con el estilo del mexicano. De una situación más o menos realista comienzan a desprenderse una sarta de momentos inverosímiles, como si asistiéramos a una alucinación. La visión del niño es tratada con simpleza, pero, al mismo tiempo, es capaz de atemorizar al lector, puesto que carece por completo de inocencia. La muerte se vuelve, como en tantas otras novelas mexicanas, algo natural con lo que convivir hasta el punto de llegar a la indiferencia.

De fácil lectura, pero rápidamente olvidable. Fiesta en la madriguera no es el mejor libro que Villalobos haya escrito, pero al menos te entretiene y aprendes que el hipopótamo pigmeo existe en el mundo (en diminutos pantanos de Liberia, no en todos). Tiene pinceladas cómicas de la casa, algunas con mayor acierto que otras. Aún y con todo, sigue siendo mucho mejor novela que ese despropósito que ganó el Herralde:  No voy a pedirle a nadie que me crea.

Reseñas de otras obras de Juan Pablo Villalobos: Si viviéramos en un lugar normal, No voy a pedirle a nadie que me crea

martes, 1 de diciembre de 2020

Okulto, de Samir Karimo

 


Uno de mis placeres culpables es la narrativa vanguardista de Samir Karimo. Se trata de un autor portugués de origen indio que, debido a su formación como traductor, suele publicar su obra en castellano, pues encuentra un mayor público en nuestra lengua. Sus relatos suelen ser muy breves y en ellos predomina el horror y lo grotesco, con pinceladas muy bien llevadas de un humor que entronca con el Teatro del Absurdo y el dadaísmo. Su obra es leer en clave dadaísta, y en menor medida surrealista, la larga tradición gótica. Y esto da lugar a textos donde se desafía todo: el espacio-tiempo, la figura de los monstruos, el sentimiento mismo de pánico, la improvisación como herramienta creativa, la sexualidad, etc. Por desafiar, Karimo desafía incluso la misma sintaxis española. Crea palabras, con un especial sentido lírico, y personajes únicos para un universo también único, plagado de dimensiones, de líneas temporales, de entes bizarrísimos con comportamientos que no terminamos de entender, etc. Además, como los novísimos en España, hace un uso muy interesante de las referencias culturales, cimentando muchas veces sus textos sobre ellas y sobre las experiencias que estas les provocan. Es una literatura cercana al pulp por su carácter experimental, su aura de cine ochentero y su distancia deliberada con la narrativa de terror convencional.

Okulto es una muestra más de su prosa. En ella tenemos veinte relatos, más un extraño guion para un extraño cortometraje que jamás se rodaría y que, a mi juicio, es de lo mejorcito del volumen. Aunque la mayoría de estos textos ya aparecen en antologías, revistas digitales y libros de relatos posteriores, se puede decir que la lectura de Okulto es una experiencia interesante por la novedad que aporta a quienes no están familiarizados con el horror experimental y satisfactoria para los que disfrutamos con él. 

Otro texto muy destacable y que no he reseñado aquí es la colaboración con el español Teodomiro de Moraleda en Sangre más allá del matadero, otro autor muy anclado en el pulp. Juntos también tienen dos novelas experimentales totalmente disparatadas y escritas a ocho manos, con otros dos autores, tituladas Ouija infernal y Ouija infernal 2. Estas son de las mayores locuras que he leído en mi vida hasta el punto de que no sabría ni cómo clasificarlas, especialmente la primera. Eso sí, son unas risas aseguradas. Actualmente me encuentro leyendo Macabruo, una reciente novela publicada por Karimo, pero exclusivamente en portugués. En ella explora lo que ha venido a llamarse splatterpunk, una corriente de la narrativa gótica que en España ha sido trabajada por autores como Juan Díaz Olmedo, Lou Wild o José Ángel Conde, por citar solo a algunos de los autores que se han reseñado aquí, y que supone una transgresión del horror a través de la violencia explícita y la descripción de elementos de repulsión vinculables a lo monstruoso, utilizando estéticamente para ello los fluidos corporales.

Y eso sería todo por hoy. Lean mucho, coman con moderación y namasté.

PD. Ruego que me disculpen por la coincidencia del color de la portada y del fondo de esta esquina. Es una casualidad sin precedentes. He tratado de echar alguna foto, pero el resultado es todavía peor. Gracias por su comprensión, gente bella.



jueves, 12 de marzo de 2020

El año del hambre, de Aki Ollikainen




El año del hambre supone mi primer contacto con la literatura finlandesa. Nunca he sentido especial devoción por la literatura escrita en estas latitudes, a excepción de las obras de Ibsen. Esto, quiero pensar, puede haberme privado de ciertas referencias sin las cuales este libro no puede resultarme más que indiferente, sin sustancia. Nada ha despertado en mí el menor interés aquí. Solo he visto una trama pobre y unos personajes mal dibujados. Todo ha sido para mí tan carente de interés que, aunque el libro sea breve, he estado deseando que acabara lo antes posible. Me repetía una y otra vez lo siguiente: vaya, otra vez un puñetero cuento mal alargado. ¿Había necesidad de esto? Imagino que sí. Para la editorial al menos. Aki Ollikainen es un autor muy famoso a nivel nacional en su país, pero es quizás porque habla de las cosas de su país y se recrea en lo típico y lo, para nosotros, exótico. Grandes paisajes nevados. Heladas que no acaban jamás. Como la muerte. Como el corazón roto por el amor. Como la opresión a las mujeres. Y como, qué sé yo, los abusos de poder. Porque en la obra también hay mucha corrupción y muchos abusos de poder.

