viernes, 23 de octubre de 2020

Hela, de José Ángel Conde

 


El martes pasado entrevistábamos a José Ángel Conde, autor de Hela, por lo que hoy toca la reseña de esta extensa, pero apasionante, novela. Estamos ante una obra de carácter híbrido donde la ciencia ficción (núcleo central de la obra) se entreteje con el horror y la fantasía, y donde hay un espacio de vital importancia para la mitología nórdica. Nuestro protagonista es Köil, un camarógrafo islandés que se encuentra perdido en la vida y que consigue un empleo en la industria porno de Finlandia.

Su contexto es complicado y merece especial atención. En un futuro no muy lejano los países ricos del norte de Europa se han desvinculado de la Unión Europea y han fundado la Unión Nórdica, una suerte de macronación donde predominan los valores escandinavos más conservadores, entre ellos un profundo racismo. El mensaje desde el Gobierno es claro, temed a quienes tienen el pelo o la piel de color oscuro. Temedlos y odiadlos. Los cuerpos de policía os protegerán. A partir de aquí se genera una sociedad donde los oprimidos se enfrentan a los opresores, surgiendo protestas en Laponia, que confluyen en una revuelta armada. Ante todo esto, el escandinavo medio permanece ajeno, hipnotizado por las ofertas de Nokia e Ikea. El mundo de Köil es gris. El amor se ha perdido. Y en sustitución al vacío que ha dejado queda el sexo de pago y las compras. La mayor parte de los ciudadanos consumen antidepresivos diariamente para poder paliar la alta tasa de suicidios.  Afuera de sus diminutas viviendas está la nevada que se prolonga por medio año. Esta tormenta gélida y sucia es el reflejo de sus corazones, de la vileza de destruir el ecosistema para atrincherarse en un mundo de pantallas.

En este sentido, Köil es un romántico al borde de un fin autoimpuesto. Lo que no sabe es que su existencia será de vital importancia para los rebeldes, que encontrarán en él a un guía. Estos rebeldes son perseguidos por el gobierno de extrema derecha de la Unión, que aspira a crear una raza pura, siguiendo los sueños de los ideólogos nazis del siglo pasado. Una de ellos es Leylah, una joven morena de la que se enamorará Köil y que tiene un pasado bastante oscuro del que huye manteniendo relaciones con diferentes hombres, siendo humillada y golpeada por ellos. ¿O decide elegir esta senda por otros motivos?

Hasta aquí tenemos una trama de ciencia ficción con un factor interesante de novela erótica y romántica. Hay partes de la obra que se dedican a describir con minuciosidad encuentros sexuales de diversa índole. Pero hay en ella mucho más. Nada más empezar la obra, se nos describe al lector una escena de puro horror extremo, donde una mujer es penetrada hasta explotar internamente, convirtiéndose en un abanico de vísceras y sangre. Esta escena tan gráfica, como el propio José Ángel Conde nos comentaba en su entrevista, va de la mano con la estética ochentera de la Nueva Carne. Sobre esta muerte surge una investigación que lleva al propio Köil y que le da a Hela algunos elementos propios de la novela negra, donde José Ángel Conde recoge la inspiración de los clásicos del cine noir de mediados del siglo pasado, así como de algunos novelistas reconocidos como Raymond Chandler o James M. Cain. Pero las influencias que convergen en Hela no acaban aquí. Hay una gran influencia del existencialismo y una crítica voraz a la naturaleza humana que recuerda a las novelas de Michel Houellebecq y a filósofos de la talla de Nietzsche. De hecho, la mala interpretación de Nietzsche por varios personajes de la obra es criticada en la misma, a pesar de no tocar el tema expresamente. Se respira pesimismo en los acontecimientos y reflexiones de la vida de Köil y su mundo, pero también una necesidad de cambio. Y, finalmente, está la innegable fuerza de la mitología vikinga. Cada personaje representa un rol propio de los héroes y heroínas de dicha mitología, al tiempo que se da una serie de factores que anticipan el Ragnarok y el regreso a la Tierra de los viejos dioses en una batalla frontal. Con la inclusión de la mitología se va produciendo una deriva hacia el género fantástico más tradicional y en cuya plenitud, sin olvidar el resto de elementos, concluye la obra. Además, la inclusión de la mitología permite a José Ángel Conde reflexionar sobre el concepto de Historia entendido como ciclo que se repite. El propio autor aclaraba en la entrevista que más que un círculo que se completa, la Historia debe ser vista como una espiral. Se repiten intenciones, ideas, deseos y aspiraciones, pero los contextos son distintos. No nos bañamos dos veces en las mismas aguas, por mucho que el río se parezca. La idea de espiral incluso cobra vida en la obra cuando Köil y varios personajes aliados son tragados por un Maelstrom.

Y frente a todo esto se construye una distopía, donde la falsa felicidad de unos se convierte en la caída en desgracia de otros y donde la tecnología, lejos de arreglar la vida de las personas, la dificulta por su mala praxis. Los personajes andan en un laberinto, como bien refleja el pequeño cuento insertado en la obra sobre una familia que se ve atrapada en el Ikea y que acaba desatando el estrés del padre, que se ceba a golpes con sus hijas. La novela misma es un laberinto. Un cúmulo de entresijos donde aparecen incluso viajes astrales a través de las drogas que consumen los protagonistas. Esto lleva a grandes digresiones que tienen por objetivo conducir al lector hasta el final de la novela. Como pega, debo añadir que puede que estas sean demasiado extensas y continuadas, especialmente cuando uno llega a la mitad de la trama, porque detienen la acción, en algunos casos durante más de treinta y cuarenta páginas. Por lo que no, no estamos ante una novela ágil o fácil. No obstante, a costa de sacrificar parte del ritmo narrativo, Conde logra una pieza compleja, personal, con mucho que aportar y que se explica por sí misma.

Debido a la naturaleza de Hela, no puedo evitar compararla con otra de las lecturas del año: La mitad de un monstruo de Alberto Ávila Salazar. Ambas son novelas mixtas que recurren a los mismos géneros y cuyo valor principal es escapar de los moldes que encorsetan a la mayor parte de la narrativa. De la misma forma, son obras donde los elementos, por extraños que parezcan en su mezcla, se combinan a la perfección. Sin embargo, están destinadas a mentes abiertas. Por lo que no, Hela no es una novela para todo el mundo. No aspira a serlo. Es un trabajo personal que aglutina todo el bagaje del autor y que está cargado de las preocupaciones filosóficas de Conde en el momento en el que lo escribió. No obstante, es muy recomendable para todos aquellos lectores que busquen una experiencia nueva y que crean que desafiar los académicos moldes de los géneros literarios debe ser una prioridad para el escritor.

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Les dejo aquí la entrevista.


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