Este año se cumple el centenario del nacimiento del escritor vallesoletano y yo me presento a las oposiciones para el cuerpo de profesores de Enseñanza Secundaria por la especialidad de Lengua Castellana y Literatura, lo que hacía inevitable que un libro como Cinco horas con Mario, que deseaba leer desde hace tanto tiempo y al cual no paraba de plantarle excusas, tuviera que caer finalmente en mis manos. Eso sí, os adelanto ya que la lectura no ha sido agradable.
Para quienes no recuerden la trama del instituto o para quienes leen esta reseña desde fuera de España, Cinco horas con Mario es una novela no demasiado larga que se construye casi en su totalidad como un falso diálogo entre una viuda y su marido recién fallecido. Digo falso diálogo y no monólogo porque, a pesar de que por razones lógicas Mario no puede contestar, su espíritu estará presente en todo momento. Carmen, la viuda, le echará en cara la vida mísera que ha tenido y que le achaca a él y a su forma de ser tan "roja", tan solidaria, tan intelectual en una España en la que ser de izquierdas era el mayor crimen en contra de la Humanidad. Pero vayamos poco a poco con los personajes.
El matrimonio lleva más de veinte años casados y tiene varios hijos, algunos de los cuales ya están a las puertas de la universidad. Mario como buen profesor quiere que todos asistan allí, pero esto es imposible desde los prismas de Carmen, quien piensa que leer atrofia la cabeza, especialmente a las mujeres. Las novelas que solo merecen la pena para Carmen son las de amor porque este es un tema universal. Carmen vive por y para el amor y lo explica todo a partir de él, pero siempre desde la corrección social. Piensa que las señoritas deben comportase como señoritas, asumiendo todo el aparataje social de opresión. Los hombres que le gustan son los pillos, los que se hacen el "macho alfa" vacilando de coches y propiedades. Y esto la hace sentirse una infeliz porque Mario prefirió gastarse su sueldo en libros o en ayudar a los pobres antes que en un coche. El sueño de su vida, tener un Seiscientos, se fue al traste y eso es algo que no podrá perdonar a su marido. Por eso se lo reprochará siete u ocho veces después de muerte. Siete u ocho. O incluso más. Contar, lo que se dice contar, no las he contado.
En la narratología francesa se denomina frecuencia al número de veces en las cuales se repite un acontecimiento durante la narración. Hay dos opciones, la más común en prosa suele ser el modo singulativo, que lleva a coincidir una acción con una sola representación. Tiene un sentido, el lector siempre puede volver atrás si se ha saltado sin querer algún detalle de peso. Sin embargo, en el teatro esto es imposible. No se puede a priori detener la representación dramática y retroceder a la escena anterior si no hemos oído bien o nos hemos quedado pensando en otra cosa. Por ello, en cuanto a la frecuencia se refiere, lo lógico es usar un segundo modo, el iterativo. Mediante él las acciones pueden tener varias representaciones. El modo iterativo no consiste en hacer mención a lo anterior, sino a reexpresarlo con las mismas palabras y elementos extraverbales de haberlos. Ahora bien, esto funciona en el teatro teniendo un peso y una medida, pero es a su vez tremendamente característico de Cinco horas con Mario. Tiene un sentido, mediante él se busca expresar el bloqueo de Carmen ante la repentina muerte de su marido y sus fantasmas interiores, sus privaciones, sus sueños y su forma de pensar. La reprimenda a Mario es un llanto de desesperación, una fuga a través de la cual busca que alguien la expíe de lo que considera sus pecados. El tono del modo iterativo en este caso busca crear angustia y una cierta sensación de claustrofobia que ha conseguido que la novela se me haga muy cuesta arriba. Por otro lado, la fuerza dramática y sentenciosa que aporta hace que esta obra sea perfecta para trasladarla a los escenarios.
A través de los labios de Carmen no solo conocemos al matrimonio y a sus hijos, sino también a la peculiar familia exterior y a los amigos de ambos, que son tremendamente dispares. Frente al conjunto de intelectuales proveniente del círculo de El Correo y que son ridiculizados como pusilánimes por Delibes, tenemos al padre idolatrado de Carmen, columnista en ABC y al cual Mario parece deberle un favor. Digo "parece deberle" porque la información que se nos muestra, salvo en el capítulo primero y en último, es sesgada dependiendo totalmente de su mujer. No obstante, la intervención de Mario hijo en los compases finales ayudan a aportar más luz sobre la triste realidad de los personajes.
La muerte era un tema que obsesionaba a Delibes. Actualmente me encuentro inmerso en la lectura de La sombra del ciprés es alargada, que, sin ser tan asfixiante, goza de un tono lóbrego y retrata una naturaleza hostil. Sin embargo, con la muerte la vida no acaba. Los seres humanos seguimos recordando a quienes se van y los mantenemos vivos de esta forma. Cinco horas con Mario representa el bloqueo inicial, esas horas en las que uno no es capaz de asimilar lo que acaba de ocurrir y se siente impotente, enfadado con la realidad y hasta cierto punto culpable por los asuntos que quedaron pendientes.
No puedo decir que la obra no me haya gustado, pero me ha costado trabajo digerirla y los personajes se me han vuelto pesadísimos a más no poder, por lo que no puedo recomendársela a cualquiera. Tenéis otra reseña en Un libro al día, donde defienden que se trata de una obra que no deja indiferente a nadie.
Y eso es todo por hoy. Lean mucho, coman con moderación y namasté.
Reseñas de otras obras de Delibes en esta esquina: El disputado voto del señor Cayo, El camino, Las ratas,