La trama es más o menos la siguiente: una familia trata de emigrar en pleno invierno desde el norte de Finlandia hasta San Petersburgo porque la otra opción es quedarse y morirse de hambre. De ahí, el título de la obra. Nada demasiado original que digamos. Su historia de pérdidas y miserias se alternará con la de Teo y Lars Renqvist, dos hermanos de clase media que, creo que, viven en Helsinki. Teo es un médico que está enamorado de una prostituta, aunque no puede fugarse con ella porque nadie querría sus servicios. Lars es el ayudante de un senador y ya está, no tiene mucho más fondo. De esta forma, se nos muestran dos perspectivas sociales muy dispares. A todo esto, la acción se sitúa en mitad del siglo XIX (1866), algo que tampoco sé si aporta mucho o poco a la trama. A mí me da lo que viene siendo igual. 

Las dos historias convergen en un punto y hay una especie de sentimiento patrio en algún momento y que se ve reflejado en la figura de Juho, el hijo del matrimonio emigrante. Esto da como resultado un final optimista que desentona completamente con el resto de la obra, de un tono más bien gris y crudo, donde se hacen explícitas situaciones límite y se muestra sin tapujos tanto el sexo como la muerte. Esto es un punto a favor de la obra; la hace morbosa. Sin embargo, no solo del morbo se vive. Incluso estas situaciones más subidas de tono son pronto olvidadas por el lector. Le falta cuerpo y forma. Y sobre todo, y a pesar de la selección de sus temas, universalidad.

Y eso es todo por hoy. Lean mucho, coman con moderación y namasté.

jueves, 5 de marzo de 2020

Cuentos completos, de Carmen Martín Gaite



Hago mi primera aproximación a la obra narrativa de Carmen Martín Gaite a través de sus Cuentos completos recopilados en los años setenta y publicados por Alianza, y lo cierto es que me han encantado. Martín Gaite escribe llenando todo de color, con un léxico preciso y apabullante, donde las sensaciones construyen historias que prevalecen en la memoria de quien las lee. Su pluma inunda la narración y hace posible contar historias desde puntos de vista que no eran los habituales en la época en la que se producen. Aporta una mirada femenina y denuncia los abusos del nuevo sistema de la dictadura franquista con sutileza y con un claro toque de melancolía y tristeza sin meterse en temas a priori políticos. Cada relato se encuentra ordenado por temáticas, o experiencias, y no por orden cronológico, aunque se vienen a tocar casi siempre los mismos temas: el éxodo rural y el hormigueo incesante de ciudades como Madrid o París, el choque del deseo con la realidad, la pérdida de seres queridos, el orgullo contra la vida, la añoranza de la infancia, la dilatada y pesada vida adulta, el miedo a la vejez, el poder de "el qué dirán", la necesidad de escapar/ la fuga, entre otros. Los textos son de tinte realista, muy en consonancia con las obras características de los 1950s, que siguen la idea de cuento  literario propuesta por Chéjov como mejor herramienta para lograr la identificación de los lectores con los personajes. Sin embargo, hay algunos, especialmente los que pertenecen a los años 1960s en adelante, donde se juega mucho con el sueño y lo fantástico. El ejemplo más claro de esto es La mujer de cera, donde se nos presenta una historia muy cercana a lo que nos tiene acostumbrado autoras más contemporáneas como Samanta Schweblin o Cristina Cerrada. Los narradores y protagonistas suelen ser mujeres o niños, pero también hay espacio para otros seres marginados socialmente como los artistas o los desempleados. Sobre la figura del desempleado y su inseguridad nos deleita Gaite con uno de sus cuentos más logrados: Un día de libertad. Entre mis relatos favoritos situaría En la oficina, El balneario, La chica de abajo y Las ataduras, aunque el nivel se mantiene muy alto en todos. Esto es especialmente extraño en una colección de cuentos, que normalmente tienen sus altibajos, y es de agradecer. Como no tengo mucho tiempo, no voy a extenderme más, pero no quería dejar pasar la oportunidad de recomendaros esta magnífica recopilación que hace la autora. Una auténtica joya, que me incitará a volver a leerla en un futuro.

Y eso es todo, lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Carmen Martín Gaite: Entre visillos

sábado, 10 de febrero de 2018

Llenos de vida, de John Fante



John Fante es un reconocido novelista y guionista que a comienzos de los 1950s ha conseguido la suficiente solventura económica como para comprarse un chalet cercano a los estudios de Hollywood y poder permitirse tener a su primer hijo con su mujer Joyce. La narración comienza a los pocos meses de embarazo de esta y nos muestra a un John ligeramente esperanzado frente a los caprichos y a la inestabilidad emocional de una esposa que lo detesta y lo ama según le da. John intenta engañarla con otra, pero se siente incapaz. Es un hombre cobarde, cargado de inseguridades, y así le tratan sus familiares más allegados. Cuando el reluciente suelo de la cocina se venga abajo por un ataque descontrolado de termitas, su mujer se negará a pagar a un albañil para que lo arregle, por lo que John se verá obligado a acudir a su padre, Nick Fante, un campesino prejuicioso y dictatorial que le martirizaba cuando era pequeño, pero que teniendo experiencia en el sector y no cobrando un duro es la mejor baza para que el importe invertido en la casa no haya sido en balde.

Fante construye una novela de autoficción con importantes chispas de inteligencia y un humor variopinto cuyos diálogos no son quizás los mejores de la historia de la literatura, pero que guarda un mensaje enternecedor que cala hondo en el lector y que le lleva a pasar momentos bastante agradables. Toda la novela gira en torno a la cobardía de Fante, que no quiere ser padre ni hombre ni adulto y que no le queda más remedio que afrontar una realidad ineludible. John se nos muestra como un auténtico "calzonazos", sin criterio ni voz ni voto, que sólo quiere esconderse para llorar y que se muestra incapaz para comprender el complejo mecanismo que le rodea. Su mujer, ante la alarma del parto, vagabundea de un clavo ideológico a otro para salvarse, ya que sabe que la mano que le tiende su marido, por muy buen intencionada que esté, es provisional y agarrarse a ella podría traerle más problemas que beneficios a largo plazo. Por otro lado, el papá Fante representa para John la personificación de sus miedos más profundos: la tiranía del padre que gobierna sobre sus hijos y controla todo lo que tienen que hacer. John teme convertirse en su padre con el bebé que está en camino. A esta peculiar familia habría que sumarle la madre de Fante, una mujer que depende emocionalmente y en grado máximo del sino de sus hijos y que cada vez que ve a alguno finge que se desploma en el piso, y el catequista de Joyce, que se comporta como el clásico "cura metomentodo" que se cree con el derecho divino de juzgar a quien le venga en gana.

La historia que se nos narra es, como se podrá entender, desenfadada y entretenida. El texto es ágil y asequible y recuerda en su estilo remotamente a algunas novelas del Paul Auster de Brooklyn Follies. Lo cierto es que me lo he pasado muy bien leyéndola y eso se lo agradezco a Cities (Das Bücherregal), que me la recomendó a finales del pasado año. Tenéis más reseñas de Llenos de vida en Cuchitril Literario y Un libro al día

Reseña de otras obras de John Fante en esta esquina: La hermandad de la uva, Espera la primavera, Bandini,


domingo, 7 de enero de 2018

El niño que dibujaba gatos, de Lafcadio Hearn







Me aventuré a leer este libro gracias a la intrincada y extravagante vida de su autor: un periodista griego de padre irlandés que tras trabajar en los Estados Unidos acaba dando clases en universidades japonesas a finales del siglo XIX. Pensé que de esas extrañísimas experiencias aparecerían textos a la altura, pero lo que me he encontrado es bastante diferente. De los 23 cuentos que integran este libro sólo 9 están escritos con seguridad por Hearn (menos de la mitad del texto total) y los otros se le atribuyen por semejanzas con el estilo. Las piezas se tratan de una curiosa mezcla de cuentos maravillosos (que podían haber sido transmitidos perfectamente a través de la tradición oral japonesa) y narrativa infantil. Aunque decir que estos textos son para niños sería un poco desconcertante porque si bien hay en ellos formas típicas de la narrativa para los más pequeños (tramas sencillas, tono desenfadado, historias con finales "normalmente" felices, objetos mágicos, amigos animales que hablan,...) también tenemos situaciones y escenas que hoy en día calificaríamos de inapropiadas sin dudarlo. La mayoría de cuentos tienen un machismo muy marcado y en ellos no es inhabitual la presencia flotante de la idea del sexo y la justificación de la violencia más sangrienta. Supongo que a finales del siglo XIX la literatura estríctamente para niños estaba naciendo y no se sabía muy bien cómo enfocarla. 

A la falta de un público objetivo que pueda disfrutar de esta obra se le suman otros problemas diversos. Uno de ellos es la sensación que deja en el lector de que las tramas siguen modelos cerrados muy simples que se repiten una y otra y otra vez hasta el hastío. Esto es propio de los cuentos maravillosos de tradición oral en el que un cuento se modifica una y otra vez generando versiones diferentes de lo mismo, que se acaban por separar para conformar nuevos cuentos. Esto es comprensible si tenemos en cuenta que el texto no estaba fijado y que se acudía a él a través de las reminiscencias que podía dejar la memoria colectiva, pero eso no quita que los editores podían haber sido más listos y omitir aquellas historias que eran prácticamente iguales para dar algo de fluidez. A veces menos es más, y para mí sobran como mínimo unos 10 cuentos. 

De entre lo que más merece la pena me gustaría destacar el cuento que da nombre a la recopilación que, si bien no encaja mucho con los demás, constituye una excelente historia de terror para adolescentes. El niño que dibujaba gatos juega muy bien con la sinestesia y con la idea del terror sobrenatural y acerca de lo inesperado. De entre los demás alguno medio qué hay, pero, por lo general, son textos carentes de todo interés, a no ser que sigas al autor o que estés estudiando sobre los cuentos maravillosos. Tenéis otra reseña en Noctámbula.





sábado, 30 de diciembre de 2017

El año del retorno: cuatro novelas que merecieron una reseña que no tuvieron


1. Pnin, de Vladimir Nabokov

 




Pnin es una de las novelas más cómicas y autobiográficas de Vladimir Nabokov. Relata las peripecias de un emigrante ruso que trabaja como profesor universitario en los Estados Unidos y que por no comprender muy bien el inglés y tener "un corazón de oro" sufre las burlas de sus compañeros y amigos. Lo cierto es que Pnin es un personaje enternecedor por el que el lector no puede evitar sentir cierta lástima. No deja de ser una ironía que una joya como esta no fuera reseñada aquí y que La defensa, una obra mucho más floja del mismo autor, sí. El caso fue que el tiempo se me echó encima y para cuando me podía poner a escribir ya se me habían olvidado tal cantidad de detalles que sólo podía haber construido una buena reseña de haberme leído el texto de nuevo . Aún así aprovecho esta entrada conclusiva para recomendarla encarecidamente.


2. Cerca del corazón salvaje, de Clarice Lispector



La experiencia de una lectura como Cerca del corazón salvaje, con su lenguaje femenino único basado en percepciones y sensaciones, fue incapaz de dejarme indiferente. La verdad es que las construcciones verbales de Lispector son asombrosas y hasta cierto punto inefables, o al menos yo, que he tratado de abordar sin éxito su reseña unas cinco o seis veces así lo he encontrado. La historia trata sobre la vida de Julia, sus problemas y su particular forma de ver el mundo. Para Julia sólo hay un lugar sagrado, el que queda más allá de toda convención, donde viven los corazones de los animales salvajes.

 

3. La isla de Hobson, de Stefan Themerson

 



De esta novela sí que tengo una reseña preparada, pero como no le hace ningún tipo de justicia he preferido cuidarme de sacarla. La isla de Hobson es una alucinada novela del polaco-inglés Stefan Themerson con la que vendría a concluir una saga de la cual sólo tenemos esta pieza traducida al español. Con mucho humor su autor crea una narración experimental llena de crítica social y fuertes reflexiones metafísicas (muy desalentadoras en su mayor parte) que se mezclan con una trama política y de espionaje donde se práctica una suerte de surrealismo o de alucinación onírica controlada que dicen que recuerda a autores como Lewis Caroll o Raymond Queneau. Como no he leído a ninguno de los dos, no puedo comprobarlo, pero puedo asegurarles que La isla de Hobson  trata de muchas cosas, todas ellas de gran interés para un servidor: la (des)colonización, los abusos de los gobiernos, el aislamiento de las guerras, los cambios cada vez más rápidos en las modas adolescentes,... Aunque sobre todo trata de que cada una de nuestras vidas son ríos que irremediablemente van a parar al mar que es el morir, donde aún pervive un abanico de posibilidades escandaloso para la consciencia (el ser, el alma o cómo quieran llamarlo) que aún no han sido explorados.

4. Cuando quiero llorar no lloro, de Miguel Otero Silva

 



El hecho de no haber reseñado este maravilloso título de Miguel Otero Silva me llena de una honda tristeza ya que fue un regalo de uno de los mejores profesores que tendré jamás, quien, además, me encomendó la tarea de dedicarle unas palabras a ésta que es una de sus novelas favoritas. Espero poder desquitarme un poco la responsabilidad con este breve comentario de cierre del año. Si bien es verdad que mi intención era incluir lq reseña en la Esquina nada más volviera de mi larga hibernación de más de un año, el tiempo que había pasado sin casi leer hacía que el florido lenguaje del escritor venezolano se me atragantase más de la cuenta. Cuando quiero llorar no lloro es una novela realista que retrata la Venezuela de los años 1950s con toda su crudeza. En sus páginas uno asiste a escenas crudísimas donde la violencia ya se ha convertido en el pan de cada día de un país que quiere llorar y que, de tanto que ha llorado, ya no puede. Al lector se le ponen los pelos de punta mientras acompaña a los tres Victorinos  -protagonistas con el mismo nombre, pero con diferente estatus-, en sus mundos de tristeza y miserias. Apabullante es, además, la ironía empleada por un Otero que mezcla lo elevado con lo más bajo, dignificando así las vidas de los que menos tienen. Una obra realmente esencial dentro de la tradición de la novela social de la que arrepiento no haber hablado antes.


Con esta entrada espero subsanar algunos de los descuidos, literariamente hablando, de mi año. Sería una pena que cuatro novelones así pasaran al olvido para el autor de este blog y para todos vosotros. Os invito a que me digáis las lecturas de vuestro año que no queréis que desaparezcan de vuestro imaginario por nada en el mundo. ¿Qué libros habéis disfrutado más? ¿Alguno ha cambiado vuestra forma de pensar completamente? ¿Habéis encontrado mensajes atronadoramente bellos? El 2018 está a la vuelta de la Esquina y agradecería muchísimo vuestras siempre sabias recomendaciones.

domingo, 10 de diciembre de 2017

En el trineo de Schopenhauer, de Yasmina Reza



Ariel Chipman es un profesor de filosofía de la universidad que tras haber defendido la vida como necesidad sufre una crisis atroz tras algunos actos violentos cometidos por sus maestros Deleuze (quién se suicidó) y Althusser (que estranguló a su cónyuge con un trozo de cortina) que le llevan a una profunda depresión que su mujer Nadine es incapaz de comprender. Nadine piensa que los problemas de Ariel son todo invenciones y que para lo único para lo que le sirven es para amargarle la vida que con tanto esmero habría construido. Nadine piensa que si consigue que Ariel socialice, sus ideas tan pesimistas, así como su actitud comtemplativa y desdeñosa darán un vuelco que le llevarán a ser el de siempre, por lo que trata de convencer a Serge Othon Weil, un conocido de la pareja para que trate de ser su amigo. Othon Weil es a su vez un tipo insoportable por sus continuos devaneos en torno al funcionamiento de los mercados capitalistas con ese tinte rancio neoliberal que tanto rechaza Ariel. Aún así hay otro conocido de la pareja más exasperante con el que Nadine se plantea tener una aventura y mandar a freír espárragos al sieso e impasible de su marido. En medio de todo este fregado actúa la psicóloga de los tres, que los "escucha" y aporta su propia visión a la trama con ideas muy claras sobre el funcionamiento de las relaciones humanas y cómo en estas se ejercen poderes que superan barreras.

El relato largo, porque a novela no llega por mucho que Anagrama quiera estirar las páginas haciendo la letra más grande, tiene una particular estructura en la cual al lector se le muestran una serie de monólogos en los que unos personajes se dirigen a otros. Uno piensa al principio que son cartas, aunque la disposición de la narración de dichos monólogos no sólo no lo deja claro en ningún momento, sino que se aproxima más a las construcciones mentales de los discursos que a discursos propiamente dichos. De esta forma, no sabemos si lo que Ariel le quiere decir a Nadine se lo dice verdaderamente y aunque sí que podemos suponer que no se lo dice como nosotros lo leemos. Este detalle es muy particular y le aporta cierto misterio al texto, dándole un poco la sombra de la sospecha sobre la incomunicación en la que habitan estos personajes, cada cual reivindicándose como más incomprendido que el anterior. La visión de Yasmina Reza sobre la humanidad es bastante cruda y desalentadora y su exposición en este relato está bastante más trabajada de lo que podría parecer a simple vista. El único punto flojo que le encuentro es que las formas de pensar de los personajes (no confundir con su contenido) se halla bastante próxima y eso les impide desarrollar una personalidad mucho más creíble que podrían tener y que por este detalle no tienen. Reza es una reconocida dramaturga a nivel internacional, pero esto no explica que le salgan unos personajes tan guiñolescos. Por lo demás, se podría decir que el resto de la obra hace que merezca bastante la pena su lectura. 

Reseñas de otras obras de Yasmina Reza en esta esquina: Un dios salvaje



martes, 14 de noviembre de 2017

La bicicleta de Sumji, de Amos Oz



Sumji es un chico judío de unos once años que vive en el protectorado de Palestina meses antes de que se forme el estado de Israel. Aunque nada va demasiado bien en su mundo, cuando su tío, un estraperlista alemán, le regala una bicicleta de chica nada volverá a ser lo mismo. En una sola noche tendrá una serie de experiencias que le harán consciente de lo efímero que son los objetos materiales y la compañía de determinadas personas en el largo transcurso de la vida. La bicicleta de Sumji es un relato largo de Oz en el que trabaja desde lo que empiezo a creer que es su zona de confort: la infancia como niño judío en el protectorado británico de Palestina. Si bien Una pantera en el sótano me pareció mucho más sólida que esta Bicicleta de Sumji creo que para lo poco que pesa (casi) merece la pena, aunque si no se lee tampoco pierde uno gran cosa. Quizás no tenemos la visión adulta sobre la infancia que tanto sorprendía en Una pantera ni las cuestiones políticas y éticas gozan de esa profundidad, pero el tema es otro y la forma de narrarlo es bastante humilde, lo cual se agradece. Algo tan sencillo como la búsqueda de la estabilidad de un niño y el descubrimiento de que nada es eterno. Quizás lo que más me ha llamado la atención es la mención al sargento Dunlop y a las clases de inglés-hebreo que mantiene con el protagonista. Muy posiblemente ese diálogo habría sido el germen de Una pantera en el sótano, que Oz escribiría casi veinte años después.

Reseñas de obras de Amos Oz en esta esquina: Una pantera en el sótano, Conocer a una mujer, Queridos fanáticos, La caja negra,


viernes, 27 de octubre de 2017

Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco



Un hombre lleno de nostalgia revisa su infancia con el dolor del recuerdo de su primer amor y el consecuente escándalo social que suposo este para él, su familia y toda la comunidad de la Colonia Roma, uno de los barrios más marginales entonces del Distrito Federal de México, sin poder llegar a responderse por qué estuvo mal un acto tan lleno de buenas intenciones, y es que con una sociedad tan moralmente cerrada y entrometida como el México de finales de los años cuarenta los deseos del protagonista, que era prácticamente un niño, por la madre de su mejor amigo, Jim, se trastocarían irremediablemente.  

Las batallas en el desierto es una novela breve, pero que retrata con una tristeza deliciosa el ambiente que la envuelve y el dilema que la engulle, dejándonos preguntas que a la mayoría no les gustaría contestar. Su narrador habla de calles míseras y personajes siniestros a la par que hipócritas. Habla sin tapujos de la generación que se crió después de la Segunda Guerra Mundial, donde en el México posrevolucionario (recién llegado Miguel Alemán al poder) los niños comunes y corrientes crecían sin juguetes, porque la preocupación principal había sido durante años la fabricación de armamento. Habla del miedo ante una muerte inminente por un desastre nuclear (Frases como "El símbolo de nuestro tiempo es el hongo atómico." aún resuenan poderosamente en mi cabeza.)  o un nuevo conflicto diplomático de proporciones internacionales como la primera guerra árabe-israelí. Habla de paz y esperanza en el mañana, pero sin creérselo. Habla de la universalidad de temas como el amor o la iniciación del deseo sexual. De la corrupción política y de la depravación de cierta clase de sacerdotes. Habla de la honorabilidad de las putas. Del desprecio injusticado hacia los que menos tienen por las clases más opulentas. De las condutas racistas que promueven los más ignorantes. De la incoherencia y la violencia enfermiza de los seguidores de la extrema derecha. Del cine de los cuarenta y de las novelas de Perry Mason. De lo difícil que es la pubertad y de todo lo que los adultos les exigimos a los adolescentes sin darnos cuenta. Habla de la maldad humana, pero también del amor y de como se rechaza a los que aman. Como si el amor fuera una enfermedad en este mundo ponzoñoso. Una joya escondida para los de fuera de México y que emociona desde la primera página hasta la última. No sigan perdiendo el tiempo aquí. Léanla. 

Por si no os he convencido ya de la brillantez de la novela, os dejo la reseña de Un libro al día, a quienes también les ha encantado.


viernes, 6 de octubre de 2017

El olor a sangre humana no se me quita de los ojos, de Franck Maubert





Librito diminuto sobre el pintor irlandés Francis Bacon. Lo escribe un tal Franck Maubert, que parece que es experto en cuestiones pictóricas y ha publicado en francés una cantidad considerable de trabajos sobre muchos grandes nombres de la disciplina. El libro está dividido en tres.

  1. Conversaciones de Maubert con Bacon

La parte más interesante y entretenida. Prácticamente hablan de todo. Bueno, de todo lo que se puede hablar en una tarde entre gintonic y gintonic: otros artistas, el dolor humano, la decoración de interiores, la homosexualidad, de por qué la poesía mola más que la música, de Esquilo, Shakespeare, Paris, etc.. Aunque muchos de los temas me interesan más bien poco, la supuesta transcripción de lo hablado que hace Maubert se muestra muy viva y humana. Nos acerca de primera mano a los complejos pensamientos –algunos contradictorios- de un artista con el calibre de Bacon, mientras que al mismo tiempo se nos abre la propia personalidad de Maubert como admirador del artista.

     2. Comparaciones entre Francis Bacon y Francis Bacon


Algo menos divertido que la parte anterior, porque Francis Bacon ya no está para contarnos chistes. Sin embargo, aporta datos interesantes para entender la obra del pintor, aunque la mayor parte de las parrafadas filosóficas no las termino de encontrar justificadas. Se intenta crear una conexión maravillosa entre dos intelectuales que se llaman igual y se recurre a elementos muy concretos de ambos. Este tipo de conexiones y esperanza pseudoreligiosa de la reencarnación de las ideas de uno en la mente del otro por llamarse exactamente igual funciona muy bien en la ficción, pero cuando se quiere extraer de ahí la mayoría de veces se acaba en saco roto. Quizás Maubert quería darle un toque literario a su librito sobre Bacon, pero creo que hay mil formas mejores.

          3. Datos biográficos del pintor

Algo más extensa que la página de Wikipedia, pero no sé, visto lo anterior, esperaba algo más, algo distinto, sobre todo porque el libro ya es exageradamente breve como para valer lo que vale.

Y ahora la pregunta que todos se hacen: ¿interesante o no? Yo creo que te tiene que gustar mucho la pintura y mucho Francis Bacon como para que te merezca la pena comprar este libro. Si no sientes esa pasión de inicio, hay mil libros mejores que puedes comprar antes. Ahora si lo puedes leer de prestado, dicen que todo suma.Tenéis otra reseña en Devaneos, donde parece que sí que han disfrutado más con esta lectura.



viernes, 8 de septiembre de 2017

El crucero de la chatarra rodante, de Francis S. Fitzgerald



Cuando Zelda Fitzgerald le comenta a su esposo la nostalgia que le embarga al pensar en los melocotones y las galletas de su tierra natal, Alabama, éste decide que, aprovechando su estancamiento como escritor en lo más alto, bien podrían realizar un viaje hasta el pequeño poblado de Montgomery, donde ella podría volver a disfrutar de esos frutos y esos dulces que tanto extraña. Esto les lleva a embarcarse en una odisea a través de Estados Unidos, una odisea que no habría sido tal si no fuera por el destartalado automóvil de los Fitzgerald, apodado cariñosamente como la Chatarra Rodante. La crónica del viaje, llena de sucesos curiosos y extrambóticos, queda narrada en este librito, donde el vehículo, mucho más que el paisaje, se convierte en el protagonista indiscutible. Esto supone un giro importante en la narrativa tradicional de viajes que me hace dudar un poco la recomendación o no de este libro. Normalmente, la narrativa de viajes supone un encuentro con uno mismo a través del encuentro con el otro, pero aquí no parece haber ningún tipo de encuentro real más allá del que puedan llegar a tener los Fitzgerald y su coche.

 Esto en algunos momentos es cómico y en otros hasta tierno. Hay pocas descripciones, aunque las que hay son muy buenas. Hay algunas reflexiones interesantes sobre el acto de viajar y sobre lo difícil que les resulta a las personas comunicarse entre sí, pero dan la sensación de ser demasiado superficiales. Quizás El crucero de la Chatarra Rodante pueda resultar entretenido, pero Fitzgerald ha sido capaz de aportar mucho más en otras ocasiones. Uno siempre lo puede leer por el increíble morbo del matrimonio Fitzgerald, por entender mejor sus mentes de escritores, artistas y socialités de los locos años veinte y en ese sentido el lector sí que podría quedar muy satisfecho. Fitzgerald nos va a retratar su matrimonio con todos sus virtudes y defectos (el carácter controlador e irascible de él, la cursilería sibarita y la inestabilidad emocional de ella, etc.), que tampoco es algo que le había pedido nadie, o quizás seré yo el que soy poco fisgón. Hay también una escena por ahí que luego se va a reutilizar para Suave es la noche y otra en la que se ve lo racista que era Fitzgerald y... y poco más, la verdad. Supongo que habrá algún perfil de lector al que le interese y que pueda disfrutarlo bastante. A mí me ha parecido insuficiente, sobre todo para un escritor de su renombre. 

Tenéis reseñas del librito mucho más alagadoras en Entre montones de libros y Letras en tinta.

Más reseñas de obras de Fitzgerald en esta esquina: A este lado del paraíso



martes, 22 de agosto de 2017

Clases de baile para mayores, de Bohumil Hrabal



Os aviso ya de antemano que esta reseña será muy breve y que se va a parecer más a una serie de apuntes que a una reseña como tal. Dicho esto, empecemos.

Clases de baile para mayores es un relato largo de Bohumil Hrabal en el que pretende homenajear a su fallecido tío Pepin, quien fue "su musa" y también "su héroe" tanto en la vida real como dentro del universo propio de este relato. Aquí vemos como un anciano Pepin le cuenta "sus batallitas" a una joven prostituta. Hrabal se centro mucho en lo que cuenta Pepin y en cómo lo cuenta, por lo que la simulación del lenguaje hablado coloquial y dialectal es grande. En la deslavazada e intermitente narración de Pepin se mezclará lo tierno con lo grotesco, lo sexual con lo espiritual y lo absurdo con lo histórico. Es un relato muy inconexo, que invita a perderse en el buen sentido, y que está plagado de un humor negro que, seguramente asustaría a las más altas damas, pero no a la compañía habitual de Pepin, que, por otra parte, tampoco le echa demasiada cuenta. Hrabal despliega una visión carnal de la humanidad en un sentido muy próximo al de Rabelais, donde los límites de los decoroso se rebasan con facilidad porque no pueden ser ignorados ni por mujeres ni por hombres. 

Como lectura rápida y entretenida está bien -diría que incluso muy bien si echáís de menos a vuestros abuelos y sus maravillosas y poéticas historias-, aunque, en mi opinión, Trenes rigurosamente vigilados es un texto mucho mejor del mismo autor. Os dejo otra reseña de Un libro al día con la que coincido bastante.

Más reseñas de libros de Bohumil Hrabal en esta esquina: Trenes rigurosamente vigilados, Anuncio una casa donde ya no quiero vivir

viernes, 29 de mayo de 2015

Minireseña de "Esquizofrénicas", de Leopoldo María Panero


El poema contra el vacío...



No suelo comentar la poesía que leo porque tampoco es una cantidad excesiva, pero hoy me apetecía hacer una excepción con este libro, bastante interesante, a mi parecer. Debido a mi particular desconocimiento del género lírico daré sólo algunas pinceladas  sobre el poemario.

Esquizofrénicas es la obra de un curioso autor que refleja la soledad y la desesperación de sí mismo, ya en plena vejez, con la mirada de la muerte prácticamente clavada, fija, en su figura y con la de la locura cómplice e irreductible que lo acompañó tantos años. Leopoldo María Panero es, sin duda, alguien excepcional, que a partir de la escritura, de la poesía, es capaz de enfrentarse al mundo hostil y hueco que siente que lo rodea en una lucha que parece constituir el único motivo que tuvo para seguir viviendo algunos años más en su sanatorio en Las Canarias.

“Soy el rey de la nada
y rezo porque ya no existo.
Mi mano sembrada de dioses
Reza ante un ser que no existe.
 
El poema es el único supuesto de que yo existo
la única garantía de mi ser:
el único rezo por el que el no ser no sea como el ser.”
Sus continuas referencias a otros textos, a veces extraliterarios, a veces en otras lenguas, dificultan el proceso de lectura, ya de por sí críptico gracias a la simbología cambiante y a los continuos poemas interconectados en el poemario, -algunos conectados con otros pertenecientes a otras obras del autor. Quizás lo mejor para este poemario sea leer hacia delante contemplando la posibilidad de volver atrás constantemente, pues Esquizofrénicas es una obra tan variable y variada, y triste y pasional, como su título. Una lectura más que interesante que consigue ponerte los pelos como escarpias en algunos momentos, a pesar de que cuenta con muchos poemas más bien flojos.


jueves, 21 de mayo de 2015

Minireseña de "Una temporada en Venecia", de Włodzimierz Odojewski


Algo coja esta temporada en Venecia...




Este brevísimo relato largo/novela corta editado por minúscula de un tal Włodzimierz Odojewski narra la historia de una familia polaca auténticamente obsesionada con la ciudad italiana de los canales durante la Segunda Guerra Mundial. Ésta, que planeaba un nuevo viaje a Venecia, lo ve interrumpido por el estallido inminente de la guerra y se refugia en el viejo hostal de una de las hermanas de la madre, no muy cuerda, en un pueblo del sur del Polonia. La historia es narrada y se centra sobre todo en el hijo menor de la familia, de nueve años, llamado Marek. El contraste entre el narrador inocente tipo niño y algo tan catastrófico como la guerra se repite en una obra que ya vimos aquí hace casi un año y que se titulaba El pájaro pintado. Nunca llegamos a saber más de lo que sabe el niño, pero cualquier lector medio tiene unas nociones clave del conflicto bélico más famoso de la Historia. Para huir de la catástrofe a una de las tías, no a la loca, sino a otra más loca todavía, se le ocurre que tal vez sería oportuno engañar a los niños con algún juego aprovechando que el sótano se ha inundado por una fuga de agua, algo que bien nos puede recordar a la película de Roberto Benigni La vida es bella. Hasta aquí todos los destellos de brillantez. Es una novela tierna. Sí, es verdad. Sin embargo, también es excesivamente sencilla y carece de momentos realmente potentes, de giros de tuerca y de desarrollo psicológico de los caracteres. También da la sensación de que sobran páginas ¡y no tiene muchas! No dramaticemos, no es una desgracia, aunque, como decimos, tampoco es, ni mucho menos, una maravilla...

jueves, 30 de abril de 2015

Minireseña de "El Rey Lear", de Shakespeare


Poder, amor, ambición y traición…



Si bien es verdad que no es la única obra en la que Shakespeare recurre al concepto de la traición como mecanismo para impulsar el drama, en El Rey Lear juega un papel fundamental sin el cual el argumento sería muy distinto. De hecho, es quizás el tema central de la obra la traición de los que depositaron la confianza en personajes demasiado ambiciosos. La traición eleva a los príncipes al rango de reyes, a los hijos al de padres: la traición bien perpetrada nos da poder, y remordimientos a veces, pero en El Rey Lear sólo poder. Poder y amor, todo lo que ambicionamos y nunca tenemos es lo que mueve a los personajes a actuar en este drama, a posicionarse, a amarse, a matarse los unos a los otros como animales, a cometer equivocaciones de las que uno no puede arrepentirse. Quien nada tiene quiere el poder para luego, a partir de ahí, obtener el amor. En este caso Lear y Edmond son dos personajes de espejo roto, porque mientras uno consigue lo que aspira, Edmond -si bien es verdad que debe traicionar a su propio padre para ello-, el otro pierde el amor para luego perder también el poder, Lear. Es su sino como héroe trágico que ha cometido un error imperdonable, a pesar de toda su cuantiosa bondad, el verse como un paria, con la única hija que le amaba en el extranjero, y abandonado por las otras dos, vejado por ellas y sus criados. Por suerte, la justicia de la muerte que también aparece en otras obras del inglés como Hamlet u Otelo caerá del cielo para poner fin a esta compleja historia llena de reveses y de fuerza lírica. Lo que siempre decimos de Shakespeare: recomendable no; necesario.

Otra minireseña de otra obra del inglés:

Otelo, de William Shakespeare